Mi querida “chela”… ayer te decía que “no hay mayor territorio secreto que el del silencio”… Lo he pensado mejor mientras me leías; no es que me retracte de esa idea, pero es que también considero, como Borges, la vastedad del territorio secreto de los libros… Un libro, una biblioteca, es el territorio en donde el secreto se refugia entre las palabras, en silencio… ¡Cómo no me había dado cuenta, rodeado, refugiado, entre mis libros! Ya sabes que mi casa en Mallorca es una inmensa biblioteca que crece y se extiende en cada habitación, que cada cuarto tiene su sección propia; es como un laberinto en el que me guardo tras mis aventuras y cacerías fuera… ¡Me he pasado toda la semana anterior escribiendo sobre laberintos ajenos y no me he dado cuenta hasta ahora mismo que te escribo que mis secretos los construyo, los tramo sutilmente, y guardo en el laberinto de mi biblioteca, en mi literatura! Cuánto aprende un maestro a través de su “chela”, no lo olvides, querida… ¿Entonces, cuál es el mecanismo de los laberintos; cómo actúan; para qué sirven? —además del placer de construirlos e imaginar el éxito de la trampa; ese placer por ocultar precisamente lo que se pretende hacer ver… Creo que los laberintos más que para protegernos lo que sirven es para atraer la atención de los curiosos, los valientes y/o incautos, los buscadores de sensaciones, los que esperan respuestas guardadas celosamente, ocultas y secretas, y no se conforman con la comodidad de sus convencionales seguridades cotidianas, es decir “los mirones” y curiosos y tantos otros que buscan maravillas (aunque a veces se engañen con las cosas invisibles). Los laberintos-literatura resuelven la doble condición de su existir y acontecer: de una parte nos proporcionan una experiencia excepcional a quienes los inventamos, la oportunidad de atrapar las miradas de todos aquellos a los que me referí; y de otra, satisfacen de muy diverso modo el imaginario y las expectativas de quienes penetran en ellos más o menos confiados, estimulan sus deseos, les concede alguna especie de esperanza a su nostalgia, reciben ese remedio homeopático del que tantas veces hablo y en el que aspiro a doctorarme ante el tribunal de tus/sus miradas… El mejor constructor de laberintos es el que es víctima por voluntad propia de los suyos y los ajenos: el que escribe y lee… el que ama y es amado, el que quiere y quiere que le quieran… —tú ya sabes de qué estoy hablando, mi amada “chela”: si me entiendes, te entiendes… si te pierdes, encuéntrame…
¿Por qué será que casi todos mis escritores favoritos construyen laberintos y cultivan como pocos el secreto: Borges, Kafka, Joyce, Cortazar, Italo Calvino, Eco? Umberto Eco ha cultivado magistralmente el secreto en su literatura y en muchos de sus ensayos, seguramente con intenciones distintas a Borges, ¿o son las mismas? —qué difícil resulta saber algo de las intenciones de Eco, los objetivos imaginados por este portentoso escritor y pensador; y lo digo yo que me declaro “lector modelo” de su obra. Podría ofrecerte, querida niña-mujer, cientos de citas sacadas de sus libros y novelas en las que sus personajes —el mismo Eco, disfrazado— reflexionan y discuten sobre el secreto, los misterios y técnicas de ocultación, la revelación y la traición, la iniciación y otros esoterismos… Pero es en El péndulo de Foucault donde encontramos el Aleph de todas las conjeturas sobre el secreto en Umberto Eco, en donde concentra todas sus estrategias sobre el secreto y su ocultación: “Un iniciado niega lo que sabe, niega que lo sabe, miente para ocultar el secreto”… Aglié, uno de sus personajes afirma: “Lo importante es tener un secreto (se tiene más poder cuanto más se sabe, o se demuestra saber. Y no importa que no sea cierto)”. Los secretos hay que ocultarlos y cifrarlos, protegerlos de las miradas perspicaces, a veces cargándolos de imágenes retóricas y sobreabundancia de símbolos, para confundir y distraer a los curiosos —“cuantas más cosas representa una imagen más cerca está de no representar nada”.
Umberto Eco, maestro del secreto y sus ocultaciones, es también un maestro en sus confesiones y al desvelar. El escritor italiano ha confesado múltiples veces que su principal referencia sobre la teoría del secreto ha sido el sociólogo suizo Georg Simmel y su magnífico libro Il segreto e la società segreta; incluso el personaje Aglié en El péndulo de Foucault habla muchas veces con palabras de Simmel. Sobre la condición social del secreto, Simmel escribe: “El secreto es una de las mayores realizaciones humanas: El secreto conduce a una ampliación de la vida, cuyos numerosos contenidos no pueden ser mostrados completamente. El secreto ofrece por tanto la posibilidad de un segundo mundo junto al mundo manifiesto, siendo éste decisivamente influenciado por aquel.” Como convención social parece deducirse un acuerdo en lo siguiente: “Aquello que es intencionalmente o no-intencionalmente ocultado, es intencionalmente o no-intencionalmente respetado”; sin embargo, en la práctica, la intencionalidad de la ocultación, el enmascaramiento consciente, se enfrenta con un aspecto fundamental de la condición humana: la curiosidad…— ay, esa curiosidad que nos muerde y muerde en los secretos ajenos; pero también el tropismo del desvelamiento y las estrategias de revelación —cuántas veces queremos decir y desvelar cosas porque su secreto nos es insufrible a solas… ¿O no?
Siempre ha habido una fascinación en el secreto, una atracción específica hacia el comportamiento formalmente secreto, independientemente de su contenido. Ya desde niños decimos: “Yo sé algo que tú no sabes…la-la-ra-la-ra-laaa”… conscientes hasta cierto punto del poder de poseer un secreto o desvelarlo —aunque pueda ser por jactancia, es decir inventado, o no haya nada de secreto en él; se trata de una primera estrategia de la noción de poder. El interés de lo ocultado, de quien oculta, se acrecienta por el simple hecho de que los otros no saben nada de aquello; se trata de un poder devenido de conocer hechos o previsibles acontecimientos futuros que se ocultan a los otros: el poder de la información y el poder de administrarla, por ejemplo… “El secreto sitúa a la persona en una posición de excepción: opera como una atracción pura y socialmente determinada. Es básicamente independiente del contenido que guarda (…) Para el hombre común, todas las personas y las realizaciones superiores y diferenciadas tienen algo de misterioso. Es como si el ser y el hacer humanos fluyesen de fuerzas enigmáticas”. A partir de la idea de que el secreto “asombra” se crea la falacia de que todo que es misterioso es importante y esencial. “Ante lo desconocido, el impulso natural del hombre a idealizarlo, y su temor natural a aquel, cooperan con el mismo objetivo: intensificar lo desconocido a través de la imaginación y darle un énfasis que no siempre corresponde a la realidad patente”. Para algunos también el secreto, aparentar poseerlo, puede ser una pose, un método de llamar la atención, atraer social y personalmente: “el adorno del secreto atrae la atención y la mirada de los demás... una persona se hace particularmente notable a través de aquello que esconde”… aunque no esconda nada. En las estrategias de poder más que esconder determinada información, es mucho más importante que los demás sepan o crean que tú tienes algo que ellos no saben.
Si hay una fascinación en el secreto, hay otras fascinaciones paralelas en los actos de desvelamiento y traición. Siempre hay un desafío tentador por confesar un secreto… un vértigo como ante el vacío —acaso producto de la tensión entre la inclinación y resistencia a mantenerlo y nuestra fragilidad ante las emociones. El secreto contiene una tensión que se disuelve en el momento de la revelación… También el secreto tiene conciencia de que puede ser roto: de que alguien posee el poder de las sorpresas terribles, de los cambios del destino, de la destrucción, o de la alegría inesperada… Nuestros secretos se revelan por confesión o traición. A veces nos traicionamos nosotros mismos, confesando sin querer… ¡Qué extraños y terribles pueden ser a veces los secretos! ¡Cuántos peligros nos acechan al ocultarlos! ¡Qué pesada responsabilidad! Ni siquiera el silencio los mantiene a salvo… Si al menos pudiéramos olvidar los secretos, querida…
En El Péndulo de Foucault, Umberto Eco pone en boca de Belbo esta reflexión: “cuando Diotallevi y yo pensamos en construir un "ars oblivionalis" (arte del olvido) no pudimos descubrir las reglas del olvido. Es inútil: podemos ir en búsqueda del tiempo siguiendo exiguas huellas en el bosque, como Pulgarcito, pero somos incapaces de extraviar deliberadamente el tiempo reencontrado. Pulgarcito siempre regresa como una idea fija. No hay una técnica del olvido” (...) “la memoria verdadera... tras arduo ejercicio, aprende a recordar, pero no a olvidar.” Y aun con todo… sabemos que un día olvidaremos para siempre.
¿Por qué será que casi todos mis escritores favoritos construyen laberintos y cultivan como pocos el secreto: Borges, Kafka, Joyce, Cortazar, Italo Calvino, Eco? Umberto Eco ha cultivado magistralmente el secreto en su literatura y en muchos de sus ensayos, seguramente con intenciones distintas a Borges, ¿o son las mismas? —qué difícil resulta saber algo de las intenciones de Eco, los objetivos imaginados por este portentoso escritor y pensador; y lo digo yo que me declaro “lector modelo” de su obra. Podría ofrecerte, querida niña-mujer, cientos de citas sacadas de sus libros y novelas en las que sus personajes —el mismo Eco, disfrazado— reflexionan y discuten sobre el secreto, los misterios y técnicas de ocultación, la revelación y la traición, la iniciación y otros esoterismos… Pero es en El péndulo de Foucault donde encontramos el Aleph de todas las conjeturas sobre el secreto en Umberto Eco, en donde concentra todas sus estrategias sobre el secreto y su ocultación: “Un iniciado niega lo que sabe, niega que lo sabe, miente para ocultar el secreto”… Aglié, uno de sus personajes afirma: “Lo importante es tener un secreto (se tiene más poder cuanto más se sabe, o se demuestra saber. Y no importa que no sea cierto)”. Los secretos hay que ocultarlos y cifrarlos, protegerlos de las miradas perspicaces, a veces cargándolos de imágenes retóricas y sobreabundancia de símbolos, para confundir y distraer a los curiosos —“cuantas más cosas representa una imagen más cerca está de no representar nada”.
Umberto Eco, maestro del secreto y sus ocultaciones, es también un maestro en sus confesiones y al desvelar. El escritor italiano ha confesado múltiples veces que su principal referencia sobre la teoría del secreto ha sido el sociólogo suizo Georg Simmel y su magnífico libro Il segreto e la società segreta; incluso el personaje Aglié en El péndulo de Foucault habla muchas veces con palabras de Simmel. Sobre la condición social del secreto, Simmel escribe: “El secreto es una de las mayores realizaciones humanas: El secreto conduce a una ampliación de la vida, cuyos numerosos contenidos no pueden ser mostrados completamente. El secreto ofrece por tanto la posibilidad de un segundo mundo junto al mundo manifiesto, siendo éste decisivamente influenciado por aquel.” Como convención social parece deducirse un acuerdo en lo siguiente: “Aquello que es intencionalmente o no-intencionalmente ocultado, es intencionalmente o no-intencionalmente respetado”; sin embargo, en la práctica, la intencionalidad de la ocultación, el enmascaramiento consciente, se enfrenta con un aspecto fundamental de la condición humana: la curiosidad…— ay, esa curiosidad que nos muerde y muerde en los secretos ajenos; pero también el tropismo del desvelamiento y las estrategias de revelación —cuántas veces queremos decir y desvelar cosas porque su secreto nos es insufrible a solas… ¿O no?
Siempre ha habido una fascinación en el secreto, una atracción específica hacia el comportamiento formalmente secreto, independientemente de su contenido. Ya desde niños decimos: “Yo sé algo que tú no sabes…la-la-ra-la-ra-laaa”… conscientes hasta cierto punto del poder de poseer un secreto o desvelarlo —aunque pueda ser por jactancia, es decir inventado, o no haya nada de secreto en él; se trata de una primera estrategia de la noción de poder. El interés de lo ocultado, de quien oculta, se acrecienta por el simple hecho de que los otros no saben nada de aquello; se trata de un poder devenido de conocer hechos o previsibles acontecimientos futuros que se ocultan a los otros: el poder de la información y el poder de administrarla, por ejemplo… “El secreto sitúa a la persona en una posición de excepción: opera como una atracción pura y socialmente determinada. Es básicamente independiente del contenido que guarda (…) Para el hombre común, todas las personas y las realizaciones superiores y diferenciadas tienen algo de misterioso. Es como si el ser y el hacer humanos fluyesen de fuerzas enigmáticas”. A partir de la idea de que el secreto “asombra” se crea la falacia de que todo que es misterioso es importante y esencial. “Ante lo desconocido, el impulso natural del hombre a idealizarlo, y su temor natural a aquel, cooperan con el mismo objetivo: intensificar lo desconocido a través de la imaginación y darle un énfasis que no siempre corresponde a la realidad patente”. Para algunos también el secreto, aparentar poseerlo, puede ser una pose, un método de llamar la atención, atraer social y personalmente: “el adorno del secreto atrae la atención y la mirada de los demás... una persona se hace particularmente notable a través de aquello que esconde”… aunque no esconda nada. En las estrategias de poder más que esconder determinada información, es mucho más importante que los demás sepan o crean que tú tienes algo que ellos no saben.
Si hay una fascinación en el secreto, hay otras fascinaciones paralelas en los actos de desvelamiento y traición. Siempre hay un desafío tentador por confesar un secreto… un vértigo como ante el vacío —acaso producto de la tensión entre la inclinación y resistencia a mantenerlo y nuestra fragilidad ante las emociones. El secreto contiene una tensión que se disuelve en el momento de la revelación… También el secreto tiene conciencia de que puede ser roto: de que alguien posee el poder de las sorpresas terribles, de los cambios del destino, de la destrucción, o de la alegría inesperada… Nuestros secretos se revelan por confesión o traición. A veces nos traicionamos nosotros mismos, confesando sin querer… ¡Qué extraños y terribles pueden ser a veces los secretos! ¡Cuántos peligros nos acechan al ocultarlos! ¡Qué pesada responsabilidad! Ni siquiera el silencio los mantiene a salvo… Si al menos pudiéramos olvidar los secretos, querida…
En El Péndulo de Foucault, Umberto Eco pone en boca de Belbo esta reflexión: “cuando Diotallevi y yo pensamos en construir un "ars oblivionalis" (arte del olvido) no pudimos descubrir las reglas del olvido. Es inútil: podemos ir en búsqueda del tiempo siguiendo exiguas huellas en el bosque, como Pulgarcito, pero somos incapaces de extraviar deliberadamente el tiempo reencontrado. Pulgarcito siempre regresa como una idea fija. No hay una técnica del olvido” (...) “la memoria verdadera... tras arduo ejercicio, aprende a recordar, pero no a olvidar.” Y aun con todo… sabemos que un día olvidaremos para siempre.
—A lo que me resisto es a que me olvides para siempre, o un día de estos… ¿Por qué crees que escribo y para quién? Para ti… o no te has dado cuenta aunque sólo me lees desde hace unos días, unas semanas, años… Si me olvidas, si no me rescatas, me perderé en mi laberinto y ni tú ni yo podremos encontrarnos un día… ¿Entiendes por qué te escribo, por qué te leo? Guarda nuestro secreto en silencio, querida... —Ah, me olvidaba… mañana te diré dónde voy a estar los próximos días y por qué lo he decidido así casi de repente. Te desvelaré el secreto de cómo leo los signos del destino e interpreto los buenos augurios. A lo mejor te interesa: es probable que estemos cerca… —Una tromba de agua y granizo se abate ahora mismo sobre mi isla… ¿Las islas naufragan?... Termino esta carta, cariño… no quiero que se vaya la luz sin haberla guardado antes en tu memoria… Ya sabes qué te quiero decir que tiene ocho letras…
Foto: "Libros en mi chill out: un pequeño laberinto"
16 comentarios:
Me despertó el ruido del viento: ulula por toda la isla... ¿Tú crees que las islas pueden volar, aventarlas el huracán?... Qué frío en la piel y qué caliente el alma... Me doy escalofríos... Y qué luz tan hermosa esta mañana... Bon dia.
Una mañana hermosa con un viento huracanado!!! Extraña pero bella combinación la de los elementos. Quizás ellos también esconden secretos como los tuyos... Aunque para el viento es mucho más complicado guardar sus secretos más ocultos, pues normalmente se desliza susurrando en cada esquina los murmullos de los transeúntes. Un gran besito, Pau. Gracias por compartir tus secretos con nosotros. :-) Bon dia!!!
Perdona que utilice la entrada para entrar disfrazada de bruja Zaldiz, pero vengo con un aviso, por si acaso...:
¡ATENCIÓN, BRUJOS Y BRUJAS!
Para poder avisaros cada vez que haya una nueva publicación o propuesta en AKELARRE, necesitamos que nos facilitéis vuestro correo electrónico. Por favor, enviádnoslo a blogbrujo@gmail.com; así os llegarán nuestras noticias y podréis venir a este blog brujo a conocer la novedad. ¡¡Gracias!!
(No olvidéis indicar de qué nik-bruj@ es el correo que nos dáis).
Bueno, a veces el secreto no tiene nada de bonito, si hay un secreto quizá es porque no se quiere que se sepa, igual hasta hay sufrimiento...
Besicos
Hola Pau:
Pensaba mientras leía este post. ¿Cuánto tiempo te ha tomado leer en todos tus libros? y pienso: ¿Algún día escribirá su propio libro? (esto, si es que no lo has hecho ya) Tampoco es que sepa todo de ti.
Un saludo.
Peix.
Bon día Pau, saldremos volando , con casa incluida, como en el cuento del Mago de Oz??
Me ha gustado leer tu post, ha dado un poco de luz a esta mañana tan gris.
Estos colores me descolocan y me ponen tonta, pero me gusta sentirme así de rara, así que voy a seguir mirando por la ventana, pensando en no sé qué...
Besos de lluvia.^^
Si el viaje no se carga las estanterias de libros, que las islas vuelen no es mala opción.
Me ha gustado: laberintos, libros, secretos... todo eso está en las palabras y en la foto.
Uyyyy... Por aquí mucho viento tb... Voy a salir volando como Mary Popins!!
En cuanto a los secretos... Muchos son deliciosos... es como ver una película antes que nadie... saber cosas como una pitonisa y acceder a información priviliegiada como un Agente Secreto... Todo un mundo!!
Agatha Blue*
los secretos mejores guardados son los del alma, los de nuestras pasiones y nuestros miedos,
los otros cualquiera los puede desvelar
besos
lágrimas de mar
Vengo disfrazada de agente secreta para disimular mi verdadera identidad, que es de agente secreta. No sé si lo hago porque me gustan mis secretos o porque me gustan las gafas de sol que me cubren los ojos. Desde detrás de las gafas te miro de reojo. ¿Qué quieres de mí? Guardo celosamente todas mis posesiones, que son: el año en que nací, el año en que hice el amor por primera vez, el año en que me equivoqué, la caja en la que guardo mi alma, la navaja en cuyo filo se balancea mi ilusión, el otro año en que me equivoqué, los nombres de mis recuerdos, el otro año en que me equivoqué y el tamaño de mi nariz.
Quiero pintar de veras a Bruno y Eleanor, sus cuatro ojos, las medias verde botella y los vapores de Lancôme. Tengo tu permiso?
Pásate por mi blog a leer sobre el viento. Besos.
Je je madrugué más, pero estaba tan vacio que me dio palo comentar (otra vez intrusa)
Me sorprendió el giro que dió la historia...
Mi querido Chelo...que sería de nosotros sin secretos?... creo que perderíamos el encanto. Siempre guardamos algo, para ofrecerlo, para regalarlo en el momento preciso o para simplemente degustarlo.
Te leo desde hace años, desde hace una semana, desde ayer!.
Leo los signos también, parecen que las nubes se disipan, no hay naufragio, simplemente un viento fuerte, que lleva mensajes en su memoria y mucho amor en ocho letras.
Un beso secreto?.
se siente bien sentirme parte de tu historia
y tú de la mía
Internet es un gran laberinto y ya vez, no nos topamos todos,
solo algunos...
bonita esa magia
Me siento cómplice.
"A lo que me resisto es a que me olvides para siempre, o un día de estos… ¿Por qué crees que escribo y para quién? Para ti… o no te has dado cuenta aunque sólo me lees desde hace unos días, unas semanas, años… Si me olvidas, si no me rescatas, me perderé en mi laberinto y ni tú ni yo podremos encontrarnos un día… ¿Entiendes por qué te escribo, por qué te leo? Guarda nuestro secreto en silencio, querida..."
Te cito...
Buenos días... toma el sol...
toma este beso que te dejo... :)
Me gusta el vaivén de guardar y regalar secretos. Regalarme y desvelarlos con mis manos (aparentemente) con todo mi ser (en realidad), y al mismo tiempo ir macerando, haciendo nacer otros ahí dentro.
Ese momento colgado, en el vacío, en que siento el secreto del acorde rezumar por los poros, por los ojos, en el gesto...y se desvela al fin con el tacto de las yemas y la voluntad del querer darse. Qué placer alargar este tiempo tan aparentemente corto...!! Son, créeme, como dulces caricias trazadas en los pentagramas.
Y qué decir de una obra interpretada o creada, nacida,... una "petite mort", eso es.
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