El primer texto que compuse para
Arterapia Sentimental ahora hace poco más de tres meses fue
HISTORIAS DE UN TUAREG EXISTENCIAL (I)… No creo que lo hayáis leído todos vosotros y eso que el primer capítulo —dicen—da sentido siempre a una historia… Yo sí que leo los primeros textos y entradas a vuestros blogs. A lo peor me equivoco y no son tan significativos como pienso, pero en mi caso sí… Mi primer texto era un manifiesto de mis intenciones aunque no lo pareciera —ya sabéis cómo me gusta encriptar y ocultar mis intenciones… Pues bien, hoy voy a concluir aquella historia (verídica) con la que inicié mi blog: la historia de William & Florence Morden y del libro
The Garden of Kama (El jardín del Amor) que hace años encontré y compré en New York, justo al lado donde vivía entonces, en cuyo interior había un exlibris que de algún modo es también mi lema y epitafio secundarios:
El mundo es un libro del cual no se ha leído nada más que la primera página si no se ha abandonado alguna vez el lugar en donde nacimos… Os invito a leer de nuevo aquel primer texto y continuar luego con éste último… En los siguientes párrafos os relataré mis investigaciones, confesaré mis intuiciones, y todo lo que fue descubriendo de los Morden durante unos días del pasado mes de enero nada más inaugurar
Arterapia Sentimental. En muchas ocasiones en estos meses tuve la tentación de publicar esta entrada —es decir esta salida—, pero preferí guardarla para mejor momento; qué mejor o peor día que hoy…
Era lunes 28 de enero. Hacía dos días que había inaugurado por fin mi blog
Arterapia Sentimental después de haberme demorado durante meses buscando sentido y justificaciones literarias y existenciales para hacerlo. Había pasado todo el fin de semana aprendiendo los rudimentos de cómo componer un blog en Blogger y sobre todo eligiendo mi primer texto-manifiesto… Lo titulé
HISTORIAS DE UN TUAREG EXISTENCIAL (I) y en él declaraba mi condición de viajero, y no sólo de paisajes del mundo, sino también espeleólogo de interiores existenciales, del amor y no sé cuántas cosas más… Aquel texto inaugural incluía una extensa referencia al hermoso libro
The Garden of Kama (El jardín del Amor) que hacía años había encontrado en New York, contaba mis sucesivas e involuntarias pesquisas hasta dar con el autor de la leyenda de su exlibris, mis fracasos en saber quienes eran sus antiguos propietarios, los “William & Florence Morden”… No sé por qué pero aquella tarde de lunes me puse a buscar otra vez, ahora obsesionado, sus verdaderas historias. De inmediato comencé a meter en Google sus nombres, a cruzarlos, a buscar entre las entradas que me ofrecía el buscador… —mientras tanto iba imaginando una historia, acaso el embrión de una nueva novela que dedico ahora a mismo a una Guiomar desconocida…
Mis pesquisas sobre los Morden comenzaron por supuesto en Google: “
William Morden”… clic… —840 entradas encontradas en 0,19 segundos… La primera hora abriendo páginas referenciales fue frustrante: decenas y decenas de árboles genealógicos sin ningún dato de relevancia. Una de ellas me regalo al menos una pequeña recompensa: “
William Morden, cautivo de los Mongoles” —apuntaban unas líneas de un libro de viajes:
Historias clásicas de viajes y aventuras de National Geographic… Claro que podía ser “mi” William Morden, supuse; se refería a un viajero… —pero ha habido tantos en nuestra historia reciente. ¿Y si no era un viajero sino simplemente un lector de libros de viajes?... Obstinado —“
pinghead”—, continué abriendo y cerrando páginas nada más darles un vistazo… hasta que por fin en la entrada 127 encontré la primera pista eficaz en mi aventura de reconstruir la biografía desconocida de los Morden. El encabezamiento decía así: “
Ernest Hemingway Message Boards”… cliqué esperanzado y en la página dedicada a Hemingway —por cierto, además de un magnífico escritor, un arriesgado viajero e insistente explorador de paisajes exóticos y profundos interiores, un melancólico contumaz además de alcohólico exquisito y suicida ejemplar— encontré una valiosísima referencia a un tal William Morden: era una noticia sobre un libro escrito por un viajero con tal nombre —
Our African Adventer (sic)—, en la que se narraban sus cacerías y exploraciones en África junto al mítico cazador profesional Phillip Parcival; también se comentaba que Morden , junto a un tal Clark habían participado en una expedición por los Pamir rusos y el Turkestan chino, además de citar otros viajes suyos por el norte de Asia, el distrito Turkena en Kenia, etc… Con apenas estos datos estaba seguro —lo intuía— que ese William Morden era “mi” William Morden… No sé, son corazonadas, cómo te lo explicaría yo… revelaciones, extrañas certezas invisibles de alguien que está acostumbrado a vivir al dictado de sus intuiciones y presentimientos; yo sabía que ese era el hilo de plata que tenía que seguir… punto.
Volví al buscador Google e introduje el título del libro de William Morden, pero corrigiendo el erróneo “
Adventer”; escribí correctamente “
Our African Adventure” e hice el esperanzado clic: 1940 entradas en 0’04 segundos… —qué fiasco, aunque parezca lo contrario. No fue fácil encontrar otra referencia válida para mi investigación con este título. Y es que la frase
Our African Adventure (nuestra aventura africana) es muy común y socorrida entre todos aquellos que escriben sobre sus experiencias en África y depositan sus textos en la Internet. Así que después de leer innumerables chorradas al respecto de viajes contemporáneos, más bien de turistas que de auténticos viajeros, fui a dar a unas referencias más consistentes… Por ejemplo una librería on-line en la que señalaban este libro como escrito por “
William Morden and Irene”, publicado en 1954 —reconozco que me extrañó y mosqueé por el nombre de Irene que aparecía junto al suyo: ¿Es que no se llamaba Florence su compañera o esposa?
¡Por fin una información sustancial en la entrada 59… —confieso que ya estaba a punto de abandonar esa vía de búsqueda por el título de su hipotético libro de viajes. La pista era la siguiente: en la página sobre la colección de etnografía africana del
Yale Peabody Museum se dice que algunos de los objetos más preciosos de la colección fueron coleccionados por William e Irene Morden… —mejor dicho: entonces me entero que William en realidad se llamaba “
William J. Morden”; claro, por eso no encontraba casi nada de él; ¡faltaba la J!... La nota sobre Morden confirmaba y ampliaba mis datos anteriores:
Coronel William J. Morden, explorador, cazador y coleccionista…
Una nueva búsqueda, ahora de “
William J. Morden”, me reportó 64 entradas en 0’148 segundos, cada vez más precisas y ricas en información. Por ejemplo, la cuarta referenciaba un artículo en
National Geographic en español —
En búsqueda del Argalí de Marco Polo (diciembre 2003): “
En enero de 1926, William J. Morden y James L. Clark, del Museo Americano de Historia Natural, partieron hacia Asia Central con el propósito de conocer la situación de la población del argalí —Ovis ammon polii— de Marco Polo en el Turkestán ruso, y de paso cazar para los museos de zoología algunos ejemplares de esta singular oveja salvaje. La llamada Expedición Morden-Clark a Asia recorrió en nueve meses 12.700 kilómetros, desde el océano Índico hasta el mar Amarillo, atravesando la accidentada orografía del «techo del mundo». A su regreso, el expedicionario plasmó sus impresiones en un reportaje publicado por la Geographic en octubre de 1927. Dejamos, pues, al lector recrearse con un extracto de tan extraordinarias experiencias relatadas por el propio Morden… —Texto de William J. Morden; fotografías de la Expedición Morden-Clark a Asia; publicado en
National Geographic en Octubre 1927… ¡Éste era mi Morden!
La octava entrada —“
AMNH Library Special Collections”— ya fue demasiado… La Biblioteca de Colecciones Especiales del
American Museum of Natural History reseñaba la colección de documentales visuales, films, realizados por Morden en sus viajes, nada menos que de 1922 a 1956 —entonces supe que William J. Morden había nacido en 1886 y fallecido en 1958, a los 72 años de edad… Leyendo detenidamente las sinopsis de los contenidos de sus filmes he podido componer el primer guión de su biografía como viajero, sus aventuras por mundos peligrosos que conoció y exploró con riesgo, algunas circunstancias excepcionales de sus viajes, etc. Y lo más decisivo: aquí descubrí por primera vez a Florence Morden a su lado, su primera esposa con quien compartió vida aventurera, viajes fascinantes, exlibris, la leyenda sobre la vida como libro abierto y como viaje que hice mía hace tanto tiempo, y sobre todo su joya literaria —
The Garden of Kama— que hace años encontré (¿por azar; por necesidad?) en New York y ahora me pertenece…
En una de las películas de sus viajes conservada en el
American Museum of Natural History, titulada
Beyond the vale of Kashmir, fechada en 1922-24, se recoge una expedición del primer matrimonio Morden a África y Asia en esas fechas. Los contenidos de las imágenes se reseñan telegráficamente: “Vistas panorámicas de los Himalayas a sus espaldas. La expedición en su trayecto hacia el Valle de Kashmir atraviesa el Tibet occidental. El cámara Herford Tynes Cowling filma retratos de gente tibetana y algunas de sus actividades. En el pueblo de Mulbik visitan una colosal estatua de un dios de cuatro grandes brazos en la pared de la montaña. En Srinagar, en el Riío Jhelum, William James y Florence H. Morden se alojan con un coronel británico en una elegante mansión flotante repleta de hermosas obras de arte y mobiliario”… etc. Saber por fin de Florence H. Morden me llevó a abrir una nueva ventana en mi pantalla y ensayar nuevas búsquedas para ella con Google. Así pude saber que su esposo William había publicado a sus expensas en 1940 un libro póstumo en homenaje a Florence, fallecida el año anterior:
From the Field Notes of Florence Morden, que hoy es una rareza bibliográfica y espero comprar pronto alguno de sus escasos ejemplares… Que la misma Florence H. Morden había publicado también en vida en la
National Geographic:
The Oriental Pageantry Of Northern India, con textos de Florence —incluyendo un ensayo,
House-boat Days in the Vale of Kashmir, ilustrado con fotografías a color de Francis Price;
National Geographic Magazine, octubre 1929… Por algunas referencias en las fichas bibliográficas del libro póstumo de Florence H. Morden sabemos que ésta acompañaba a su marido en muchas de sus expediciones: por ejemplo de cacería del tigre por la India en 1924, en otras cacerías por Africa oriental en los años veinte, en la anteriormente comentada travesía hacia el Valle de Kashmir, y que incluso estaba en Beijing esperando a William James a su retorno del azaroso viaje al Pamir y al Turkestán, tras su cautiverio temporal con los mongoles… Reconozco la valentía de esta mujer, su lealtad, su más profunda y entrañable implicación en aquel proyecto de vida en común y la envidiable complicidad con su esposo William hasta la muerte.
Por los contenidos de sus películas guardadas en el
American Museum of Natural History, he podido seguir en primera instancia algunos de los viajes de William James Morden desde los años veinte hasta su muerte en 1958. Entre 1922 y 1924 visita por primera vez África oriental, Kenia, Uganda y Sudán, y también India, Birmania, Cachemira, Tibet, Sikkim, Ceilán, Java, Sumatra, Indochina, los templos de Angkor Wat en la actual Camboya, Japón y China… ¡Increíble!... Junto a Herford Tynes Cowling va a cazar ibex alpinos y a visitar monasterios en el norte de Pakistán y la India… atravesando el Tibet occidental y la Cachemira, como antes he señalado… En 1926, junto a James Lippitt Clark emprende su expedición al Asia central, al territorio ruso de Pamir y al Turkestán chino en búsqueda de unas extrañas cabras de fina lana —argalí (
Ovis ammon polii)— de las cuales Marco Polo hablaba con admiración en sus narraciones. Los exploradores cruzan los Himalayas y las montañas Karakoram hacia los restringidos territorios rusos de la Meseta de Pamir y la región de Turfan en el Turkestán chino; frustrado un encuentro previsto con un tercer expedicionario, Roy Chapman Andrews, Morden y Clark se adentran imprudentemente en Mongolia sin permisos ni credenciales… Clark y Morden son capturados por los soldados mongoles y torturados en la creencia de que en realidad son espías… Rescatados por soldados rusos, cruzan las Montañas Atlas y en el Transiberiano son conducidos al extremo oriente, llegando por fin a China, a Beijing, donde les esperaba Florence… Sin duda se trata de una epopeya moderna, una de las expediciones más fascinantes y heroicas que un viajero podía hacer en aquellos convulsivos tiempos, incluso en la actualidad. Fruto de esa experiencia, William J. Morden escribió y publicó un extenso artículo con la crónica de aquel viaje para
National Geographic Magazine —
Caravan across Central Asia; v. 52, no. 4, Oct. 1927— y un hermoso libro monográfico:
Across Asia's Snows and Deserts; New York, ed. Putnam, 1927.
En 1928 encontramos a Morden en Rusia recavando permisos y estableciendo alianzas con la Academia de Ciencias Soviética para su posterior expedición por Siberia; visita Leningrado y Moscú, registrando los monumentos rusos y las celebraciones del aniversario de la Revolución Bolchevique. Meses después, ya en 1929, William viaja otra vez a Asia central, esta vez a la Rusia soviética y Siberia orientales. En su correspondiente film conservado en la
AMNH vemos imágenes de las ciudades de Samarkanda y Bukhara, las estepas de Kazajistán, pueblos de la Siberia oriental, paisajes de la taiga siberiana… en ellos aparece profusamente William James, a la edad de cuarenta y tres años, acaso excesivamente avejentado por los rigores de sus viajes, con poblada barba y una hermosa mirada que mira a lo lejos y desde lejos.
Después de esas fechas no he encontrado ninguna otra referencia a los Morden hasta 1939 —fecha del fallecimiento de Florence— y 1940, cuando William publica póstumamente los apuntes de campo de su esposa. Doy por supuesto que durante aquel tiempo repasarían las notas y recuerdos de sus viajes en su casa en New York o en los alrededores, disfrutarían de su hogar y sus libros —también de
The Garden of Kama, por supuesto (libro que compraron en Calcutta en uno de sus viajes)— y cuidarían de sus hijos, que ignoro si los tuvieron o no. Ojalá fueran felices…
Parece ser que William Morden participó en la Segunda Guerra mundial, aunque no sé en calidad de qué, seguramente como asesor o en la Inteligencia, por su edad, y fue licenciado con el honor de Coronel. En 1947, cuando William tiene ya 61 años, emerge otra vez liderando una gran expedición, esta vez a África, subvencionada por el
AMNH. De New York viajan a Ciudad del Cabo, en Sudáfrica: aparece por primera vez su segunda esposa, Irene Morden… No es ahora el momento de describir con todo detalle la expedición de William e Irene Morden, solo apuntar que cruzaron de sur a norte todo el continente africano, cuyas etapas más sugestivas son las siguientes: la Reserva de Transkei, la Rhodesía del Sur, las Matapo Hill de Zimbabwe, Nairobi, la desolada región de Lodwar en búsqueda del pueblo de los Turkana, la “excursión” al Lago Rodolfo, diversos trayectos por Kenia, una exótica “excursión” a Zanzíbar, visita a
Potha Farm, la finca de su amigo el famosísimo cazador profesional Phillip Parcival, el encuentro con los Kikuyus en la frontera norte de Kenia —mientras tanto compran objetos indígenas, recolectan documentos visuales de las tribus que conocen, cazan y capturan todo tipo de animales, etc… Siguen su periplo por Uganda, Ruanda, Burundi el entonces Congo belga (ahora Zaire) —en donde conocen pueblos pigmeos—, para luego ascender, desde sus orígenes en el Lago Victoria, por el curso bajo del Nilo bien siguiendo su ruta directamente o zigzagueando: las cataratas Murchison y el Lago Alberto, Juba, Jartún… Después se dirigen en tren a Wadi Halfa, buscando las culturas del Desierto de Nubia, y más allá, hacia el norte, atravesando el desierto Libio, llegan a El Adem, su última etapa en África… La expedición regresa a casa atravesando el Mediterráneo —Malta, Marsella, Cannes—, de allí a París, y por fin Inglaterra, de donde parten de vuelta a New York embarcados en el trasatlántico
Queen Mary… Ufff… qué maravillosa locura…
De Irene Morden no he encontrado ninguna noticia anterior a este viaje con su esposo William. Parece que Irene era más joven que él, pero ya no una jovencita inexperta; incluso en una nota creo deducir que tenía hijos mayores… Lo cierto es que Irene rejuveneció y renovó las ilusiones del sesentañero William y que, al igual que su anterior esposa, nuestra Florence H., fue su inseparable compañera, su colaboradora en los preparativos de los viajes, su fotógrafo cámara en ristre o filmando documentales, su cómplice escribiendo las crónicas y artículos de sus viajes. En 1953 volvemos a encontrar al matrimonio Morden en África, esta vez acompañados por los coleccionistas Walter Moesch y Lili Braun, dirigiéndose al
Etosha Park en la actual Namibia. Tras un prolijo recorrido por las tierras de Namibia, se dirigieron luego a la actual Bostwana, Rhodesia (entre las actuales Zimbabwe y Zambia), Angola y Elisabethville (la actual Lubumbashi), etc… En 1954 sale a la luz el fantástico libro al que antes me referí, escrito en común —
Our African Adventure, Londres: Seeley Service, 1954—, profusamente ilustrado con mapas de sus recorridos durante la expedición de 1947, viñetas y fotografías…
La última expedición de William J. Morden a África, en 1956, vuelve a estar documentada visualmente en el
American Museum of Natural History: fue un viaje organizado por el
Peabody Museum of Natural History de la Universidad de Yale para coleccionar piezas etnográficas y especimenes zoológicos. El viaje comenzó otra vez en Namibia, en tierra de los Owambo, para retornar después al Parque de Etosha; luego la expedición continuó por la región de Natal, en Sudáfrica… para más tarde dar un salto a Kenia y la región de Tanganika, entonces ya cazando, visitando Nairobi, la frontera norte del distrito de Isiolo, la Reserva de
Marsabit, Ambesoli, Arusha, Ngorongoro y los Llanos del Serengeti… haciendo excursiones al Monte Kenya, al Lago Paradise, al Lago Magadi y al Kilimanjaro, la altura máxima de África… En el documental puede verse a la misma Irene cazando y cobrándose las pieles de un león negro, un leopardo e incluso un rinoceronte, siendo homenajeada por las mujeres Masai por sus hazañas de experta cazadora… Poco después de su retorno a New York, William James Morden muere a la edad de 72 años… Una vida, memorable, sin duda… que merece ser recordada con admiración —lo que ahora hago en este texto en su homenaje.
Por último, he podido encontrar una breve reseña biográfica de William J. Morden que completa los datos y referencias que hasta ahora he recolectado en mis pesquisas en la Internet: Que nació el 3 de enero de 1886 en Chicago, hijo de una familia acaudalada dedicada a la fabricación de materiales ferroviarios… que estudió y se graduó en el
Sheffield Scientific School de la Universidad de Yale… que tras su graduación trabajó como Ingeniero en la
Bag and Paper Corporation (1908-1922) y que tras esa primera etapa laboral, seguramente aburrida y convencional, se dedicó el resto de su vida a sus viajes soñados y a sus peligrosas aventuras por Asia y África… Parece que su primer viaje de exploración lo realizó en el territorio norteño americano del Yukon, en 1921, lo que seguramente le estimuló a dedicarse de lleno a esta actividad… William James Morden fue director del
Explorers Club y miembro honorario y asociado en tareas de campo del
American Museum of Natural History; fue escritor de viajes y colaboró asiduamente con el
National Geographic Magazine… William James Morden murió en Chappaqua, Long Island, el 23 de enero de 1958… Su segunda mujer y compañera, Irene, le sobrevivió hasta 1972 —pero por ahora desconozco las circunstancias y hechos relevantes de su viudez y de su muerte, y desde luego no tengo ni idea de las vicisitudes posteriores de su legado común… De todo ello sólo sé que en la primavera de 1998, en
Broome St., justo al lado de la casa en donde yo vivía entonces en New York, tuve la fortuna de comprar a un vendedor ambulante un hermoso ejemplar ilustrado de
The Garden of Kama de su edición de 1920… y que en su interior encontré un exlibris que delataba una anterior propiedad de este libro de
William & Florence Morden, de los que ahora por fin ya conozco algunos fragmentos significativos de su biografía… La leyenda impresa en este exlibris es aquella frase que atribuí a Morand al inicio de mi poema y luego restituí a San Agustín: “
The world is a great book of wich they who stay at home read only a page”… —El mundo es un libro del cual no se ha leído nada más que la primera página si no se ha abandonado alguna vez el lugar en dónde nacimos.
Los Morden —William, Florence, Irene— leyeron todas las páginas del libro que les regaló el Destino. Yo las mías propias y las de otros viajeros tan melancólicos como yo… También leo de vez en cuando poemas de “su” (mi)
The Garden of Kama:
This passion is but an ember
Of a Sun, of a Fire, long set,
I could not live and remember,
And so I love and forget.You say, and the tone is fretful,
That my mourning days were few,
You call me over forgetful —
My God, if you only knew!Recuerdo que fue San Agustín quien dijo: “
Ama, y haz lo que quieras”… Obedezco; obedece…
Fotos: "Mi jardín del amor en Essaouira (de madrugada)", mayo 2007.
"Broome St. Home, NY", New York, enero 2005: frente a la puerta del loft en el que viví en NY grandes temporadas, de 1997 a 2000, compré a un vendedor ambulante mi ejemplar de The Garden of Kama. Años después, paseando una mañana de domingo, fuí a parar a "mi casa" sin querer... Sobre la fachada del loft una joven pintora naif había instalado una exposición temporal de sus obritas... Recordé toda mi vida aquellos años felices en esta casa... Pensé en las bromas que nos hace la vida, en sus paradojas... Aquella muchacha no sabía quién era la propietaria de aquel loft que le servía de improvisada galería en la calle, quienes habitaron aquel lugar, sus personajes carismáticos. No sabrá nunca que tras aquel muro de cuarterones de vidrio se crearon algunos de las obras más memorables del arte y la música contemporáneos... ¿Y para qué saber algo que ni le va ni le viene? Ella era feliz a su modo... Le compré un cuadrito que me agradeció con una sonrisa inolvidable...
Portada y algunas páginas interiores de The Garden of Kama