Llegando a la isla, veo por primera vez el volcán despuntando sobre las nubes. Sólo se entiende su enormidad a esta altura, enfrentados, con su estatura. La tarde era ámbar dulce, la noche me supo a carbón de azúcar… Luego de dejar mis cosas en el hotel y tomar posesión de sus vistas, paseé hasta la media noche dejándome llevar por la gente y sus estelas; así me llevaron a sus calles antiguas, en volandas a los alrededores de La Concepción, a sus terrazas al aire libre en donde se come, bebe e intercambian miradas descaradas. Cené papas arrugadas con mojo picón, por supuesto, bacalao de cualquier manera y una torta que no terminé de seca que estaba; bebí de todo un poco: copas de vinos jóvenes afrutados: tinto —Cráter 2005—, blanco —Viñatigo—, y un delicioso licor dulce de postre: Humboldt 2002… —¡qué maravilla!— Bebí mejor que comí; me fui a la cama con una sonrisa que no me cabía…
Me desperté pronto, al amanecer, y eso marcó el resto de mis días en Tenerife. Tomé decisiones importantes: me movería por la isla sólo en autobuses públicos y caminando, nada de guías turísticas, sólo un buen plano de la isla y mi olfato como brújula, sin itinerarios previos, sin horarios convencionales, prohibido el shopping, comer y beber a mi gusto y con mis ganas, detenerme de vez en cuando para escribir “sensaciones-telegrama”, leer a ráfagas —me había llevado la colección de relatos de Haruki Murakami: Sauce ciego, mujer dormida— y pensar lo justo, sólo lo suficiente, pensamientos-haiku; apenas buscar, dejarme encontrar, reconocer… En suma, moverme como explorador, actuar como cazador, sentir como guerrero…
El primer día, el viernes 7, lo dediqué por entero a la ciudad extendida Santa Cruz-La Laguna. Comencé desayunando en la calle, bebiendo zumos de frutas y miradas de transeúntes. Luego me desperecé por las calles recién inauguradas: me asomé a los escaparates, coqueteé en un par de librerías, seguí inadvertido a un par de preciosas mujercitas a ver dónde me llevaban hasta que me topé con una especie de mercado colonial —La Recova— en donde pasé un buen rato merodeando los puestos de frutas y verduras —pero qué derroche de colores, de sabores conocidos y de los otros que pregunté por curiosidad: papas negras, coloradas, azucenas, de ojo de perdiz, calabaza, habichuelas, ñame, bubango, batata, chayote, tomates y pimientos en todas sus variedades, plátanos, papayas, mangos… ummm… Y luego los quesos, que fui picando y probando uno a uno de un sitio a otro: un queso fresco, tierno, de cabra ahumado de Benijos; una tapa de queso semicurado con pimentón de Flor de Guimar, un queso semicurado de cabra con corteza de gofio, un Queso de Flor de Gran Canaria mantecoso y con regusto amargo, un queso de La Gomera ahumado con brasas de tabaiba, jara y brezo, picante y de sabor recio… y por fin un delicioso queso de cabra ácido y algo picante, un majorero de Fuerteventura, uno de mis quesos favoritos… —almorcé pues a media mañana, de pie y transitando por el mercado. Luego, otra vez a la sombra de La Concepción, me detuve a refrescarme con un par de cervezas y a leer a Murakami: “Por decirlo de la forma más sencilla posible, para mí escribir novela es un reto, escribir cuentos es un placer. Si escribir novelas es como plantar un bosque, entonces escribir cuentos se parece más a plantar un jardín. Los dos procesos se complementan y crean un paisaje completo que atesoro”. Un pensamiento-haiku: los poetas árabes se refieren al corazón de sus enamoradas como “un jardín cambiante bajo el imperio de las estaciones”; pero también su sexo es un jardín, la promesa de un tesoro por descubrir, el placer de sus misterios, sus aromas, el reto para el jardinero que con paciencia lo siembra y cultiva… Escribo recordando a Don Juan de Castaneda: “Un guerrero no tiene más que su voluntad y su paciencia, y con ellas construye todo lo que quiere”.
Descansado y bien leído me dirijo al Museo de la Naturaleza y el Hombre de Tenerife: un caserón imponente con excelentes colecciones y aparatoso montaje audiovisual presuntamente didáctico: consumo un buen rato viendo videos y diaporamas, me mareo con tanto pajarito isleño, los nombres de las lagartijas, el photoshop de las flores y plantas del lugar… ufff… que ya casi no tengo fuerzas para recorrer sus yacimientos arqueológicos, ojear el resto de sus restos, saber de la vida de los guanches… Me entretengo un poco más en las cámaras frigorífico de las momias: miro a la muerte de frente, con respeto, me abismo en las cuencas vacías de sus calaveras, cuento sus dientes haciendo cábalas, mido a ojo la longitud de sus huesos… No me intimida la pornografía de la muerte, pero me asquea su espectáculo. Yo no quiero ser estiércol para las miradas-gusano de los turistas; quiero ser ceniza y viento cuando me toque, invisible a las miradas, oler a resina de sándalo, hierbabuena, vainilla… No quiero fosilizarme en tu memoria, amor, ni permanecer momificado en tus recuerdos, árido y estéril, deshidratado de mis líquidos más íntimos, con los que te bañaba: mi saliva, mi semen, mi sangre en tus uñas, en tu boca, a dentelladas… Escribo: “Cuando uno no tiene nada que perder se vuelve valiente. Sólo somos tímidos mientras nos queda algo a lo que aferrarnos”…
Salgo a la calle —qué luz tan africana, dios—… surfeo sobre la brisa de los alisios y continúo paseando a izquierda y derecha: primero a la estación de gua-guas para aprenderme las rutas y sus horarios; luego a los muelles para oler el mar estancado, a las plazas de la ciudad para catalogar sus arquitecturas, por las calles a leer sus nombres y deletrear sus rotulaciones… La media tarde me sorprende en la Plaza Weyler leyendo a Murakami: “…las personas que ven fantasmas los ven con frecuencia, pero no tienen presentimientos, y las personas que sí tienen presentimientos no suelen ver fantasmas”… Y entonces recuerdo las palabras de Jassiba, la mujer-jardín de Mogador: “Todas las historias de amor son historias de fantasmas. Estar enamorado es estar poseído por alguien. Cuando una desea se vuelve como una casa llena de fantasmas”…
Descansado y atemperado, me pongo en marcha nuevamente. Ahora a La Laguna: ciudad antigua y Patrimonio de la Humanidad, dicen… y desde luego Universidad. En tranvía (rápido y comodísimo) el centro de La Laguna está a poco más de media hora. Recorro la ciudad vieja en un santiamén, hago fotos al atardecer, recuerdo otras arquitecturas coloniales: en Montevideo, Quito, Santiago de Chile, Santo Domingo, Cuba, el golfo mexicano… Paseo, tasqueo… Ya de noche encuentro un restaurante italiano detrás de la catedral: ceno bien, buena pasta fresca y cocina con imaginación (aunque recalentada); buen vino blanco de cepas a más de mil quinientos metros de altura. Converso un rato con el simpático maître hablando de vinos de altura: de Chile, del Somontano, los Riesling alsacianos, y sobre todo de los de Tenerife, de las comarcas de Abona, de Tacoronte-Acentejo, las excelencias del valle de Güímar, del valle de la Orotava y de Icod y Guía de Isora, de sus variedades blancas —listán blanco, la vijariego blanca, la bermejuela (me encantó un vino joven de esa uva)— y especialmente de la malvasía blanca que da un vino excepcional de color oro viejo, dulce natural, por el que Falstaff era capaz de vender su alma al diablo… De postre, por supuesto, dos copas de malvasía, pero rosado: Brumas de Ayosa, qué delicadeza, me sabe a guayaba fresca, memorable…
Son casi las once de la noche y vuelvo a Santa Cruz. Estoy cansado pero feliz, y más después de esa rosada dulzura… Llego al hotel en un pis pas… todavía falta media hora para la media noche. Preparo mis cosas para mañana, para ir al volcán; me levantaré a las seis de la madrugada… Leo un cuento corto de Murakami —El año de los espaguetis: “Pero quiero que me comprendas. En aquella época, yo no quería mantener ninguna relación con nadie. Justamente por eso iba yo haciendo espaguetis un día tras otro. En aquella enorme olla donde habría cabido un perro pastor alemán”… Me dormí como un bendito con regusto a malvasía. No tuve tiempo ni para pensarte…
Me desperté pronto, al amanecer, y eso marcó el resto de mis días en Tenerife. Tomé decisiones importantes: me movería por la isla sólo en autobuses públicos y caminando, nada de guías turísticas, sólo un buen plano de la isla y mi olfato como brújula, sin itinerarios previos, sin horarios convencionales, prohibido el shopping, comer y beber a mi gusto y con mis ganas, detenerme de vez en cuando para escribir “sensaciones-telegrama”, leer a ráfagas —me había llevado la colección de relatos de Haruki Murakami: Sauce ciego, mujer dormida— y pensar lo justo, sólo lo suficiente, pensamientos-haiku; apenas buscar, dejarme encontrar, reconocer… En suma, moverme como explorador, actuar como cazador, sentir como guerrero…
El primer día, el viernes 7, lo dediqué por entero a la ciudad extendida Santa Cruz-La Laguna. Comencé desayunando en la calle, bebiendo zumos de frutas y miradas de transeúntes. Luego me desperecé por las calles recién inauguradas: me asomé a los escaparates, coqueteé en un par de librerías, seguí inadvertido a un par de preciosas mujercitas a ver dónde me llevaban hasta que me topé con una especie de mercado colonial —La Recova— en donde pasé un buen rato merodeando los puestos de frutas y verduras —pero qué derroche de colores, de sabores conocidos y de los otros que pregunté por curiosidad: papas negras, coloradas, azucenas, de ojo de perdiz, calabaza, habichuelas, ñame, bubango, batata, chayote, tomates y pimientos en todas sus variedades, plátanos, papayas, mangos… ummm… Y luego los quesos, que fui picando y probando uno a uno de un sitio a otro: un queso fresco, tierno, de cabra ahumado de Benijos; una tapa de queso semicurado con pimentón de Flor de Guimar, un queso semicurado de cabra con corteza de gofio, un Queso de Flor de Gran Canaria mantecoso y con regusto amargo, un queso de La Gomera ahumado con brasas de tabaiba, jara y brezo, picante y de sabor recio… y por fin un delicioso queso de cabra ácido y algo picante, un majorero de Fuerteventura, uno de mis quesos favoritos… —almorcé pues a media mañana, de pie y transitando por el mercado. Luego, otra vez a la sombra de La Concepción, me detuve a refrescarme con un par de cervezas y a leer a Murakami: “Por decirlo de la forma más sencilla posible, para mí escribir novela es un reto, escribir cuentos es un placer. Si escribir novelas es como plantar un bosque, entonces escribir cuentos se parece más a plantar un jardín. Los dos procesos se complementan y crean un paisaje completo que atesoro”. Un pensamiento-haiku: los poetas árabes se refieren al corazón de sus enamoradas como “un jardín cambiante bajo el imperio de las estaciones”; pero también su sexo es un jardín, la promesa de un tesoro por descubrir, el placer de sus misterios, sus aromas, el reto para el jardinero que con paciencia lo siembra y cultiva… Escribo recordando a Don Juan de Castaneda: “Un guerrero no tiene más que su voluntad y su paciencia, y con ellas construye todo lo que quiere”.
Descansado y bien leído me dirijo al Museo de la Naturaleza y el Hombre de Tenerife: un caserón imponente con excelentes colecciones y aparatoso montaje audiovisual presuntamente didáctico: consumo un buen rato viendo videos y diaporamas, me mareo con tanto pajarito isleño, los nombres de las lagartijas, el photoshop de las flores y plantas del lugar… ufff… que ya casi no tengo fuerzas para recorrer sus yacimientos arqueológicos, ojear el resto de sus restos, saber de la vida de los guanches… Me entretengo un poco más en las cámaras frigorífico de las momias: miro a la muerte de frente, con respeto, me abismo en las cuencas vacías de sus calaveras, cuento sus dientes haciendo cábalas, mido a ojo la longitud de sus huesos… No me intimida la pornografía de la muerte, pero me asquea su espectáculo. Yo no quiero ser estiércol para las miradas-gusano de los turistas; quiero ser ceniza y viento cuando me toque, invisible a las miradas, oler a resina de sándalo, hierbabuena, vainilla… No quiero fosilizarme en tu memoria, amor, ni permanecer momificado en tus recuerdos, árido y estéril, deshidratado de mis líquidos más íntimos, con los que te bañaba: mi saliva, mi semen, mi sangre en tus uñas, en tu boca, a dentelladas… Escribo: “Cuando uno no tiene nada que perder se vuelve valiente. Sólo somos tímidos mientras nos queda algo a lo que aferrarnos”…
Salgo a la calle —qué luz tan africana, dios—… surfeo sobre la brisa de los alisios y continúo paseando a izquierda y derecha: primero a la estación de gua-guas para aprenderme las rutas y sus horarios; luego a los muelles para oler el mar estancado, a las plazas de la ciudad para catalogar sus arquitecturas, por las calles a leer sus nombres y deletrear sus rotulaciones… La media tarde me sorprende en la Plaza Weyler leyendo a Murakami: “…las personas que ven fantasmas los ven con frecuencia, pero no tienen presentimientos, y las personas que sí tienen presentimientos no suelen ver fantasmas”… Y entonces recuerdo las palabras de Jassiba, la mujer-jardín de Mogador: “Todas las historias de amor son historias de fantasmas. Estar enamorado es estar poseído por alguien. Cuando una desea se vuelve como una casa llena de fantasmas”…
Descansado y atemperado, me pongo en marcha nuevamente. Ahora a La Laguna: ciudad antigua y Patrimonio de la Humanidad, dicen… y desde luego Universidad. En tranvía (rápido y comodísimo) el centro de La Laguna está a poco más de media hora. Recorro la ciudad vieja en un santiamén, hago fotos al atardecer, recuerdo otras arquitecturas coloniales: en Montevideo, Quito, Santiago de Chile, Santo Domingo, Cuba, el golfo mexicano… Paseo, tasqueo… Ya de noche encuentro un restaurante italiano detrás de la catedral: ceno bien, buena pasta fresca y cocina con imaginación (aunque recalentada); buen vino blanco de cepas a más de mil quinientos metros de altura. Converso un rato con el simpático maître hablando de vinos de altura: de Chile, del Somontano, los Riesling alsacianos, y sobre todo de los de Tenerife, de las comarcas de Abona, de Tacoronte-Acentejo, las excelencias del valle de Güímar, del valle de la Orotava y de Icod y Guía de Isora, de sus variedades blancas —listán blanco, la vijariego blanca, la bermejuela (me encantó un vino joven de esa uva)— y especialmente de la malvasía blanca que da un vino excepcional de color oro viejo, dulce natural, por el que Falstaff era capaz de vender su alma al diablo… De postre, por supuesto, dos copas de malvasía, pero rosado: Brumas de Ayosa, qué delicadeza, me sabe a guayaba fresca, memorable…
Son casi las once de la noche y vuelvo a Santa Cruz. Estoy cansado pero feliz, y más después de esa rosada dulzura… Llego al hotel en un pis pas… todavía falta media hora para la media noche. Preparo mis cosas para mañana, para ir al volcán; me levantaré a las seis de la madrugada… Leo un cuento corto de Murakami —El año de los espaguetis: “Pero quiero que me comprendas. En aquella época, yo no quería mantener ninguna relación con nadie. Justamente por eso iba yo haciendo espaguetis un día tras otro. En aquella enorme olla donde habría cabido un perro pastor alemán”… Me dormí como un bendito con regusto a malvasía. No tuve tiempo ni para pensarte…
Fotos: "Habitación con vistas", Iglesia de la Concepción-Santa Cruz de Tenerife, Palacio de los Capitanes-San Cristobal de La Laguna; marzo 2008
28 comentarios:
Me quedo, con tu permiso, con la luz "tan africana", esa luz que, desde aquí, tanto añoro. Tus palabras me han traído sabores y colores de mi tierra.
¡Qué ganas tengo ya de volver a pasear en guagua! :D
Besos
Gracias por tus letras y tu visita, fueron muy atinadas y especiales. Espero que me sigas visitado, yo lo haré. P-R-O-M-E-T-I-D-O.
Un beso
(...) me fui a la cama con una sonrisa que no me cabía ...
Tanto concentrado en tan poco ;)
Me encanta que estés de vuelta ... se te echaba de menos!
Beso
A la próxima, me llevas contigo si?
Besicos por todos los lados
Como voy con retraso me he leído tu aventura (I y II) del tirón... así que estoy sin respiración, impregnada por tu descripción y tus sensaciones, me siento llena de luz.
Historias del otro lado de la ventana. Y con fotos.
Gracias.´Por lo que veo, aún existen los colores.
¿Sabes lo que más me ha gustado y sorprendido de tu excelente texto? Esa visita al mercado. Me ha parecido que la haces como la hubiera hecho yo: mirando y disfrutando de todo, dejándote fascinar (y fascinándonos) de cuantas cosas se ofrecían a tu vista, con una mezcla de emoción, curiosidad y agradecimiento.
Un besazo enorme.
jajajjaja lo que hace que uno se pire de viaje, luego todas las féminas agradecen tu retorno y tu compañía jajajjaja yo no voy a ser menor :)
Un gran libro-diario de viajes. Escoger a Murakami para la antesala del sueño siempre asegura la distracción de nuestros grandes o pequeños males. Mejor incluso así, por entregas, como un corresponsal de guerras y paces. Un saludo.
Pues sí, es la mejor forma de conocer una ciudad:P.
Besos!!.
La mejor forma de conocer una ciudad, sí señor.:P.
Besos!!.
Volveré y leeré tu estancia en Tenerife, que tiene una pinta interesante que te pasas...pero hoy cojo vacaciones y ando a mil por hora...
Besitos Pau. Cuidate.
qué maravilla de viaje, lo cuentas de tal forma que me parece estar viendote
un beso
lágrimas de mar
Querido Pau!!! Me alegra tu regreso. Esos son los viajes que me encandilan, viajes del alma... Yo he tenido algunos y todos ellos me han aportado gran parte de la sabiduria que voy adquiriendo poco a poco en mi lenta pero firme evolución. Muchos besitos!!! Te sigo de nuevo. :-)
chico, q ganas de irme de viaje me han entrado, curiosamente, mi forma de viajar es muy similar a la tuya, me refiero a la forma de disfrutar del viaje, ha sido como leer lo q yo haría y d pronto no sé porqué me ha entrado una euforia extraña, creo q me has sembrado nuevos deseos, :D
Donde te metes?
Te busqué en la playa y no te vi...
Muchos besitos brujos^^
Me encanta Tenerife, me gusta la comida, el trato con la gente, el Teide coronándolo todo :-)
prometo
con detención
leer
.
ahora
corro
.
te beso de todos modos
gracias por pasar
si. he estado varias veces en las canarias. y no me canso. la ultima, este enero.Volvia a Tenerife por segunda vez. Conozco tambien Fuerteventura, La Palma y Gran Canaria (tambien dos veces). Solo pienso en la proxina vez.
Tomé decisiones importantes: me movería por la isla sólo en autobuses públicos y caminando...
Asi me gusta ami... impregnandote de la verdadera esencia de un lugar nuevo.
:)
Que día tan completo HeMoS tenido !..y dices que mañana NoS levantamos a las 6 !!..válgame dios !!!! :-)
"Escribo cosas rara, muy raras" afirma Murakami, tú escribes cosas vivas, muy vivas !..vamos a por la 2?
Besitos
Tan bien narrado, que he participado del viaje, he caminado a tu lado por el mercado deleitándome a través de tus ojos, lo único que no me apeteció es levantarme tan temprano, luego de la caminata.
Abrazos♥
PD: las lecturas extensas las dejo para lo último, para disfrutar con ellas.
En fin, alguien ha puesto ya la guindilla irisada en el pastel-viaje que he saboreado con mucho placer, sinceramente. Como no, me la guardo en mi mano...quizás más tarde la deguste pero sobretodo, ahí la tengo presente, por si algun día el viento decide llevarme hasta aquí/allí (ya no sé ni qué decir, fíjate, ya me has contagiado la magia cercana de las lejanías)
Gracias, Pau.
:-)
Que hermosas imagenes y el texto, hace que se disfrute mas, de verdad... por eso tarde en venir, queria leerte con calma y no me equivoque ;)
hi everybody
I just thought it would be good to introduce myself to everyone!
Can't wait to start some good conversations!
-Marshall
Thanks again!
whats up everyone
great forum lots of lovely people just what i need
hopefully this is just what im looking for looks like i have a lot to read.
Hello
It is my first time here. I just wanted to say hi!
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