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martes, mayo 06, 2008

MATRIA... ¡Todo el Poder para las mujeres!

Desde hace tiempo me intereso por una palabra-concepto con la que representar ciertas complejas realidades culturales de diferenciada indeterminación —como son la mediterraneidad, lo europeo, la simbiosis oriente/occidente, lo femenino/masculino, los neo nacionalismos en la era de la “mundialización”, etc. Sí, me estoy refiriendo a esos ambiguos sentimientos y creencias de pertenecer a tal o cual género, cultura o nación más allá de los difusos límites de nuestro cuerpo físico, las fronteras políticas o el tradicional patriotismo… Se trata de “Matria”, antónimo o complemento antagónico, necesario según se mire, de “Patria”; una sugestiva palabra-concepto utilizada muy raramente, en general sólo por poetas y escritores preocupados por los temas de identidad desde posiciones nada convencionales, decididamente románticas. También encontramos la noción “Matria” más recientemente en filósofos y antropólogos de la postmodernidad, sobre todo en pensadoras feministas, entre las que destacaría a la española Victoria Sendón —Matria: el horizonte de lo posible.

Matria es un término utilizado por escritoras como Virginia Woolf, Isabel Allende y Krista Wolf. En la Antigüedad Clásica se utilizaba para hacer referencia a la propia tierra del nacimiento y del sentimiento. A lo largo del tiempo se mantuvo gracias a la tradición literaria y poética, principalmente en lengua gallega y portuguesa. Edgar Morin la emplea al referirse a la matria Europa, mientras Miguel de Unamuno se refería a la matria vasca. Julia Kristeva identifica este término con “otro espacio” que no tiene que ver con la tierra de nacimiento, ni con la legitimación de cualquier Estado, sino con un lugar interior en el que crear un “cuarto propio”. También este término se utiliza con frecuencia entre pueblos indígenas americanos, como los mapuches, aymaras o quechuas. El antropólogo Andrés Ortiz-Osés contrapone la patria española a la matria vasca para intentar explicar el origen de la violencia etarra: “Hemos identificado la nación como matria (vasca), el estado como patria (española) y la comunidad como fratria (europea)”. La filósofa Victoria Sendón desde una perspectiva feminista lo propone como una nueva relectura de viejos conceptos como identidad, raza, lengua, religión, tradición o sexo (de Wikipedia).

Victoria Sendón encabeza lucidamente lo que se ha denominado “feminismo de la diferencia”. Entiende el feminismo como una propuesta radical que intenta subvertir los tradicionales supuestos de la sexualidad, la familia, los modos laborales, la relación con la naturaleza, etc., en una decidida apuesta por la autoconciencia, la inversión y redefinición de los mitos, la acción directa. Victoria Sendón plantea así mismo otros nuevos conceptos confluyentes con la noción de Matria, por ejemplo el de “Ginandria”, como significante de una visión mítico simbólica de lo femenino: “A través del término “ginandria” quiero conectar con las raíces más profundamente subversivas, esotéricas y heréticas capaces de contestar radicalmente a una cultura crispadamente radical”… En su libro Más allá de Itaca Victoria Sendón reflexiona también sobre el derrumbamiento del monoteísmo cultural, del fin de la metafísica. A través de un trasfondo mítico la filósofa feminista encuentra el rastro femenino tanto en el concepto de Matria, frente al de Patria, como en la idea de futuro-mujer que abre la crisis postmoderna…

Victoria Sendón escribe regularmente interesantes artículos abiertos y narraciones en su blog bajo el nombre de Casandra, su avatar internauta. En un comentario sobre su libro Más allá de Itaca, sobre complicidades y conjuras, la autora nos confiesa que su interés por Creta y en general por la cultura mediterránea original tuvieron como punto de partida un trabajo de documentación para preparar un seminario sobre las brujas: “Investigando las raíces del tema fui desbrozando caminos hasta Creta y la cultura minoica, las Diosas Madres del Neolítico, el dios cornudo de los pueblos cazadores y la Madre Tierra de la caverna. Restos arqueológicos y textos clásicos, que constituyen los cantos originales de culturas perdidas, me fueron dando ciertas claves para resolver el anterior enigma que me había planteado. Pero había más. El fin de la metafísica en nuestro mundo occidental con su canto de cisne en Heidegger, su visión profética en Nietzsche y sus epígonos en la llamada postmodernidad, me instaban a profundizar en el nuevo orden simbólico que suponía este cambio, en el sentido de un derrumbamiento de nuestro monoteísmo cultural, una pérdida de las certidumbres, un adiós definitivo a la Verdad, la Identidad, la Seguridad y, por tanto, un estar de vuelta de la ingenua creencia en el “progreso”: Dios ha muerto. ¿Retorna la Diosa? Estamos en el umbral. Terrible cosas han de suceder aún, pero no dudo que la clave de las soluciones pasa por la mujer. Ellos, los poderosos, no han caído todavía en la cuenta, pero la necesidad de un nuevo orden simbólico les dejará sorprendidos de que todo haya sucedido tan rápido. Tendremos que dar un nuevo sentido al progreso, un nuevo sentido a la vida, a la pervivencia de la especie sobre este planeta, a la dimensión de lo humano”… Estoy absolutamente de acuerdo con Victoria Sendón: las claves de la interpretación de nuestro presente y nuestro futuro próximo, acaso también sus soluciones, pasan por la mujer y por un nuevo orden simbólico femenino (desde luego compuesto por nuevos atributos de lo femenino y renovadas figuras que lo representen).

En otro de sus magníficos textos Victoria Sendón nos alecciona sobre sus ideas de “feminismo de la diferencia”, refractario a cualquier tentación de “feminismo igualitario”: “El feminismo de la diferencia parte de la filosofía del mismo nombre, cuya lógica no es una lógica de los sujetos, sino de los predicados, porque la vida no trata del ser, sino del devenir. Con estos presupuestos no es extraño que el concepto mismo de Sujeto se plantee de modo diferente. Deleuze utiliza este nuevo concepto de sujeto para cargar contra un psicoanálisis para el que la historia del sujeto está edificada sobre el árbol genealógico familiar. Es como si nuestra aventura de vivir se redujera a actuar en el teatro del inconsciente, un teatrito doméstico en el que siempre se representa la misma obra: Edipo. Papá, mamá y yo. Explorar en las raíces el pasado familiar para alzarse hasta las ramas de un sujeto predeterminado es un auténtico aburrimiento además de irreal, pues afortunadamente nuestras conexiones, deseos o experiencias con infinidad de personas, objetos y aspectos de la vida aluden a un sujeto no arborescente, sino rizomático. El rizoma constituye un modelo mucho más gozoso, vital y abierto a lo imprevisto, a lo desconocido. Sus múltiples raicillas, que se extienden horizontalmente con multitud de líneas de fuga, nos posibilitan crear un sujeto idóneo para explorar la vida en lugar de someternos a los dictámenes de los complejos familiares. Este sujeto nómada y real nada tiene que ver con las entelequias ilustradas del cogito o del “principio de individuación” en busca de su forma. El nuevo sujeto es de carne y hueso, de deseos y búsquedas, de fracasos gozosos y victorias pírricas. Este sujeto es el Sujeto de la vida y no el de la metafísica” —La quiebra del feminismo (2002); “Mujeres en red. El periódico feminista

Victoria Sendón critica igualmente un cierto feminismo igualitarista que se alimenta en los principios de la Ilustración y “renuncia de entrada, en aras de esa igualdad, a la libertad de acción y de creación que propicie un paradigma que dé cabida a un pensamiento feminista con alternativas propias”… “Este feminismo de la igualdad se ocupa de hacer progresar en la marcha del mundo, en la política institucional y en la sociedad los principios ilustrados, pero incluyendo en ellos a las mujeres. Como si la Historia se hubiera parado dos siglos, se intenta recomenzar lo que se inició con una carencia fundamental. Por eso su tema estrella es el del Sujeto, cuya crisis les produce pavor al pulverizar sus cimientos argumentales (…) Y espera que esta homologación de las mujeres en dicha categoría nos libere de la jerarquía oprimente de los géneros, dotándonos de una mayor autonomía en lugar de la heteronimia del papel asignado. Lo cual queda muy bien salvo el pequeño detalle de que los sujetos femeninos acabarán siendo meros fantasmas, libres ¡al fin! de su propio sexo”… Victoria Sendón viene a decirnos que el feminismo igualitarista conduce inexorablemente a un nuevo esencialismo cartesiano fundamentado en la razón —que apenas se diferencia del anterior al que estaba sometido lo femenino y había servido durante siglos para justificar su sumisión bajo un orden masculino patriarcal. Si este esencialismo “ilustrado” igualitarista y moderno se fundamenta en la universalidad de la racionalidad de lo humano las mujeres habrán sido nuevamente “no diferenciadas” —que lo son— dentro de lo humano… Sendón se revela frente a esta perversa ignorancia de lo femenino diferenciado: “Huimos de una esencia para caer en otra, pero eso sí, universal… Ahora, las mujeres universalizadas ya sólo somos razón, una especie de seres fantasmales y descarnados”… La Sendón reivindica su cuerpo de mujer, su biología, su instinto femenino, sus sentimientos, sus modos de estar en el mundo… —Yo también lo hago desde mi masculinidad diferenciada, heterosexual, también reivindicativo y crítico frente a cualquier tiranía igualitaria que no sea estrictamente jurídica… ¡Basta ya de utilizar el dualismo cartesiano cuerpo-mente para fundamentar en la mente pensante la igualdad de derechos de las mujeres y los hombres —mujeres y hombres sin cuerpo, sin órganos, que diría Deleuze…

Al respecto Victoria Sendón cita a la filósofa feminista francesa Luce Irigaray: “Probablemente, la diferencia sexual representa la cuestión más universal que podemos encarar (...) Esto significa que las mujeres deben construir un modelo objetivo de identidad que les permita situarse como mujeres, y no simplemente como madres ni como iguales en las relaciones con el hombre, los hombres”. Con tales palabras Irigaray no se refiere aquí a la identidad como un esencialismo, sino como una voluntad de reconocer lo que son, mujeres, con un cuerpo que les diferencia, pero que en ningún caso puede fundamentar el estigma de la desigualdad… “Cualquier movimiento emancipatorio lucha desde su “hecho diferencial” en lugar de negarlo. ¿Por qué las mujeres tendríamos que hacerlo?”, concluye Victoria Sendón. Desde su posición de mujer, Luce Irigaray hace una crítica despiadada contra el psicoanálisis tradicional: para Irigaray las mujeres han perdido su propia identidad por haber olvidado su genealogía matriarcal, su misma relación original con la madre. Además hay que tener en cuenta que nuestro orden simbólico tradicional, incluso moderno, es patriarcal, lo que ha provocado que las mujeres vivan y sean representadas como “seres neutros o en negativo, como no-varones”, ya que hasta cierto punto carecen de símbolos que las vinculen con su realidad; sólo encontramos símbolos eficaces para representar a la mujer en la Antigüedad, en los orígenes, cuando acaso el mundo mediterráneo era una inmensa reserva de sentidos femeninos, de realidades matriarcales, de mujeres diferenciadas articulando un orden propio, sin complejos ni pactos humillantes.

Para Victoria Sendón el feminismo no puede ser una teoría reformista o revolucionaria más, “ya que es la totalidad lo que pone en cuestión: el Patriarcado, que abarca los modos políticos, económicos, culturales y hasta religiosos, pero, sobre todo, los modos de pensamiento. Además, el feminismo, sin ser un naturalismo, debería surgir de la cultura propia de las mujeres, es decir, de nuestra experiencia a lo largo de la historia. Pero ¿de qué cultura? ¿De la cultura de la sumisión, de la opresión, de la marginación, de la colonización? Pues claro. Desde esa hondonada es de donde sacan su fuerza todos los movimientos de liberación, pues desde una posición dominante no se cambia nada. Por eso el Amo es siempre idéntico a sí mismo, está petrificado en su poder. Pero tampoco se trata de un victimismo paralizante, sino de una posición privilegiada para el cambio, que es de lo que se trata”… Pero es que además las mujeres tienen la experiencia, como justamente defiende Sendón su posición feminista: “es que en nuestra experiencia más profunda está el que hemos sido y somos ecónomas, educadoras, médicas, maestras, psicólogas y administradoras en el ámbito de lo doméstico. En esa tarea hemos podido comprobar que las cosas no funcionan según la lógica de la dominación, sino de acuerdo a una lógica mucho más dúctil, sutil y vital. Sólo nos queda trasladar todo ese bagaje a lo público, pero no sólo a través de la paridad, que nos socializa en el colonialismo político. Dar el salto a lo público puede hacerse por otros muchos caminos. Nos quedaría por solucionar el ámbito de lo privado, que empezaría por reconocer nuestra autoridad, eso de lo que carece actualmente cualquier organismo, institución o gobierno de los que dirigen el mundo”...

Estoy convencido que el presente es el momento histórico de las mujeres: ningún otro movimiento pone en cuestión la totalidad del sistema, sino alguno de sus aspectos; en una sociedad globalizada esto es fundamental. Además las contradicciones del sistema depredador patriarcal han llegado a ser tan insostenibles, tan peligrosas para hombres y mujeres, para la vida natural en el planeta, que no pueden ser disimuladas ni esconderse… Seguramente la imagen que representa su colapso y muerte anunciada la encontramos en el colapso de las torres gemelas del World Trade Center en New York… En mi opinión, el colapso de las “grandes verdades y totalidades” modernas y postmodernas de occidente, patriarcales y machistas, se corresponde especularmente punto por punto con el suicidio del otro mundo también machista y patriarcal, tradicional y premoderno, el oriente musulmán, fanático… Qué terrible espectáculo de lucha a muerte y suicidio entre estos dos ordenes patriarcales y machistas que hasta entonces, a duras penas, habían coexistido bajo la falacia de la multiculturalidad y la globalización económica internacional. Las figuras del poder patriarcal y machista, sus falos simbólicos, quedaron hechos añicos; peor aún: polvo y humo, imposibles de reconstruir, de “collagear”, sus inexistentes fragmentos… No obstante, dudo que se tenga cabal conciencia de lo trascendental de este acontecimiento —más allá incluso de las simples y convencionales interpretaciones geopolítico-militares, economicistas y culturales, o como enfrentamiento cruel de civilizaciones opuestas y beligerantes… Yo creo que fue mucho más que un seísmo, acaso un terremoto apocalíptico en las mentes y espíritus a escala universal, la primera sacudida tras el choque de dos inmensas placas tectónicas a la deriva de sus instintos patriarcales y machistas, de muerte y fanatismo. Aún veremos catástrofes más terribles, inimaginables, si no las evitan las mujeres… Es el tiempo de las mujeres, de las madres, quienes crean vida en el vacío de sus vientres y tienen la facultad alquímica de generar futuro donde sólo hay desesperanza. Al mundo habrá que llamarle Matria más pronto que tarde. Ojalá haya tiempo todavía y las mujeres no se entretengan demasiado con estúpidos videojuegos machistas-digitales e interpretando ridículos papeles de hombrecitos travestidos… Así sea; así será… Amén.

Fotos: "Hay días que no me hallo para nada en este mundo" (scaner directo al cuerpo y retoque digital), Gabriela Galindo, 2002; "Montségur, en el Pays d'Oc", agosto 2005