viernes, mayo 09, 2008

Despedida de Pau Llanes... —¿Por qué no?

Quien te mira es Pau Llanes, mi retrato ideal. Quiero que leas mis últimas palabras mientras miras mis ojos que te miran de lejos… Hace ciento cuatro días escribí un poema; era el corazón del primer texto que compuse para Arterapia Sentimental, su eje, su pilar, su Aleph. Dice así:

POEMA DE UN VIAJERO

Paul Morand afirma que el mundo es un libro
del cual no se ha leído nada más que la primera página
si no se ha abandonado alguna vez el lugar en donde nacimos.
Viajar es leer el libro del mundo. La vida es un viaje.
Viajar, más que un placer, es un deber...

El descubrimiento de una nueva ciudad
la sorpresa ante un paisaje desconocido que nos conmueve
sin duda modifican la percepción del lugar anterior del que venimos.
El viajero parece que sólo disfruta
en la ausencia y con la distancia... recordando.

Como en el amor...
Como cuando se escribe un poema de amor...


Han pasado ciento cuatro días desde entonces; te he regalado ciento cuatro paisajes invisibles que imaginar, en donde encontrarnos para compartir nuestros respectivos reflejos que nos acompañan tan leales como nuestras sombras… Yo te leo, tú me lees, nos escribimos, nos leemos, nos reflejamos en nuestras palabras… nos deseamos aun ausentes y a distancia; nos recordaremos aun ciegos e intactos… —¡Qué generosidad la nuestra, mi amor, tan derrochadores como manirrotos con nuestro tiempo!—… Espero haber sido para ti lo que en mi frontispicio prometía: medicina homeopática —mis imágenes, mis palabras curare—, bálsamo eficaz que alivie tu (nuestra común) melancolía; ese brebaje de sagrada composición que te invitaba a tomar frente a mi ventana para envenenarte suficiente… Luego que leas esta despedida puedes ir (cuando puedas, cuando quieras) a leer mi último relato en el anterior post. Es el segundo capítulo de Historias de un tuareg existencial… Lo que se inicia con amor, con amor debe acabar…

Sé que tengo que despedirme… Te lo había anunciado sin decir —diciendo— en mi texto Crónica esotérica de un suicidio anunciado… —un cuento para bloggers... (el 30 de abril). Sí, te confieso: estaba llamando tu atención, como el suicida lo hace con sus próximos. No es que te invitara a salvarme —uno no puede salvar al otro de su destino, ni siquiera a sí mismo del suyo propio aunque lo intente—, sólo quería que empezaras a hacerte a la idea de nuestra inmediata y segura separación, que nos disfrutáramos estos últimos días juntos, que prepararas tu despedida sin prisas de última hora (aunque soy yo el que se marcha y desvanece)… Siempre quise despedirme de mis muertos, o de todos aquellos que algún día fueron todo o parte de mi vida y seguramente nunca más nos volveremos a reencontrar para compartir nuestras cosas. Jamás pude hacerlo, porque casi nunca conocemos cuando llega la muerte tan celosa de su cometido, o la ausencia para siempre, pues todo parece ilimitado y posible… Si no pude hacerlo hasta ahora, al menos hoy me despido como dios manda —pues sé que parto y se me parte el alma hacerlo…

El seis de febrero escribía: “El misterio del encuentro de un hombre y una mujer —o cualquiera de las parejas posibles, por supuesto (ya sabes que soy heterosexual y políticamente incorrecto; hablo tal cual)— está en el poder insuperable de su deseo. Un hombre y una mujer se aman a pesar de sus circunstancias, de los demás, de la amenaza del olvido. Un hombre y una mujer se separan a pesar del poder narcótico de sus recuerdos… Y aunque sabemos que un encuentro nunca es para siempre, que todo finaliza más tarde o más temprano… no dejamos de desear que esta vez sea más duradero, acaso para siempre, si el destino quiere o así estaba escrito”… No fue posible, y mira que lo intentamos y quisimos a dúo; así estaba escrito, así lo dicta mi destino, tan generoso en vida como implacable al final de la partida… Sólo te pido que recuerdes a Pau Llanes hasta más no poder, que me olvides cuando toque, ni antes o después, que me releas y recuerdes cuando la nostalgia trepe por tu garganta y se encarame a tus ojos, ni más ni menos… No lleves luto por mí, amor que me lees, ni arrojes ceniza sobre tu cabeza… Sonríe, ríe a carcajadas si el cuerpo te lo pide; haz el amor o jode o folla con cualquier literatura a mis espaldas, que las tengo grandes, que son fuertes de tanto acarrear belleza de un sitio para otro… —en tu placer al leer(me) fundo (confundo) mi placer al escribir(te)…

Nunca sabrá Marco Antonio Montes de Oca, mi admirado poeta mexicano, cuánto le deben mi vida y mi escritura a aquel poema suyo —El viaje del moribundo— que primero leí cuando aún era casi un niño. Toda mi vida fue como la historia de aquel moribundo que inventó; de él aprendí a vivir a quemarropa, a disfrutar de las pequeñas cosas y hacerlas grandes, a transformar sus valores con la palabra, la magia de la imaginación, el aliento de lo sagrado, con voluntad de belleza, amor… Es justo pues que finalice este viaje con sus palabras, pues le debo una vida memorable (ojalá lo sean también mis creaturas, mi propia obra de creación, que ensayé siguiendo su ejemplo y el de tantos otros como él que disfruté y me inspiraron): …“La vida ya está con misterio trasplantada en la palabra, / otra vida me aguarda, / una vida mil veces filtrada por el cedazo podrido de las tumbas. / Y cuando a los cinco mil años de muerto / yo sea arrastrado por tuzas / y giren mis restos en el carrusel de los gusanos / y mis hermanos de fosa, convencidos de que nunca han de volver, / cambien entre sí las letras de sus epitafios, / sabré levantarme, morir de nuevo, / exponer otra vez las verdades de mi reino”… El tiempo dirá si renaceré como Ave Fénix de mis cenizas o de mi sepultura salada, si muero por no morir o vivo ya enterrado entre tus recuerdos, si moriré para siempre transformado en el pico de un halcón peregrino o en la aleta dorsal de un atún en el Mediterráneo, o seré el octavo color de tu arco iris o la ceja de la ñ que te hace cosquillas mientras me lees… —VERITAS FILIA TEMPORIS (La verdad es hija del tiempo).

No sé si te diste cuenta, amor, que mi ciudad-arquitectura es un mausoleo, un inmenso museo-archipiélago lacustre donde reposa la memoria (dulce y humectada) —son tantos los recuerdos que ajetreo, tan densos y contiguos, que la ciudad exhala bruma, se vela y desvela indolente, felizmente amortajados (yo, ella) entre tus pestañas… Al igual que todo museo tiene su lema —el mío tiene como emblema las palabras iniciales de Finnegans Wake: “riverrum, past Eve and Adam’s”…—, todo mausoleo debe exhibir su epitafio. Una vida me llevó componer el mío: “SÍ… ¿POR QUÉ NO?”… —ojalá entiendas lo que representa y contiene este Aleph… Te confieso que antes de escribir esta frase-epitafio estuve tentado de apropiarme para siempre del que Marcel Duchamp compuso para su tumba —D’ailleurs, c’est toujours les autres qui meurent (Además, son siempre los otros quienes mueren)—, que a su vez “robó” a su amante Maria Martins, quizás para compartir con ella tras la muerte las mismas palabras; eso sí que es amar para siempre… Todo es mar en el mar de tus ojos y tu nombre…

Ultimas voluntades:

Ven cuando quieras a visitar mi tumba. No hace falta que me regales grandes pensamientos ni elocuentes discursos. Una sola palabra tuya bastará para sanarme… Apréndeme de poco en poco, dame tiempo, por favor no me leas de pasada… Tengo tanto que decirte…

Si quieres recordar mis palabras o mis imágenes originales en tu casa, hazlo saber antes a mis chelas, a los que transferí los derechos sobre mis criaturas. Ellos te dirán qué hacer… No te alarmes, son de mi estirpe, tuaregs generosos con los viajeros que buscan, hijos todos de Tin-Hinan

Si puedes, lee mis últimas palabras escuchando Traumerei (ensoñación) de Schumann —interpretada por Vladimir Horowitz o Martha Argerich, por favor; te oiré donde esté.

No olvides nunca que Arterapia Sentimental es un díptico biográfico en ciento cuatro jornadas, un díptico de espejos enfrentados, por supuesto… Algo así como la ciudad invisible de Valdrada de la que te escribí casi al principio de este blog —anda, ve a releerlo luego, hay “chuches” de Zacatecas para tus ojos. Pau Llanes fue su personaje narrador, el gozne que aquí y ahora desaparece sin rechistar…


Dibujo: "Retrato ideal de Pau Llanes veneciano", Evelyn Castro, 2008

HISTORIAS DE UN TUAREG EXISTENCIAL (II)... —última historia de Pau Llanes


El primer texto que compuse para Arterapia Sentimental ahora hace poco más de tres meses fue HISTORIAS DE UN TUAREG EXISTENCIAL (I)… No creo que lo hayáis leído todos vosotros y eso que el primer capítulo —dicen—da sentido siempre a una historia… Yo sí que leo los primeros textos y entradas a vuestros blogs. A lo peor me equivoco y no son tan significativos como pienso, pero en mi caso sí… Mi primer texto era un manifiesto de mis intenciones aunque no lo pareciera —ya sabéis cómo me gusta encriptar y ocultar mis intenciones… Pues bien, hoy voy a concluir aquella historia (verídica) con la que inicié mi blog: la historia de William & Florence Morden y del libro The Garden of Kama (El jardín del Amor) que hace años encontré y compré en New York, justo al lado donde vivía entonces, en cuyo interior había un exlibris que de algún modo es también mi lema y epitafio secundarios: El mundo es un libro del cual no se ha leído nada más que la primera página si no se ha abandonado alguna vez el lugar en donde nacimos… Os invito a leer de nuevo aquel primer texto y continuar luego con éste último… En los siguientes párrafos os relataré mis investigaciones, confesaré mis intuiciones, y todo lo que fue descubriendo de los Morden durante unos días del pasado mes de enero nada más inaugurar Arterapia Sentimental. En muchas ocasiones en estos meses tuve la tentación de publicar esta entrada —es decir esta salida—, pero preferí guardarla para mejor momento; qué mejor o peor día que hoy…

Era lunes 28 de enero. Hacía dos días que había inaugurado por fin mi blog Arterapia Sentimental después de haberme demorado durante meses buscando sentido y justificaciones literarias y existenciales para hacerlo. Había pasado todo el fin de semana aprendiendo los rudimentos de cómo componer un blog en Blogger y sobre todo eligiendo mi primer texto-manifiesto… Lo titulé HISTORIAS DE UN TUAREG EXISTENCIAL (I) y en él declaraba mi condición de viajero, y no sólo de paisajes del mundo, sino también espeleólogo de interiores existenciales, del amor y no sé cuántas cosas más… Aquel texto inaugural incluía una extensa referencia al hermoso libro The Garden of Kama (El jardín del Amor) que hacía años había encontrado en New York, contaba mis sucesivas e involuntarias pesquisas hasta dar con el autor de la leyenda de su exlibris, mis fracasos en saber quienes eran sus antiguos propietarios, los “William & Florence Morden”… No sé por qué pero aquella tarde de lunes me puse a buscar otra vez, ahora obsesionado, sus verdaderas historias. De inmediato comencé a meter en Google sus nombres, a cruzarlos, a buscar entre las entradas que me ofrecía el buscador… —mientras tanto iba imaginando una historia, acaso el embrión de una nueva novela que dedico ahora a mismo a una Guiomar desconocida…

Mis pesquisas sobre los Morden comenzaron por supuesto en Google: “William Morden”… clic… —840 entradas encontradas en 0,19 segundos… La primera hora abriendo páginas referenciales fue frustrante: decenas y decenas de árboles genealógicos sin ningún dato de relevancia. Una de ellas me regalo al menos una pequeña recompensa: “William Morden, cautivo de los Mongoles” —apuntaban unas líneas de un libro de viajes: Historias clásicas de viajes y aventuras de National Geographic… Claro que podía ser “mi” William Morden, supuse; se refería a un viajero… —pero ha habido tantos en nuestra historia reciente. ¿Y si no era un viajero sino simplemente un lector de libros de viajes?... Obstinado —“pinghead”—, continué abriendo y cerrando páginas nada más darles un vistazo… hasta que por fin en la entrada 127 encontré la primera pista eficaz en mi aventura de reconstruir la biografía desconocida de los Morden. El encabezamiento decía así: “Ernest Hemingway Message Boards”… cliqué esperanzado y en la página dedicada a Hemingway —por cierto, además de un magnífico escritor, un arriesgado viajero e insistente explorador de paisajes exóticos y profundos interiores, un melancólico contumaz además de alcohólico exquisito y suicida ejemplar— encontré una valiosísima referencia a un tal William Morden: era una noticia sobre un libro escrito por un viajero con tal nombre —Our African Adventer (sic)—, en la que se narraban sus cacerías y exploraciones en África junto al mítico cazador profesional Phillip Parcival; también se comentaba que Morden , junto a un tal Clark habían participado en una expedición por los Pamir rusos y el Turkestan chino, además de citar otros viajes suyos por el norte de Asia, el distrito Turkena en Kenia, etc… Con apenas estos datos estaba seguro —lo intuía— que ese William Morden era “mi” William Morden… No sé, son corazonadas, cómo te lo explicaría yo… revelaciones, extrañas certezas invisibles de alguien que está acostumbrado a vivir al dictado de sus intuiciones y presentimientos; yo sabía que ese era el hilo de plata que tenía que seguir… punto.

Volví al buscador Google e introduje el título del libro de William Morden, pero corrigiendo el erróneo “Adventer”; escribí correctamente “Our African Adventure” e hice el esperanzado clic: 1940 entradas en 0’04 segundos… —qué fiasco, aunque parezca lo contrario. No fue fácil encontrar otra referencia válida para mi investigación con este título. Y es que la frase Our African Adventure (nuestra aventura africana) es muy común y socorrida entre todos aquellos que escriben sobre sus experiencias en África y depositan sus textos en la Internet. Así que después de leer innumerables chorradas al respecto de viajes contemporáneos, más bien de turistas que de auténticos viajeros, fui a dar a unas referencias más consistentes… Por ejemplo una librería on-line en la que señalaban este libro como escrito por “William Morden and Irene”, publicado en 1954 —reconozco que me extrañó y mosqueé por el nombre de Irene que aparecía junto al suyo: ¿Es que no se llamaba Florence su compañera o esposa?

¡Por fin una información sustancial en la entrada 59… —confieso que ya estaba a punto de abandonar esa vía de búsqueda por el título de su hipotético libro de viajes. La pista era la siguiente: en la página sobre la colección de etnografía africana del Yale Peabody Museum se dice que algunos de los objetos más preciosos de la colección fueron coleccionados por William e Irene Morden… —mejor dicho: entonces me entero que William en realidad se llamaba “William J. Morden”; claro, por eso no encontraba casi nada de él; ¡faltaba la J!... La nota sobre Morden confirmaba y ampliaba mis datos anteriores: Coronel William J. Morden, explorador, cazador y coleccionista

Una nueva búsqueda, ahora de “William J. Morden”, me reportó 64 entradas en 0’148 segundos, cada vez más precisas y ricas en información. Por ejemplo, la cuarta referenciaba un artículo en National Geographic en español —En búsqueda del Argalí de Marco Polo (diciembre 2003): “En enero de 1926, William J. Morden y James L. Clark, del Museo Americano de Historia Natural, partieron hacia Asia Central con el propósito de conocer la situación de la población del argalí —Ovis ammon polii— de Marco Polo en el Turkestán ruso, y de paso cazar para los museos de zoología algunos ejemplares de esta singular oveja salvaje. La llamada Expedición Morden-Clark a Asia recorrió en nueve meses 12.700 kilómetros, desde el océano Índico hasta el mar Amarillo, atravesando la accidentada orografía del «techo del mundo». A su regreso, el expedicionario plasmó sus impresiones en un reportaje publicado por la Geographic en octubre de 1927. Dejamos, pues, al lector recrearse con un extracto de tan extraordinarias experiencias relatadas por el propio Morden… —Texto de William J. Morden; fotografías de la Expedición Morden-Clark a Asia; publicado en National Geographic en Octubre 1927… ¡Éste era mi Morden!

La octava entrada —“AMNH Library Special Collections”— ya fue demasiado… La Biblioteca de Colecciones Especiales del American Museum of Natural History reseñaba la colección de documentales visuales, films, realizados por Morden en sus viajes, nada menos que de 1922 a 1956 —entonces supe que William J. Morden había nacido en 1886 y fallecido en 1958, a los 72 años de edad… Leyendo detenidamente las sinopsis de los contenidos de sus filmes he podido componer el primer guión de su biografía como viajero, sus aventuras por mundos peligrosos que conoció y exploró con riesgo, algunas circunstancias excepcionales de sus viajes, etc. Y lo más decisivo: aquí descubrí por primera vez a Florence Morden a su lado, su primera esposa con quien compartió vida aventurera, viajes fascinantes, exlibris, la leyenda sobre la vida como libro abierto y como viaje que hice mía hace tanto tiempo, y sobre todo su joya literaria —The Garden of Kama— que hace años encontré (¿por azar; por necesidad?) en New York y ahora me pertenece…

En una de las películas de sus viajes conservada en el American Museum of Natural History, titulada Beyond the vale of Kashmir, fechada en 1922-24, se recoge una expedición del primer matrimonio Morden a África y Asia en esas fechas. Los contenidos de las imágenes se reseñan telegráficamente: “Vistas panorámicas de los Himalayas a sus espaldas. La expedición en su trayecto hacia el Valle de Kashmir atraviesa el Tibet occidental. El cámara Herford Tynes Cowling filma retratos de gente tibetana y algunas de sus actividades. En el pueblo de Mulbik visitan una colosal estatua de un dios de cuatro grandes brazos en la pared de la montaña. En Srinagar, en el Riío Jhelum, William James y Florence H. Morden se alojan con un coronel británico en una elegante mansión flotante repleta de hermosas obras de arte y mobiliario”… etc. Saber por fin de Florence H. Morden me llevó a abrir una nueva ventana en mi pantalla y ensayar nuevas búsquedas para ella con Google. Así pude saber que su esposo William había publicado a sus expensas en 1940 un libro póstumo en homenaje a Florence, fallecida el año anterior: From the Field Notes of Florence Morden, que hoy es una rareza bibliográfica y espero comprar pronto alguno de sus escasos ejemplares… Que la misma Florence H. Morden había publicado también en vida en la National Geographic: The Oriental Pageantry Of Northern India, con textos de Florence —incluyendo un ensayo, House-boat Days in the Vale of Kashmir, ilustrado con fotografías a color de Francis Price; National Geographic Magazine, octubre 1929… Por algunas referencias en las fichas bibliográficas del libro póstumo de Florence H. Morden sabemos que ésta acompañaba a su marido en muchas de sus expediciones: por ejemplo de cacería del tigre por la India en 1924, en otras cacerías por Africa oriental en los años veinte, en la anteriormente comentada travesía hacia el Valle de Kashmir, y que incluso estaba en Beijing esperando a William James a su retorno del azaroso viaje al Pamir y al Turkestán, tras su cautiverio temporal con los mongoles… Reconozco la valentía de esta mujer, su lealtad, su más profunda y entrañable implicación en aquel proyecto de vida en común y la envidiable complicidad con su esposo William hasta la muerte.

Por los contenidos de sus películas guardadas en el American Museum of Natural History, he podido seguir en primera instancia algunos de los viajes de William James Morden desde los años veinte hasta su muerte en 1958. Entre 1922 y 1924 visita por primera vez África oriental, Kenia, Uganda y Sudán, y también India, Birmania, Cachemira, Tibet, Sikkim, Ceilán, Java, Sumatra, Indochina, los templos de Angkor Wat en la actual Camboya, Japón y China… ¡Increíble!... Junto a Herford Tynes Cowling va a cazar ibex alpinos y a visitar monasterios en el norte de Pakistán y la India… atravesando el Tibet occidental y la Cachemira, como antes he señalado… En 1926, junto a James Lippitt Clark emprende su expedición al Asia central, al territorio ruso de Pamir y al Turkestán chino en búsqueda de unas extrañas cabras de fina lana —argalí (Ovis ammon polii)— de las cuales Marco Polo hablaba con admiración en sus narraciones. Los exploradores cruzan los Himalayas y las montañas Karakoram hacia los restringidos territorios rusos de la Meseta de Pamir y la región de Turfan en el Turkestán chino; frustrado un encuentro previsto con un tercer expedicionario, Roy Chapman Andrews, Morden y Clark se adentran imprudentemente en Mongolia sin permisos ni credenciales… Clark y Morden son capturados por los soldados mongoles y torturados en la creencia de que en realidad son espías… Rescatados por soldados rusos, cruzan las Montañas Atlas y en el Transiberiano son conducidos al extremo oriente, llegando por fin a China, a Beijing, donde les esperaba Florence… Sin duda se trata de una epopeya moderna, una de las expediciones más fascinantes y heroicas que un viajero podía hacer en aquellos convulsivos tiempos, incluso en la actualidad. Fruto de esa experiencia, William J. Morden escribió y publicó un extenso artículo con la crónica de aquel viaje para National Geographic MagazineCaravan across Central Asia; v. 52, no. 4, Oct. 1927— y un hermoso libro monográfico: Across Asia's Snows and Deserts; New York, ed. Putnam, 1927.

En 1928 encontramos a Morden en Rusia recavando permisos y estableciendo alianzas con la Academia de Ciencias Soviética para su posterior expedición por Siberia; visita Leningrado y Moscú, registrando los monumentos rusos y las celebraciones del aniversario de la Revolución Bolchevique. Meses después, ya en 1929, William viaja otra vez a Asia central, esta vez a la Rusia soviética y Siberia orientales. En su correspondiente film conservado en la AMNH vemos imágenes de las ciudades de Samarkanda y Bukhara, las estepas de Kazajistán, pueblos de la Siberia oriental, paisajes de la taiga siberiana… en ellos aparece profusamente William James, a la edad de cuarenta y tres años, acaso excesivamente avejentado por los rigores de sus viajes, con poblada barba y una hermosa mirada que mira a lo lejos y desde lejos.

Después de esas fechas no he encontrado ninguna otra referencia a los Morden hasta 1939 —fecha del fallecimiento de Florence— y 1940, cuando William publica póstumamente los apuntes de campo de su esposa. Doy por supuesto que durante aquel tiempo repasarían las notas y recuerdos de sus viajes en su casa en New York o en los alrededores, disfrutarían de su hogar y sus libros —también de The Garden of Kama, por supuesto (libro que compraron en Calcutta en uno de sus viajes)— y cuidarían de sus hijos, que ignoro si los tuvieron o no. Ojalá fueran felices…

Parece ser que William Morden participó en la Segunda Guerra mundial, aunque no sé en calidad de qué, seguramente como asesor o en la Inteligencia, por su edad, y fue licenciado con el honor de Coronel. En 1947, cuando William tiene ya 61 años, emerge otra vez liderando una gran expedición, esta vez a África, subvencionada por el AMNH. De New York viajan a Ciudad del Cabo, en Sudáfrica: aparece por primera vez su segunda esposa, Irene Morden… No es ahora el momento de describir con todo detalle la expedición de William e Irene Morden, solo apuntar que cruzaron de sur a norte todo el continente africano, cuyas etapas más sugestivas son las siguientes: la Reserva de Transkei, la Rhodesía del Sur, las Matapo Hill de Zimbabwe, Nairobi, la desolada región de Lodwar en búsqueda del pueblo de los Turkana, la “excursión” al Lago Rodolfo, diversos trayectos por Kenia, una exótica “excursión” a Zanzíbar, visita a Potha Farm, la finca de su amigo el famosísimo cazador profesional Phillip Parcival, el encuentro con los Kikuyus en la frontera norte de Kenia —mientras tanto compran objetos indígenas, recolectan documentos visuales de las tribus que conocen, cazan y capturan todo tipo de animales, etc… Siguen su periplo por Uganda, Ruanda, Burundi el entonces Congo belga (ahora Zaire) —en donde conocen pueblos pigmeos—, para luego ascender, desde sus orígenes en el Lago Victoria, por el curso bajo del Nilo bien siguiendo su ruta directamente o zigzagueando: las cataratas Murchison y el Lago Alberto, Juba, Jartún… Después se dirigen en tren a Wadi Halfa, buscando las culturas del Desierto de Nubia, y más allá, hacia el norte, atravesando el desierto Libio, llegan a El Adem, su última etapa en África… La expedición regresa a casa atravesando el Mediterráneo —Malta, Marsella, Cannes—, de allí a París, y por fin Inglaterra, de donde parten de vuelta a New York embarcados en el trasatlántico Queen Mary… Ufff… qué maravillosa locura…

De Irene Morden no he encontrado ninguna noticia anterior a este viaje con su esposo William. Parece que Irene era más joven que él, pero ya no una jovencita inexperta; incluso en una nota creo deducir que tenía hijos mayores… Lo cierto es que Irene rejuveneció y renovó las ilusiones del sesentañero William y que, al igual que su anterior esposa, nuestra Florence H., fue su inseparable compañera, su colaboradora en los preparativos de los viajes, su fotógrafo cámara en ristre o filmando documentales, su cómplice escribiendo las crónicas y artículos de sus viajes. En 1953 volvemos a encontrar al matrimonio Morden en África, esta vez acompañados por los coleccionistas Walter Moesch y Lili Braun, dirigiéndose al Etosha Park en la actual Namibia. Tras un prolijo recorrido por las tierras de Namibia, se dirigieron luego a la actual Bostwana, Rhodesia (entre las actuales Zimbabwe y Zambia), Angola y Elisabethville (la actual Lubumbashi), etc… En 1954 sale a la luz el fantástico libro al que antes me referí, escrito en común —Our African Adventure, Londres: Seeley Service, 1954—, profusamente ilustrado con mapas de sus recorridos durante la expedición de 1947, viñetas y fotografías…

La última expedición de William J. Morden a África, en 1956, vuelve a estar documentada visualmente en el American Museum of Natural History: fue un viaje organizado por el Peabody Museum of Natural History de la Universidad de Yale para coleccionar piezas etnográficas y especimenes zoológicos. El viaje comenzó otra vez en Namibia, en tierra de los Owambo, para retornar después al Parque de Etosha; luego la expedición continuó por la región de Natal, en Sudáfrica… para más tarde dar un salto a Kenia y la región de Tanganika, entonces ya cazando, visitando Nairobi, la frontera norte del distrito de Isiolo, la Reserva de Marsabit, Ambesoli, Arusha, Ngorongoro y los Llanos del Serengeti… haciendo excursiones al Monte Kenya, al Lago Paradise, al Lago Magadi y al Kilimanjaro, la altura máxima de África… En el documental puede verse a la misma Irene cazando y cobrándose las pieles de un león negro, un leopardo e incluso un rinoceronte, siendo homenajeada por las mujeres Masai por sus hazañas de experta cazadora… Poco después de su retorno a New York, William James Morden muere a la edad de 72 años… Una vida, memorable, sin duda… que merece ser recordada con admiración —lo que ahora hago en este texto en su homenaje.

Por último, he podido encontrar una breve reseña biográfica de William J. Morden que completa los datos y referencias que hasta ahora he recolectado en mis pesquisas en la Internet: Que nació el 3 de enero de 1886 en Chicago, hijo de una familia acaudalada dedicada a la fabricación de materiales ferroviarios… que estudió y se graduó en el Sheffield Scientific School de la Universidad de Yale… que tras su graduación trabajó como Ingeniero en la Bag and Paper Corporation (1908-1922) y que tras esa primera etapa laboral, seguramente aburrida y convencional, se dedicó el resto de su vida a sus viajes soñados y a sus peligrosas aventuras por Asia y África… Parece que su primer viaje de exploración lo realizó en el territorio norteño americano del Yukon, en 1921, lo que seguramente le estimuló a dedicarse de lleno a esta actividad… William James Morden fue director del Explorers Club y miembro honorario y asociado en tareas de campo del American Museum of Natural History; fue escritor de viajes y colaboró asiduamente con el National Geographic Magazine… William James Morden murió en Chappaqua, Long Island, el 23 de enero de 1958… Su segunda mujer y compañera, Irene, le sobrevivió hasta 1972 —pero por ahora desconozco las circunstancias y hechos relevantes de su viudez y de su muerte, y desde luego no tengo ni idea de las vicisitudes posteriores de su legado común… De todo ello sólo sé que en la primavera de 1998, en Broome St., justo al lado de la casa en donde yo vivía entonces en New York, tuve la fortuna de comprar a un vendedor ambulante un hermoso ejemplar ilustrado de The Garden of Kama de su edición de 1920… y que en su interior encontré un exlibris que delataba una anterior propiedad de este libro de William & Florence Morden, de los que ahora por fin ya conozco algunos fragmentos significativos de su biografía… La leyenda impresa en este exlibris es aquella frase que atribuí a Morand al inicio de mi poema y luego restituí a San Agustín: “The world is a great book of wich they who stay at home read only a page”… —El mundo es un libro del cual no se ha leído nada más que la primera página si no se ha abandonado alguna vez el lugar en dónde nacimos.

Los Morden —William, Florence, Irene— leyeron todas las páginas del libro que les regaló el Destino. Yo las mías propias y las de otros viajeros tan melancólicos como yo… También leo de vez en cuando poemas de “su” (mi) The Garden of Kama:

This passion is but an ember
Of a Sun, of a Fire, long set,
I could not live and remember,
And so I love and forget.


You say, and the tone is fretful,
That my mourning days were few,
You call me over forgetful —
My God, if you only knew!


Recuerdo que fue San Agustín quien dijo: “Ama, y haz lo que quieras”… Obedezco; obedece…


Fotos: "Mi jardín del amor en Essaouira (de madrugada)", mayo 2007.

"Broome St. Home, NY", New York, enero 2005: frente a la puerta del loft en el que viví en NY grandes temporadas, de 1997 a 2000, compré a un vendedor ambulante mi ejemplar de The Garden of Kama. Años después, paseando una mañana de domingo, fuí a parar a "mi casa" sin querer... Sobre la fachada del loft una joven pintora naif había instalado una exposición temporal de sus obritas... Recordé toda mi vida aquellos años felices en esta casa... Pensé en las bromas que nos hace la vida, en sus paradojas... Aquella muchacha no sabía quién era la propietaria de aquel loft que le servía de improvisada galería en la calle, quienes habitaron aquel lugar, sus personajes carismáticos. No sabrá nunca que tras aquel muro de cuarterones de vidrio se crearon algunos de las obras más memorables del arte y la música contemporáneos... ¿Y para qué saber algo que ni le va ni le viene? Ella era feliz a su modo... Le compré un cuadrito que me agradeció con una sonrisa inolvidable...

Portada y algunas páginas interiores de The Garden of Kama

martes, mayo 06, 2008

MATRIA... ¡Todo el Poder para las mujeres!

Desde hace tiempo me intereso por una palabra-concepto con la que representar ciertas complejas realidades culturales de diferenciada indeterminación —como son la mediterraneidad, lo europeo, la simbiosis oriente/occidente, lo femenino/masculino, los neo nacionalismos en la era de la “mundialización”, etc. Sí, me estoy refiriendo a esos ambiguos sentimientos y creencias de pertenecer a tal o cual género, cultura o nación más allá de los difusos límites de nuestro cuerpo físico, las fronteras políticas o el tradicional patriotismo… Se trata de “Matria”, antónimo o complemento antagónico, necesario según se mire, de “Patria”; una sugestiva palabra-concepto utilizada muy raramente, en general sólo por poetas y escritores preocupados por los temas de identidad desde posiciones nada convencionales, decididamente románticas. También encontramos la noción “Matria” más recientemente en filósofos y antropólogos de la postmodernidad, sobre todo en pensadoras feministas, entre las que destacaría a la española Victoria Sendón —Matria: el horizonte de lo posible.

Matria es un término utilizado por escritoras como Virginia Woolf, Isabel Allende y Krista Wolf. En la Antigüedad Clásica se utilizaba para hacer referencia a la propia tierra del nacimiento y del sentimiento. A lo largo del tiempo se mantuvo gracias a la tradición literaria y poética, principalmente en lengua gallega y portuguesa. Edgar Morin la emplea al referirse a la matria Europa, mientras Miguel de Unamuno se refería a la matria vasca. Julia Kristeva identifica este término con “otro espacio” que no tiene que ver con la tierra de nacimiento, ni con la legitimación de cualquier Estado, sino con un lugar interior en el que crear un “cuarto propio”. También este término se utiliza con frecuencia entre pueblos indígenas americanos, como los mapuches, aymaras o quechuas. El antropólogo Andrés Ortiz-Osés contrapone la patria española a la matria vasca para intentar explicar el origen de la violencia etarra: “Hemos identificado la nación como matria (vasca), el estado como patria (española) y la comunidad como fratria (europea)”. La filósofa Victoria Sendón desde una perspectiva feminista lo propone como una nueva relectura de viejos conceptos como identidad, raza, lengua, religión, tradición o sexo (de Wikipedia).

Victoria Sendón encabeza lucidamente lo que se ha denominado “feminismo de la diferencia”. Entiende el feminismo como una propuesta radical que intenta subvertir los tradicionales supuestos de la sexualidad, la familia, los modos laborales, la relación con la naturaleza, etc., en una decidida apuesta por la autoconciencia, la inversión y redefinición de los mitos, la acción directa. Victoria Sendón plantea así mismo otros nuevos conceptos confluyentes con la noción de Matria, por ejemplo el de “Ginandria”, como significante de una visión mítico simbólica de lo femenino: “A través del término “ginandria” quiero conectar con las raíces más profundamente subversivas, esotéricas y heréticas capaces de contestar radicalmente a una cultura crispadamente radical”… En su libro Más allá de Itaca Victoria Sendón reflexiona también sobre el derrumbamiento del monoteísmo cultural, del fin de la metafísica. A través de un trasfondo mítico la filósofa feminista encuentra el rastro femenino tanto en el concepto de Matria, frente al de Patria, como en la idea de futuro-mujer que abre la crisis postmoderna…

Victoria Sendón escribe regularmente interesantes artículos abiertos y narraciones en su blog bajo el nombre de Casandra, su avatar internauta. En un comentario sobre su libro Más allá de Itaca, sobre complicidades y conjuras, la autora nos confiesa que su interés por Creta y en general por la cultura mediterránea original tuvieron como punto de partida un trabajo de documentación para preparar un seminario sobre las brujas: “Investigando las raíces del tema fui desbrozando caminos hasta Creta y la cultura minoica, las Diosas Madres del Neolítico, el dios cornudo de los pueblos cazadores y la Madre Tierra de la caverna. Restos arqueológicos y textos clásicos, que constituyen los cantos originales de culturas perdidas, me fueron dando ciertas claves para resolver el anterior enigma que me había planteado. Pero había más. El fin de la metafísica en nuestro mundo occidental con su canto de cisne en Heidegger, su visión profética en Nietzsche y sus epígonos en la llamada postmodernidad, me instaban a profundizar en el nuevo orden simbólico que suponía este cambio, en el sentido de un derrumbamiento de nuestro monoteísmo cultural, una pérdida de las certidumbres, un adiós definitivo a la Verdad, la Identidad, la Seguridad y, por tanto, un estar de vuelta de la ingenua creencia en el “progreso”: Dios ha muerto. ¿Retorna la Diosa? Estamos en el umbral. Terrible cosas han de suceder aún, pero no dudo que la clave de las soluciones pasa por la mujer. Ellos, los poderosos, no han caído todavía en la cuenta, pero la necesidad de un nuevo orden simbólico les dejará sorprendidos de que todo haya sucedido tan rápido. Tendremos que dar un nuevo sentido al progreso, un nuevo sentido a la vida, a la pervivencia de la especie sobre este planeta, a la dimensión de lo humano”… Estoy absolutamente de acuerdo con Victoria Sendón: las claves de la interpretación de nuestro presente y nuestro futuro próximo, acaso también sus soluciones, pasan por la mujer y por un nuevo orden simbólico femenino (desde luego compuesto por nuevos atributos de lo femenino y renovadas figuras que lo representen).

En otro de sus magníficos textos Victoria Sendón nos alecciona sobre sus ideas de “feminismo de la diferencia”, refractario a cualquier tentación de “feminismo igualitario”: “El feminismo de la diferencia parte de la filosofía del mismo nombre, cuya lógica no es una lógica de los sujetos, sino de los predicados, porque la vida no trata del ser, sino del devenir. Con estos presupuestos no es extraño que el concepto mismo de Sujeto se plantee de modo diferente. Deleuze utiliza este nuevo concepto de sujeto para cargar contra un psicoanálisis para el que la historia del sujeto está edificada sobre el árbol genealógico familiar. Es como si nuestra aventura de vivir se redujera a actuar en el teatro del inconsciente, un teatrito doméstico en el que siempre se representa la misma obra: Edipo. Papá, mamá y yo. Explorar en las raíces el pasado familiar para alzarse hasta las ramas de un sujeto predeterminado es un auténtico aburrimiento además de irreal, pues afortunadamente nuestras conexiones, deseos o experiencias con infinidad de personas, objetos y aspectos de la vida aluden a un sujeto no arborescente, sino rizomático. El rizoma constituye un modelo mucho más gozoso, vital y abierto a lo imprevisto, a lo desconocido. Sus múltiples raicillas, que se extienden horizontalmente con multitud de líneas de fuga, nos posibilitan crear un sujeto idóneo para explorar la vida en lugar de someternos a los dictámenes de los complejos familiares. Este sujeto nómada y real nada tiene que ver con las entelequias ilustradas del cogito o del “principio de individuación” en busca de su forma. El nuevo sujeto es de carne y hueso, de deseos y búsquedas, de fracasos gozosos y victorias pírricas. Este sujeto es el Sujeto de la vida y no el de la metafísica” —La quiebra del feminismo (2002); “Mujeres en red. El periódico feminista

Victoria Sendón critica igualmente un cierto feminismo igualitarista que se alimenta en los principios de la Ilustración y “renuncia de entrada, en aras de esa igualdad, a la libertad de acción y de creación que propicie un paradigma que dé cabida a un pensamiento feminista con alternativas propias”… “Este feminismo de la igualdad se ocupa de hacer progresar en la marcha del mundo, en la política institucional y en la sociedad los principios ilustrados, pero incluyendo en ellos a las mujeres. Como si la Historia se hubiera parado dos siglos, se intenta recomenzar lo que se inició con una carencia fundamental. Por eso su tema estrella es el del Sujeto, cuya crisis les produce pavor al pulverizar sus cimientos argumentales (…) Y espera que esta homologación de las mujeres en dicha categoría nos libere de la jerarquía oprimente de los géneros, dotándonos de una mayor autonomía en lugar de la heteronimia del papel asignado. Lo cual queda muy bien salvo el pequeño detalle de que los sujetos femeninos acabarán siendo meros fantasmas, libres ¡al fin! de su propio sexo”… Victoria Sendón viene a decirnos que el feminismo igualitarista conduce inexorablemente a un nuevo esencialismo cartesiano fundamentado en la razón —que apenas se diferencia del anterior al que estaba sometido lo femenino y había servido durante siglos para justificar su sumisión bajo un orden masculino patriarcal. Si este esencialismo “ilustrado” igualitarista y moderno se fundamenta en la universalidad de la racionalidad de lo humano las mujeres habrán sido nuevamente “no diferenciadas” —que lo son— dentro de lo humano… Sendón se revela frente a esta perversa ignorancia de lo femenino diferenciado: “Huimos de una esencia para caer en otra, pero eso sí, universal… Ahora, las mujeres universalizadas ya sólo somos razón, una especie de seres fantasmales y descarnados”… La Sendón reivindica su cuerpo de mujer, su biología, su instinto femenino, sus sentimientos, sus modos de estar en el mundo… —Yo también lo hago desde mi masculinidad diferenciada, heterosexual, también reivindicativo y crítico frente a cualquier tiranía igualitaria que no sea estrictamente jurídica… ¡Basta ya de utilizar el dualismo cartesiano cuerpo-mente para fundamentar en la mente pensante la igualdad de derechos de las mujeres y los hombres —mujeres y hombres sin cuerpo, sin órganos, que diría Deleuze…

Al respecto Victoria Sendón cita a la filósofa feminista francesa Luce Irigaray: “Probablemente, la diferencia sexual representa la cuestión más universal que podemos encarar (...) Esto significa que las mujeres deben construir un modelo objetivo de identidad que les permita situarse como mujeres, y no simplemente como madres ni como iguales en las relaciones con el hombre, los hombres”. Con tales palabras Irigaray no se refiere aquí a la identidad como un esencialismo, sino como una voluntad de reconocer lo que son, mujeres, con un cuerpo que les diferencia, pero que en ningún caso puede fundamentar el estigma de la desigualdad… “Cualquier movimiento emancipatorio lucha desde su “hecho diferencial” en lugar de negarlo. ¿Por qué las mujeres tendríamos que hacerlo?”, concluye Victoria Sendón. Desde su posición de mujer, Luce Irigaray hace una crítica despiadada contra el psicoanálisis tradicional: para Irigaray las mujeres han perdido su propia identidad por haber olvidado su genealogía matriarcal, su misma relación original con la madre. Además hay que tener en cuenta que nuestro orden simbólico tradicional, incluso moderno, es patriarcal, lo que ha provocado que las mujeres vivan y sean representadas como “seres neutros o en negativo, como no-varones”, ya que hasta cierto punto carecen de símbolos que las vinculen con su realidad; sólo encontramos símbolos eficaces para representar a la mujer en la Antigüedad, en los orígenes, cuando acaso el mundo mediterráneo era una inmensa reserva de sentidos femeninos, de realidades matriarcales, de mujeres diferenciadas articulando un orden propio, sin complejos ni pactos humillantes.

Para Victoria Sendón el feminismo no puede ser una teoría reformista o revolucionaria más, “ya que es la totalidad lo que pone en cuestión: el Patriarcado, que abarca los modos políticos, económicos, culturales y hasta religiosos, pero, sobre todo, los modos de pensamiento. Además, el feminismo, sin ser un naturalismo, debería surgir de la cultura propia de las mujeres, es decir, de nuestra experiencia a lo largo de la historia. Pero ¿de qué cultura? ¿De la cultura de la sumisión, de la opresión, de la marginación, de la colonización? Pues claro. Desde esa hondonada es de donde sacan su fuerza todos los movimientos de liberación, pues desde una posición dominante no se cambia nada. Por eso el Amo es siempre idéntico a sí mismo, está petrificado en su poder. Pero tampoco se trata de un victimismo paralizante, sino de una posición privilegiada para el cambio, que es de lo que se trata”… Pero es que además las mujeres tienen la experiencia, como justamente defiende Sendón su posición feminista: “es que en nuestra experiencia más profunda está el que hemos sido y somos ecónomas, educadoras, médicas, maestras, psicólogas y administradoras en el ámbito de lo doméstico. En esa tarea hemos podido comprobar que las cosas no funcionan según la lógica de la dominación, sino de acuerdo a una lógica mucho más dúctil, sutil y vital. Sólo nos queda trasladar todo ese bagaje a lo público, pero no sólo a través de la paridad, que nos socializa en el colonialismo político. Dar el salto a lo público puede hacerse por otros muchos caminos. Nos quedaría por solucionar el ámbito de lo privado, que empezaría por reconocer nuestra autoridad, eso de lo que carece actualmente cualquier organismo, institución o gobierno de los que dirigen el mundo”...

Estoy convencido que el presente es el momento histórico de las mujeres: ningún otro movimiento pone en cuestión la totalidad del sistema, sino alguno de sus aspectos; en una sociedad globalizada esto es fundamental. Además las contradicciones del sistema depredador patriarcal han llegado a ser tan insostenibles, tan peligrosas para hombres y mujeres, para la vida natural en el planeta, que no pueden ser disimuladas ni esconderse… Seguramente la imagen que representa su colapso y muerte anunciada la encontramos en el colapso de las torres gemelas del World Trade Center en New York… En mi opinión, el colapso de las “grandes verdades y totalidades” modernas y postmodernas de occidente, patriarcales y machistas, se corresponde especularmente punto por punto con el suicidio del otro mundo también machista y patriarcal, tradicional y premoderno, el oriente musulmán, fanático… Qué terrible espectáculo de lucha a muerte y suicidio entre estos dos ordenes patriarcales y machistas que hasta entonces, a duras penas, habían coexistido bajo la falacia de la multiculturalidad y la globalización económica internacional. Las figuras del poder patriarcal y machista, sus falos simbólicos, quedaron hechos añicos; peor aún: polvo y humo, imposibles de reconstruir, de “collagear”, sus inexistentes fragmentos… No obstante, dudo que se tenga cabal conciencia de lo trascendental de este acontecimiento —más allá incluso de las simples y convencionales interpretaciones geopolítico-militares, economicistas y culturales, o como enfrentamiento cruel de civilizaciones opuestas y beligerantes… Yo creo que fue mucho más que un seísmo, acaso un terremoto apocalíptico en las mentes y espíritus a escala universal, la primera sacudida tras el choque de dos inmensas placas tectónicas a la deriva de sus instintos patriarcales y machistas, de muerte y fanatismo. Aún veremos catástrofes más terribles, inimaginables, si no las evitan las mujeres… Es el tiempo de las mujeres, de las madres, quienes crean vida en el vacío de sus vientres y tienen la facultad alquímica de generar futuro donde sólo hay desesperanza. Al mundo habrá que llamarle Matria más pronto que tarde. Ojalá haya tiempo todavía y las mujeres no se entretengan demasiado con estúpidos videojuegos machistas-digitales e interpretando ridículos papeles de hombrecitos travestidos… Así sea; así será… Amén.

Fotos: "Hay días que no me hallo para nada en este mundo" (scaner directo al cuerpo y retoque digital), Gabriela Galindo, 2002; "Montségur, en el Pays d'Oc", agosto 2005

lunes, mayo 05, 2008

De pintura, mecánica cuántica y espejos que se penetran... Una teoría especular sobre el arte y el amor...

El domingo pasado discutía con Marcos, Eva, Irene y Victoria Antonina acerca de pintura, de arte, y la función de los críticos y teóricos en la reflexión colectiva sobre el hecho mismo de crear. Marcos e Irene me echaban en cara la inconsistencia de nuestros argumentos, nuestra subjetividad, al enjuiciar una obra de arte. Qué curioso que sean precisamente los artistas —pura subjetividad— quienes se quejen de la presunta subjetividad de sus críticos, que les reclamen interpretaciones científicas, opiniones “objetivas”… Así que estos días he estado preparando este texto de respuesta (no sé si también como justificación)… ¿Quieres ciencia, Marcos? Pues toma ciencia y mecánica cuántica por un tubo… Ojalá entiendas así un poco mejor cual es mi posición y cual es la tuya en este triángulo amatorio-artístico que componemos tú, yo y nuestra común amante: el arte, la pintura… Arte, Ciencia, Amor… —qué hermoso triángulo equilátero sin pies ni cabeza…

Una pintura sólo es "pintura" para el pintor antes de ser vista por alguien que no es su creador… Cuando la vemos, la observamos y contemplamos, no deja de ser pintura pero se modifica con nuestra mirada; decimos que se trata de un “cuadro”, tiene unos límites determinados desde nuestro punto de vista. Los límites de una pintura para su pintor y para su observador son distintos, no coinciden. Todo esto tiene que ver con las enseñanzas de la mecánica cuántica y el complejo de teorías e hipótesis que van haciendo sus estragos “empotradas” en su autoridad. Tópicamente se ha considerado que el Principio de Incertidumbre de Heisenberg —uno de los pilares de la Mecánica Cuántica matemática— supondría que el hecho mismo de observar perturbaría la realidad, es decir el instante y el estado de la cosa. No podemos pues conocer la posición exacta de una partícula —tema principal para la física—, tan sólo su trayectoria probable. La naturaleza de nuestra mirada, estrictamente visual, modificaría en algún grado al objeto observado, su espacio-tiempo.

El Principio de Incertidumbre procede de la necesidad de medir cualquier fenómeno para objetivar su realidad fenomenológica. Para ver algo, un electrón por ejemplo, es necesario que un fotón choque con él, con lo cual está modificando su posición y velocidad. Por el mismo hecho de realizar la “medida” el experimentador-observador modifica los datos, introduce un error imposible de reducir a cero, por muy pequeño que sea su desplazamiento. Y aun con todo debemos medir-observar para dimensionar una realidad física. La física no estudia la “realidad” en abstracto sino los fenómenos observables. En palabras del físico Niels Bohr, uno de los padres de la Cuántica, “Nada existe hasta que es medido”… La realidad es lo que cada observador mide… Lo que para nuestra reflexión significaría que una pintura sólo existe como realidad “cuadro” cuando es vista, observada, contemplada… su realidad es lo que cada observador ve —la realidad de una pintura “vista” es la de su observador, que es muy distinta por supuesto a la de su creador; y además hay tantas otras realidades como observadores mirones tiene… Lo que en un salto mortal interpretativo significaría que cada pintura es para cada uno en medida de sus preguntas, o sus respuestas particulares, diferenciado/as y distinto/as. Una pintura vista, interrogada, es un oráculo sin validez universal.

Además no es posible observar simultáneamente la velocidad y la posición de una partícula; algo así como que no es posible “medir” la realidad material de la cosa y su sentimiento, o uno o lo otro, o contaminarían y alterarían más si cabe nuestra percepción ya de por sí subjetiva… ¿Debemos pues tirar la toalla en nuestra pretensión de mirar al universo de una pintura, al universo mismo como imagen? Yo creo que no… —“Insisto, luego existo”—, también a Einstein le parecía un absurdo porque hay realidades concretas independientes del observador. Por ejemplo la realidad de una pintura para su pintor es una realidad concreta independiente del observador que no le observa mientras la crea; incluso podríamos aventurar la posibilidad de que hay realidades fragmentadas, momentos, estadios, en los que el propia artista no ve lo que pinta sino que se deja llevar por una especie de impulso externo y/o interior que hace que pinte sin saber, abandonado a su suerte o qué sé yo de esoterismos…

Volviendo al observador-mirón: el Principio de Complementariedad según Bohr dice que no es posible observar algo “para verlo como partícula y onda” a la vez. Si hacemos un experimento visual: al ver algo, su complementario está oculto, está detrás… Según la relación de indeterminación de una cosa, cuanto más te fijas en una cosa más borrosa se vuelve la otra, su complementaria… El universo sería pues un lugar borroso, cuanto más te acercas más se diluyen sus contornos —como nos sucede con una pintura. Desde los científicos y filósofos griegos creíamos que podíamos comprender el universo, mirarlo, observarlo, reflexionar acerca de él, sobre sus leyes y excepciones, comprender su funcionamiento (mecánica). Pero todo esto hace aguas con la Cuántica: no podemos saber qué cosa es una cosa, dónde está, cómo de rápido se mueve, etc. Parece que cuanto mejor podemos observar —con la evolución de nuestras prótesis físicas y mentales— peor observamos “lo otro”… ¿El universo se oculta de nosotros? ¿Una pintura se oculta, se esconde, se repliega, en cuanto nuestra mirada es presuntamente más certera? ¿Ésta es la entropía de un crítico de arte: que cuanto más y más profundamente mira la pintura, ésta se repliega y no ve nada más que borroso? El crítico es aquel que enjuicia con criterio… lo que supone que está provisto de suficientes métodos e instrumentos para analizar complejamente la complejidad de una obra de arte… Pero si no puedo “medir eso” que se llama arte y además “altero y perturbo” su realidad con sólo intentarlo, ¿qué hacer?...

Ahí está la cuestión… Describir no tiene objeto, y sirve para bien poco ya que mis datos serían necesariamente erróneos. Criticar-chismorrear sus entretelas no tiene sentido, no tiene que ver con la pintura misma sino con su creador, y eso es coto cerrado de psicoanalistas lacanianos y se ponen hechos una fiera cuando alguien se entromete en sus vedados (o les confunden con su verborrea)… Sólo me quedan dos operaciones en las que por otra parte creo a pies juntillas: “Sismografíar” —que fonéticamente en castellano se parece a “chismografear” pero es otra cosa: detectar cambios de estado, “catástrofes”, temblores de inquietud— y sobre todo ESCRIBIR —que es mi particular modo de crear especularmente en diálogo con la obra de arte objeto de mi curiosidad y admiración… Eso es lo que hacemos los críticos-escritores-creadores: reflexionar y escribir nuestras reflexiones con la esperanza de que la imparable mecánica creativa del universo, del arte, de la pintura, mantengan sus movimientos constantes, más allá de la inercia de su primer impulso, y aseguren su indeterminada existencia… Todo es espejo en los límites y en su interior, todo se refleja porque todo se encuentra y cruza alguna vez surfeando sobre nuestras miradas… —Y no quiero hablar aquí y ahora de la Gorgona Medusa, que eso tiene más que ver con la representación y la figura que con la indeterminada abstracción pictórica.

Menos mal que —volviendo a la Mecánica cuántica y sus matemáticas— las definiciones y principios han sido releídos con mayor precisión y reinterpretados lejos de su primer radicalismo: por ejemplo decir que “el Principio de Incertidumbre se produce porque al medir la posición de un electrón se modifica su estado” es incompleto, por lo tanto falso… La interpretación más ajustada de las relaciones de indeterminación sería que existe “un límite fijo para la precisión conjunta de las mediciones de la posición y momento lineal del electrón”… Algo así como que el desplazamiento del centro de nuestras miradas es mínimo (aunque distinto); pero eso sí, ese desplazamiento supone discurrir por dimensiones distintas —la obra y su observador— cuya única reconciliación se produce en la experiencia del espejo… Las cosas no son idénticas, ni por supuesto la realidad y su imagen reflejada. Digamos que se necesitan una a la otra, mirarse a los ojos, pero no se “aman”, no pueden fundirse en una cosa idéntica “a sí mismas”. Sólo una cosa, una pintura, es idéntica a sí misma; lo otro son experiencias ante el espejo: cosas parecidas, semejantes en un grado suficiente para nuestras exigencias, clónica o intercambiables, plagios, símbolos, signos lingüísticos que las representan… —todo eso; pero no idénticas… Igual que cada observador es sólo idéntico a sí mismo, cada pintura es sólo idéntica a sí misma… y cada una dice las cosas de una manera distinta independientemente de lo que quiera decir… En pintura, y sobre todo la de orden abstracto, lo importante y sustancial no es “qué quiere decir” la obra, sino “cómo lo dice”…

Bueno, también están los artistas pintores que las han creado y dicen que han querido decir no sé qué… Pero ellos/as ya han tenido su tiempo, su oportunidad. Ahora es otro tiempo y otro lugar distinto al de su creación. No han sido expropiados, por supuesto; les quedan sus derechos morales, los materiales, el derecho de tanteo… Pero cuando el artista decide exhibir su creatura debe entender y asumir que inaugura un nuevo triángulo fatal “amatorio-artístico”, lo que requiere establecer un nuevo estatus de “amor-pertenencia” y convivencia: a) la esposa/marido creador/a; b) la “obra” seductora (la que atrae la mirada); c) el amante observador, sean cuales sean sus géneros y condición sexual… En el “hogar” del taller de artista es inviolable su estatuto de pareja de hecho, el que constituyen el creador y su obra. Fuera de este territorio conyugal, es el paraíso de los amantes que se miran y reflejan punto por punto, simétricos, pero no iguales, invertidos, es decir que se necesitan penetrar y complementar para constituir un todo-mínimo —un agujero negro en el centro del universo que atraiga hasta la luz que quisiera escapar de su gravedad… El Amor absoluto es ese “punto negro” que crean, penetrándose, dos seres ciegos e invisibles. Más o menos lo que sucede cuando disponemos dos espejos cara con cara, superficie con superficie: nada se refleja, nada se ve, nada se dice…

Escribir amar es como escribir saber… Un aforismo taoísta dice: “No podemos ver el color del cántaro porque estamos dentro de él”… —qué desconcertantes estas metáforas taoístas. Del mismo modo —continúo— tampoco podremos saber qué hay dentro del cántaro si no nos asomamos… —aun con riesgo de perecer en el intento ahogados en el pozo-cántaro; algo así como en el mito de Narciso. Pero no el más común que se cuenta, sino en la versión de Pausanias, geógrafo y escritor griego, quien refiere que Narciso tenía una hermana gemela que murió joven dejando a su hermano desconsolado. Un día Narciso creyó ver a su hermana en su propio reflejo (eran gemelos) y no sabiendo de esta experiencia especular de la imagen gemela cayó al pozo intentando recuperar a su hermana; es decir en un acto de amor, compasión y melancolía… La vida es eso ni más ni menos: amar, recordar, disfrutar y/o padecer solo y/o acompañado… Mientras te reconozcas en el espejo estás vivo… Vivir es mirarme en tus ojos cada mañana al despertar… —un “miracle”. Cuando los demás te recuerden sólo en tus reflexiones escritas y tus imágenes reflejadas habrás muerto hace tiempo… Morir es transformarse en un “miroir”…


(Este texto se lo dedico a Malena la Porteña y a sus alumnos que sé que me leen y discuten en sus clases; a Paulina, que participa en una exposición que se inaugura este próximo jueves en Lima... y a todos que han hecho del arte y escribir sobre arte su modo particular de ser y estar en el mundo... Ah, se me olvidaba... y a Marcos e Irene que se casan en julio).

Fotos: "Roma Mirall", mayo 2007. "Tokyo Mirror Night", junio 2004

domingo, mayo 04, 2008

Dos poemas: uno sin palabras (invéntalas tú) y otro sólo con palabras (imagíname)...





Si preguntas qué palabra
me gusta decir primero
al despertar por la mañana
te diré que es “mar”…

Si preguntas qué frase
me hizo dudar de la eternidad por primera vez
te confieso que fue este epitafio:
“Lo desconocido está al final de la vida
y al comienzo de la muerte”…

Si preguntas qué fue
lo que me hizo recordarte hoy
fueron estas palabras:“El olvido fecunda”…



Imágenes: "Chicago Plensa", enero 2005; "Dalí Museum Figueras", septiembre 2005; de la Serie "Calles de Tokyo", junio 2004; "Carroussel en Carcasonne", agosto 2005; "Manaos Sunset Bar", abril 2006; "Essaouira Spices", diciembre 2006; "Marcos Vidal Wall", instalación de Marcos Vidal, Dubrovnik, agosto 2001; "Mallorca Boat Souvenirs", agosto 2004; "Libro de Prato", mayo 1993; "Serifos dawn", septiembre 2006; "Mallorca sunset", abril 2008

sábado, mayo 03, 2008

Lou Reed, Berlín y la Melancolía que nos parió...

He leído que Lou Reed actuará próximamente en España, en el verano —Málaga, Madrid, San Sebastián, Sant Feliu de Guixols, Benidorm (21-26 de julio)—representando su “obra magna” Berlin, seguramente uno de las colecciones musicales más dolorosas de la historia del rock —por cierto, un giro de 180º con respecto a su anterior disco, también mítico, excepcionalmente glamoroso, Transformer… La naturaleza oscura del Berlin (1973) de Lou Reed, su desolada y agobiante atmósfera, son sublimes; me conmueve y apasiona absolutamente desde que compré este disco por primera vez en 1975. Es fascinante como una obra de semejante tristeza puede resultar tan adictiva —por cierto, la melancolía es adictiva. Lou elabora un material musical y textual sumamente complejo que hace aflorar lo más oscuro de la sociedad: suicidio, depresión, vicios, paranoia y melancolía neurótica… Estoy totalmente de acuerdo con “Batista inteligente” cuando afirma que se trata de “un oscuro y gótico retrato de la realidad mas descarnada vista por los ojos de un bohemio”, y también “el equivalente musical de poner a un chico drogadicto y depresivo en medio de una tienda de dulces narcóticos mientras escribe canciones de soledad, muerte, suicidio, depresión y maltratos”… Desde luego es una obra memorable… Y conozco de primera mano su sentido, las condiciones personales y existenciales que la alumbraron… Berlin sólo pudo ser creada en Berlín, ciudad melancólica y depresiva como pocas… Como El último tango en París sólo tiene un único escenario ideal… Curiosamente, ambas obras, disco y película, fueron editadas en 1973 —siempre me ha sorprendido esta coincidencia, su común melancolía; y con ambas obras me siento tan (no sé como decirlo).

Berlín es una ciudad privilegiada por el arte y la creación artística —en la actualidad e históricamente—, por escritores, filósofos, músicos, actores, artistas visuales, etc. Ha sido y es una ciudad de arte y artistas geniales, es decir, melancólica —este carácter psicológico colectivo que le atribuyo no es una simple licencia literaria, no, por supuesto; conozco muy bien Berlín —la he vivido con emotiva intensidad desde mi primer viaje en 1987—, viven allí grandes amigos con los que he confrontado mi opinión, cómplices-artistas que han reflexionado conmigo al respecto: todos estamos de acuerdo sobre la melancolía berlinesa…

Desde la antigüedad se ha señalado la relación entre la creatividad —o más precisamente la genialidad, allí donde la capacidad creadora alcanza su máxima expresión— con algún grado de patología mental, aunque autores modernos, como Rudolf y Margot Wittkower —Nacidos bajo el signo de Saturno— hayan argumentado suficientemente lo contrario. Aristóteles ya expresaba ese juicio en una pregunta hasta cierto punto capciosa: “¿Por qué todos los hombres extraordinarios son melancólicos? (…) hasta tal punto, que muchos de ellos sufren de manifestaciones patológicas cuyo origen está en la bilis negra". Los filósofos y escritores de la Grecia Clásica entendían por “melancolía” la condición de aquellas personas que sufrían oscilaciones de ánimo tanto hacia la euforia (o manía) como hacia la depresión; lo que Kraepelin denominó en tiempos modernos “psicosis maníaco depresiva”, y más tarde, casi a finales del siglo, “enfermedad bipolar”. Lo interesante en nuestro contexto es que tanto Platón como Aristóteles distinguieron dentro del amplio campo de la melancolía dos formas diferentes de euforia como de depresión: el primero separa la “manía divina” de la manía patológica —del “loco exaltado”—, mientras el segundo separa la melancolía de los genios de la melancolía como enfermedad, sin desconocer el hecho que pueden existir individuos en los cuales la melancolía genial se transforma en enfermedad propiamente dicha. Esta distinción de los filósofos griegos fue olvidada durante siglos, siendo rescatada recientemente, en 1961, por el psiquiatra alemán Hubertus Tellenbach, quien basó una buena parte de su revolucionaria teoría sobre la enfermedad depresiva en estas distinciones griegas, así como también en las descripciones que hicieron de los rasgos de personalidad de los melancólicos. Fue así como Tellenbach describió primero el “typus melancholicus”, propio de las formas monopolares de depresión, y años más tarde el “typus manicus”, personalidad característica de las formas bipolares.

Pero Tellenbach no se circunscribió sólo al mundo de la patología, sino que investigó en el campo de la literatura y la filosofía para buscar en los genios estos estados de ánimo alterado, en cierto modo no patológicos, enunciados por los filósofos griegos. Descubrió que muchos personajes de la gran literatura universal —y también muchos de los creadores de esos mismos personajes— muestran signos evidentes de esta suerte de “melancolía sin depresión”, como es el caso de Hamlet, entre los personajes literarios, y los poetas von Kleist, Grillparzer y Baudelaire, y los filósofos Kierkegaard y Nietzsche, entre otros creadores geniales… Para Tellenbach la melancolía consiste en el fracaso de la capacidad de trascender hacia la obra creadora: “Melancolía es estar dominado por la torturante sensación de no poder liberar (de una suerte de encierro) a la propia capacidad”. La diferencia entre la melancolía y la depresión patológica parece radicar entonces en el hecho que esta última compromete mucho más la corporalidad y los ritmos vitales que aquella. Kay R. Jamison, en un exhaustivo y reciente estudio sobre el tema, afirma que gran parte de los genios, tanto de la literatura como la pintura y la música, han sido maníaco-depresivos o han sufrido al menos de una depresión mayor. Su estudio se basa en las biografías de estos genios, así como en algunos antecedentes genéticos. Los casos más estudiados por ella son Lord Byron, Robert Schumann, Hermann Melville, Vincent van Gogh y Ernest Hemingway. No hay duda que estos personajes de la cultura universal sufrieron de alguna enfermedad mental severa, muy probablemente de una enfermedad bipolar, además que todos tenían antecedentes hereditarios.

Tellenbech introduce un concepto muy interesante, la palabra alemana “schwermut”, un término que define un estado peculiar de melancolía… Un ejemplo de ello podría ser el filósofo Kierkegaard, quien describe su depresión con estas palabras: “Estoy tan abatido y carente de alegría que no solamente no tengo nada que pueda satisfacer mi alma, sino que ni siquiera puedo imaginar lo que la pudiese saciar”, mientras que en otro de sus libros relata así la salida desde estos estados de melancolía:”Me levanté una mañana y me sentí extraordinariamente bien; este bienestar fue aumentando hacia el mediodía y justo a la una de la tarde había alcanzado la cima... cada pensamiento se presentaba festivo... todo lo existente estaba como enamorado de mí...”. También Nietzsche utiliza numerosas veces el término alemán “schwermütig” (melancólico), derivado del adjetivo “schewer” que significa pesado. Resulta interesante vincular el tema al llamado “espíritu de la pesadez” que acosa a Zaratustra; el espíritu de la pesadez sería el genio de los valores ajenos, mientras que Zaratustra invita a “soportarse” uno mismo, “amarse a sí mismo”. También en alemán para denominar la melancolía se utiliza el vocablo “melancholie”, que es igualmente empleado por Nietzsche en numerosos momentos de su obra. Se establece así pues una diferencia entre la melancolía —“melancholie”— sin más, como estado pasajero, y “schwermut”, acepción que tiene casi una correspondencia religiosa… En la obra de Baudelaire, el “spleen” —“Quand le ciel bas et lourd pèse comme un couvercle”— va a ocupar un papel central, y en muchos sentidos se parece al “schwermut” alemán y nietzscheano: “Spleen” va a ser la desgana vital que afecta al habitante de las grandes urbes, la enfermedad de la modernidad…

Así como existen una depresión como enfermedad y una depresión como estado particular del “genio creador” —o melancolía— también hay que referirse a la “angustia” y la ansiedad… ¿Existen una angustia y una ansiedad necesarias para la creatividad? ¿Cómo podría alguien crear en ese estado? Una interpretación positiva de la angustia creativa es la que señala M. Heidegger: para el filósofo alemán la angustia es una disposición afectiva fundamental, puesto que, a pesar de la desazón que implica, es capaz de poner al ser humano tanto frente a la desnudez del mundo (que es lo que propiamente “angustia en la angustia”) como frente a su propia soledad y desde ahí rescatar la posibilidad de una existencia auténtica. La experiencia de la angustia, según Heidegger, es lo que permite salvar al hombre de su natural tendencia a la “caída”. El poeta checo Rainer Maria Rilke fue uno de los grandes “melancólicos” del arte, de la poesía contemporánea… En su extensa correspondencia con Lou-Andreas Salomé y con la Princesa Marie von Thun und Taxis podemos seguir sus periódicas recaídas melancólicas, su angustia y ansiedad creativa, sus reflexiones al respecto. Un estado en el que lo más significativo era su incapacidad y falta de inspiración, la improductividad; angustia que también está presente durante los estados de melancolía, pero que no lo abandona cuando ésta desaparece y el tiempo parece volver a fluir, quizás una melancolía heredada, o “cultural”, que le acompañó desde la niñez hasta su muerte.

El poeta reconocía claramente su enfermedad, o al menos el estado de permanente malestar, angustia e incapacidad en que se encontraba, pero al mismo tiempo esperaba salir de él y recuperar el flujo creativo; aún más, admira esta extraña particularidad de su naturaleza que renace una y otra vez desde el abismo de la angustia y la melancolía, “avanzando de salvación en salvación”. Rilke parecía establecer una relación casi mecánica entre su padecimiento y su obra creadora, por cuanto para él lo más importante en la vida del artista es su obra y si admiraba tanto su propia existencia —a pesar de los sufrimientos por los que tuvo que pasar—, es por que sólo así, en ese estado de “sufrimiento espiritual y existencial”, había sido posible crear su obra. Siguiendo las reflexiones de Rilke, parece que el ser humano y en especial el artista no es dueño de su destino y por tanto no tiene derecho a cambiar arbitrariamente esa naturaleza que la Naturaleza le ha dado, porque ese cambio podría poner en peligro la obra de arte, y ésta muestra tener un sentido que todo lo trasciende, incluso al artista mismo. Rilke escribe una frase que viene a representar una íntima conclusión necesaria en todo su pensamiento al respecto: “a mi me sigue pareciendo que mi propio trabajo (creativo) no es en rigor otra cosa que un auto-tratamiento”… No hay otra terapia para el artista que dejar fluir la creatividad; el artista necesita las polaridades y las contradicciones para su obra creadora, algo que el poeta expresa magistralmente en su segunda carta a von Gebsattel: “Quizás sean exageradas las reservas que yo manifestara recientemente —con respecto al psicoanálisis—, pero en la medida que me conozco me parece seguro que si me expulsaran mis demonios, también mis ángeles pasarían (digamos) un pequeño susto y compréndalo usted, eso es justamente lo que no puede ocurrir”…

Berlín representa para mí en muchos aspectos estas ideas que de modo más o menos desordenado, impulsivo, he ido desgranando acerca de la melancolía, tanto en sus acepciones como “melancholie” y, sobre todo, como “schwermut”... Y no sólo por su condición histórica y actual de refugio de artistas y ciudad propicia para la creación, sino por su concordancia y exacta correspondencia con muchas de las condiciones melancólicas que antes he señalado. Ciudad de depresiones y euforias casi sucesivas sin solución de continuidad, ciudad que mira al pasado románticamente para recrearse y buscar el hilo de su esperanza, Ave Fénix que renace de sus cenizas —y al tiempo alegoría de Sísifo—, ciudad de ruinas y vacíos que intenta rellenar con historia, cultura, arte, restauraciones casi arqueológicas, imágenes melancólicas… ciudad indolente y escasamente productiva desde el punto de vista de la tradición industrial alemana, ciudad de grandes parques y paseos melancólicos, ciudad entrañable, mansa, ensimismada… —mientras escribo, paseo por el Mitte berlinés anclado a tu cintura: es mi deseo, todavía no tenemos recuerdos en común…

Fotos: Serie "Berliness", junio 2004

viernes, mayo 02, 2008

De los pájaros de Babel y sus melodiosos trinos... (divinas palabrrras)

Sé que te gustan mis textos sobre “alquimia del verbo”, que diría Rimbaud, las confidencias que comparto contigo acerca de la antigua “langue des oiseaux” de los alquimistas y maestros del Tarot. Hoy quiero mostrarte algunas extrañas analogías, sorprendentes correspondencias para ensayar nuevos modos de leer e interpretar el mundo, la vida, esas literaturas que guardan tesoros insospechados para tus ojos… Nuestro propio destino está cifrado, encriptado, en ciertas palabras y frases que un día encontramos no por casualidad o alguien desconocido nos regala sin saber muy bien por qué… Leer tus sueños quiero, no interpretarlos… Sólo con leer alcanzo a ver la realidad —le réel— que trasfiguran…

El gran alquimista del siglo XX, el misterioso anónimo Fulcanelli, en su segundo libro —Les Demeures Philosophales— nos revela el sentido de esta lengua de los pájaros: “Los viejos maestros, en la redacción de sus tratados, utilizaron sobre todo la cábala hermética, que todavía llamaban “lengua de los pájaros”, de los dioses, gaya ciencia o “gay scavoir”. De esta manera ellos podían ocultar al vulgo los principios de su ciencia, envolviéndolos con una cubierta cabalística. (...) Pero generalmente se ignora que el idioma del que los autores tomaron prestados sus términos es el griego arcaico, lengua madre de la pluralidad de discípulos de Hermes. Esta es la razón por la cual no se percibió intervención cabalística alguna, precisamente porque el francés proviene directamente del griego”… —parece que Fulcanelli no tiene grandes conocimientos sobre etimologías y lenguas comparadas, ¿o es que al afirmar que el francés proviene directamente del griego se está refiriendo a otras genealogías?… Más adelante nos señala que “la lengua de los pájaros es un idioma fonético basado únicamente en la asonancia. No se tiene en cuenta la ortografía, este rigor sirve de freno a los curiosos (...) Los raros autores que han hablado de la lengua de los pájaros le atribuyen el primer lugar en el origen de las lenguas. Su antigüedad se remontaría a Adán, que lo habría utilizado para imponer, según orden divino, los nombres convenientes y propios para definir las características de los seres y las cosas creadas (...) Los antiguos escritores la llamaban “langua general” (lengua universal) y “lengua cortesana” (lengua de corte), es decir lengua diplomática, porque encierra una doble significación que se corresponde con una doble ciencia, una aparente y la otra profunda. (...) Era la lengua secreta de los “cabaliers”, cabalistas o caballeros... Iniciados e intelectuales de la antigüedad la conocían todos”… Ya en su primer libro —Le Mystére des Catedrales— Fulcanelli se refería a esta lengua antigua. Según las reglas de la fonética y las homofonías de la lengua de los pájaros, el “arte gótico” de las catedrales sería un lenguaje particular —“argot”— para todos aquellos que estaban interesados en expresar sus pensamientos y conocimientos sin ser reconocidos o comprendidos por los demás “ingenuos”… Para Fulcanelli estos “argotiers”, que hablaban una cábala antigua, eran descendientes herméticos de los “argo-nautas” que buscaban el mítico Vellocino de Oro: “Todos los Iniciados se expresan en argot”.

Años antes de la aparición misteriosa de los libros de Fulcanelli, Henry Boudet, cura de Rennes-les-Bains, había editado un celebre libro —La vrais langue celtique (1886)— en donde afirmaba que el inglés era la lengua a utilizar para dar un doble sentido a las palabras francesas… Este método es el que hemos visto utilizar a Duchamp en algunos de sus más notables “ready made” lingüísticos —ver: Alquimias duchampianas y el lenguaje de los pájaros… y también Para quienes leen y traducen la lengua de los pájaros; o quieren aprender… a olvidar otras lenguas. Más aún: este “poliglotismo” esotérico es el que reconocemos en algunas de las más inquietantes páginas de los libros de Joyce, especialmente en su Ulysses y en Finnegans Wake, y cómo no, en las novelas y ensayos de Umberto Eco, sobre todo en el enciclopédico y hermético Péndulo de Foucault… Boudet se refiere también en su libro a los juegos de palabras muy populares en Inglaterra, lo que se denomina “to pun”. Boudet lo relaciona con la lengua púnica (o de los pueblos de Kabilias, bereberes, del norte de África), e interpreta que “Kabilia” tiene que ver con “Cábala” (la cábala de los alquimistas y herméticos al hacer juegos con las palabras), etc. Boudet cree que esta lengua púnica sería una derivación directa y perfecta de la lengua precedente de Babel, antes que la soberbia de los hombres fuera castigada con la multiplicación de sus lenguas y su confusión… Después de la confusión de las lenguas de Babel —según Boudet— “las palabras nuevas no tuvieron la misma simplicidad; se construyeron y expresaron sus significados por medio de asociaciones de términos primitivos, unas veces mediante proposiciones un tanto figuradas, o bien describiendo un hecho real o histórico”. Es decir, después de la confusión de las lenguas las palabras se cargaron de dobles sentidos o nuevos significados, se imantaron con nuevas correspondencias.

Boudet veía también una gran proximidad entre la lengua “Kabilia” (bereber) y la lengua vasca; intuición que sorprende todavía más hoy dado el resultado de recientes investigaciones que revelan múltiples conexiones lingüísticas y fonéticas entre el euskera y algunos dialectos bereberes… Y más aún cuando, siguiendo las tesis del Padre Barandiarán, podemos localizar e interpretar los orígenes del castellano en la frontera geográfica y lingüística del euskera en fechas indeterminadas de la primera época medieval, lo que supondría el reconocimiento de una hibridación entre dos lenguas radicalmente distantes entre sí: de una parte una semántica del latín vulgar, seguramente contaminada con palabras celtas residuales, pese a la romanización, procedentes de su módulo popular original, y de otra parte una fonética evidentemente distinta, euskera, o acaso bereber (aunque seguramente deformado y casi irreconocible como tal). Esto explicaría la distinta evolución del castellano y el italiano, dos lenguas aparentemente tan próximas y con un tronco común, y la diversa transformación de algunas de sus partículas lingüísticas esenciales, por ejemplo sus diptongos…

Aunque sólo sea una hipótesis, resulta fascinante comprobar la cantidad y “representatividad” de las palabras que en castellano están compuestas con el fonema “br” —en muchos aspectos relacionado con la trascripción fonética de la misma palabra “bereber”. Por citar sólo algunos ejemplos: hombre, hembra, nombre, sombra, umbral, brotar, breve, brillar, brasa, brincar, vibrar, brío, bravo, brusco, bruto, brida, brete, breña, brisa, brazo, bruces, bregma, bramar, bricomanía, bramante, brancada, bruñir, bronce, broquel, cobre, bromo, bruja, brújula, bruma, broma, brisca, breva, bronca, bribón, brigada, brear, brea, brocha, broche, brecha, brebaje, brocal, abrevar, branquia, bregar, braga, bruno, enebro, brezo, briza, brizna, broca, broza, nombre, ginebra, culebra, palabra, hebreo… y también Brahma, Ebro, Bretaña… y tantas otras que contienen el fonema “br” en sus sílabas —u otro fonema semejante, “pr”, así mismo también bilabial: prender, aprender, provecho, privado, próximo, presente, pronto, prisa, prueba, pre-... A muchas de estas palabras se les reconoce un origen antiguo, a veces celta, otras “ibero”, o procedente de “hablas pirenaicas”, y tantos otros tras la catástrofe de Babel, de su gran torre —¿qué pájaros anidaban en sus alturas que aún recuerdan su lengua original? ¿Tú que me lees, en tu filología caben mis palabras?

Estoy seguro que todos los conceptos, las acciones, los sentimientos y sensaciones, los elementos materiales básicos de cualquier cultura primaria, se pueden expresar con estas palabras que incluyen el fonema “br”, “pr” o similares (que a lo peor se fueron alterando con el ir y venir de las palabras)… Más aún: me atrevería decir que todo esto tiene que ver con la voz de Dios, cómo la escucharon o interpretaron verbalmente los hombres antiguos… La voz de Dios es la voz del trueno: su vibración es su palabra (el antiguo “brrr”)… NombrarLe es NegarLe… Mi nombre es BRUNO LLANES… —y el tuyo tan breve como el MAR que no cesa…


Dibujo: "Libro de Horas", 1991-92