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viernes, mayo 09, 2008

HISTORIAS DE UN TUAREG EXISTENCIAL (II)... —última historia de Pau Llanes


El primer texto que compuse para Arterapia Sentimental ahora hace poco más de tres meses fue HISTORIAS DE UN TUAREG EXISTENCIAL (I)… No creo que lo hayáis leído todos vosotros y eso que el primer capítulo —dicen—da sentido siempre a una historia… Yo sí que leo los primeros textos y entradas a vuestros blogs. A lo peor me equivoco y no son tan significativos como pienso, pero en mi caso sí… Mi primer texto era un manifiesto de mis intenciones aunque no lo pareciera —ya sabéis cómo me gusta encriptar y ocultar mis intenciones… Pues bien, hoy voy a concluir aquella historia (verídica) con la que inicié mi blog: la historia de William & Florence Morden y del libro The Garden of Kama (El jardín del Amor) que hace años encontré y compré en New York, justo al lado donde vivía entonces, en cuyo interior había un exlibris que de algún modo es también mi lema y epitafio secundarios: El mundo es un libro del cual no se ha leído nada más que la primera página si no se ha abandonado alguna vez el lugar en donde nacimos… Os invito a leer de nuevo aquel primer texto y continuar luego con éste último… En los siguientes párrafos os relataré mis investigaciones, confesaré mis intuiciones, y todo lo que fue descubriendo de los Morden durante unos días del pasado mes de enero nada más inaugurar Arterapia Sentimental. En muchas ocasiones en estos meses tuve la tentación de publicar esta entrada —es decir esta salida—, pero preferí guardarla para mejor momento; qué mejor o peor día que hoy…

Era lunes 28 de enero. Hacía dos días que había inaugurado por fin mi blog Arterapia Sentimental después de haberme demorado durante meses buscando sentido y justificaciones literarias y existenciales para hacerlo. Había pasado todo el fin de semana aprendiendo los rudimentos de cómo componer un blog en Blogger y sobre todo eligiendo mi primer texto-manifiesto… Lo titulé HISTORIAS DE UN TUAREG EXISTENCIAL (I) y en él declaraba mi condición de viajero, y no sólo de paisajes del mundo, sino también espeleólogo de interiores existenciales, del amor y no sé cuántas cosas más… Aquel texto inaugural incluía una extensa referencia al hermoso libro The Garden of Kama (El jardín del Amor) que hacía años había encontrado en New York, contaba mis sucesivas e involuntarias pesquisas hasta dar con el autor de la leyenda de su exlibris, mis fracasos en saber quienes eran sus antiguos propietarios, los “William & Florence Morden”… No sé por qué pero aquella tarde de lunes me puse a buscar otra vez, ahora obsesionado, sus verdaderas historias. De inmediato comencé a meter en Google sus nombres, a cruzarlos, a buscar entre las entradas que me ofrecía el buscador… —mientras tanto iba imaginando una historia, acaso el embrión de una nueva novela que dedico ahora a mismo a una Guiomar desconocida…

Mis pesquisas sobre los Morden comenzaron por supuesto en Google: “William Morden”… clic… —840 entradas encontradas en 0,19 segundos… La primera hora abriendo páginas referenciales fue frustrante: decenas y decenas de árboles genealógicos sin ningún dato de relevancia. Una de ellas me regalo al menos una pequeña recompensa: “William Morden, cautivo de los Mongoles” —apuntaban unas líneas de un libro de viajes: Historias clásicas de viajes y aventuras de National Geographic… Claro que podía ser “mi” William Morden, supuse; se refería a un viajero… —pero ha habido tantos en nuestra historia reciente. ¿Y si no era un viajero sino simplemente un lector de libros de viajes?... Obstinado —“pinghead”—, continué abriendo y cerrando páginas nada más darles un vistazo… hasta que por fin en la entrada 127 encontré la primera pista eficaz en mi aventura de reconstruir la biografía desconocida de los Morden. El encabezamiento decía así: “Ernest Hemingway Message Boards”… cliqué esperanzado y en la página dedicada a Hemingway —por cierto, además de un magnífico escritor, un arriesgado viajero e insistente explorador de paisajes exóticos y profundos interiores, un melancólico contumaz además de alcohólico exquisito y suicida ejemplar— encontré una valiosísima referencia a un tal William Morden: era una noticia sobre un libro escrito por un viajero con tal nombre —Our African Adventer (sic)—, en la que se narraban sus cacerías y exploraciones en África junto al mítico cazador profesional Phillip Parcival; también se comentaba que Morden , junto a un tal Clark habían participado en una expedición por los Pamir rusos y el Turkestan chino, además de citar otros viajes suyos por el norte de Asia, el distrito Turkena en Kenia, etc… Con apenas estos datos estaba seguro —lo intuía— que ese William Morden era “mi” William Morden… No sé, son corazonadas, cómo te lo explicaría yo… revelaciones, extrañas certezas invisibles de alguien que está acostumbrado a vivir al dictado de sus intuiciones y presentimientos; yo sabía que ese era el hilo de plata que tenía que seguir… punto.

Volví al buscador Google e introduje el título del libro de William Morden, pero corrigiendo el erróneo “Adventer”; escribí correctamente “Our African Adventure” e hice el esperanzado clic: 1940 entradas en 0’04 segundos… —qué fiasco, aunque parezca lo contrario. No fue fácil encontrar otra referencia válida para mi investigación con este título. Y es que la frase Our African Adventure (nuestra aventura africana) es muy común y socorrida entre todos aquellos que escriben sobre sus experiencias en África y depositan sus textos en la Internet. Así que después de leer innumerables chorradas al respecto de viajes contemporáneos, más bien de turistas que de auténticos viajeros, fui a dar a unas referencias más consistentes… Por ejemplo una librería on-line en la que señalaban este libro como escrito por “William Morden and Irene”, publicado en 1954 —reconozco que me extrañó y mosqueé por el nombre de Irene que aparecía junto al suyo: ¿Es que no se llamaba Florence su compañera o esposa?

¡Por fin una información sustancial en la entrada 59… —confieso que ya estaba a punto de abandonar esa vía de búsqueda por el título de su hipotético libro de viajes. La pista era la siguiente: en la página sobre la colección de etnografía africana del Yale Peabody Museum se dice que algunos de los objetos más preciosos de la colección fueron coleccionados por William e Irene Morden… —mejor dicho: entonces me entero que William en realidad se llamaba “William J. Morden”; claro, por eso no encontraba casi nada de él; ¡faltaba la J!... La nota sobre Morden confirmaba y ampliaba mis datos anteriores: Coronel William J. Morden, explorador, cazador y coleccionista

Una nueva búsqueda, ahora de “William J. Morden”, me reportó 64 entradas en 0’148 segundos, cada vez más precisas y ricas en información. Por ejemplo, la cuarta referenciaba un artículo en National Geographic en español —En búsqueda del Argalí de Marco Polo (diciembre 2003): “En enero de 1926, William J. Morden y James L. Clark, del Museo Americano de Historia Natural, partieron hacia Asia Central con el propósito de conocer la situación de la población del argalí —Ovis ammon polii— de Marco Polo en el Turkestán ruso, y de paso cazar para los museos de zoología algunos ejemplares de esta singular oveja salvaje. La llamada Expedición Morden-Clark a Asia recorrió en nueve meses 12.700 kilómetros, desde el océano Índico hasta el mar Amarillo, atravesando la accidentada orografía del «techo del mundo». A su regreso, el expedicionario plasmó sus impresiones en un reportaje publicado por la Geographic en octubre de 1927. Dejamos, pues, al lector recrearse con un extracto de tan extraordinarias experiencias relatadas por el propio Morden… —Texto de William J. Morden; fotografías de la Expedición Morden-Clark a Asia; publicado en National Geographic en Octubre 1927… ¡Éste era mi Morden!

La octava entrada —“AMNH Library Special Collections”— ya fue demasiado… La Biblioteca de Colecciones Especiales del American Museum of Natural History reseñaba la colección de documentales visuales, films, realizados por Morden en sus viajes, nada menos que de 1922 a 1956 —entonces supe que William J. Morden había nacido en 1886 y fallecido en 1958, a los 72 años de edad… Leyendo detenidamente las sinopsis de los contenidos de sus filmes he podido componer el primer guión de su biografía como viajero, sus aventuras por mundos peligrosos que conoció y exploró con riesgo, algunas circunstancias excepcionales de sus viajes, etc. Y lo más decisivo: aquí descubrí por primera vez a Florence Morden a su lado, su primera esposa con quien compartió vida aventurera, viajes fascinantes, exlibris, la leyenda sobre la vida como libro abierto y como viaje que hice mía hace tanto tiempo, y sobre todo su joya literaria —The Garden of Kama— que hace años encontré (¿por azar; por necesidad?) en New York y ahora me pertenece…

En una de las películas de sus viajes conservada en el American Museum of Natural History, titulada Beyond the vale of Kashmir, fechada en 1922-24, se recoge una expedición del primer matrimonio Morden a África y Asia en esas fechas. Los contenidos de las imágenes se reseñan telegráficamente: “Vistas panorámicas de los Himalayas a sus espaldas. La expedición en su trayecto hacia el Valle de Kashmir atraviesa el Tibet occidental. El cámara Herford Tynes Cowling filma retratos de gente tibetana y algunas de sus actividades. En el pueblo de Mulbik visitan una colosal estatua de un dios de cuatro grandes brazos en la pared de la montaña. En Srinagar, en el Riío Jhelum, William James y Florence H. Morden se alojan con un coronel británico en una elegante mansión flotante repleta de hermosas obras de arte y mobiliario”… etc. Saber por fin de Florence H. Morden me llevó a abrir una nueva ventana en mi pantalla y ensayar nuevas búsquedas para ella con Google. Así pude saber que su esposo William había publicado a sus expensas en 1940 un libro póstumo en homenaje a Florence, fallecida el año anterior: From the Field Notes of Florence Morden, que hoy es una rareza bibliográfica y espero comprar pronto alguno de sus escasos ejemplares… Que la misma Florence H. Morden había publicado también en vida en la National Geographic: The Oriental Pageantry Of Northern India, con textos de Florence —incluyendo un ensayo, House-boat Days in the Vale of Kashmir, ilustrado con fotografías a color de Francis Price; National Geographic Magazine, octubre 1929… Por algunas referencias en las fichas bibliográficas del libro póstumo de Florence H. Morden sabemos que ésta acompañaba a su marido en muchas de sus expediciones: por ejemplo de cacería del tigre por la India en 1924, en otras cacerías por Africa oriental en los años veinte, en la anteriormente comentada travesía hacia el Valle de Kashmir, y que incluso estaba en Beijing esperando a William James a su retorno del azaroso viaje al Pamir y al Turkestán, tras su cautiverio temporal con los mongoles… Reconozco la valentía de esta mujer, su lealtad, su más profunda y entrañable implicación en aquel proyecto de vida en común y la envidiable complicidad con su esposo William hasta la muerte.

Por los contenidos de sus películas guardadas en el American Museum of Natural History, he podido seguir en primera instancia algunos de los viajes de William James Morden desde los años veinte hasta su muerte en 1958. Entre 1922 y 1924 visita por primera vez África oriental, Kenia, Uganda y Sudán, y también India, Birmania, Cachemira, Tibet, Sikkim, Ceilán, Java, Sumatra, Indochina, los templos de Angkor Wat en la actual Camboya, Japón y China… ¡Increíble!... Junto a Herford Tynes Cowling va a cazar ibex alpinos y a visitar monasterios en el norte de Pakistán y la India… atravesando el Tibet occidental y la Cachemira, como antes he señalado… En 1926, junto a James Lippitt Clark emprende su expedición al Asia central, al territorio ruso de Pamir y al Turkestán chino en búsqueda de unas extrañas cabras de fina lana —argalí (Ovis ammon polii)— de las cuales Marco Polo hablaba con admiración en sus narraciones. Los exploradores cruzan los Himalayas y las montañas Karakoram hacia los restringidos territorios rusos de la Meseta de Pamir y la región de Turfan en el Turkestán chino; frustrado un encuentro previsto con un tercer expedicionario, Roy Chapman Andrews, Morden y Clark se adentran imprudentemente en Mongolia sin permisos ni credenciales… Clark y Morden son capturados por los soldados mongoles y torturados en la creencia de que en realidad son espías… Rescatados por soldados rusos, cruzan las Montañas Atlas y en el Transiberiano son conducidos al extremo oriente, llegando por fin a China, a Beijing, donde les esperaba Florence… Sin duda se trata de una epopeya moderna, una de las expediciones más fascinantes y heroicas que un viajero podía hacer en aquellos convulsivos tiempos, incluso en la actualidad. Fruto de esa experiencia, William J. Morden escribió y publicó un extenso artículo con la crónica de aquel viaje para National Geographic MagazineCaravan across Central Asia; v. 52, no. 4, Oct. 1927— y un hermoso libro monográfico: Across Asia's Snows and Deserts; New York, ed. Putnam, 1927.

En 1928 encontramos a Morden en Rusia recavando permisos y estableciendo alianzas con la Academia de Ciencias Soviética para su posterior expedición por Siberia; visita Leningrado y Moscú, registrando los monumentos rusos y las celebraciones del aniversario de la Revolución Bolchevique. Meses después, ya en 1929, William viaja otra vez a Asia central, esta vez a la Rusia soviética y Siberia orientales. En su correspondiente film conservado en la AMNH vemos imágenes de las ciudades de Samarkanda y Bukhara, las estepas de Kazajistán, pueblos de la Siberia oriental, paisajes de la taiga siberiana… en ellos aparece profusamente William James, a la edad de cuarenta y tres años, acaso excesivamente avejentado por los rigores de sus viajes, con poblada barba y una hermosa mirada que mira a lo lejos y desde lejos.

Después de esas fechas no he encontrado ninguna otra referencia a los Morden hasta 1939 —fecha del fallecimiento de Florence— y 1940, cuando William publica póstumamente los apuntes de campo de su esposa. Doy por supuesto que durante aquel tiempo repasarían las notas y recuerdos de sus viajes en su casa en New York o en los alrededores, disfrutarían de su hogar y sus libros —también de The Garden of Kama, por supuesto (libro que compraron en Calcutta en uno de sus viajes)— y cuidarían de sus hijos, que ignoro si los tuvieron o no. Ojalá fueran felices…

Parece ser que William Morden participó en la Segunda Guerra mundial, aunque no sé en calidad de qué, seguramente como asesor o en la Inteligencia, por su edad, y fue licenciado con el honor de Coronel. En 1947, cuando William tiene ya 61 años, emerge otra vez liderando una gran expedición, esta vez a África, subvencionada por el AMNH. De New York viajan a Ciudad del Cabo, en Sudáfrica: aparece por primera vez su segunda esposa, Irene Morden… No es ahora el momento de describir con todo detalle la expedición de William e Irene Morden, solo apuntar que cruzaron de sur a norte todo el continente africano, cuyas etapas más sugestivas son las siguientes: la Reserva de Transkei, la Rhodesía del Sur, las Matapo Hill de Zimbabwe, Nairobi, la desolada región de Lodwar en búsqueda del pueblo de los Turkana, la “excursión” al Lago Rodolfo, diversos trayectos por Kenia, una exótica “excursión” a Zanzíbar, visita a Potha Farm, la finca de su amigo el famosísimo cazador profesional Phillip Parcival, el encuentro con los Kikuyus en la frontera norte de Kenia —mientras tanto compran objetos indígenas, recolectan documentos visuales de las tribus que conocen, cazan y capturan todo tipo de animales, etc… Siguen su periplo por Uganda, Ruanda, Burundi el entonces Congo belga (ahora Zaire) —en donde conocen pueblos pigmeos—, para luego ascender, desde sus orígenes en el Lago Victoria, por el curso bajo del Nilo bien siguiendo su ruta directamente o zigzagueando: las cataratas Murchison y el Lago Alberto, Juba, Jartún… Después se dirigen en tren a Wadi Halfa, buscando las culturas del Desierto de Nubia, y más allá, hacia el norte, atravesando el desierto Libio, llegan a El Adem, su última etapa en África… La expedición regresa a casa atravesando el Mediterráneo —Malta, Marsella, Cannes—, de allí a París, y por fin Inglaterra, de donde parten de vuelta a New York embarcados en el trasatlántico Queen Mary… Ufff… qué maravillosa locura…

De Irene Morden no he encontrado ninguna noticia anterior a este viaje con su esposo William. Parece que Irene era más joven que él, pero ya no una jovencita inexperta; incluso en una nota creo deducir que tenía hijos mayores… Lo cierto es que Irene rejuveneció y renovó las ilusiones del sesentañero William y que, al igual que su anterior esposa, nuestra Florence H., fue su inseparable compañera, su colaboradora en los preparativos de los viajes, su fotógrafo cámara en ristre o filmando documentales, su cómplice escribiendo las crónicas y artículos de sus viajes. En 1953 volvemos a encontrar al matrimonio Morden en África, esta vez acompañados por los coleccionistas Walter Moesch y Lili Braun, dirigiéndose al Etosha Park en la actual Namibia. Tras un prolijo recorrido por las tierras de Namibia, se dirigieron luego a la actual Bostwana, Rhodesia (entre las actuales Zimbabwe y Zambia), Angola y Elisabethville (la actual Lubumbashi), etc… En 1954 sale a la luz el fantástico libro al que antes me referí, escrito en común —Our African Adventure, Londres: Seeley Service, 1954—, profusamente ilustrado con mapas de sus recorridos durante la expedición de 1947, viñetas y fotografías…

La última expedición de William J. Morden a África, en 1956, vuelve a estar documentada visualmente en el American Museum of Natural History: fue un viaje organizado por el Peabody Museum of Natural History de la Universidad de Yale para coleccionar piezas etnográficas y especimenes zoológicos. El viaje comenzó otra vez en Namibia, en tierra de los Owambo, para retornar después al Parque de Etosha; luego la expedición continuó por la región de Natal, en Sudáfrica… para más tarde dar un salto a Kenia y la región de Tanganika, entonces ya cazando, visitando Nairobi, la frontera norte del distrito de Isiolo, la Reserva de Marsabit, Ambesoli, Arusha, Ngorongoro y los Llanos del Serengeti… haciendo excursiones al Monte Kenya, al Lago Paradise, al Lago Magadi y al Kilimanjaro, la altura máxima de África… En el documental puede verse a la misma Irene cazando y cobrándose las pieles de un león negro, un leopardo e incluso un rinoceronte, siendo homenajeada por las mujeres Masai por sus hazañas de experta cazadora… Poco después de su retorno a New York, William James Morden muere a la edad de 72 años… Una vida, memorable, sin duda… que merece ser recordada con admiración —lo que ahora hago en este texto en su homenaje.

Por último, he podido encontrar una breve reseña biográfica de William J. Morden que completa los datos y referencias que hasta ahora he recolectado en mis pesquisas en la Internet: Que nació el 3 de enero de 1886 en Chicago, hijo de una familia acaudalada dedicada a la fabricación de materiales ferroviarios… que estudió y se graduó en el Sheffield Scientific School de la Universidad de Yale… que tras su graduación trabajó como Ingeniero en la Bag and Paper Corporation (1908-1922) y que tras esa primera etapa laboral, seguramente aburrida y convencional, se dedicó el resto de su vida a sus viajes soñados y a sus peligrosas aventuras por Asia y África… Parece que su primer viaje de exploración lo realizó en el territorio norteño americano del Yukon, en 1921, lo que seguramente le estimuló a dedicarse de lleno a esta actividad… William James Morden fue director del Explorers Club y miembro honorario y asociado en tareas de campo del American Museum of Natural History; fue escritor de viajes y colaboró asiduamente con el National Geographic Magazine… William James Morden murió en Chappaqua, Long Island, el 23 de enero de 1958… Su segunda mujer y compañera, Irene, le sobrevivió hasta 1972 —pero por ahora desconozco las circunstancias y hechos relevantes de su viudez y de su muerte, y desde luego no tengo ni idea de las vicisitudes posteriores de su legado común… De todo ello sólo sé que en la primavera de 1998, en Broome St., justo al lado de la casa en donde yo vivía entonces en New York, tuve la fortuna de comprar a un vendedor ambulante un hermoso ejemplar ilustrado de The Garden of Kama de su edición de 1920… y que en su interior encontré un exlibris que delataba una anterior propiedad de este libro de William & Florence Morden, de los que ahora por fin ya conozco algunos fragmentos significativos de su biografía… La leyenda impresa en este exlibris es aquella frase que atribuí a Morand al inicio de mi poema y luego restituí a San Agustín: “The world is a great book of wich they who stay at home read only a page”… —El mundo es un libro del cual no se ha leído nada más que la primera página si no se ha abandonado alguna vez el lugar en dónde nacimos.

Los Morden —William, Florence, Irene— leyeron todas las páginas del libro que les regaló el Destino. Yo las mías propias y las de otros viajeros tan melancólicos como yo… También leo de vez en cuando poemas de “su” (mi) The Garden of Kama:

This passion is but an ember
Of a Sun, of a Fire, long set,
I could not live and remember,
And so I love and forget.


You say, and the tone is fretful,
That my mourning days were few,
You call me over forgetful —
My God, if you only knew!


Recuerdo que fue San Agustín quien dijo: “Ama, y haz lo que quieras”… Obedezco; obedece…


Fotos: "Mi jardín del amor en Essaouira (de madrugada)", mayo 2007.

"Broome St. Home, NY", New York, enero 2005: frente a la puerta del loft en el que viví en NY grandes temporadas, de 1997 a 2000, compré a un vendedor ambulante mi ejemplar de The Garden of Kama. Años después, paseando una mañana de domingo, fuí a parar a "mi casa" sin querer... Sobre la fachada del loft una joven pintora naif había instalado una exposición temporal de sus obritas... Recordé toda mi vida aquellos años felices en esta casa... Pensé en las bromas que nos hace la vida, en sus paradojas... Aquella muchacha no sabía quién era la propietaria de aquel loft que le servía de improvisada galería en la calle, quienes habitaron aquel lugar, sus personajes carismáticos. No sabrá nunca que tras aquel muro de cuarterones de vidrio se crearon algunos de las obras más memorables del arte y la música contemporáneos... ¿Y para qué saber algo que ni le va ni le viene? Ella era feliz a su modo... Le compré un cuadrito que me agradeció con una sonrisa inolvidable...

Portada y algunas páginas interiores de The Garden of Kama

domingo, mayo 04, 2008

Dos poemas: uno sin palabras (invéntalas tú) y otro sólo con palabras (imagíname)...





Si preguntas qué palabra
me gusta decir primero
al despertar por la mañana
te diré que es “mar”…

Si preguntas qué frase
me hizo dudar de la eternidad por primera vez
te confieso que fue este epitafio:
“Lo desconocido está al final de la vida
y al comienzo de la muerte”…

Si preguntas qué fue
lo que me hizo recordarte hoy
fueron estas palabras:“El olvido fecunda”…



Imágenes: "Chicago Plensa", enero 2005; "Dalí Museum Figueras", septiembre 2005; de la Serie "Calles de Tokyo", junio 2004; "Carroussel en Carcasonne", agosto 2005; "Manaos Sunset Bar", abril 2006; "Essaouira Spices", diciembre 2006; "Marcos Vidal Wall", instalación de Marcos Vidal, Dubrovnik, agosto 2001; "Mallorca Boat Souvenirs", agosto 2004; "Libro de Prato", mayo 1993; "Serifos dawn", septiembre 2006; "Mallorca sunset", abril 2008

viernes, abril 18, 2008

Voluntad de Amar o cómo ser libres amando... —lee hasta el final, por favor…

Para Schopenhauer, el mundo —su realidad última, o primera, según se mire— no entiende de razones, no es causa ni efecto, es pura irracionalidad… Ninguna criatura, tampoco el individuo humano, goza de libertad. Solo la voluntad —en tanto se encuentra exenta de la relación causa-efecto— es absolutamente libre, no tiene ningún objetivo que seguir, ningún principio al que obedecer… La voluntad no tiene límites, es un aspirar sin término, un perpetuo querer… La voluntad es “una y la misma”, no entiende la pluralidad ni la diferencia, aspectos que solo pueden constituirse en el espacio y en el tiempo. Esta voluntad constituye la esencia última de cada individuo y es “una y la misma” en todos los fenómenos, es decir, existe una única esencia en el mundo y ésta se ofrece de forma inmediata por medio de la intuición. Al igual que el mundo, la vida, es pura irracionalidad, también el fondo último del conocimiento —la roca madre del conocimiento— es puro misterio e irracionalidad… Sólo existe un objeto que nos es conocido directamente, sin mediación: el propio cuerpo. Éste puede ser considerado por el sujeto como un objeto más entre los objetos, pero en su interioridad el cuerpo se revela intuitivamente como voluntad objetivada. Nosotros en tanto que cuerpo nos sentimos vivir, somos voluntad que se ha hecho visible…

Para Schopenhauer el artista no es más que un puro sujeto de conocimiento pues crea por intuición, expresa y hace visible en sus “creaturas” esa voluntad esencial que todo lo constituye y todo lo encadena… Si el arte no alcanza la liberación total es porque por definición el goce estético es momentáneo y tarde o temprano cada cual vuelve de nuevo a sus miserias… El Arte “no es más que un consuelo provisional en la existencia”… Cada satisfacción es el punto de partida para un nuevo querer y cada insatisfacción provoca un gran dolor. Y cuando no hay objetos que desear o cuando se consiguen rápidamente, el individuo siente un vacío aterrador. Así “la vida oscila, como un péndulo, entre el dolor y el hastío (...) después de haber puesto en el infierno todos los dolores y todos los suplicios, el hombre no ha encontrado nada que colocar en el cielo más que el aburrimiento”…

De esta visión de la vida como dolor y lucha, en la que la misma voluntad se desconoce a si misma y se auto fagocita, Schopenhauer extrae no sólo su idea del mal y del bien, sino también la del devenir perpetuo del mundo como eterno retorno, en donde radica su pesimismo trágico. Para Schopenhauer, vivir es padecer eternamente: “lo que debes preferir es no haber nacido… y lo que te cabe esperar es morir pronto”… Ante este abismo existencial, Schopenhauer se pregunta: “¿Cómo, pues, un hombre, después de haber reconocido claramente cual es la naturaleza del mundo, podrá persistir en afirmar semejante existencia por manifestaciones incesantes de voluntad y aferrarse a la vida con energía cada vez mayor?"... Dice Schopenhauer que el hombre que ha sido capaz de contemplar esta verdad solo puede entrar en un estado de renuncia voluntaria, de resignación, de quietud absoluta, de abandono rotundo de todo querer. La negación de la voluntad traería consigo la nada (éxtasis), puesto que al negar la voluntad negamos todas sus objetivaciones, negamos el mundo de la representación y nos suprimimos a nosotros mismos (pues no somos más que fenómenos de la voluntad)…

—No, mi amor, no te alarmes… No quiero alcanzar por ahora el éxtasis de la Nada, sino el de la plenitud. No deseo llegar a ese estado estático de eternidad suspendida, de resignación y renuncia, sino permanecer insistente cada día a tu costado. No me vale ni el éxtasis ni la contemplación estática, sino el placer estético de descubrir la belleza objetivada y visible en tu cuerpo y el mío fundidos a cada momento… Ya sé que nuestros goces son instantáneos, temporales, que luego caemos en profundos valles de insatisfacción y dolor al separarnos, al distraernos con nuestras cosas cada uno por su lado… A veces nos engañamos y consolamos afirmando que es por nuestro bien, que en cada uno de nuestros reencuentros renacemos y renovamos el milagro del amor apasionado que nos une… Sí, yo sé todo eso… participo de éste nuestro común simulacro que nos justifica como amantes excepcionales; interpreto el papel de indiferente con suficiente convicción como para hacerte creer que no sufro en la distancia, ambos ausentes… Pero hoy voy a confesarte algo que no volverás a oír de mis labios, es una debilidad que deberás perdonarme una sola vez: estoy harto de esta situación de ficción… Mi corazón está al borde del infarto y no soporta más esta montaña rusa de encuentros y abandonos sucesivos, de orgasmos sublimes seguidos de profundas depresiones tan contiguos que se confunden entre ellos, de tocar el cielo y caer en el infierno tan a menudo que ya no sé qué es cielo o qué es infierno por su temperatura —mi cielo está en el trópico de tu cuerpo, en el incendio de tu boca; es un infierno el frío de tu ausencia, amor… Sueño, espero, deseo, quiero con fervor, romper esta cadena de apariencias de libertad y su encantamiento que nos hipnotiza… Con absoluta voluntad y conciencia de lo que esto significa deseo permanezcamos juntos hasta el límite de nuestras fuerzas. No sé por cuánto tiempo —a lo peor unos días, meses, años… (no te diré siempre porque sería una coquetería). Que dure lo que dure nuestra común voluntad de recrearnos cada día… Sin crestas ni simas, sin interrupciones… Fundidos como los colores del Arco Iris… O todo o nada… —no quiero raciones de amor ni amor razonablemente cautivo… Prefiero vivir y sentir todo de una vez, regalarnos y derrocharnos —esplendidos manirrotos— que no ahorrarnos para una vejez del amor que tú y yo sabemos que se llama "cariño"… No es amor regalarse poco a poco o mucho o poco de nada… —ni vale el esfuerzo vivir o amar saltando entre piedrecillas sino corriendo libres y confiados campo a través… Te decía: somos libres mientras queremos… (los esclavos saben que son sólo amos de sus cuerpos amando). Todo y después la Nada… Todo es Todo cuando el resto es nada...

Foto: "Arco Iris", Belo Horizonte, Brasil; abril 2006

sábado, marzo 01, 2008

Historia de un amor que vivieron unas horas y sobrevivió toda una vida...


Hacía treinta y siete textos que se conocían, es decir se leían. Ella escribía relatos eróticos sutiles y delicados; él mini ensayos de gran densidad conceptual pintados de color mandarina (utilizaba un spray de ironía fosforescente muy eficaz para aligerar virtualmente el peso desmesurado de sus palabras). Él escribía de madrugada; ella lo desayunaba con los ojos. Ella le escribía a medio día; él la leía a media noche. Él se enamoró de sus palabras aquella noche que leyó: “me acaricio con las cejas de tus eñes”; ella se corrió nada más imaginar “dos espejos cara con cara, piel con piel: nada se refleja, nada se ve, nada se dice”. Al texto veintiuno ambos se despedían con parecidos besos; en el veintinueve iniciaban sus escritos con el mismo saludo: “querido/a”… Sólo un día se leyeron en “tiempo real” en el messenger de Hotmail, ambos desconectaron al mismo tiempo sus webcam para no caer en la tentación de desnudarse y masturbarse frente a sus ojos desconocidos. Por fin en el texto treinta y siete él le escribió: “quiero hacer el amor contigo o follar, ya veremos, un día de estos, pronto”; ella escribió: “quiero pensarlo”. Al día siguiente ella le envió un e-mail que decía: “sí”; él le respondió inmediatamente: “gracias”… Al día siguiente se escribieron sendos e-mails cortos pero precisos. Ella le decía cuales eran sus condiciones para el encuentro: primero, se verían en Madrid, su ciudad; segundo: nada se tenían que preguntar ni nada se deberían contestar; tercero: ella elegiría el hotel y reservaría la habitación, la pagarían a medias; cuarto: sólo se regalarían una botella de vino cada uno, las beberían juntos el resto de la noche; quinto: se encontrarían en la habitación del hotel nada más anochecer, alrededor de las ocho, casi era primavera; sexto: todo les estaba permitido pero sólo esa noche, hasta el amanecer, a media mañana cada uno seguiría su vida y nunca harían por encontrarse, ni siquiera para leerse; séptimo: le quería decir que no le importaba ni su edad ni su aspecto físico ni su condición social, seguramente su tipo se encontraría entre el catálogo de hombres que habían sido sus amantes y por lo tanto no debía preocuparse por ello… sólo iban a follarse una noche y ojalá amarse con toda intensidad una horas. Él le contestó casi de seguido aceptando sus condiciones y añadiendo otras propias; primero, no cenarían, no estaban para perder el tiempo con estúpidas pruebas de sibaritismo; segundo: no les estaba permitido dormirse, bastante se habían soñado todos los días desde que empezaron a leerse; tercero: cuando se encontraran estaba prohibido decirse “hola, qué tal” y al despedirse no se dirían “hasta luego”, por supuesto; cuarto: se bañarían juntos antes de partir cada uno a su ensimismamiento, dejarían que sus líquidos y olores se fueran superponiendo a lo largo de la noche hasta obtener la pátina deseada de su deseo desbordado… bañarse juntos sería la ceremonia sacrificial de su despedida y abandono para siempre; quinto: no dejarían que nada ni nadie interrumpiera “su sacrificio”; sexto: se besarían nada más encontrarse, se despedirían con un beso largo y profundo hasta que les faltara el aire y sus cabezas y pulmones no pudieran soportar el oxígeno carbonizado de sus ajenas respiraciones; séptimo: le quería decir que no le importaba ni su aspecto físico ni su condición social, seguramente su tipo se encontraría entre el catálogo de mujeres que habían sido sus amantes y por lo tanto no debía preocuparse por ello… sólo iban a follarse una noche y ojalá amarse con toda intensidad una horas; pero sí le importaba su edad, para continuar no debía ser menor de quince años ni mayor de cincuenta y uno, era una fobia, nada más… Ella le contestó a la mañana siguiente aceptando sus condiciones. Los demás días siguieron en su rutina de leerse e imaginarse. Al texto cuarenta y tres, él le propuso que su encuentro fuera el próximo día catorce de marzo; argumentaba cabalísticamente: “es el día 73 del año solar, exactamente la fracción quinta de sus 365 días; el 73 es un número primo poderoso, su correspondencia cabalística es “ChKMH”, es decir Chokmah (sabiduría, buen sentido), se le representa con la letra “G” y con un ojo en el interior de un triángulo (y así aparece en el vértice superior de la pirámide fundacional de los EE. UU. y en su dólar, símbolo de origen fracmasón); también el 73 es el número reverso de 37, otro de los más decisivos números primos, por ejemplo interviene misteriosamente para componer el número 666(6+6+6x37=666), el nombre de la bestia, y en el número 999 (9+9+9x37=999), es decir el número de los nombres de Dios… Además el día 14 de marzo se celebra en la Worldweb el “Pi Day”, el Día del número irracional “pi” que sirve para entender y medir un universo esférico que se expande en círculos concéntricos”. En su texto cuarenta y cuatro ella le confirmó su encuentro el día 14 de marzo, ampliando los signos propicios de ese día: “esta fecha participa de los Idus de Marzo, que en la tradición romana eran días de buenos augurios, en tal día nacieron Albert Einstein, el filósofo Merleau-Ponty, El pintor Adolf Gottlieb, la fotógrafa Diane Arbus, el compositor y director de orquesta Les Baxter y el actor Michael Caine, también murió un 14 de marzo Karl Marx; además se celebra en Japón el Howaito de o “White Day”, similar a nuestro día de San Valentín, en el que las mujeres hacen regalos de chocolate a sus amados”… A él y a ella tales coincidencias les alegraron el corazón y ahuyentaron definitivamente sus dudas y precauciones acerca de su próximo encuentro —que las tenían hasta entonces, aunque aparentaban un estético desapasionamiento. En los días posteriores no se escribieron ni leyeron todos los días, hubo días de silencios. El 7 de marzo él recibe un e-mail en el que ella le dice que prefiere que se encuentren en el hotel al anochecer del día 13, así podrán consumar su encuentro durante toda la noche y mañana del 14; él le contesta que estaba pensando lo mismo… está totalmente de acuerdo. Antes del 13 sólo escribieron cada uno un largo texto sobre sus temas: el de ella se titulaba “Alice se lo monta con dos hermanos gemelos exactamente iguales”; el de él se titulaba “Carta de amor de un escritor a quien le lee o lo que tenemos en común Ella y Yo y sólo nos dijimos”… Lo único que se habían permitido decirse de sus gustos y detalles personales en aquellos ya cincuenta y tantos días que escribían y se leían era el nombre de su perfume favorito —es muy importante conocer el olor de quien te escribe no sólo el olor de sus palabras. Por no se sabe qué extraños caprichos del destino ambos usaban perfumes de la misma casa Diptyque de París, raros y muy difíciles de encontrar en España. Ella prefería el clásico Ombre dans l’eau —hojas de grosella y rosa de Bulgaria; él Eau lente —resina de opopanax, especias hindúes, nuez moscada y canela. Los dos estaban seguros que acudirían a su cita con sus perfumes favoritos; antes de encontrarse ya se olían, y se gustaban. El día 12 de marzo ella le escribió un corto e-mail: “Hotel Puerta América. Silken. Planta 10. Arata Isozaki de luxe Room. No llegaré antes de las 8h P.M. Besos en tu alma. Eleanor”. Él supo entonces que se llamaba Eleanor; hasta entonces la conocía con el nombre de Silvia Togores, así firmaba sus relatos eróticos,. Le respondió inmediatamente: “Estaré en la habitación a las 8h P.M. Caricias por tu espalda con las palmas abiertas. Bruno —hasta entonces ella le conocía como Pau Llanes. Eleanor y Bruno se encontraron exactamente a las 8,17h P.M. del día 13 de marzo de 2008 en una habitación diseñada especialmente por Arata Isozaki para el Hotel Puerta América de Madrid; una habitación espaciosa de líneas y volúmenes sobrios, rectos, pretendidamente minimalistas, próxima a la estética zen, con superficies lisas y paredes de madera y estucadas, suelo de madera clara, predominando los negros y el gris perla, luces indirectas, misteriosas; sobre la cama queen size había un cubrecama y cojines de seda negra de colores carbón y ceniza; la habitación estaba exquisitamente entonada y era armoniosa salvo por un alto y voluminoso mueble lacado en rojo cinabrio de Kamakura que alojaba el bar y una pequeña nevera; a la izquierda, la pared quedaba interrumpida por una gran superficie de cristal —de suelo a techo— por donde la luz natural llega del exterior, domesticada y filtrada por una celosía de inspiración japonesa de madera pintada en negro… Bruno había llegado puntual al hotel y solicitado la tarjeta de acceso a la habitación que estaba reservada a nombre de Mr. Bruno y Mrs. Eleanor, simplemente. Subió al décimo piso y descubrió la habitación y luego el baño espacioso, dotado de una gran bañera-furo de tipo japonés en piedra pulida color crema; el resto de instalaciones y superficies eran blancas como la nieve; Bruno se enfrentó entonces al gran espejo de la verdad sobre el lavatorio y sonriéndose se dijo para sí: “Ya no hay salida, Pau Llanes”… Todavía tuvo unos minutos para trastear en el sistema multimedia y programar la música de fondo cuando sonó el timbre de la puerta. Abrió y en dos pasos ella entró al interior de la habitación, dejó caer una bolsa en el suelo y cerró la puerta a su espalda. Se abrazaron sin decir palabra y casi sin mirarse, se besaron con los ojos cerrados. Se probaron los labios de poco en poco, aprendiendo sus humedades y texturas, acomodándose para encontrar su mejor ángulo y penetrándose lo justo, dejándose moldear a su gusto, sus lenguas se buscaron tímidas al principio, luego se disfrutaron y jugaron divertidas, sin prisas ni brusquedades, en un rato sin tiempo empezaron a beber sus salivas, a respirarse, a atemperar en una sola sus propias temperaturas, a acrecentarlas, les ardían los labios y las mejillas cuando terminó aquel largo beso con el que se inauguraban, confiados ya, hasta entrañables. Su primer beso había tenido como fondo Mysterons de Portishead, ambos conocían de memoria su letra… Eleanor era rubia, media melena ligeramente planchada, ojos verde musgo, guapa y elegante, un poco más alta que Bruno con sus zapatos de tacón. Bruno era moreno, cabello corto, rostro y gestos varoniles, con barba corta a tramos gris plateada, ojos marrones… ¿o no? —qué maravilla—, ojos de distinto color: el derecho marrón avellana, el izquierdo azul profundo o gris oscuro. Eleanor se detuvo más que en sus ojos en su mirada, entendió lo que le decía Pau Llanes cuando le escribía que miraba lejos; miraba lejos hasta de cerca; Eleanor se estremeció con sólo una mirada… Se desabrazaron lentamente y Bruno le ayudó a despojarse de su casaca oriental verde con ribetes y detalles naranjas y dorados; llevaba un vestido de punto gris imantado a su cuerpo, medias-leotardo verde botella y zapatos de tacón color Burdeos. Bruno vestía informal y bohemio: sweater holgado de punto color verde grisáceo, jeans y calzado deportivo, en su muñeca derecha llevaba dos pulseras de plata vieja y cuero, un anillo en cada mano, diferentes, nada comunes, el uno con un granate engarzado, el otro con una hermosa piedra de luna… Él se movía ágil y decidido, natural a su manera, tenía figura y ademanes de marinero o cazador o guerrero. Ella era lenta y precisa en sus gestos, natural también a su manera, parecía una geisha o una leona al acecho o una libélula… Eleanor recogió la bolsa que había abandonado al entrar y adentrándose en la habitación comentaba: “me gustan los ambientes japoneses… traje lo convenido, pero me permití traer también un par de copas para el vino… te imaginaba más mayor, no sé si lo eres, pero tu aspecto es más joven de lo que pensaba… bueno, también he traído chocolate, ya sabes, casi es el White Day… me gustan tus dos nombres, cómo besas”… Al llegar al mueble rojo se detuvo, miró con detalle en su interior y volviendo su rostro hacia Bruno —que la seguía a escasos pasos— se rió con él en una risa coral y desinhibida… “Yo también traje dos copas de vino y una tableta de chocolate, por si acaso” —Bruno dice estas palabras con voz de durazno, grave pero no bronca… Su ajuar y común botín: Clos Mogador 2001 y Clos des Papes 2005 de Châteauneuf du Pape, copas de Italesse y Paul Bocuse, dos tabletas de chocolate Amedei, el uno Chuau, el otro Magadascar… —no hace falta decir de quién es cada cosa; desde que se besaron se pertenecen… Juntos otra vez se vuelven a abrazar ahora mirándose a los ojos y a los labios… se ronronean más que se dicen palabras… se rozan las puntas de las narices instintivamente, se huelen y reconocen… se besan de nuevo ahora más atrevidos, más retadores e incisivos, se aprietan con fuerza como para medirse sus resistencias y potencias… se mordisquean el cuello, la nuca, afilan sus blancas ferocidades en la piel de su pareja de juego, se tantean los muslos y su fortaleza… Bruno le dice al oído: “deberíamos hacernos el amor ahora, sin esperar más, tú ya sabes que cuanto más tiempo lo demoremos más nos costará retomar este pas à deux que ahora estamos bailando como respiramos”… Eleanor asiente y comienza a desnudarse…Bruno hace lo mismo a su espalda… A cada prenda que arrojan fuera se entretienen acariciándose un ratito, descubriéndose, dialogando mediante su tacto y sus temperaturas… Las últimas prendas hacia la desnudez se las quitan uno al otro con extrema delicadeza… Por fin desnudos, todavía en pie, abrazados, se acarician sus genitales en un ritual de absoluta confianza diciéndose sin palabras que se desean… Nada es extraño ni forzado, todo sucede con total naturalidad y placer; desde que se besaron con los ojos cerrados saben que son amadores experimentados, apasionados, que les fascina por igual dar placer como dejarse hacer, al fin al cabo dos caras de la misma moneda… Ambos disfrutan por igual leyendo como escribiendo, leyéndose… Ahora es el tiempo de las caligrafías…

—A esta altura del relato se ocultan y difuminan los detalles por pudor, por innecesarios a los ojos de los demás que leen estas palabras; hay que respetar la intimidad de estos amadores que se entregan por entero cada uno con su sabiduría pero aprendiéndose y reinventándose al mismo tiempo… Su generosidad con el amor y el placer se corresponde con su heroicidad al renunciarse después de esta primera noche y última… a lo peor es un precio demasiado alto por los recuerdos que fabricarán como orfebres con sus dedos y sus lenguas, pero hay que tener en cuenta que son recuerdos para siempre, los más hermosos quizás de sus vidas, que les pertenecerán sin miedo a que se confundan con otros ni se extravíen por descuido en el tumulto de sus vidas… Sólo quiero decir que se follaron tanto como se amaron aquellas horas y les dio igual no saber distinguir cuando conjugaban un verbo como el otro, al fin al cabo no estaban para tonterías lingüísticas sino para lo suyo, ese poseerse esclavizados al placer, con placer y por voluntad propia, oficiantes de la ceremonia más antigua del universo… Del resto de las horas felices de Bruno y Eleanor quedaron adheridas a las superficies de la habitación algunas palabras que se dijeron, algunos pensamientos que les vinieron a la mente mientras descansaban sus cuerpos o se sorprendían con sensaciones desconocidas… Da igual quién las dijo o pensó y cuándo, si antes o después de otras contiguas o por qué… No creo violar sus secretos trascribiéndolos fragmentados… sólo doy fe que se amaron:

—“me gusta que me abraces por la espalda mientras mordisqueas mi nuca, me siento tan desvalida así”…”amor, mis pezones son como tu clítoris, no te olvides de ellos, son la clave”…”me gusta su sexo, es hermoso, me gusta jugar con él”…”qué suave es tu piel, no puedo dejar de acariciarte”…”me da miedo herir tu piel blanca con mis dientes, y menos tu vientre”…”cierro los ojos y disfruto de su sabiduría”…”me fascinan sus estremecimientos unos tras otros, cuánto placer en su placer”…”penétrame por entero pero derrama tu semen fuera, en mi vientre, quiero que me dibujes”…”no, amor, no te inquietes, yo sé, sólo me derramaré cuando me lo pidas; yo sé, es lo único de lo que estoy seguro”…”qué delicia, su semen sabe dulce, como mandarina”…”sabes a vainilla”…”dame vino en tu boca”…”come de mis dientes”…”me encanta olerme en su cuerpo”…”abrázame, tengo frío”…”abrázame, quiero acoplarme a tus latidos”…”no, no quise tener hijos, no sabría que hacer con ellos, no sé siquiera qué hacer conmigo”…”yo tengo dos o tres… no sé, a veces sois tan extrañas las mujeres”…”tengo hambre, ¿nos comemos?”…”sí, te dejo, sí”…”¿abrimos la otra botella?, tengo sed”…”jajaja… así que pensaste alguna vez que era un viejo profesor?”…”no, las historias que escribo no son autobiográficas; pero sí, he tenido la mayor parte de las experiencias que relato… ya sabes: la literatura se teje con fragmentos, unas veces son ficciones, otras acontecen mientras escribimos”…”sólo los lectores se creen las historias que contamos los escritores, se proyectan en ellas”…”sí, he viajado mucho, tanto como he permanecido”…”pronto va a amanecer, quiero verte a la luz del día”…”jajaja… deja, tengo cosquillas en las rodillas, puedo morderte aun sin querer”…”¿qué dices?... ¿Qué estos cinco lunares son la estrella de Venus?, estás loco”…”abrázame, me duele la luz”…”abre una botella de agua más para mí, estamos secos”…”¿así que te gusta verme orinando?... jajaja…eres un monstruo”…”vamos hacerlo la última vez, hasta donde podamos”…”no llores, amor, aquí y ahora nos pertenecemos”…”no podré olvidar su olor”…”y si…—no, no debo pensar eso, es peligroso, no quiero volver a pasar por aquella situación”…”¿en qué, en quién estará pensando”…”me inquietan sus silencios, convocan los míos”…”vamos a bañarnos, a sacrificarnos, dejé hace un rato llenándose la bañera”…”nooo… está muy caliente… me vas a abrasar”…”jajaja… te vas a ahogar sumergida”…”abrázame, el agua empieza a estar fría”…”sécame”…”¿dónde dejé el tanga?... ¿no te lo habrás guardado tú?... con lo fetichista que eres”…”¿y ahora qué hacemos con las cuatro copas?”…”me gusta tu voz”…”me gusta tu risa”…”sí, ya sé… pero siempre duele”…”¿me regalas este anillo?"... "no, no sabría vivir sin esta piedra”…”¿bajamos?... falta poco para medio día”…”te quiero"…"te quiero”… “Por cierto, una única pregunta… ¿por qué pusiste como límite cincuenta y un años?”…”el número 52 es un límite, un número sagrado, no quiero atravesar este límite, sería otro, me perdería”…”y si por azar nos encontramos un día, ¿qué hacemos?"…"nos miramos tanto como podamos aguantar, pero no te acerques a mí, no me hables, sólo recuerda”…”te he amado, ¿lo sabes, no?”…”sí, lo sé; sé amar”… Entonces se besaron por última vez con un beso largo y profundo hasta que les faltó el aire y sus cabezas y pulmones no pudieron soportar el oxígeno carbonizado de sus ajenas respiraciones…

—Bruno y Eleanor se demoraron en el ascensor con sus últimas caricias y leves roces en los labios… pagaron su cuenta pendiente… salieron a la calle… se miraron por última vez a los ojos... ahora Bruno tenía su ojo izquierdo de un hermoso color verde azulado… Eleanor tenía una pequeña herida en su labio superior y por ella manaba Rouge Attraction de Lancôme a borbotones… Se dieron la espalda y siguieron su vida…


Pau Llanes

Mallorca, 1 de marzo, 2008


Foto: "Mi mano juega con el hielo que no es hielo"

jueves, febrero 21, 2008

Cuatro poemas y un haiku de un padre desacostumbrado...


Se va y vuelve la vida, como las olas...

Y en una de ésas, zash... / llega a mi playa un amor esta vez para siempre: / un cuerpito que será grande y tendrá voz grave... / manos de hombre para acariciar torpe a su madre... / ojos de halcón para ver lejos y desde lo alto... / cuello-diana en donde acertarán mis besos-flecha / el resto de los días que ahorré para ti...

Un mar chico corre por el mar de mi vida, que ya viene...

*******

Vienes lento, amor...
—te pareces a la nieve, los caprichos.
Sólo pensarte presiento la primavera y sus inundaciones...
—las presas las abrí para ti: mi risa, mis lágrimas.
Te espero despierto sin horas ya, sólo segundos…

*******

Aquí arriba seré todo oído a tu escucha: / en la cuna, rodando entre sueños... / persiguiendo tus primeros pasos, / las primeras caídas (que no duelen)… / o los sollozos y carcajadas sin dientes… / tus susurros escondidos, el escándalo / de tus aplausos de sorpresa, de alegría, / cuando creas que no te ve nadie… / o los primeros balbuceos aún sin palabras… / Seré todo oído para ti desde esta montaña / sobre el mar: ensimismado en ti, ocupado por ti, / invisible para ti, amor hijo —ciegos: tú, yo… lejanos.

*******

Sé que los años pasan más deprisa de lo que uno quiere, / que mi barba, mi cabello, se teñirán de gris primero, / luego de blanco; se cansará pronto la mirada que ha visto tanto, / y luego los párpados… la piel del cuello… las manos / se deformarán y plegarán por gravedad —dicen— y el peso del tiempo, aliados... / y no sabré ir a tu paso... ¡ay, no podré correr tras de ti! / tendrás que esperarme un rato largo mientras llego... / dejarme apoyar en tu hombro cada vez más alto, / abrazarme alrededor de tu estrecha cintura pero musculosa... / me dejaré llevar a tu gusto, fingiré mayor debilidad, / seré feliz indigente, un pobre viejo para que me mimes... / ¡Ay, amor, niño! ¿Por cuánto tiempo conocerás sólo mi voz, / mis caricias de vez en cuando... mis postales… una foto / de un señor casi extraño, apenas mi nombre? / Se hace uno viejo tan deprisa que me da miedo.

*******

HAIKU HIJO

A un hijo se le desea,
aun ciego, mudo, sordo,
aún invisible se le quiere…

—te huelo, amor, sólo con escribir tu nombre...


Foto: Calles de Essaouira; diciembre 2006

miércoles, febrero 13, 2008

Vigilia de San Valentín frente al fuego que no cesa...


Sacerdotes, iniciados, visionarios de todos los tiempos identificaron a Dios en la luz, en el sol, en el fuego o en el rayo… El arquetipo atribuido al Fuego afortunadamente ha mantenido buena parte de su trascendencia en todas las culturas y en sus conciencias; posiblemente sea uno de los símbolos más universales y poderosos, excepcionalmente fiel a su original significado, a su naturaleza sagrada, que reconocemos no sólo a través de la mitología y en la religión, sino también en la interpretación psicoanalítica, en la especulación metafísica, en las ciencias esotéricas… Sabemos que el Fuego es un elemento esencial de acción múltiple, vivaz y vivificante, que se transforma en incontables apariencias y avatares y transforma todo lo que prende, que consume, calienta, alumbra, pero también puede causar dolor, destrucción y muerte… La mayoría de las culturas que nacieron en tiempos antiguos basaron sus cosmogonías, crearon sus panteones y formalizaron sus elementos esenciales alrededor del Fuego y la Luz, simbolizando el poder de sus supremas deidades en el rayo, la espada flamígera, la antorcha, el martillo y el hacha, poniendo sobre sus cabezas “demasiado humanas” coronas cuyas puntas doradas simbolizaban los rayos del Sol… Reconociéndose como “Hijos del Cielo”, sometiéndose bajo la protección del Fuego Cósmico, se proclamaban también “Hijos del Sol”. La mayoría de las civilizaciones antiguas adoraban al “astro Rey”, pero también intuían que éste no era la única fuente de Luz sino más bien un reflector, por lo que se le representaba con un escudo bruñido —en realidad un espejo— que recogía la inefable “luz que viene del infinito” y proyectaba hacia cualquier rincón lejano del universo… El Sol atraía y condensaba la energía luminosa que habita en el cosmos, la “Fuerza de la Vida” que se renueva permanentemente, participando de ese poder… pero detrás del sol visible existía un fuego más poderoso, el “Sol invisible”, pura emanación del “Logos Divino”… Los Druidas acostumbraban a encender el fuego de sus altares con luz solar, concentrando sus rayos mediante cristales “mágicos” que suponían tenían el poder de atraer el “Fuego divino”… Parece ser que en algunos templos antiguos había cristales y lentes estratégicamente situados que en un determinado día del año, en los equinoccios o solsticios por ejemplo, en una hora precisa, lograban que los rayos de sol concentrados encendiesen el fuego de los altares debidamente preparados para el efecto mágico. Los sacerdotes-magos y los adoradores asumían que los mismos dioses encendían estos fuegos rituales…

—En esta noche vigilia de San Valentín, todavía 13 de febrero de 2008, enciendo una hoguera en el interior de mi cueva. Sitúo doce figuras mitad animales, mitad humanas —nunca sabemos dónde comienza, donde acaba, nuestra instintiva animalidad, nuestra racional humanidad— que giran constantes a su alrededor. Por el centro de este espacio mágico atraviesa el eje de todo lo creado: centro inmóvil, aunque se expanda indeterminado por sus periferias… El centro del centro inmóvil es el fuego sagrado que recibí al nacer. Las figuras representan el tiempo circular, las horas, los meses del año solar, los signos de nuestro horóscopo, el destino con sus emblemas, las gentes que pertenecen a las doce estirpes de nuestra genealogía o merodean nuestras palabras, los doce amores que representan todos los amores pasados y futuros… Todo el universo gira pues alrededor de este fuego que me da calor y alumbra esta noche, hipnotiza sin resistencia alguna por mi parte, felizmente desarmado… Faltan unas horas, unos minutos, para el gran aquelarre de San Valentín…

Ensimismado en mis cosas pero todavía atento, apenas acompañado por las sombras de las horas y los signos de la imaginación que me pertenecen, los recuerdos y mis musarañas, no ceso de mirarte y alimentar tu llama con mis ojos cada uno de su color… Eres el fuego del Amor que no dejo se consuma ni muera esta noche o moriría yo contigo… Pronuncio las siete letras de tu nombre como un mantra… sólo silabear tu nombre, tu cuerpo se estremece… el mundo comienza a bailar a nuestro alrededor y gira a regañadientes; qué se joda… Un hombre-li(e)bre en el centro del universo contempla su sol-edad…


Foto: Instalación AnimaLumbra de Izabella Jagiello: Castillo de Santa Bárbara, Alicante; febrero 2006

jueves, febrero 07, 2008

Arte, sanación y chamanismo o el poder alquímico sagrado de una mujer...



Querida Berenice, te escribo ya en mi madrugada… todavía febril, oloroso de sales y aceites. Me bañé en un mar chico, en la bañera saturada de sal, como me aconsejaste en tu último mensaje… Desde hace un par de horas intento escribirte y no me dejan —las llamadas lejanas, las confusiones, el moquillo que no cesa de fluir… Además parece que el modem de Adsl no me funciona, siempre está en rojo, prohibiéndome salir a tu encuentro; no me puedo conectar a la red… ay, los demonios no quieren que en un ratito me leas… En fin, te escribiré un poco más hasta que caiga rendido encima del teclado o en la almohada —imaginaré que es tu vientre, tu regazo, y que te estremeces sólo con pensarlo ahora mientras me lees y todas mis palabras niñas te hacen cosquillas con sus pestañas…

He estado ordenando las cosas que traje de México, las notas que escribí, las fotografías, de mi viaje a tierra de los huicholes en la Sierra Madre Occidental y la peregrinación que hice con ellos al desierto de Catorce de Real para “cazar” peyote. Ya sabes lo que me interesa este pueblo tan particular, esas gentes orgullosas por fortuna todavía aisladas, todo eso que tiene que ver con el arte y el chamanismo. El pueblo de los huicholes está especializado desde hace siglos tanto en la curación como en el arte chamánicos, esa es su singularidad. La mayor parte de los hombres son sanadores y se encargan también de las ceremonias, mientras que las mujeres se dedican al arte, a la creación de los vestidos bordados de sus hombres, los aderezos y amuletos, las máscaras y figuritas que cubren de finísima chaquira, esas cuentitas de colores que enhebran o hunden en la cera virgen. Pero últimamente también los hombres se han dedicado a la pintura de sus mitos e historias, y más a menudo las mujeres adoptan un papel decididamente sanador y chamanista; es decir se intercambian abiertamente sus papeles sin graves rupturas del orden social-sagrado establecido… En realidad los hombres y las mujeres huicholes han trabajado siempre en paralelo e interactuándose: tanto los maridos como las esposas utilizan los mismos años de aprendizaje, se cuentan sus cosas y se enseñan mutuamente, hacen similares ofrendas a las divinidades y fuerzas de la naturaleza que simbolizan el arte y la curación, etc. Aunque cada uno se afana individualmente en alcanzar “la conclusión” de su obra, a menudo se ayudan mutuamente para lograr ese objetivo…

Te hablo acerca de los huicholes con la intención de iniciarte en el tema del chamanismo natural en relación con la mujer… Algunos autores señalan que el chamanismo fue en principio femenino, virtud y práctica de mujeres. El poder de cohesión de estos primitivos grupos de mujeres chamanes descansaba quizás en vínculos biológicos intransferibles y exclusivos: en la menstruación y en los misterios de la sangre del nacimiento. En tiempos remotos o en culturas aisladas las mujeres menstruaban juntas durante los periodos lunares. ¡Qué poder el de estas mujeres menstruando colectivamente en cada luna llena o nueva! Incluso hoy mismo se dice que las mujeres que viven juntas, por ejemplo en una residencia universitaria, van acoplando sus respectivas menstruaciones a un único ciclo colectivo. Este hecho me parece realmente magia natural, una evidencia más de la absoluta insistencia y autonomía de la naturaleza en todo lo relativo a su recreación y reproducción. Quiero adentrarme en esos misterios, que me enseñes y guíes, Berenice… Cuando me hablabas acerca de tu estado estos días pasados sentía una gran ternura hacia ti…

La menstruación en nuestra cultura occidental es “tabú”, es decir algo sagrado, por lo tanto innombrable… y más para los hombres. Asumo parte de la culpa colectiva masculina de carecer del sentimiento de que realmente algo extraordinario acontece en el cuerpo y psicología de la mujer en los días de vuestra menstruación y que os presionamos de muchas maneras más o menos sutiles o groseras para que todo parezca más o menos “normal”, para que no manifestéis esa condición sustancial de vuestra femineidad, que sigáis como si no pasara nada o no demasiado “grave” (ese adjetivo es muy “machito”). Seguramente debe ser una tensión enorme la que soportas como mujer, amore… tanto por tu propia situación como por nuestras estúpidas reclamaciones y urgencias… Entiendo que en esos días premenstruales y en plena menstruación os apartéis de las tareas cotidianas y queráis permanecer más solitarias, “ensimismadas”, abismadas en vuestro vértigo de mujer... ese aborto de vuestra fecundidad, en realidad la frustración de un hijo que no os hará madres por ahora…

En verdad la sangre derramada durante la menstruación es fructífera, la reclama la “madre tierra” como el sacrificio íntimo e incruento que toda mujer le debe por disfrutar de su poder fértil —es el único sacrificio sagrado que no requiere el tributo de la vida, la muerte de un ser vivo. Dicen que la comida vegetal que nace de esa acción fecundadora de la tierra es más sana y nutritiva; la sangre menstrual es el abono natural por excelencia. No sé si algún día comeremos frutas o verduras abonados con tu sangre —ummm… cardos y espárragos, por ejemplo, que tanto nos gustan—, pero sí pienso cultivar alguna vez rosas con tu regalo lunar, y olerlas entre nuestras sábanas antes, mientras y después de amarnos algún día deliciosamente “peligroso” sin cuidado —desprovistas de sus espinas, por supuesto; ¡qué te habías creído!... Ay, Berenice, mujer, mi diosa particular de la agricultura y la jardinería sagradas, reina de mi cama deshecha y de las sábanas húmedas… ¿sabías que para que un ritual de magia se realice con la mayor corrección y eficacia se requiere la sangre de la menstruación? Esto es así porque es la única que se obtiene de manera honrada, es gratuita, no procede de ninguna muerte —es decir de un ser ya nacido— y además es la más vigorosa y atesora la máximas virtudes… Yo no lo sabía hasta hace poco, aunque intuía que algo excepcional nos ofrece el cuerpo de una mujer esos días en los que os derramáis incontenibles, encarnadas, untosas de sangre lacada, poderosas aun en vuestro malestar natural.

Alguna vez leí que el verdadero alquimista es el que desea beber esos días, enrojecer sus labios y su lengua, en una mujer, alimentarse y beber sagrado de este sagrado grial… Dicen que es el elixir místico… Y más aún: que beber el rojo jugo de la vida al tiempo de beber el blanco semen lechoso es la más poderosa fórmula de biología alquímica… —y que tiene que ser en paralelo al clamor de la luna volteándose en el horizonte al amanecer, al unísono... Esta es la alquimia más poderosa… qué gran verdad, mi amor…

Bona nit, Berenice, el pecho me duele… Ahora sólo pienso en soñarte y que vengas pronto a mis sueños… Ojalá mañana me leas pronto, al desayunar, y con mis palabras juguetonas dibuje a distancia hermosas sonrisas en tu carita de ángel… Te quiero harto de melancolía y silencio.

Fotos: Ritual huichol antes de la partida; abril 2007. Fragmento del jardín de Berenice...

lunes, febrero 04, 2008

Los puentes, esos lugares que nos miran...



Me fascinan, me inquietan intensamente, esos puentes cuyo arco y su reflejo parecen reproducir un ojo monstruoso, magnífico, de Polifemo gigante. Qué misterio el de los puentes, con sus ojos cortados, la atracción de su vértigo oscuro, sus secretos inconfesables… Los puentes son espacios transitorios alzados sobre el vacío, en realidad lugares iniciáticos en los que experimentamos una especie de eternidad simulada, un estar suspendidos entre el cielo y las más profundas grietas de la razón, en donde se revelan los más terribles presagios. En un puente tenemos miedo la mayoría de las veces; no por su altura, sino por sentir la tentación irrefrenable, hasta cierto punto excitante, de arrojarnos al vacío. Gracias a dios en los puentes cometemos frecuentes actos de cobardía. Si esta mañana el destino quisiera que nos encontráramos sobre un puente de mármol blanco, de granito gris, o sobre un balcón rojo cinabrio volador, mi cobardía será no arrojarme a tu cuerpo para siempre, Eleanor…

Fotos: puentes Tentsu-kyo y Eugetsu-kyo (de la luna llena) en el Parque Koishikawa Korakuen, Tokyo; junio 2004

jueves, enero 31, 2008

Se llamaba Lucy Landim...



Se llamaba Lucy Landim, había nacido en Torres Vedras, Portugal, hacía veinticinco años; el 9 de agosto de 2007 voló desde su apartamento de Playa de San Juan en Alicante hacia la nada desconocida… Cuando supe de su muerte, cómo, hacía ya más de un mes que se había producido; no podía creer la noticia —nunca queremos creer los acontecimientos irreversibles. Su último mensaje lo había recibido a finales de julio pasado; le contesté diciéndole que estaba en la isla, que no podríamos vernos por un tiempo más o menos largo. No recibí otro mensaje de Lucy… No quiero ahora escribir acerca de los motivos de su elección, la situación que estaba sufriendo, guardo para mí estos pensamientos, mis suposiciones, mi amargura…

Durante este tiempo que me falta Lucy he pensado muchas veces hacerle un homenaje a mi manera —algo creativo, que le gustara, como recuerdo emocionado a esta hermosa mujer que amaba cantar y bailar sobre todo lo demás y cuya vida creíamos era una fiesta permanente. ¡Qué equivocados estábamos, tan distraídos en nuestros estúpidos asuntos! Sigo pensando en ese proyecto; debo hacerlo, se lo merecía; espero hacerlo pronto con la ayuda de mis amigos que la conocieron y disfrutaron su arte y su boca grande, sus risas-carcajadas y lengua de trapo, su mirada de gatita mimosa o de pantera…

Ayer mismo, no sé por qué, me puse a buscar en mis archivos cosas de Lucy: fotos, correos, maquetas de sus músicas. Luego busqué en Internet: qué decepción… sólo había una entrada en Google que tuviera que ver con ella, la de su amiga DJ-Sandrinha-Diva que le recuerda en su página web en un sencillo y muy emotivo album de fotos de Lucy, y con su música, por supuesto —http://-tuma-.hi5.com/friend/109827063--Dj-Sandrinha-Diva--Profile-html… Esta casi total ausencia de referencias a Lucy en la web me ha encorajinado, más todavía si cabe, y animado a hacer algo por fin… Lo primero es esta nota de recuerdo, algunas de sus fotos; pronto vendrán otras cosas, dedicatorias, escrituras…

Ojalá Lucy pueda verse y leerme allí donde esté; ojalá pueda recibir y tomar estas palabras que le envío en los mismos Archivos Akasa, la indeterminada memoria del universo, donde todo se guarda y permanece, el espacio psíquico en donde se fijan las huellas de todo lo que ha sido, es, será… —No sé tu dirección actual, Lucy, ni siquiera tu número de teléfono o cuenta de e-mail para enviarte un sms o un correo. Por eso se me ha ocurrido enviarte este mensaje al universo transparente, al Éter, a Akasa, que sé que tarde o temprano lo encontrarás, nos reencontraremos… Kisses, Lucy… Cuídate… TQ.

miércoles, enero 30, 2008

CELOS Y CELOSÍAS...


A ver, dime... ¿Qué son los celos sino un ver y no querer ver; un saber y no querer saber? Puras celosías, cobardes estrategias de cobardes mirones... Ven con los ojos ciegos a mí o serás invisible toda tu cobarde vida sin sentido...

lunes, enero 28, 2008

Chucherías y espejitos zacatecanos...



Ya sólo pienso en regalarte chuches y globos de colores... Te escribiré mientras tanto...

ACERCA DE LOS ESPEJOS Y LA IMAGINACIÓN

La ciudad de Valdrada, según nos la describe Italo Calvino en su libro Ciudades Invisibles, fue construida a orillas de un lago y posee la extraña cualidad de reflejar en tal espejo de agua punto por punto su planta, todos sus relieves y elementos arquitectónicos, pero también el interior de sus habitaciones, las perspectivas, los pavimentos y cielos rasos, incluso los actos de sus habitantes son a la vez ese acto y su imagen especular, gracias a la habilidad de sus fundadores o al capricho inexplicable de los dioses que iluminaron su construcción.

Escribe Calvino que “cuando los amantes mudan de posición los cuerpos desnudos piel contra piel buscando cómo ponerse para sacar más placer el uno del otro, cuando los asesinos empujan el cuchillo contra las venas negras del cuello y cuanta más sangre grumosa sale a borbotones, y más hunden el filo que resbala entre los tendones, incluso entonces no es tanto el acoplarse o matarse lo que importa como el acoplarse o matarse de las imágenes límpidas y frías en el espejo”. Pero aunque pudiera parecer irrefutable, las dos ciudades gemelas no son iguales: “nada de lo que existe o sucede en Valdrada es simétrico”, ni todo lo que fuera del espejo parece tener sentido “resiste cuando se refleja.

Italo Calvino apenas nos escribe sobre los habitantes de Valdrada. De sus palabras sólo deducimos que allí viven amantes y asesinos, y que disfrutan del placer de contemplarse en la comisión de los actos que les inducen sus instintos naturales, sus pasiones. Yo creo que Calvino ocultó deliberadamente la genealogía de estos ciudadanos y que todos ellos, también amantes y asesinos en sus ratos libres, son en realidad descendientes de una antigua estirpe de exiliados que un día lejano abandonaron un innombrable país de brumas y tinieblas permanentes. Buscando su deseada tierra prometida, nomadeando por tiempos y paisajes hostiles, creyeron encontrar aquí el lugar propicio para ejercitar su extraordinaria virtud, para cuyo ejercicio fueron creados, y por cuya causa debieron escapar y sobrevivir penosamente: la Imaginación… —esa inmensa facultad de inventar imágenes desde el absoluto vacío de la nada, desde las insondables profundidades del corazón y el espíritu. No podían ser otros… esos coleccionistas de espejos y espejismos…

Sólo quienes disfrutan del placer de hacer y deshacer imágenes con tanta naturalidad y llevan en la sangre la astucia particular de confundir, y confundirse, lo imaginado con lo realmente existente, pueden celebrar la perversión de mirarse constantemente a los ojos sin amarse. Los habitantes de Valdrada imaginan —se imaginan— para saberse vivos (reflejados) y descubrir las cosas que van a acontecer, y aquellas que pudieron ser... si el destino y el miedo no hubieran intervenido. Así, en una misma mirada, confirman su cordura, al tiempo que restituyen la virtud de haber sido a lo que nunca fue… y —benditos visionarios— disfrutan con la experiencia visual de lo deseado todavía intacto…

No hay rutina en Valdrada porque siempre hay nuevas perspectivas y nuevas realidades imaginadas que afloran y se ensamblan con las contiguas sin solución de continuidad. Nada vuelve porque nada empieza de la misma manera, ni nunca hubo dos imágenes iguales… ni dos amantes, ni dos asesinos, en los que confundirse.

En Valdrada sus habitantes pasan la tarde sentados ante el lago haciéndose compañía…

Fotos de calle en Zacatecas, México, abril 2007

sábado, enero 26, 2008

Mi perro Paul Klee



Mi perro se llamaba Paul Klee; sí, con nombre y apellido... ¿Qué pasa? Murió hace dos años pero no murió como un perro... No me acostumbro a su ausencia, ni lo haré... Todavía creo verle en mis madrugadas de insomnio a mi lado, persiguiendo luciérnagas por esos mundos de dios a mi paso, los dos desvelados, o por el jardín retozando zalamero, como de peluche... Dicen que nos parecemos a nuestros perros... Yo me parezco a Klee y me gusta, incluso llevo su nombre en secreto anudado al cuello... ¿Qué más se le puede pedir a un amo?
Paul Klee, Südliche Gärten, 1919. Acuarela s/p; 9,5x7,5 in. Col. Heinz Berggruen, París

HISTORIAS DE UN TUAREG EXISTENCIAL (I)

Hace años atribuí a Paul Morand una frase que hice mía nada más leerla: “El mundo es un libro del cual no se ha leído nada más que la primera página si no se ha abandonado alguna vez el lugar en dónde nacimos.” Con ella compuse un poema íntimo acerca del amor y el sentimiento amoroso:

POEMA DE UN VIAJERO

Paul Morand afirma que el mundo es un libro
del cual no se ha leído nada más que la primera página
si no se ha abandonado alguna vez el lugar en donde nacimos.
Viajar es leer el libro del mundo. La vida es un viaje.
Viajar, más que un placer, es un deber...

El descubrimiento de una nueva ciudad,
la sorpresa ante un paisaje desconocido que nos conmueve,
sin duda modifican la percepción del lugar anterior del que venimos.
El viajero parece que sólo disfruta
en la ausencia y con la distancia... recordando.

Como en el amor...
Como cuando se escribe un poema de amor...


Tiempo después de escribir este poema tuve la fortuna de comprar a un vendedor ambulante de New York, en Broome St., un hermoso ejemplar ilustrado de The Garden of Kama de su edición de 1920. Un exlibris en el reverso de la portada delataba una anterior propiedad de este libro en manos de William & Florence Morden, de los que por ahora desconozco su biografía. Curiosamente, la leyenda impresa en este exlibris es aquella frase que atribuí a Morand al inicio de mi poema: “The world is a great book of wich they who stay at home read only a page”. Entonces no sabía —y divagaba al respecto— si Morand tuvo alguna vez este libro en sus manos; si fue él o fueron los Morden los que escribieron por primera vez esa inspirada frase que luego yo hice mía y la proclamaba como verdad irrefutable...

Hace unos meses, rebuscando entre unas páginas de Internet que se referían a Marinetti y sus manifiestos futuristas, tuve la gracia de encontrar un pequeño texto en italiano (ya no recuerdo a cuento de qué) reproduciendo exactamente esa frase que durante tanto tiempo me ha conmovido y dudaba en atribuir a Paul Morand, a los Morden o a la madre que les parió... Mi sorpresa fue mayúscula al ver a quién en realidad se atribuía la paternidad de tan afortunado pensamiento: nada más ni menos que a San Agustín, doctor de la Iglesia … —qué fiasco, y que soberbia recompensa a mi curiosidad durante años... La resolución del enigma me defraudó un poco. Confieso que me hubiera satisfecho cualquier otra solución razonable, incluso las más extravagantes o románticas. Por ejemplo, que Florence Morden hubiera sido amante de Paul Morand en el tiempo que éste residió en New York y que en una de sus noches de amor y éxtasis cualquiera de los dos hubiera regalado al otro estas palabras… ¿Y por qué unos amantes se van a regalar pensamientos y palabras de tal calibre existencial tras vaciarse en la boca de su amor escondido?... Es que los amantes hacen cosas tan extrañas; a veces se dicen frases enigmáticas y siembran rocío en sus pieles por el puro placer de hacer florecer la sonrisa en sus labios, por ejemplo. Decirse que el mundo, al amor, es un libro del cual no se ha leído nada más que la primera página si no se ha abandonado alguna vez el lugar en dónde nacimos… es como decirse “Quiero leerte, que me leas, hasta el oscuro punto final de nuestro libro de las horas por venir”… —pues vaya impertinencia, pienso, susurrarse estas cosas sobre el lecho y sus cubrecamas… Bueno, tampoco es tan grave: los amantes se dicen, se hacen, se inventan juegos de palabras y frases aparentemente inocuas (o grandilocuentes) para esconder y despistar sobre su estado de felicidad. Tienen miedo que al declararse felices algún dios les castigue con su inmensa ira y aplaque sus celos divinos silenciándoles para siempre, condenándoles a la invisibilidad eterna, una ceguera más profunda y terrible que su propia ceguera de enamorados…
Aquí y ahora sólo pienso en ti… mi lejana Sherezade.