
A Bruno Llanes le gusta que le llamen así, que pronuncien aun con errores fonéticos el tatuaje-nombre-metáfora caligrafiado en su cuello. Su apodo representa una de las cualidades más espirituales de todo viajero: se siente orgulloso, feliz, de saber mirar a lo lejos, atravesar con su mirada las montañas y sus glaciares, los bosques de gigantes abetos de hoja perenne y las selvas vírgenes entre la maraña de sus lianas, cruzar sin puentes los caudalosos ríos y surcar los mares bravos en un vistazo… incluso ir más allá de los horizontes y sus espejismos en un abrir y cerrar de ojos —horizontes color vainilla de sus áridos desiertos, azul ultramar de sus desiertos húmedos. La mirada del que mira lejos es una mirada insumisa a la curvatura del universo, a sus exigencias, pese a tener gastadas las pestañas de ver tanto a ciegas como de mirar a la vida de frente; nada de lo que ve le puede hacer sentirse ya culpable o azorado… Bruno Llanes no utiliza lentes ni largavistas; por fortuna todavía puede reconocer a simple vista y distinguir una zorra de un coyote, leer a la luz del vientre de una luciérnaga… —interpreta su virtud como un regalo del destino.
Desde hace unos años Bruno Llanes tiene un tatuaje en la nuca con su nombre secreto… Se lo compuso y creó su amigo Xu, un artista chino que seguramente es uno de los que mejor le conoce entre los hombres de arte y espíritu Tao. Xu fue quien primero le nombró con ese nombre-palabra que luego hizo caligrafía… Xu aprendió el arte de tatuar en la piel durante cerca de un año sólo para poder tatuar personalmente a Bruno Llanes: primero junto a un viejo tatuador chino medio ciego que se llamaba Lee, hoy ya fallecido, y luego con el Gran Matti Jankowski en Chinatown, en New York… Por fin la madrugada del 2 al 3 de junio de 2003, Xu creo su obra más humana en el cuello de Bruno tras seguir una ceremonia de iniciación de origen chino —rescatada de la tradición esotérica de su estirpe— en donde mezclaron su sangre y esperma en el vientre de una hermosa mujer de ascendencia medio mulata cubana, medio oriental; un ritual humedectado toda la noche con abundante vodka ruso y polaco y cerveza Brooklyn… Por supuesto Bruno eligió el lugar en su cuerpo: en la nuca —lo que es propio de su lógica, ya que al mirar tan lejos sin obstáculo es natural que su mirada culmine en su nuca después de atravesar el universo entero circular—, a la altura de su glándula pineal, es decir bajo su tercer ojo cuando su ojo descansa mirando abajo… Por deseo expreso de Bruno Llanes la tinta utilizada fue blanca… —así aseguraba el secreto de su nombre ante las miradas curiosas, promiscuas, sin fe, que todo lo quieren ver e interpretar sin amor ni compromiso con la verdad. La tinta blanca se mimetiza y confunde pues con su piel blanca... Sólo en verano, cuando Bruno Llanes lleva el cabello bien corto y el sol dora su piel, puede admirarse con cierta nitidez la belleza de la caligrafía de su nombre… Es tal la discreción y humildad de Bruno Llanes, tan respetuoso con su secreto, que nada dice sobre ello ni se muestra exhibicionista; ni siquiera para sorprender a sus amantes ocasionales o para dar gusto a las que con el tiempo han ido adquiriendo ciertos derechos sobre su cuerpo... La mayoría de ellas lamen su nuca sin darse cuenta que besan un nombre sagrado…
Dibujo: "Tatoo de Bruno Llanes, El hombre que mira a lo lejos", NY 2002