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viernes, mayo 09, 2008

Despedida de Pau Llanes... —¿Por qué no?

Quien te mira es Pau Llanes, mi retrato ideal. Quiero que leas mis últimas palabras mientras miras mis ojos que te miran de lejos… Hace ciento cuatro días escribí un poema; era el corazón del primer texto que compuse para Arterapia Sentimental, su eje, su pilar, su Aleph. Dice así:

POEMA DE UN VIAJERO

Paul Morand afirma que el mundo es un libro
del cual no se ha leído nada más que la primera página
si no se ha abandonado alguna vez el lugar en donde nacimos.
Viajar es leer el libro del mundo. La vida es un viaje.
Viajar, más que un placer, es un deber...

El descubrimiento de una nueva ciudad
la sorpresa ante un paisaje desconocido que nos conmueve
sin duda modifican la percepción del lugar anterior del que venimos.
El viajero parece que sólo disfruta
en la ausencia y con la distancia... recordando.

Como en el amor...
Como cuando se escribe un poema de amor...


Han pasado ciento cuatro días desde entonces; te he regalado ciento cuatro paisajes invisibles que imaginar, en donde encontrarnos para compartir nuestros respectivos reflejos que nos acompañan tan leales como nuestras sombras… Yo te leo, tú me lees, nos escribimos, nos leemos, nos reflejamos en nuestras palabras… nos deseamos aun ausentes y a distancia; nos recordaremos aun ciegos e intactos… —¡Qué generosidad la nuestra, mi amor, tan derrochadores como manirrotos con nuestro tiempo!—… Espero haber sido para ti lo que en mi frontispicio prometía: medicina homeopática —mis imágenes, mis palabras curare—, bálsamo eficaz que alivie tu (nuestra común) melancolía; ese brebaje de sagrada composición que te invitaba a tomar frente a mi ventana para envenenarte suficiente… Luego que leas esta despedida puedes ir (cuando puedas, cuando quieras) a leer mi último relato en el anterior post. Es el segundo capítulo de Historias de un tuareg existencial… Lo que se inicia con amor, con amor debe acabar…

Sé que tengo que despedirme… Te lo había anunciado sin decir —diciendo— en mi texto Crónica esotérica de un suicidio anunciado… —un cuento para bloggers... (el 30 de abril). Sí, te confieso: estaba llamando tu atención, como el suicida lo hace con sus próximos. No es que te invitara a salvarme —uno no puede salvar al otro de su destino, ni siquiera a sí mismo del suyo propio aunque lo intente—, sólo quería que empezaras a hacerte a la idea de nuestra inmediata y segura separación, que nos disfrutáramos estos últimos días juntos, que prepararas tu despedida sin prisas de última hora (aunque soy yo el que se marcha y desvanece)… Siempre quise despedirme de mis muertos, o de todos aquellos que algún día fueron todo o parte de mi vida y seguramente nunca más nos volveremos a reencontrar para compartir nuestras cosas. Jamás pude hacerlo, porque casi nunca conocemos cuando llega la muerte tan celosa de su cometido, o la ausencia para siempre, pues todo parece ilimitado y posible… Si no pude hacerlo hasta ahora, al menos hoy me despido como dios manda —pues sé que parto y se me parte el alma hacerlo…

El seis de febrero escribía: “El misterio del encuentro de un hombre y una mujer —o cualquiera de las parejas posibles, por supuesto (ya sabes que soy heterosexual y políticamente incorrecto; hablo tal cual)— está en el poder insuperable de su deseo. Un hombre y una mujer se aman a pesar de sus circunstancias, de los demás, de la amenaza del olvido. Un hombre y una mujer se separan a pesar del poder narcótico de sus recuerdos… Y aunque sabemos que un encuentro nunca es para siempre, que todo finaliza más tarde o más temprano… no dejamos de desear que esta vez sea más duradero, acaso para siempre, si el destino quiere o así estaba escrito”… No fue posible, y mira que lo intentamos y quisimos a dúo; así estaba escrito, así lo dicta mi destino, tan generoso en vida como implacable al final de la partida… Sólo te pido que recuerdes a Pau Llanes hasta más no poder, que me olvides cuando toque, ni antes o después, que me releas y recuerdes cuando la nostalgia trepe por tu garganta y se encarame a tus ojos, ni más ni menos… No lleves luto por mí, amor que me lees, ni arrojes ceniza sobre tu cabeza… Sonríe, ríe a carcajadas si el cuerpo te lo pide; haz el amor o jode o folla con cualquier literatura a mis espaldas, que las tengo grandes, que son fuertes de tanto acarrear belleza de un sitio para otro… —en tu placer al leer(me) fundo (confundo) mi placer al escribir(te)…

Nunca sabrá Marco Antonio Montes de Oca, mi admirado poeta mexicano, cuánto le deben mi vida y mi escritura a aquel poema suyo —El viaje del moribundo— que primero leí cuando aún era casi un niño. Toda mi vida fue como la historia de aquel moribundo que inventó; de él aprendí a vivir a quemarropa, a disfrutar de las pequeñas cosas y hacerlas grandes, a transformar sus valores con la palabra, la magia de la imaginación, el aliento de lo sagrado, con voluntad de belleza, amor… Es justo pues que finalice este viaje con sus palabras, pues le debo una vida memorable (ojalá lo sean también mis creaturas, mi propia obra de creación, que ensayé siguiendo su ejemplo y el de tantos otros como él que disfruté y me inspiraron): …“La vida ya está con misterio trasplantada en la palabra, / otra vida me aguarda, / una vida mil veces filtrada por el cedazo podrido de las tumbas. / Y cuando a los cinco mil años de muerto / yo sea arrastrado por tuzas / y giren mis restos en el carrusel de los gusanos / y mis hermanos de fosa, convencidos de que nunca han de volver, / cambien entre sí las letras de sus epitafios, / sabré levantarme, morir de nuevo, / exponer otra vez las verdades de mi reino”… El tiempo dirá si renaceré como Ave Fénix de mis cenizas o de mi sepultura salada, si muero por no morir o vivo ya enterrado entre tus recuerdos, si moriré para siempre transformado en el pico de un halcón peregrino o en la aleta dorsal de un atún en el Mediterráneo, o seré el octavo color de tu arco iris o la ceja de la ñ que te hace cosquillas mientras me lees… —VERITAS FILIA TEMPORIS (La verdad es hija del tiempo).

No sé si te diste cuenta, amor, que mi ciudad-arquitectura es un mausoleo, un inmenso museo-archipiélago lacustre donde reposa la memoria (dulce y humectada) —son tantos los recuerdos que ajetreo, tan densos y contiguos, que la ciudad exhala bruma, se vela y desvela indolente, felizmente amortajados (yo, ella) entre tus pestañas… Al igual que todo museo tiene su lema —el mío tiene como emblema las palabras iniciales de Finnegans Wake: “riverrum, past Eve and Adam’s”…—, todo mausoleo debe exhibir su epitafio. Una vida me llevó componer el mío: “SÍ… ¿POR QUÉ NO?”… —ojalá entiendas lo que representa y contiene este Aleph… Te confieso que antes de escribir esta frase-epitafio estuve tentado de apropiarme para siempre del que Marcel Duchamp compuso para su tumba —D’ailleurs, c’est toujours les autres qui meurent (Además, son siempre los otros quienes mueren)—, que a su vez “robó” a su amante Maria Martins, quizás para compartir con ella tras la muerte las mismas palabras; eso sí que es amar para siempre… Todo es mar en el mar de tus ojos y tu nombre…

Ultimas voluntades:

Ven cuando quieras a visitar mi tumba. No hace falta que me regales grandes pensamientos ni elocuentes discursos. Una sola palabra tuya bastará para sanarme… Apréndeme de poco en poco, dame tiempo, por favor no me leas de pasada… Tengo tanto que decirte…

Si quieres recordar mis palabras o mis imágenes originales en tu casa, hazlo saber antes a mis chelas, a los que transferí los derechos sobre mis criaturas. Ellos te dirán qué hacer… No te alarmes, son de mi estirpe, tuaregs generosos con los viajeros que buscan, hijos todos de Tin-Hinan

Si puedes, lee mis últimas palabras escuchando Traumerei (ensoñación) de Schumann —interpretada por Vladimir Horowitz o Martha Argerich, por favor; te oiré donde esté.

No olvides nunca que Arterapia Sentimental es un díptico biográfico en ciento cuatro jornadas, un díptico de espejos enfrentados, por supuesto… Algo así como la ciudad invisible de Valdrada de la que te escribí casi al principio de este blog —anda, ve a releerlo luego, hay “chuches” de Zacatecas para tus ojos. Pau Llanes fue su personaje narrador, el gozne que aquí y ahora desaparece sin rechistar…


Dibujo: "Retrato ideal de Pau Llanes veneciano", Evelyn Castro, 2008

domingo, mayo 04, 2008

Dos poemas: uno sin palabras (invéntalas tú) y otro sólo con palabras (imagíname)...





Si preguntas qué palabra
me gusta decir primero
al despertar por la mañana
te diré que es “mar”…

Si preguntas qué frase
me hizo dudar de la eternidad por primera vez
te confieso que fue este epitafio:
“Lo desconocido está al final de la vida
y al comienzo de la muerte”…

Si preguntas qué fue
lo que me hizo recordarte hoy
fueron estas palabras:“El olvido fecunda”…



Imágenes: "Chicago Plensa", enero 2005; "Dalí Museum Figueras", septiembre 2005; de la Serie "Calles de Tokyo", junio 2004; "Carroussel en Carcasonne", agosto 2005; "Manaos Sunset Bar", abril 2006; "Essaouira Spices", diciembre 2006; "Marcos Vidal Wall", instalación de Marcos Vidal, Dubrovnik, agosto 2001; "Mallorca Boat Souvenirs", agosto 2004; "Libro de Prato", mayo 1993; "Serifos dawn", septiembre 2006; "Mallorca sunset", abril 2008

viernes, mayo 02, 2008

De los pájaros de Babel y sus melodiosos trinos... (divinas palabrrras)

Sé que te gustan mis textos sobre “alquimia del verbo”, que diría Rimbaud, las confidencias que comparto contigo acerca de la antigua “langue des oiseaux” de los alquimistas y maestros del Tarot. Hoy quiero mostrarte algunas extrañas analogías, sorprendentes correspondencias para ensayar nuevos modos de leer e interpretar el mundo, la vida, esas literaturas que guardan tesoros insospechados para tus ojos… Nuestro propio destino está cifrado, encriptado, en ciertas palabras y frases que un día encontramos no por casualidad o alguien desconocido nos regala sin saber muy bien por qué… Leer tus sueños quiero, no interpretarlos… Sólo con leer alcanzo a ver la realidad —le réel— que trasfiguran…

El gran alquimista del siglo XX, el misterioso anónimo Fulcanelli, en su segundo libro —Les Demeures Philosophales— nos revela el sentido de esta lengua de los pájaros: “Los viejos maestros, en la redacción de sus tratados, utilizaron sobre todo la cábala hermética, que todavía llamaban “lengua de los pájaros”, de los dioses, gaya ciencia o “gay scavoir”. De esta manera ellos podían ocultar al vulgo los principios de su ciencia, envolviéndolos con una cubierta cabalística. (...) Pero generalmente se ignora que el idioma del que los autores tomaron prestados sus términos es el griego arcaico, lengua madre de la pluralidad de discípulos de Hermes. Esta es la razón por la cual no se percibió intervención cabalística alguna, precisamente porque el francés proviene directamente del griego”… —parece que Fulcanelli no tiene grandes conocimientos sobre etimologías y lenguas comparadas, ¿o es que al afirmar que el francés proviene directamente del griego se está refiriendo a otras genealogías?… Más adelante nos señala que “la lengua de los pájaros es un idioma fonético basado únicamente en la asonancia. No se tiene en cuenta la ortografía, este rigor sirve de freno a los curiosos (...) Los raros autores que han hablado de la lengua de los pájaros le atribuyen el primer lugar en el origen de las lenguas. Su antigüedad se remontaría a Adán, que lo habría utilizado para imponer, según orden divino, los nombres convenientes y propios para definir las características de los seres y las cosas creadas (...) Los antiguos escritores la llamaban “langua general” (lengua universal) y “lengua cortesana” (lengua de corte), es decir lengua diplomática, porque encierra una doble significación que se corresponde con una doble ciencia, una aparente y la otra profunda. (...) Era la lengua secreta de los “cabaliers”, cabalistas o caballeros... Iniciados e intelectuales de la antigüedad la conocían todos”… Ya en su primer libro —Le Mystére des Catedrales— Fulcanelli se refería a esta lengua antigua. Según las reglas de la fonética y las homofonías de la lengua de los pájaros, el “arte gótico” de las catedrales sería un lenguaje particular —“argot”— para todos aquellos que estaban interesados en expresar sus pensamientos y conocimientos sin ser reconocidos o comprendidos por los demás “ingenuos”… Para Fulcanelli estos “argotiers”, que hablaban una cábala antigua, eran descendientes herméticos de los “argo-nautas” que buscaban el mítico Vellocino de Oro: “Todos los Iniciados se expresan en argot”.

Años antes de la aparición misteriosa de los libros de Fulcanelli, Henry Boudet, cura de Rennes-les-Bains, había editado un celebre libro —La vrais langue celtique (1886)— en donde afirmaba que el inglés era la lengua a utilizar para dar un doble sentido a las palabras francesas… Este método es el que hemos visto utilizar a Duchamp en algunos de sus más notables “ready made” lingüísticos —ver: Alquimias duchampianas y el lenguaje de los pájaros… y también Para quienes leen y traducen la lengua de los pájaros; o quieren aprender… a olvidar otras lenguas. Más aún: este “poliglotismo” esotérico es el que reconocemos en algunas de las más inquietantes páginas de los libros de Joyce, especialmente en su Ulysses y en Finnegans Wake, y cómo no, en las novelas y ensayos de Umberto Eco, sobre todo en el enciclopédico y hermético Péndulo de Foucault… Boudet se refiere también en su libro a los juegos de palabras muy populares en Inglaterra, lo que se denomina “to pun”. Boudet lo relaciona con la lengua púnica (o de los pueblos de Kabilias, bereberes, del norte de África), e interpreta que “Kabilia” tiene que ver con “Cábala” (la cábala de los alquimistas y herméticos al hacer juegos con las palabras), etc. Boudet cree que esta lengua púnica sería una derivación directa y perfecta de la lengua precedente de Babel, antes que la soberbia de los hombres fuera castigada con la multiplicación de sus lenguas y su confusión… Después de la confusión de las lenguas de Babel —según Boudet— “las palabras nuevas no tuvieron la misma simplicidad; se construyeron y expresaron sus significados por medio de asociaciones de términos primitivos, unas veces mediante proposiciones un tanto figuradas, o bien describiendo un hecho real o histórico”. Es decir, después de la confusión de las lenguas las palabras se cargaron de dobles sentidos o nuevos significados, se imantaron con nuevas correspondencias.

Boudet veía también una gran proximidad entre la lengua “Kabilia” (bereber) y la lengua vasca; intuición que sorprende todavía más hoy dado el resultado de recientes investigaciones que revelan múltiples conexiones lingüísticas y fonéticas entre el euskera y algunos dialectos bereberes… Y más aún cuando, siguiendo las tesis del Padre Barandiarán, podemos localizar e interpretar los orígenes del castellano en la frontera geográfica y lingüística del euskera en fechas indeterminadas de la primera época medieval, lo que supondría el reconocimiento de una hibridación entre dos lenguas radicalmente distantes entre sí: de una parte una semántica del latín vulgar, seguramente contaminada con palabras celtas residuales, pese a la romanización, procedentes de su módulo popular original, y de otra parte una fonética evidentemente distinta, euskera, o acaso bereber (aunque seguramente deformado y casi irreconocible como tal). Esto explicaría la distinta evolución del castellano y el italiano, dos lenguas aparentemente tan próximas y con un tronco común, y la diversa transformación de algunas de sus partículas lingüísticas esenciales, por ejemplo sus diptongos…

Aunque sólo sea una hipótesis, resulta fascinante comprobar la cantidad y “representatividad” de las palabras que en castellano están compuestas con el fonema “br” —en muchos aspectos relacionado con la trascripción fonética de la misma palabra “bereber”. Por citar sólo algunos ejemplos: hombre, hembra, nombre, sombra, umbral, brotar, breve, brillar, brasa, brincar, vibrar, brío, bravo, brusco, bruto, brida, brete, breña, brisa, brazo, bruces, bregma, bramar, bricomanía, bramante, brancada, bruñir, bronce, broquel, cobre, bromo, bruja, brújula, bruma, broma, brisca, breva, bronca, bribón, brigada, brear, brea, brocha, broche, brecha, brebaje, brocal, abrevar, branquia, bregar, braga, bruno, enebro, brezo, briza, brizna, broca, broza, nombre, ginebra, culebra, palabra, hebreo… y también Brahma, Ebro, Bretaña… y tantas otras que contienen el fonema “br” en sus sílabas —u otro fonema semejante, “pr”, así mismo también bilabial: prender, aprender, provecho, privado, próximo, presente, pronto, prisa, prueba, pre-... A muchas de estas palabras se les reconoce un origen antiguo, a veces celta, otras “ibero”, o procedente de “hablas pirenaicas”, y tantos otros tras la catástrofe de Babel, de su gran torre —¿qué pájaros anidaban en sus alturas que aún recuerdan su lengua original? ¿Tú que me lees, en tu filología caben mis palabras?

Estoy seguro que todos los conceptos, las acciones, los sentimientos y sensaciones, los elementos materiales básicos de cualquier cultura primaria, se pueden expresar con estas palabras que incluyen el fonema “br”, “pr” o similares (que a lo peor se fueron alterando con el ir y venir de las palabras)… Más aún: me atrevería decir que todo esto tiene que ver con la voz de Dios, cómo la escucharon o interpretaron verbalmente los hombres antiguos… La voz de Dios es la voz del trueno: su vibración es su palabra (el antiguo “brrr”)… NombrarLe es NegarLe… Mi nombre es BRUNO LLANES… —y el tuyo tan breve como el MAR que no cesa…


Dibujo: "Libro de Horas", 1991-92

miércoles, abril 30, 2008

Crónica esotérica de un suicidio anunciado... —un cuento para bloggers...

Llevaba unos días pensando muy seriamente cerrar su blog, es decir finalizar su aventura literaria y las de sus personajes. No estaba cansado ni le había huido la inspiración, por supuesto; Pablo escribe desde hace más de treinta años todos los días, poco mucho, bueno o malo o regular, pero escribe y lee todos los días de su vida… así que es muy difícil por no decir imposible que un día no sepa qué escribir o cómo hacerlo… Tenía otros motivos, había otras causas… En realidad había comenzado a valorar esta posibilidad luego de leer un e-mail remitido por una de sus más fervientes lectoras, conspicua escritora, que cada fin de semana le escribía largas y siempre incisivas reflexiones sobre sus textos, además de reñirle cariñosamente sobre su prodigalidad como escritor de blogs y alertarle sobre la fatiga o el tedio que tarde o temprano aquejan a algunos escritores en este medio. Aquella carta le conmocionó…

En su escrito, Gavina Encallada —que así se apodaba su brillante “pepita grillo” literaria— le atribuía poseer ya uno de esos blogs de culto que se trasmiten de boca a oído (es un decir) por foros de internautas y aparecen en las listas de algunos gurus de la ciberblogosfera. Pablo desconfía de los halagos, conoce su narcótica dulzura, los ha disfrutado tantas veces en su vida profesional... aun con todo los agradece en silencio, le estimulan a entregarse más si cabe. No obstante le “corren” un poco esas palabras que destilan tanta admiración como agradecimiento, le sucede lo mismo con los regalos inesperados, no sabe muy bien por qué —con lo que domina el lenguaje este hombre, se queda mudo en esas situaciones; qué curioso… Luego de esta primera declaración, Gavina Encallada le confiaba una experiencia reciente: “No hace mucho, vagabundeando por Internet, fui a parar a un blog que me llamó mucho la atención y, pese a no ser comparables, lo relacioné rápidamente con el tuyo. Su autor había colgado una última entrada en noviembre de 2007 y en ella se despedía de lectores y fans (curioso paralelismo con tu blog en cuanto a la pléyade de abducidas). Después de leer allí un considerable número de entradas vencí mi incomprensible reticencia a enviar comentarios y, con la sensación de que había estado visitando la tumba de un héroe anónimo, dejé unas flores sobre ella. Todavía hoy algunos visitan ese túmulo esperando el milagro de la resurrección”… Leyendo este último párrafo Pablo supo con absoluta certeza que él también “se suicidaría” joven y héroe, en la flor de su vida como blogger; intuía qué iba a suceder pronto, todavía no conocía cuándo…

Dado su tropismo por los temas simbólicos y su carácter ritualista, de inmediato empezó a pensar en ese cuándo indeterminado. Debía corresponderse con algún número mágico, sagrado, de eso estaba totalmente seguro… Pablo piensa que ciertos números, ciertas imágenes y palabras, son la cifra del mundo, su clave secreta; a encontrarlos, a reconocerlos, ha dedicado buena parte de su vida, su tiempo libre, sus conocimientos y memoria… —podría escribir un tratado sobre sus métodos y verificaciones; incluso una novela sobre las auténticas razones, los aspectos “mágicos”, de muchas de sus decisiones profesionales, el sentido oculto de la mayoría de sus proyectos… Luego de repasar su lista de números “idóneos” para el sacrificio de su blog, llegó a la conclusión de que éste tendría que ver con el número 13. Y no sólo porque en la cultura occidental (y sus actuales ramificaciones globalizadoras) el trece sea un número fatal de mala suerte, sino precisamente por su ambigüedad y trasfondo mágico-secreto que Pablo tan bien conoce.

El folclorismo numérico cristiano supone que la fatalidad del trece proviene de la misma Cena Santa con trece comensales, antesala del sacrificio y muerte de Jesús… Ha sido tal la histeria desatada con el trece en nuestra era que se evita en muchas series corrientes: por ejemplo en las filas de asientos de los aviones, en muchos hoteles o rascacielos no existe el piso 13, algunos personajes se refieren a él como 12+1, otros evitan casarse cualquier día trece (y si es martes peor). De echo existe una fobia al número trece —triscaidecafobia—, como existe otra al 666, o número de la bestia, desde luego mucho más difícil de escribir y sobre todo pronunciar correctamente de un tirón: hexakosioihexekontahexafobia… “Peces lleva, cuando el río suena”: en el mismo Código de Hammurabi se omite el número 13; la Muerte es el número XIII del Arcano Mayor del Tarot (la única lama que no viene “nombrada”) —aunque no se trate de una carta de por sí “mala”, ya que anuncia transformación y cambio, a nadie le gusta que la muerte le venga a visitar antes de tiempo, incluso a su tiempo, ¿no?... Bueno, en México la muerte es otra cosa —es tan dulce…

Sin embargos para otras culturas, otras gentes, el trece es un número “clave”, revelador, llave maestra para desvelar múltiples secretos ocultos, verdades “sagradas” que confirman el carácter transcendental —más allá de lo meramente físico y material— del universo y todo lo que en él se contiene. Parece ser que está relacionado con lo cósmico y astrológico: el mismo niño Jesús recibió a los Reyes Magos el día 13 tras su nacimiento, cuenta la leyenda cristiana; en realidad los signos del Zodiaco son 13, ya que Géminis es doble; trece “meses” de veinte días constituyen un año —260 días— en el Calendario Sagrado Maya, esa civilización mesoamericana que tanto nos fascina a Pablo como a mí, y a Bruno Llanes, por supuesto; también trece son los ciclos lunares de 28 días que constituyen un año solar en el calendario Dreamspell, acaso más preciso que el calendario Gregoriano… El número 13 es lunar, femenino, sin duda; así como el 12 es solar, masculino. No es extraño pues que los relojes —un invento tan masculino, machista como pocos— tengan esferas divididas en doce sectores, sus horas… Las mujeres son más sabias, ellas inventaron el tiempo, no los relojes… Sus ciclos diarios siempre tienen una hora de más (ningún hombre sabe qué hace una mujer con su hora de regalo; es su capricho, su secreto). Los hombres suelen ser puntuales, es decir llegan a su punto precisamente sin retardo; la mujeres siempre llegan a tiempo… a su tiempo, que no es lo mismo.

En la Cábala judía cada letra representa un número; si sumamos los números de la palabra UNO en hebreo nos da como resultado 13… Para los masones el trece es el número de las grandes transformaciones y grandes cambios, de algún modo el símbolo de la vida eterna. El dólar norteamericano es un buen ejemplo de este “decir” y “saber” ocultados; algo obvio dada la fundación del nuevo estado y sus símbolos por fracmasones e intelectuales ocultistas. En la parte posterior del billete de un dólar —la imagen más vista, a la vez que menos leída de la cultura visual estadounidense— podemos ver el águila blanca “agarrando” por un lado 13 flechas y por otro una rama de olivo con 13 hojas y 13 frutos; la coraza del águila es un escudo con 13 barras y sobre su cabeza reconocemos una aureola-constelación de 13 estrellas, por cierto componiendo una estrella de David, la formada por dos triángulos equiláteros invertidos atravesándose superpuestos; al otro lado del águila vemos la pirámide escalonada que lleva hacia el conocimiento gnóstico, simbolizado por el gran ojo que todo lo ve y mira a lo lejos —la pirámide tiene 13 escalones o peldaños… Y como slogan central: ONE —UNO— es decir trece… Qué curioso que para unos —quizás entre los más sabios— el trece signifique unión (simbolon), sea un número “clave” que une… y para otros —la mayoría indiferenciada— signifique lo contrario, implique desunión (diábolon), fatalidad negativa… En alemán, por ejemplo, del trece se dice “Dreizhen its des Teufels Dutzend” (trece es la docena del diablo)…

Una vez que Pablo decidió que el trece sería el número base, le fue fácil adivinar cual sería la cifra final incluida en esta serie: 13, 26, 39, 52, 65, 78, 91, 104, 117, 130, etc… Dado que hacía tiempo había publicado su entrada número 52 —cuyo críptico simbolismo evidentemente sus lectores no habían entendido— su mejor elección posible sería 104. Es decir, se convenció “suicidar” su blog coincidiendo con la entrada número 104, que además debería concordar con el día 104 desde la creación de su blog. Nada más tomar esta decisión Pablo abrió su archivo de Blogger para consultar su posición en este calendario cuenta-atrás… Faltaría a la verdad si no dijera que le inquietó más de lo esperado descubrir que faltaban pocos días y escasas entradas para alcanzar esa fatídica (aunque voluntaria) cifra que pondría fin a su existencia como personaje y autor de un “blog de culto”, quien sabe si también para siempre en la blogosfera. Esta certeza sumió en tal tristeza a Pablo que durante tres días con sus correspondientes noches no pudo articular palabra alguna ni escribir una sola letra; aquellos días fueron ni más ni menos un estar en coma, o peor aún: un ser enterrado en vida (paralizado por el miedo, mudo; consciente de su destino, aterrorizado)…

Antes comenté que la civilización Maya poseía un conocimiento matemático-astrológico realmente excepcional y disponía de varios calendarios que lo expresaban. Seguramente el más significativo es el Calendario Sagrado —Tzolkin o Cholquij— de 260 días (trece ciclos de veinte días cada uno). La observación astrológica y su sistematización teórica llevaron a los mayas a conocer el movimiento de los planetas, sus ciclos anuales alrededor del sol, por ejemplo Venus. Parece ser que la importancia del número trece vendría dada por la combinación del año venusino (de 584 días terrestres) con el terrestre (de 365 días). El máximo común divisor de ambas cifras es 73 —584/73=8; 365/73=5—, la suma de sus productos sería 13 (8+5)… La combinación del sistema vigesimal maya con este módulo 13 da como resultado 260 —lo que coincide casi plenamente con el ciclo de dos cosechas de maíz en las tierras mayas, y lo que es más sorprendente, con el ciclo de gestación de un ser humano… La combinación de años sagrados de 260 días y solares de 365 días da como resultado ciclos unitarios de 52 años llamados “haz” o “nudo” —xuihmolpilli—… El final de cada ciclo de 52 años era un tiempo de miedo y malos presagios, se pensaba que podía ser el final del cosmos, del mundo conocido. Así mismo, el total de días en cinco años venusinos igual al de ocho años terrestres nos proporciona interesantes sugestiones: si se entiende que el día de nacimiento de una persona es su “día signo” (tonalli), las características matemático-astrológicas de este día-signo concurren sólo exactamente cada 65 ciclos de Venus, cada 37.960 días, lo que es lo mismo 104 años solares… Lo más sorprendente es que los ciclos solares de 365 días, el “Sagrado” de 260 días y el de Venus de 584 días coinciden sólo tras haber transcurrido dos “siglos” mayas de 52 años, es decir exactamente cada 104 años…

Todas estas condiciones simbólicas y correspondencias numéricas decidieron por completo a Pablo a “suicidar” su blog bajo el signo del 104. Con aplomo consultó el calendario, contó los días desde que apareció Trébol de cuatro hojas —que así se llamaba su Cuaderno de Bitácora— y fijó el día exacto de su “magnicidio”. Luego en Wikipedia interpretó los oráculos del día “D” que le confirmaron lo propicio del día para desaparecer; más aún: ese día también era múltiplo de 13, precisamente el día medio de un año “sagrado” según el calendario Maya… —esta verificación, además de dejarle estupefacto y asombrado, le produjo un intenso escalofrío que recorrió todo su cuerpo con exasperante lentitud… Es un escalofrío de muerte, pensó, sin equivocarse…

No hay que dar más vueltas o buscar otros motivos o razones (sic) para este “suicidio anunciado” de Trébol de cuatro hojas —y si los hay, creo que debemos respetar el silencio e intimidad del suicida… Sí, Pablo podría haber tomado otra decisión menos radical: por ejemplo continuar su vida como personaje de blog hasta su segura muerte como ser humano —lo que de algún modo hubiera conferido status de natural a su muerte virtual… Tampoco era una actividad que le consumía mucho tiempo; disponía del suficiente y con casi total libertad para seguir una buena temporada más, si no al mismo ritmo de creación, sí al menos con exquisita constancia y notable calidad formal… Por supuesto no estaba frustrado en sus expectativas: su éxito y aceptación, el gran interés, incluso devoción, de muchos de sus lectores por sus textos superaba con creces lo que había soñado o esperado apenas tres meses antes… Quizás ese sentimiento de aceptación y reconocimiento de los demás le proporcionaba, paradójicamente, el suplemento de convicción que necesitaba para llevar a cabo su plan sin previsibles debilidad o arrepentimiento… Aun con todo algunos signos en los últimos días le confirmaron que era lo mejor que podía hacer…

No sé… pequeños detalles, alguna escaramuza dialéctica, cosas aparentemente nada graves pero que ahora le herían más que antes: la desaparición y cierre de algunos blogs que frecuentaba, el silencio de algunos de sus más “leales” lectores y lectoras o su falta de comentarios —en algunos casos parecía ser una “represalia” a su propio silencio y desatención ante algunos textos ajenos tan estupidamente provocadores como innecesarios —¿tendría que ver con los celos?; qué cosas tan raras a la vez que corrientes suceden en este mundo… Tampoco entendía muy bien cómo algunos blogs realmente mediocres eran tan frecuentados por gente inteligente, con evidentes criterios literarios, que depositaban en ellos enormes comentarios siempre elogiosos… Pablo no entendía cómo podían hacer esto a la vez que se excusaban de la incomparecencia a su propio blog por falta de tiempo… También estaba un poco cansado de hacer periódicas rondas de “visita” a sus blogs favoritos (u otros con cierto interés) para recordarles que “todavía existía”… A Pablo le gustaba leer tanto como escribir, recorría los blogs siempre con atención y la esperanza de encontrar textos e imágenes memorables, en estos meses tuvo suerte de encontrar auténticas maravillas que le conmovieron, proporcionándole grandes momentos de placer y anónima complicidad… Pero entendía que no era posible continuar así indefinidamente en ese ir y venir “protocolario”… A lo peor había confiado excesivamente en la lealtad de los lectores, incluso más que la de una amante… —pero si Pablo sólo quiere que le dejen al menos un “hola” de saludo… o un adjetivo singular: ¡Hermoso! por ejemplo… poco más...

Los días siguientes a su decisión Pablo se dio pena y le dieron pena sus lectores más entusiastas… Se prometió no dejarles huérfanos por un tiempo, escribirles a sus correos personales, enviarles algún original de vez en cuando, frecuentarles en sus blogs aun con un segundo pseudónimo. Algo así como permanecer cerca de ellos como un fantasma bueno o un ángel de la guarda literario… No lo tiene claro todavía a escasos días de su suicidio. Espera decidir al respecto poco a poco según vaya viendo sus comentarios… Qué duro es decir adiós, poner punto final, qué miedo, dios… Y aun con todo sabemos que un día moriremos sin importar nuestra opinión ni nuestros sentimientos… Que todo libro tiene sus últimas palabras; toda pintura su caligrafía definitiva… Quizás la diferencia es que un escritor de libros o un artista no necesitan morir al terminar su obra, inmolarse con ella… Un escritor de blogs sí, Pablo sí: necesita morir para renacer… es el Ave Fénix, la reencarnación de Nahahuátl… tu medicina, su veneno… su víctima, su verdugo…

—¿Si el día-signo en que nacemos condiciona nuestro destino, el día-signo de nuestra muerte condicionará nuestro recuerdo? Qué misterios tienen la vida como la muerte…


Dibujo: "Libro de Horas", 1991-92

viernes, abril 25, 2008

Sobre los "románticos profesionales" y sus peligros...

¿Os habéis encontrado alguna vez con un/a romántico/a profesional en vuestra vida? Seguro que sí… los hay por todas partes; tienen un especial olfato para oler tragedias existenciales, momentos de debilidad… Desde luego no todos los “románticos” son “románticos profesionales”, su tipología es muy variada, la mayoría son inofensivos, incluso entrañables: los “melancólicos”, los “literarios”, los “estéticos”, los “enamorados del amor”, etc.; es de los “profesionales” de quienes te tienes que guardar, son peligrosos, te pueden hacer daño, mucho daño, si les dejas entrar en tu vida y “okuparte” sin solución… Te voy a definir y describir por encima a un romántico de esos, para que te cuides…

Pero antes voy a apuntarte algo sobre el romanticismo no sea que confundamos las palabras y nos hagamos un lío… Una cosa es tener impulsos románticos de vez en cuando, vivir situaciones amorosas idealizándolas, como de novela —“roman” en francés— y otra cosa vivir en un permanente estado romántico… Todos somos románticos funcionales, pero algunos lo son por necesidad… y entre ellos algunos por oficio… Una cosa es “estar” romántico y otra “ser” romántico… Ser romántico es abandonarse a lo desconocido, a lo inconsciente, a lo irracional. Es un estado de ánimo que se vive con total voluptuosidad, sin reparos ni subterfugios, disfrutando cada momento de una especie de naufragio existencial en el que la realidad va a la deriva y amenaza estrellarse contra las crestas de la vida… Por lo general, para un romántico no cabe la hipótesis de que pueda existir “un hoy”, una realidad inmediata, que puedan ser considerados motivo de interés o desee contemplar con ilusión. Sólo el pasado —recordado con amargura— y el futuro, siempre incierto, que intuye desgraciado y terrible, poseen la dignidad y gravedad suficientes para ser tenidos en cuenta, para conmoverle… Su tragedia es la de no saberse confinado en los estrechos territorios de su memoria —mordisqueada— y su deseo —volatilizándose—, ambos angustiosos y abismales… no sabe vivir el tiempo real, el que es, el que debería compartir con “los otros”. El romántico aspira a solucionar su angustia, a salvarse, sin apenas un compromiso moral que le reconcilie con su tiempo y con los demás… Es un egoísta por carácter y necesidad —es su naturaleza—, aislado y atemporal…

El “romanticismo profesional” es una perversión del romanticismo, su grado más patológico y dañino. En primer lugar es un espectáculo que requiere actores excepcionalmente dotados para la auto compasión y la soledad. Sus protagonistas pasan todo el tiempo lamentándose de las injusticias, las villanías, las adversidades del destino irremediable… Tantas veces han puesto a prueba la lealtad y amor de sus víctimas que al final sólo han quedado a su lado las traiciones e indiferencia de sus amantes… Ni siquiera les vale el suicidio a estos bufones del amor… tan aparentemente dueños de sí, tan comediantes. El suicidio es un pretexto que se escribe, se confiesa con lágrimas en los ojos, se amenaza, pero que nunca ha de tomarse en serio en labios de estos embaucadores de sentimientos. El suicidio es un último remedio que exige no obstante algún tipo de remordimiento… —algo que el suicida romántico no está dispuesto a sufrir; nada que no esté estrictamente estipulado en su ventajoso contrato con la vida.

Para quienes crean que la humanidad es estúpida, ser “romántico profesional” es su mejor opción posible. No hay nadie más ambicioso e implacable que esos románticos. Su aparente y bien estudiado carácter auto destructivo reducirá a escombros todas las ilusiones de quienes tuvieron la temeridad de compadecerles e intentar su salvación. La proverbial avidez de poseer que delata a estos enfermos del espíritu sólo es comparable a su disposición natural a abandonar maltrechas todas aquellas almas que han manoseado y despilfarrado. Y no les importa haberlo perdido todo, al contrario… en esta indigencia, en esta insensatez, se convencen de que han triunfado, aplacan su ansiedad, al menos momentáneamente, antes de pertrechar nuevos horrores, más sutiles profanaciones en la ingenuidad de sus víctimas…

El “romántico profesional” reclama para sí todo el afecto y ternura que le salen al encuentro, sin merecerlos. Con ellos fabrica trampas inverosímiles, espejismos confortables, mentiras en las que enredar y confundir a cualquier idiota que haya pretendido salvarle con su piedad y ridícula esperanza. Con los románticos no se juega ni se puede sufrir en broma. Su estrategia más eficaz consiste en hacernos creer que necesitan nuestro amor, nuestra admiración desembarazada de toda sospecha… que somos —dicen— el único refugio seguro en donde poder depositar sus solemnes confesiones… Cuánta falsedad y astucia para hacerse amar por quien sólo aspira a hacerse odiar después tras su traición… Qué perversa inteligencia, dios… Y qué placer tan refinado el de conquistar nuevamente la confianza de quien se ha abandonado (únicamente por capricho, sin importarle lo más mínimo su amargura) para multiplicar su sufrimiento hasta límites insospechados con el miedo de un último y definitivo abandono… —¿recuerdas el libro, la película, Amistades peligrosas? Las víctimas de un “romántico profesional” sobreviven lastimosamente aquejadas de miedo al amor para siempre…

El “romántico profesional” vive en un continuo desamor camuflado de hermosas palabras y estudiadas caricias. No hay nada más despreciable que un poema de amor escrito por tales mercenarios de la mezquindad —ni tan doloroso como el recuerdo de sus orgasmos. Deliciosos orgasmos y palabras de un romántico seductor: cicatrices abiertas, ácidos desgarros que el tiempo dejará intactos sin cura, para los que nada sirve el simulacro de la venganza o la heroicidad del olvido. ¡Cómo hace el amor, como escribe del amor, un “romántico profesional”!

Estos románticos depredadores son maestros en el arte de creerse sus mentiras. Nadie sabrá nunca cuando sufren o cuando gozan realmente. Sus gargantas encadenan carcajadas y gemidos con la misma sonoridad... Dicen ¡ay, qué dolor! como podrían decir “te quiero” o “soy el ser más feliz del mundo”… Su sentimentalismo es un narcótico que anestesia a las víctimas y les impide escapar mientras todavía hay tiempo. Destilan una poderosa droga sentimental de sabor agridulce que, propagada por lenguas y pabellones auriculares, adormece los sentidos, sobre todo el sentido común... Un susurro, apenas una sílaba, pueden derribar la más sólida arquitectura humana y la más firme de las voluntades. Dejarse seducir por la voz de un romántico apasionado o por su mirada es saberse infeliz más tarde o temprano, enteramente suyo, humillado… No hay nadie que merezca tal sacrificio, ni siquiera quien te hizo soñar de verdad por primera vez… Al fin y al cabo un sueño es un milagro por el que no vale la pena suicidarse… ¿O sí?... El Amor es otra cosa… ¿no?


Dibujo: de "Libro de Horas", 1991-92

lunes, abril 21, 2008

Hoy, lunes, sigo hablándote sobre estética... No basta con amar si quieres aprender el Arte de Amar...

Es cierto que el arte se ha ocupado durante mucho tiempo en revelar, representar o alcanzar la belleza —o se ha justificado como un medio privilegiado para tales objetivos. Pero ni el concepto clásico de “mimesis”, ni siquiera su acepción decimonónica que valoraba tanto la imitación de la realidad como la interpretación subjetiva de la naturaleza por el artista, son suficientes para explicar este tropismo hacia la belleza. Además, buena parte de los pensamiento estéticos y movimientos artísticos del siglo XX recorrieron caminos alternativos que nada o muy poco tienen que ver con la “imitación” de la naturaleza, sino todo lo contrario… El simbolismo, el cubismo, el Dadà y el surrealismo, los distintos conceptos y expresiones abstractos, por ejemplo, se enfrentaron radicalmente con aquella concepción del arte como imitación, e incluso como reflejo distorsionado del mundo real; sus intenciones eran bien distintas. El cubismo es un buen ejemplo de ello, representando un mundo ya decididamente fragmentado tras la explosión de las “Grandes Verdades” (entre ellas las estéticas) por el impacto decisivo de aquel nuevo estado de cosas y pensamientos: la segunda revolución industrial, el nuevo impulso tecnológico, el asentamiento de la nueva economía liberal librecambista, el desarrollo capitalista, los conflictos más evidentes de la lucha de clases, el evolucionismo darwiniano, el marxismo, el nihilismo “nietzscheano”, el psicoanálisis, y muy pronto el relativismo y la mecánica cuántica… Y es que las ideas tampoco pueden durar y servir eternamente, aunque se adapten “miméticamente” a las circunstancias…

¿Y por qué la belleza? ¿Qué es la belleza? ¿Aquello que, además de bueno, es agradable —como afirmaba Aristóteles? ¿O “sólo lo feo es bello” —según la provocación de A. Solin? ¿Qué verdad representa la belleza? Si el arte aparece como una ilusión alejada de la realidad o como un mejoramiento (ilusorio) de esta realidad, haciéndola bella, ¿no estaremos también aceptando que la belleza no es sólo un atributo de la verdad sino también de la ficción? ¿Podemos seguir sosteniendo, como hacía Hegel y el idealismo alemán, que la verdad es una condición necesaria de la belleza, que la vocación del arte es el descubrimiento de la verdad? ¿Dónde habita la belleza, cómo se manifiesta, cómo y por qué la reconocemos, por qué nos conmueve todavía?

Desde la Antigüedad la belleza se ha refugiado en conceptos tales como “armonía”, “simetría”, “proporción”. Esta visión cuantitativa y numérica de la belleza reconocible en el orden, proporción canónica e interrelaciones armónicas y/o simétricas entre las partes ya fue defendida por Platón —“La conservación de la medida y la proporción es siempre algo bello”— y por Aristóteles —“La belleza consiste en una magnitud y disposición ordenadas”—, y también por Plotino, que a la mera proporción y orden de las cosas agregó significativamente la existencia de un “alma” que se expresa a través de ellas y las ilumina. Esta nueva noción de iluminación es la que llevó a Tomás de Aquino a ratificar que “a la razón de la belleza y el decoro concurre la claridad y la debida proporción” y a definir sencilla y rotundamente que la belleza es “el esplendor de la forma”.

¿Pero de qué belleza hablaban nuestros maestros clásicos, a qué se referían? ¿A una belleza real diferente de una abstracta? ¿A una belleza física distinta de una belleza espiritual, como los estoicos? ¿A la belleza que descansa en los números, en el cuerpo, en el alma, en la gracia? Ya en el siglo XVII, se hablaba de belleza esencial y natural, de belleza placentera y belleza útil o conveniente, rara o novedosa. Poco después Sulzer distingue ya en la belleza la variada condición de lo elegante, lo espléndido, lo apasionado… así, hasta llegar a Hume y su radical subjetivismo: “La belleza no es ninguna cualidad de las cosas en sí mismas. Existe en la mente que las contempla, y cada mente percibe una belleza diferente”. Subjetivismo al que parecen enfrentarse Baumgarten y Hegel con sus hipótesis de belleza-perfección y belleza-ideal: “La belleza es la idea absoluta en su apariencia sensorial” (Hegel). En resumen, una evolución histórica en apariencia contradictoria

No nos debería sorprender considerar la belleza como un término equívoco, bien al contrario; acaso sea su ambigüedad, su polisemia, su histórica y característica desemantización las que la identifican y convierten en una eficaz figura retórica. La belleza es como un rostro de mil caras (esquivas), un cuerpo en permanente e imprevisible metamorfosis, un alma indeterminada y transparente… La variedad de objetos y cosas, de ideas, sensaciones y sentimientos, pensamientos, que se atribuyen la belleza (o que adjetivamos como bellos) demuestran esta diversa extensión y “modulación” de la belleza. Junto a la belleza geométrica y proporcionada de las formas, la simetría, la armonía, a las que antes me he referido, aparecen ya en el mundo clásico romano, y luego posteriormente en el mundo medieval, otros nuevos conceptos que merodean o atraviesan los territorios indeterminados de la belleza: “lo sublime”, el encanto, la atracción y la gracia, lo decorativo (bonito), el ornamento, el decoro y la “dignidad” de las cosas, la sutileza, lo esmerado, e incluso la “aptitud”… una variedad de belleza sobre todo reconocible en la arquitectura, que designaba indistintamente la adecuación a un fin, la aptitud social o la utilidad práctica de un objeto. Entre estos conceptos que participan de múltiples maneras de los valores indefinidos de la belleza o, más bien, la identifican, quizá sean “la sublimidad” —la hipótesis de “lo sublime” como “capacidad de entusiasmar y elevar el espíritu, unida a la grandiosidad del pensamiento y la profundidad de las emociones” (Tatarkiewicz)— y su “aptitud” o utilidad, los que representarían los límites imprecisos de la belleza; límites casi siempre opuestos, antagónicos, tradicionalmente considerados en las antípodas del territorio de significación de la belleza, y que modernamente hemos intentado conciliar y aproximar en las, así mismo, indefinidas “repúblicas” del arte y el diseño —lo útil, y además bello—, desdibujando sus fronteras convencionales…

Kant es uno de los grandes autores que reflexionaron sobre la belleza y “lo sublime”, incluyéndolos entre sus juicios estéticos y añadiendo nuevas sugestiones y categorías, como la del “gusto”, que han tenido gran influencia en la filosofía estética hasta nuestros días. Para Kant, el “juicio del gusto” no presupone una representación bajo un concepto determinado, sino que afirma una relación entre la representación y una satisfacción especial “desinteresada”; la satisfacción estética la puede provocar un objeto que aunque no tenga función alguna posee una intención en su forma, una cierta totalidad formal ordenada para su comprensión y admiración —tiene una “intencionalidad sin intención”. Así mismo, el juicio del gusto se diferencia del mero placer sensible porque no impone obligación alguna de aceptarlo ni exige ser respaldado por razones… Ningún argumento puede obligar a nadie a estar de acuerdo con un juicio de gusto, pero su lógica da pie a una aceptación general: por ejemplo, “esta flor es bella” —esto no significa que cuando nos sentimos impresionados por una cosa podamos garantizar que todos los demás se sienten afectados de la misma manera, sin embargo sí podemos garantizar que la posibilidad general de compartir conocimientos presupone en cada uno de nosotros una cierta cooperación en un entendimiento e imaginación universales, es decir que todo ser racional posee la capacidad de sentir, en adecuadas condiciones de percepción, esta armonía a través de sus facultades cognoscitivas. Por ello, un verdadero “juicio de gusto” puede aspirar legítimamente a ser verdadero para todos, a consumar su condición de “universalidad subjetiva”.

El sistema idealista mejor articulado fue sin duda el de Hegel. Para Hegel, la “Idea” —el concepto en su más elevado estadio de desarrollo dialéctico— se encarna en formas materiales en el arte, esto es la “belleza”. Cuando lo material es espiritualizado en el arte se da a la vez una revelación cognoscitiva de la verdad al tiempo que una “revigorización” del espectador. Para Hegel la misma naturaleza era un producto del espíritu o el resultado de la acción de la historia, por tanto no existiría diferencia objetiva entre belleza natural y la belleza artística: “Sólo lo espiritual es verdadero. Lo que existe sólo existe en la medida de su espiritualidad. Lo bello natural es, pues, un reflejo del espíritu. Debe ser concebido como un modo incompleto del espíritu, como un modo contenido en él mismo en el espíritu, como un modo privado de independencia pero subordinado al espíritu”.

En muchos sentidos las tesis hegelianas venían a superar aquellas ideas de Kant sobre la belleza y la reflexión estética. Kant quería distinguir entre dos tipos de belleza, una natural y otra artificial o artística. Kant fundamentaba en el “gusto” la facultad de reconocer y apreciar la belleza natural; la belleza artística, sin embargo, construida esencialmente desde lo cultural, histórico y los valores sociales, tenía como fundamento al “genio”. Aunque las ideas hegelianas intentaban superar las de Kant, éstas resistieron y sirvieron de base a buena parte del sentir romántico en el arte. La doctrina del gusto como vivacidad de las “facultades del alma” abría las posibilidades de una estética sostenida por “el hacer” y “sentir” del genio… Al otorgar al “genio” la capacidad “de expresar sin conocimiento ni ciencia la armonía anímica y de esta forma incendiar el ánimo y templar el carácter” quedó expedita la vía hacia una estética romántica —en la que el genio es la principal sustancia en la producción de una obra de arte y el juicio estético sobre ella tiene como principal referencia la propia vida del artista. En el sentimiento romántico de raíz postkantiana, el arte sólo podía tener como objeto la vivencia, su sentido era provocar una experiencia vital “fuerte” e intensa capaz de conmover la existencia y transformar esencialmente nuestras actitudes frente a la vida —las del artista y las del espectador conmovido. Este pensamiento contaminó eficazmente el sentir moderno en sus orígenes, nacido en las interioridades del Romanticismo y diseminado en sus secuelas, sobreviviendo con gran fortuna y con múltiples acentos particulares hasta nuestros días a través de algunos de los grupos y movimientos de vanguardia más significativos del siglo XX. Y no sólo desde el lado de los artistas, sino sobre todo desde el juicio que le merece a la sociedad el hacer y el sentir de los artistas y el objeto de su creación. Como en otros casos, la mirada de la generalidad social sobre el arte y los artistas ha sido —es, todavía— más romántica e irracional que la de sus descreídos y privilegiados intérpretes y creadores…

Dibujo: "Fryzjer" (Serie Grandes Viajes), Izabella Jagiello, 2007

domingo, abril 20, 2008

Primero una imagen sin palabras... y luego hablamos de estética, ¿vale?...


Dibujo: "Peón", Izabella Jagiello, 2007

miércoles, abril 09, 2008

Breve parábola sobre el optimismo... —y por favor, léeme con un poco de atención, ¿vale?


El espacio de una pintura, una literatura, la música —como su volumen—, son el resultado de la superposición e interacción de distintos planos de intervención, de creación… diversas opacidades que milagrosamente transparentan algo al observar y contemplarlas atentos —o por lo menos nos conceden esa esperanza con el cebo de que efectivamente responden a nuestras preguntas. Es curioso cómo queremos ver siempre más allá de lo que se ve en realidad o como las cosas parecen transparentarse a nuestra voluntad cuando en realidad son opacas o como mucho especulares…

Pongamos por ejemplo una pintura: el espacio pictórico no es más que lo que se ve y existe como imagen de un universo de percepciones específicamente ópticas, privilegiadas sobre las demás, es decir un espacio dominado por la luz y sus visiones. Reaccionamos a los estímulos visuales porque tenemos dispositivos ópticos y facultades óptico-visuales. La palabra castellana “óptica” procede del griego “optikós”, vista; se aplica a las cosas relacionadas con la luz, la visión o los aparatos, lentes, etc. (destinados a perfeccionar la visión de las cosas, “ver más y mejor”); se refiere pues a las prótesis para mejor ver… De algún modo una pintura actúa de prótesis de nuestras miradas, nos hace ver más de lo que se ve, más lejos, más profundo, hasta ver lo que no se ve, lo invisible.

Resulta sorprendente la contigüidad en los diccionarios de otra palabra que en absoluto tiene que ver semánticamente con “óptica” y sin embargo parece que extendiera su significado esotérico… me estoy refiriendo al término “optimismo”, que en filosofía sería la atribución al universo de la máxima perfección como obra que es de un ser infinitamente perfecto; también es una propensión a ver o esperar lo mejor de las cosas. Ensambladas “óptica” y “optimismo” parece como si nos quisieran revelar que “ver y reconocer” cosas tiene que ver con el optimismo del que ve y quiere ver más allá de lo que ve. El espectador pesimista es el que no ve nada, apenas sombras, estrategias de ocultación, extravagancias…

Cualquier creación artística —una pintura, literatura, música, etc.— actúan e intervienen en nuestra mirada de la realidad como dispositivo óptico —para ver más y mejor; para reconocerse mejor y en profundidad— y con un sentido optimista… aunque en apariencia algunas palabras, sus historias, destilen pesimismo a raudales o tengan cierto regusto a cinismo. —Ya sabes tú que me lees hace tanto tiempo que una manera de decir es no decir, o decir lo que no se quiere decir para llamar la atención sobre la cosa, hacernos pensar sobre lo que nunca habíamos pensado suficiente y acaso necesitábamos definir (y no nos atrevíamos por pereza o qué sé yo)… Pau Llanes no es un pesimista, ni siquiera un cínico aunque a veces se disfrace con tal pelaje… Pau Llanes es tu largavista y tu microscopio si así quieres surfear confiado/a sobre su mirada… Nunca interpretes mis-sus palabras literalmente, sino como literatura…

Benditos los mirones que también hacen los cuadros mientras los contemplan —como decía Duchamp—, y todos aquellas miradas optimistas que dialogan con las literaturas, con sus autores, a su manera… e incluso los recrean e inventan de nuevo. ¿Qué sería de un autor modelo sin su lector perfecto?... Menuda pareja de ciegos e invisibles…


Dibujo: "Libro de Horas", 1991-92

jueves, marzo 27, 2008

El nombre secreto de Bruno Llanes: El hombre que mira a lo lejos...

Dado mi tropismo hermético-oriental estos días y siguiendo algunas conjeturas que apuntaba en mi anterior texto de “recuerdos y deseos japoneses”, no es de extrañar que hoy escriba lo que escribo, es decir sobre el nombre secreto de Bruno Llanes… Nuestros nombres, nuestras fechas, son factores más que significativos en el producto final de nuestro ser y estar en el mundo. Y si esto es así, en lo natural, también lo son los artefactos que creamos con tal sentido: los apodos y cifras que nos representan, las imágenes que nos damos o los avatares que nos regalan… Este “post” es el número setenta y tres (73) que compongo para “Arterapia Sentimental” y lo escribo exactamente el día sesenta (60) desde su creación… además, ahora mismo mientras escribo, son ya 3.666 los visitantes de mi perfil (y no sé cuántos las lecturas y sus lectores). Como os he enseñado: 37 x (6+6+6)= 666; 37 x (9+9+9+9)= 999... Borges señalaba en Ficciones que los judíos tienen 999 formas distintas de referirse a Dios, de nombrarLe, sin ofenderLe… No creo ofender a Bruno Llanes desvelando uno de sus nombres, quizás uno de sus más sagrados apodos: “El hombre que mira lejos”…

A Bruno Llanes le gusta que le llamen así, que pronuncien aun con errores fonéticos el tatuaje-nombre-metáfora caligrafiado en su cuello. Su apodo representa una de las cualidades más espirituales de todo viajero: se siente orgulloso, feliz, de saber mirar a lo lejos, atravesar con su mirada las montañas y sus glaciares, los bosques de gigantes abetos de hoja perenne y las selvas vírgenes entre la maraña de sus lianas, cruzar sin puentes los caudalosos ríos y surcar los mares bravos en un vistazo… incluso ir más allá de los horizontes y sus espejismos en un abrir y cerrar de ojos —horizontes color vainilla de sus áridos desiertos, azul ultramar de sus desiertos húmedos. La mirada del que mira lejos es una mirada insumisa a la curvatura del universo, a sus exigencias, pese a tener gastadas las pestañas de ver tanto a ciegas como de mirar a la vida de frente; nada de lo que ve le puede hacer sentirse ya culpable o azorado… Bruno Llanes no utiliza lentes ni largavistas; por fortuna todavía puede reconocer a simple vista y distinguir una zorra de un coyote, leer a la luz del vientre de una luciérnaga… —interpreta su virtud como un regalo del destino.

Desde hace unos años Bruno Llanes tiene un tatuaje en la nuca con su nombre secreto… Se lo compuso y creó su amigo Xu, un artista chino que seguramente es uno de los que mejor le conoce entre los hombres de arte y espíritu Tao. Xu fue quien primero le nombró con ese nombre-palabra que luego hizo caligrafía… Xu aprendió el arte de tatuar en la piel durante cerca de un año sólo para poder tatuar personalmente a Bruno Llanes: primero junto a un viejo tatuador chino medio ciego que se llamaba Lee, hoy ya fallecido, y luego con el Gran Matti Jankowski en Chinatown, en New York… Por fin la madrugada del 2 al 3 de junio de 2003, Xu creo su obra más humana en el cuello de Bruno tras seguir una ceremonia de iniciación de origen chino —rescatada de la tradición esotérica de su estirpe— en donde mezclaron su sangre y esperma en el vientre de una hermosa mujer de ascendencia medio mulata cubana, medio oriental; un ritual humedectado toda la noche con abundante vodka ruso y polaco y cerveza Brooklyn… Por supuesto Bruno eligió el lugar en su cuerpo: en la nuca —lo que es propio de su lógica, ya que al mirar tan lejos sin obstáculo es natural que su mirada culmine en su nuca después de atravesar el universo entero circular—, a la altura de su glándula pineal, es decir bajo su tercer ojo cuando su ojo descansa mirando abajo… Por deseo expreso de Bruno Llanes la tinta utilizada fue blanca… —así aseguraba el secreto de su nombre ante las miradas curiosas, promiscuas, sin fe, que todo lo quieren ver e interpretar sin amor ni compromiso con la verdad. La tinta blanca se mimetiza y confunde pues con su piel blanca... Sólo en verano, cuando Bruno Llanes lleva el cabello bien corto y el sol dora su piel, puede admirarse con cierta nitidez la belleza de la caligrafía de su nombre… Es tal la discreción y humildad de Bruno Llanes, tan respetuoso con su secreto, que nada dice sobre ello ni se muestra exhibicionista; ni siquiera para sorprender a sus amantes ocasionales o para dar gusto a las que con el tiempo han ido adquiriendo ciertos derechos sobre su cuerpo... La mayoría de ellas lamen su nuca sin darse cuenta que besan un nombre sagrado…


Dibujo: "Tatoo de Bruno Llanes, El hombre que mira a lo lejos", NY 2002

martes, marzo 18, 2008

Saludo y Portada a mi librito de viaje sentimental a Tenerife, la ballena-isla-volcán...


Esta imagen que veis arriba es la portada que he compuesto para el “librito” de relatos de mi viaje a Tenerife —la ballena-isla-volcán—, del que ya sabéis su origen y motivos todos los que me leéis con mirada generosa y corazón limpio hace tiempo… Para los que vengan por primera vez a esta “casa” o se hayan demorado por ahí hace días les aconsejo lean antes mi declaración de intenciones en el texto: Dónde y qué voy a hacer los próximos días, meses, años…http://arterapiasentimental.blogspot.com/2008/03/dnde-y-qu-voy-hacer-los-prximos-das.html

He articulado la historia de mi “viaje sentimental” en cinco capítulos independientes, consecutivos en el tiempo, que podéis ya leer y seguir uno tras otro tal como los he escrito para el Blog desde esta entrada hacia abajo, es decir los anteriores cinco postah... puse las mayúsculas porque recibí algún comentario en el que me agradecían la información y decían que esperaban leerme cuando los escribiera... jajajaja…
Es mi regalo para vuestros ojos esta Semana Santa… Los próximos días estaré en silencio leyendo vuestros comentarios y vuestras literaturas… Disfrutaré entretiempo de la amabilidad de mi isla, de sus costas y territorios, y de algo más por supuesto (que no contaré si no es realmente excepcional)… Pau Llanes renacerá el próximo domingo… Ave Fénix, guerrero reinventado.

Vuelan mis últimas palabras para quien me lee bajo los volcanes de Xela, en Guatemala, y me envía mensajes con cariño desde sus selvas… para quien realiza ceremonias de ausencia en México en mi recuerdo y me hace presente en su casa, en su cuerpo, en su alma, bajo la forma de pétalos de flores blancas, que la echo en falta… para quien anda perdida en su isla de adopción y busca volcanes en mi nombre, que no sabe todavía que mi nombre es su volcán… A todas ellas y a ti, que me lees, viajan mis palabras como fina lluvia de primavera… Te amo es decir poco…



Dibujo: Libro de Horas, 1991-1992

jueves, marzo 06, 2008

Dónde y qué voy a hacer los próximos días, meses, años...



Os voy a contar un cuento acontecido esta misma semana… Sentía esa santa inquietud de que algo iba a suceder —especial y maravilloso, sin duda. Me lo anunciaban algunas sensaciones que reconozco, ciertos presagios que volaban a mi alrededor, esas cosas que uno sabe por haberlas experimentado gozosamente tantas veces en la vida. Llevo varias semanas en la isla ocupado en inventar proyectos para no sé cuándo y escribiendo textos “profesionales”, tareas que he disfrutado pero también han consumido demasiada energía, de lo que me resiento. Menos mal que existía este libro abierto, “en proceso”, en el que me recreaba cada día ante vuestros ojos y para vuestra mirada: aquí recuperaba fuerzas, libaba hermosas palabras, me confortaba con calidos pensamientos, tejía esperanzas mientras tanto. De algún modo presentía que tenía que ver con viajar, con mi condición de tuareg nómada, cazador y guerrero… ¿Pero a dónde, con qué motivo? Mi viaje a México lo he retrasado hasta junio-julio; a Essaouira no creo que vaya antes de mediados de abril; la invitación para ir a Beijing todavía no ha llegado… ¿Dónde, para qué?... En eso estaba cuando el destino me regaló nuevamente imágenes para descifrar(me), es decir pretextos para buscar(me) nuevos sentidos… —cómo le gusta al destino jugar a las adivinanzas, inventar jeroglíficos para ponernos a prueba; irracionales, por supuesto…

Este fin de semana, repasando archivos de imágenes para ilustrar un proyecto, re-descubrí estupefacto un par de dibujos de Izabella Jagiello que me había enviado hace unos meses de una de sus últimas series; me comentaba que todavía estaban inacabados pero confiaba que pudiera ver en ellos sus misterios y entrever sus próximas etapas. Al final de su e-mail me decía “No sé por qué, pero presiento que todo nuestro futuro juego tendrá que ver con islas, esas figuras y peones del ajedrez cósmico que emergen como icebergs ante nuestra mirada”… Entonces sentí “el vacío y el vuelco” en el vientre, esas sensaciones en las que interpreto que algo nuevo va a suceder y con seguridad dará un nuevo rumbo a mi vida o yo qué sé… Hay que dejar que venga a su tiempo lo que de seguro viene a nuestro encuentro: estar sereno, tener paciencia, abrir bien los ojos, mirar lejos y oler cerca… el guerrero sabe que con su voluntad y paciencia tiene todo lo que desea. Cuando tengo este sentimiento sé que debo hacer algo especial, propiciatorio, para inaugurar la cadena felizmente fatal de los acontecimientos, no basta con sentarse a la orilla del camino a esperar. Hay que ponerse en situación, avanzar al encuentro —estar en trance (es decir entrance): yo lo hago siempre practicando alguna ceremonia, vamos a decir mágica, por la que me entrego al destino, le confirmo nuestra alianza y prometo confiar lealmente en su saber hacer…

La respuesta está en los dibujos de Izabella: una ballena-isla-volcán laberinto que hay que atraer y pescar con nuestros señuelos-señales… un volcán especular se mire por donde se mire… algo que crece interior desde las raíces más profundas hasta las ramas más altas en sus laderas, que asciende… el ciclo de la metamorfosis desde el huevo pasando por los estadios del gusano-larva, luego el capullo-crisálida hasta alcanzar la condición adulta de mariposa alada que logra todos sus sueños con sólo desearlos… Todo está allí, en los dibujos, los sé interpretar —en esto llevo media vida—, me reconozco en ellos, intuyo que comienza otra de mis innumerables metamorfosis, estoy en el punto crítico en el que finalizo una etapa y comienzo a crear un nuevo ciclo vital… Además un volcán… jajaja… —ay, éste Fulcanelli… Una vez reconoces las señales y las claves del enigma sólo queda por buscar el espacio para la ceremonia de dedicación; esto sí que es una tarea difícil y compleja, no puedo equivocarme ni de fecha ni de lugar, si no todo se vendría abajo como castillo de naipes o mis rituales de entrega y dedicación serían absolutamente ineficaces, incluso contraproducentes… Tampoco hay que fiarse de lo primero que te viene a la cabeza —no soy adivino ni me gusta jugar a la ruleta rusa: hay que dejarse encontrar…

Busco en Google: escribo “ballena isla volcán”… 224.000 entradas en 0,27 segundos…. Leo en la primera página: “Polinesia francesa”… “Islas Galápagos”…”La Antártida”…”Nueva Zelanda”…”Islas Azores. Isla de Pico”… ummm… “Costa Rica”… ummm… “Volcanes: DondeViajar.es… Caldera de Taburiente… Lanzarote”… —pick en esta página—… Leo entre otras cosas: “El valle del amor existe y está en Capadocia”… jajaja… continúo… “Lanzarote: una hermosa isla volcánica en las Canarias”… —pick—… Leo: “Timanfaya” —y me acuerdo de Tindaya en Fuerteventura, la otra isla, y del pobre Chillida, que casi le mataron por querer crear en sus entrañas un espacio para el hombre universal; yo llamaba “aita” a Eduardo y compartimos muchos secretos—… sigo: “Montaña de Fuego, Montaña Rajada, Colada de Corazoncillo”… —los nombres me parecen de lo más sugerentes—… pero no sé… hay algo como “dejà vu”… demasiado fácil… Además me recuerda esa historia mítica de enamorado hasta las cachas de Lancelot del Lago, el caballero del Rey Arturo, al que el rey encomendó guardar a su novia la hermosa Ginebra en el viaje hacia el castillo en donde se celebrarían los esponsales… y no se les ocurre otra cosa mejor al Lancelot y la Ginebra que enamorarse como dos tortolitos… claro, luego viene lo que viene: que si los engaños y las traiciones a su señor y amigo por liarse con su mujer… esa lucha interior entre la obediencia y lealtad a su amigo y lo que le “ponía” la bellísima rubia tan rica Ginebra —por cierto: os recomiendo gin-tonics de ginebra escocesa Hendricks con tónica Fever Tree, por supuesto, y una rodaja de pepino… sí, pepino… ¡no se os ocurra ponerle ni una gota de limón!... ummm… son mis preferidas—… Sigo: Ginebra, Lancelot, amantes… y luego el exilio, la joven Elaine, el Santo Grial… y luego de vuelta a la corte con esa cara de no haber roto un plato… otra vez la guapa Ginebra —¡qué dulce tortura!— y ese amor trágico que mantuvieron vivo hasta su muerte… su final melancólico… Ummm… no sé, no sé… Creo que Lanzarote no es la mejor opción para una ceremonia como la que debo oficiar; si al menos me acompañara una bella Ginebra aún lo entendería… ¿Pero qué voy hacer en Lanzarote: buscar Ginebras, bebérmelas?... No, no quiero perder el tiempo en esos juegos tan infantiles de celos y celosías, soy un hombre…

Continúo en mi búsqueda del “lugar”: paseo la vista por sus playas que conozco bien, hermosísimas… silabeo los nombres… al final, en “Entradas Relacionadas”, leo: “Parque Nacional de Teide en Tenerife”… ummm… me late… —pick—… De primeras una imponente fotografía del Teide a lo lejos rodeado de tierras semejantes a mis desiertos mejicanos, incluso me recuerda el “Monte Quemado”… Leo: “el cardo de plata”… ¡Yo sé qué es el cardo de plata!... Me voy a una página general sobre Tenerife —no he estado nunca allí, lo confieso—… y entonces veo la isla por primera vez desde las alturas de Google Hearth… ¡Es ella, la isla-ballena-volcán; allí está mi laberinto!... ummm… —uno sabe que sabe cuando lo sabe—… Tenerife, las laderas del Teide y sus desiertos, es el lugar propicio para mi ceremonia; estoy absolutamente convencido… —¿Y ahora cuándo?—... Voy de seguido al “wiki” calendario y efemérides: empiezo a bajar página tras páginas sobre los próximos días… ¡Qué barbaridad, la de gente maravillosa que nació en marzo!... Y por fin la señal, el día: 8 de marzo, “Día de la mujer”… ummm… No podía ser otra cifra, ningún día mejor que éste para oficiar mis ritos de iniciación en ese nuevo ciclo en el que me siento en vísperas… — y además es el 02/08/2008… espejo frente al espejo, partidos… ¿no lo ves? Cuando uno se deja llevar, todo responde a nuestras preguntas…

En unas horas viajo a Tenerife, estaré allí hasta el día 12… No voy ni de vacaciones ni de trabajo ni de “cacería”… Voy a ser y estar que no es poco… Estos días dejaré de componer textos e imágenes para vuestros ojos pero seguiré leyendo vuestros comentarios e imaginando vuestras miradas; los iré subiendo cada noche antes de dormir… Aún tenéis cosas retrasadas que leer: me pone triste ver tan vacíos los buzones de todos aquellos textos que escribí al principio cuando no nos conocíamos todavía… puse tanto corazón en ellos, tienen tanto de mi alma…

Gracias, Izabella… eres una maga. Hace tiempo que dejaste ser sólo “mi chela” para ascender a otro nivel más digno de tu estatura como mujer y artista… Nos aprendemos, nos guiamos… Que de eso se trata: de aprender y de guiar… Vuelvo pronto, amore... No me olvides...

Fotos: Dibujos de Izabella Jagiello. "Gravedad Zero", 2007. "Ida y Vuelta", 2006

viernes, febrero 22, 2008

Lo que tenemos en común Yo y el Otro...



Me gusta subir a lo alto y mirar lejos… Al ascender a un nivel superior cambia nuestra percepción de la realidad; a esta altura, a esa distancia, lo real se manifiesta con menor detalle —o nos interesan menos sus detalles, su pornografía—, pero nos proporciona una imagen de conjunto más eficaz, hasta cierto punto una síntesis metafísica, simbólica, que nos permite reconocer e interpretar lo sucedido (no sólo la realidad material más evidente, sino sobre todo el tiempo y su modo de acontecer)… La realidad de las cosas es la de estar “en” y “entre” y ser parte sustancial del proceso de acontecer la vida en un tiempo inmortal —que no necesitó de origen alguno, ni requiere la presunción de su final para confirmar su existencia. Somos los seres humanos quienes hacemos preguntas a la vida y queremos desvelar los misterios de “su” tiempo —seguramente para justificar nuestro miedo ante “lo absoluto” desconocido, para sedar la angustia que nos provoca la intuición universal de su eterna transformación. La vida misma y las cosas que participan inconscientes y leales al orden de la naturaleza, su destino, no se hacen esas preguntas: existen sin más… En muchos sentidos éste es el “pozo de la verdad”, el abismo en el que reconocemos la verdad abismándonos en sus profundidades más desoladas, ese vértigo que sentimos al asomarnos al precipicio de lo desconocido, precariamente entrevisto… Uno de estos días pasados escribí acerca de la atracción del vacío, por ejemplo en los puentes, espacios transitorios alzados sobre el vacío, en realidad lugares iniciáticos en los que experimentamos una especie de eternidad simulada, un estar suspendidos entre el cielo y las más profundas oscuridades de la razón, en donde se revelan los más terribles presagios. En un puente tenemos miedo la mayoría de las veces, no por su altura, sino por sentir la tentación irrefrenable de arrojarnos al vacío… —gracias a dios en los puentes cometemos frecuentes actos de cobardía.

Para Zhuangzi, uno de los principales referentes de taoísmo chino, la muerte no es más que una de las formas fenoménicas “infinitamente diversas” de la Realidad eterna. La Naturaleza hace y deshace sin cesar y la muerte no es más que una etapa en ese círculo indeterminado y permanente. Para el “hombre verdadero” esta realidad le dejaría imperturbable. Toshihiko Izutso nos proporciona un pasaje en el que el mismo Zhuangzi, en un sueño, vio su propio cuerpo deformado en los últimos días de su vida. Renqueante fue a asomarse al pozo y contemplando su imagen reflejada en el agua dijo: “Ay, qué encorvado y deforme me ha hecho el Creador.” Un amigo le preguntó entonces: “¿Te resientes de tu condición?” Y esto es lo que le contestó el moribundo Zhuangzi en su sueño:

No. ¿De qué iba a resentirme? Quizá el proceso de transmutación convierta mi brazo izquierdo en gallo. En este caso podría anunciarme al alba. Quizá el proceso transforme mi brazo derecho en ballesta. Así podría utilizarlo para cazar algún pájaro y asarlo. Quizá el proceso transforme mis nalgas en ruedas, y mi espíritu en caballo. Podría entonces ir en carro, sin necesidad de uncir otra bestia. Todo lo que conseguimos lo debemos a la llegada del momento. Todo lo que perdemos también lo debemos a la llegada del turno. Debemos sentirnos satisfechos con el momento y aceptar el turno. De este modo no habrá pesar ni regocijo. Los antiguos llamaban esta actitud “deshacer la atadura”. Si un hombre no puede deshacerse de las ataduras es porque las cosas lo tienen encadenado”.

Esta actitud supone alcanzar un estado (místico) que Zhuangzi identificaba como de pérdida del ego —“me he perdido a mí mismo”— y que con una afortunada metáfora consideraba se trataba de un “olvidar sentado”… La conciencia del “ego” corporal y mental desaparece. Zhuangzi denomina el resultado de este “olvido” de lo interior y exterior del ego con una palabra poderosa en la lengua china, de múltiples significados posibles: “Xu”, el Vacío… El Vacío debe ser entendido y relacionado con lo “Omnipresente”. Una vez unificado e identificado por completo con la “Vía” (el Dao), el hombre llega a un estado espiritual en el que trasciende las nociones distintivas corrientes de “lo bueno” y “lo malo”, “lo correcto” y “lo erróneo”… y él mismo se trasmuta de una cosa en otra, sin obstrucción alguna, como si se moviera en el gran “Vacío”… Cuando uno vacía la mente se encuentra en medio de este gran “Vacío”. Cuando un hombre se encuentra “sentado en el olvido”, con la mente completamente vacía, las cosas van a “su vacío” carentes de ego, tal como son, van y vienen sin obstáculo ni miedo en el proceso cósmico de la Transmutación… Su actitud de observador tranquilo de las cosas le lleva a aceptar que nada merece ser rechazado ni nada es digno de ser perseguido, es un hombre imperturbable. Un paso más allá y alcanzará la fase más elevada de la “indiferenciación”, en donde las cosas se disuelven unas con otras, pierden sus limites, se “caotizan”… —concepto éste que creo tiene mucho que ver con la experiencia del hombre nuevo “más allá del bien y del mal” que anuncia y reclama Nietzsche… En palabras de Zhuangzi: “Morir y vivir, subsistir y perecer, verse en apuros y cubrirse de gloria, ser pobre y ser rico, ser hábil y ser incompetente, caer en desgracia y recibir honores, tener hambre y sed, sufrir de frío y de calor, no son sino cambios constantes de las cosas y resultado del incesante funcionamiento del Destino. Todas esas cosas se substituyen unas a otras ante nuestros ojos, pero nadie puede seguirlas, mediante su intelecto, hasta su origen real. Sin embargo, estos cambios no poseen poder bastante para perturbar —al hombre “sentado en el olvido”—, ni pueden entrar en su “tesoro más secreto”… Un hombre así, para Zhuangzi, es un “hombre perfecto”… alguien que ha tenido la experiencia de la “Verdad”, entender y sentir la común realidad de las cosas: su indiferenciada indeterminación…


Foto: Libro de Horas, 1991-1992

lunes, febrero 18, 2008

Los secretos que aprendí en Valdrada (V)


… Fuimos llevados hacia el más allá, / y se abrían ante nosotros, como por encanto, / las ciudades milagrosas, y nos invitaban a pasar, / la menta se extendía bajo nuestro pies, / las aves seguían nuestro camino, / los peces remontaban nuevos ríos, / y el cielo se abrió ante nuestros ojos... / Mientras seguía nuestra huellas el destino, / como el loco, armado de una naranja.


Fragmento de Los primeros encuentros: poema de Arseni Tarkovski (1907-1989), traducido por Irina Bogdaschevski


Foto: Libro de Horas (1991-1992)

lunes, febrero 04, 2008

En la eternidad...


En la eternidad no hay antes ni después... ¡Qué Dios nos ayude a vivir en esta eternidad!

Maestro Eckart

Libro de Horas, 1991-1992