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martes, febrero 19, 2008

Serifos, la isla de la Gorgona Medusa, o una historia de miradas que matan...



Alguna otra vez me he referido en este blog a la isla de Serifos, pero hoy me la ha recordado con mayor intensidad un comentario en mi buzón de alguien que es griega de nacimiento, ama las islas Cicladas y vive en Beceite (Teruel), otra joya, donde tiene su particular refugio existencial y crea sus cosas… Alguna vez pensé comprar una casa o un terreno en esa fascinante isla cicládica de singular belleza, escenario privilegiado de mitologías diversas, en la que encontraron también refugio por ejemplo Perseo y su madre Dánae, de quien se había enamorado el mismísimo Zeus… Serifos es un territorio insular aparentemente desolado y estéril, horadado por decenas de cuevas y minas hoy abandonadas, un paisaje austero pardo-rojizo apenas salpicado por algunas de las más sencillas y hermosas arquitecturas que podemos ver en el Mediterráneo: sus casas más populares —mínimos cubos blancos, precisos (y preciosos) como cristales de sal—, las delicadas esfericidades de las cúpulas de sus iglesias y monasterios —pintadas con alegres colores pastel realmente deliciosos—… y qué decir de la mirada profunda de sus habitantes, fantásticas grutas insondables, minas de memoria fosilizada…

A estas alturas —hablando de miradas fósiles y memoria petrificada— creo que es conveniente recordar el mito de Perseo —que como antes señalé había encontrado refugio y vivía en Serifos— y la Gorgona Medusa… Perseo, hijo de Dánae y del mismísimo Zeus que la había inseminado convirtiéndose en lluvia, aceptó el reto del Rey de Serifos de enfrentarse con la Gorgona y cortarle la cabeza. Medusa era tan horrible que sólo con mirarle al rostro petrificaba al espectador. Para tal proeza Perseo necesitó la ayuda de los dioses: Atenea le prestó un escudo tan pulido que en realidad era un espejo —con el que Perseo pudo ver el reflejo de la cabeza de Medusa sin mirarle de frente y cortársela sin peligro de perecer convertido en piedra; Hermes le entregó una espada-hoz con la que podía cortar la monstruosa cabeza; las ninfas de Estigia le prestaron el casco de Hades que le haría invisible, unas sandalias aladas y un morral de cuero para guardar la cabeza degollada. Retornando a Serifos, una vez obtenida la cabeza de la Medusa, Perseo aún pudo utilizar el poder terrible de la monstruosa Gorgona para salvar a su enamorada Andrómeda y luego para matar al mismo Rey de Serifos y a todos los enemigos de él y su Madre Dánae… —ya saben lo truculentas que son estas historias mitológicas; qué van a ser si no, si los hombres inventaron a sus dioses a su imagen y semejanza…

Han sido muchas y muy variadas las interpretaciones del mito de Perseo y Medusa, sobre todo las de índole psicoanalítico. Sin embargo uno de los más brillantes analistas del mito, J. P. Vernant, es relativamente crítico a este tipo de utilizaciones… Para Vernant —según su comentarista Gustavo Faigenbaum— la muerte es en su aspecto más terrible una figura femenina que adopta la cara monstruosa de Medusa, cuya mirada irresistible transforma a los hombres en piedra. Este autor señala que “el caos en el rostro de la Gorgona, como mezcla de lo bestial y lo humano, lo bello y lo horrible, lo masculino y lo femenino, lo joven y lo viejo, rompe con el cosmos bien ordenado de la ciudad, con todas las clasificaciones, con el esquema de las identidades individuales. Es por eso que la Gorgona es una máscara, opera a través de la máscara y es siempre presentada como una máscara. La máscara de la persona, y lo que ella oculta, la propia muerte, la propia disolución, se revelan en su juego especular con su doble”… “La Gorgona es la única divinidad que siempre es representada de frente, mirando a quien la mira, mientras que todas las otras son generalmente representadas de perfil. Es, sin duda, una mirada peligrosa, especular, en la que uno puede perderse; una mirada que mata”… “La apertura de la boca de la Gorgona, según Vernant, sugiere una entrada a un abismo. En las antiguas teogonías el caos era representado como una noche original, o bien la noche descendía en forma directa del caos original. En este abismo oscuro no había límites, puesto que nada se había aún desmezclado, separado, formado”… Como también señala Gustavo Faigenbaum, Vernant —a pesar de ser un duro crítico de ciertas interpretaciones psicoanalíticas de los mitos y la tragedia griega— no duda en afirmar que la cabeza de la Medusa Gorgona nos ofrece una cruda representación de los genitales masculinos y que su muerte a manos de Perseo representa una castración (coincidiendo en esto con Freud). “Es muy significativo que el efecto petrificante de la Gorgona está reservado sólo a los hombres, en un tête-à-tête entre el hombre y la mortal mirada de la mujer”, en palabras de Freud… “Decapitar=castrar. El terror a la Medusa es entonces un terror a la castración, terror asociado a una visión (...) La visión de la cabeza de Medusa petrifica de horror (...) El petrificarse significa la erección, y en la situación originaria es, por tanto, el consuelo del que mira”…

¿Medusa, la muerte que mira?… ¿El que mira, muere? ¿Matar mirando? ¿Hay miradas que matan?... —Moriría por una mirada tuya, amor— ¡Cuántas inesperadas asociaciones semánticas y de significados nos ofrecen las palabras combinadas al azar o por capricho del destino! ¡Cómo se revelan los más inquietantes presagios en estas mágicas combinaciones lingüísticas, en estas homofonías alquímicas! Sobre todo si las relacionamos con los mitos, las leyendas, las historias ocultas… Por ejemplo… ¿sabías que la misma trascripción fonética de la palabra “Destino”, en griego, es “Mira”?… —Es media mañana en mi isla doméstica; llueve… el cielo llora y moquea en esta parte del Mediterráneo… Un escalofrío recorre mi espalda desde la nuca… es esa extraña sensación de que alguien te mira a la espalda, te vigila, y se aprende en tu ignorancia todos tus tics y tus sonrisas… ¿Me mira el Destino, es decir me “remira”, o son tus ojos verdes o de avellana o negros como el carbón o del azul del lapislázuli? —moriría por una mirada tuya, amor, aun sin conocerte…


Fotos: Serifos, la capital de la isla... Rocas de Serifos; agosto-septiembre 2006