sábado, marzo 15, 2008

Mi aventura en Tenerife, la ballena-isla-volcán, en cinco capítulos... (II)




A las seis en punto, arriba… todavía es de noche. A las siete ya estoy de camino hacia la estación de autobuses; a las 7,30 h. salgo hacia Puerto La Cruz, en la costa noroccidental de la isla, en donde tendré que tomar otro autobús que me llevará hacia el Teide. Recién amanece el día veo que no hay nubes, el cielo está totalmente despejado; es un “regalo de dios” se mire como se mire… En la autovía a Puerto La Cruz descubro el volcán a lo lejos: está nevado, o al menos hay grandes placas de hielo en su parte superior. La costa por esta zona desciende suavemente hacia el mar azul; se ven muchas construcciones nuevas en medio de campos y plataneras; en general se trata de arquitecturas brutas, sin alma, a las que ni siquiera salva el color de su maquillaje —qué mal gusto el de sus propietarios, sus constructores, pero qué fortuna la de vivir en este paraíso frente al mar, los muy cabrones… Llegamos puntuales al puerto turístico, la ciudad se despereza, compro un periódico y me entero entonces del último asesinato de ETA… —en ese mismo momento pensé en recomponer para este blog mi Manifiesto contra el fanatismo. Sólo tengo palabras para combatir la barbarie y el fanatismo, sea cual sea su pretexto; pero no crean los fanáticos que mis palabras son de fogueo aunque no maten como las suyas, ni siquiera les dejen malheridos. Mis palabras son terribles para ellos y sus cómplices, jamás las podrán olvidar: tatúan al rojo vivo una sola palabra en sus frentes… ASESINOS… Qué más puedo decir…

A las 9,15 h. salimos hacia el Teide escalando sus laderas, atravesando el valle de Orotava y demás pueblos de sierra. Ascendemos a buen ritmo, apenas hay coches en la carretera. El valle, que debió ser una preciosidad hace un tiempo, un vergel, hoy es una masa informe y continua de casas y arquitecturas a cual peor y más esperpéntica; hay bloques de adosados horribles que arruinan la escala rural, el paisaje natural; yo a esto también le llamo terrorismo… A partir de los mil metros de altura comienza un denso bosque de pinos canarios y brezos que se espesa más y más y apenas deja pasar la luz: es la llamada Corona Forestal, estamos en pleno Parque Nacional de las Cañadas del Teide… De vez en cuando el cono del Teide se deja ver —imponente—, coquetea con nuestras miradas y deseos… Los pinos crecen bien alto y rectos: compiten por el sol sobre el mar de nubes; creo que también se aupan para ver mejor el volcán, árboles curiosos más que humanos, enraizados… Qué fatal destino el de los árboles, sin pies, sin alas ni aletas, siempre fijos en sus lugares de nacimiento hasta su muerte: para un viajero su peor destino es ser en una próxima transformación un árbol cualquiera, un vegetal “aterrado”, cualquier planta que tenga raíces… —incluso la yedra que escala los muros hacia tu terraza, mi amor.

Por encima de los 1.500 m. la vegetación se achica y escasea: arbustos, matorrales, retama; a partir de los 2.200 la lava caprichosa y las dunas de cenizas petrificadas se adueñan del paisaje, estamos en el borde del paisaje lunar, en los labios del volcán, ascendiendo por sus estrías… Un par de paradas logísticas y en unos minutos nos encontramos en la base del teleférico a 2.350 m. Por fortuna todavía no han llegado los autobuses turísticos, así que puedo subir pronto a la “máquina” que me lleva a la cumbre (bueno, a sus proximidades). Apenas son diez minutos de ascenso casi vertical; el panorama es indescriptible, me faltan las palabras. Colgado sobre el abismo miro en derredor y descubro los hitos principales de un horizonte de casi 360º; la soledad aquí arriba es sobrecogedora. Por fin llegamos a la Terminal, la Rambleta, a 3.350 m. de altura, a un tiro de piedra de la cima-cráter. Se siente la falta de oxígeno, la presión aconseja andar poquito a poquito, hacer lentos movimientos, disfrutar la altura y sus vistas sin demasiados excesos físicos —los pensamientos, los sentimientos del alma, que se desboquen, por supuesto.

A estas alturas del relato confío que todos los que me leen saben qué he venido a hacer a Tenerife, al Volcán, hoy 08/02/2008. Si alguien entró por casualidad a esta casa le remito a mi texto Dónde y qué voy a hacer los próximos días, meses años: http://arterapiasentimental.blogspot.com/2008/03/dnde-y-qu-voy-hacer-los-prximos-das.html Estoy en la ballena-isla-volcán para oficiar mi ceremonia de dedicación y entrega al destino en el umbral de un nuevo periodo de mi vida que intuyo y ciertas señales me anuncian. Estar aquí y ahora ya es en sí parte del ritual: “el hombre que mira a lo lejos” está sobre su atalaya más elevada dispuesto a ver venir su futuro de lejos, a reconocer sus signos, a culminar su metamorfosis última desde el estado de crisálida al de mariposa, ser alado que todo lo recrea con el batir de sus alas y el torbellino de sus colores… El guerrero asciende a la montaña-volcán a purificarse, a pedir perdón a los que hirió sin querer o en un arrebato de pasiones; luego descenderá al desierto a caminar y recorrer los laberintos de espacio y tiempo indeterminados, a buscar su salida hacia el otro laberinto construido que será su hogar y habitará los próximos tiempos, haciendo sus magias convencido, elaborando sus arterapias benéficas, atrayendo las miradas del mundo y sus devotos, diseminando con generosidad sus palabras y su voz de durazno… Aquí estoy en el altar bajo la cima del volcán…

Lo primero que hago es escribir en un papel los nombres de todos aquellos a los que quiero pedir perdón y sus justas causas. Luego rompo ese papel en los más pequeños fragmentos que puedo hacer con mis manos; busco un lugar en donde depositarlos en secreto esperando que el viento de la montaña los expanda un día de estos, arremolinados, para que viajen a sus destinos… No es fácil, ya hay mucha gente aquí arriba, también guardianes que vigilan el cumplimiento de las más convencionales prohibiciones, como no arrojar “cosas” al espacio natural, etc. No obstante me siento en paz; la escritura de esos nombres y mi más sincero arrepentimiento y petición de perdón por mis excesos de orgullo o vanidad o soberbia, mis faltas de piedad o comprensión, mis venganzas, surten el efecto de descargar de golpe buena parte de mi tristeza… Por fin los guardo entre la nieve helada con la esperanza de que se conserven mientras llegue el deshielo y vuelen luego a su aire. Me siento feliz, yo sé por qué… Entonces busco a alguien que me haga una foto, me retrate con esa expresión de paz interior y alegría que se exterioriza sin más motivo que ser feliz a mi manera —también son importantes las imágenes memorables que expresan estas emociones; son recuerdos para compartir… Pido el favor a una pareja que conversa mirando al vacío; con una sonrisa me retrata el hombre. Les pido me dejen devolverles el favor, aceptan que les retrate con la cima del volcán sobre sus cabezas. Nos despedimos con sonrisas y comentarios amistosos… Una vez oficiada la primera ceremonia, dedico unos largos minutos a contemplar el magnífico espectáculo de la Naturaleza ante mis ojos: al oeste, el mar de nubes sobre el mar de olas; enfrente el observatorio astrofísico que mira y vigila el universo; a lo lejos las montañas de Gran Canaria sobre su propio mar de nubes; abajo y al este, sierras y campos de lava, llanuras de cenizas y valles lunares, los Roques de García, el trazado de una carretera y caminos en medio del desierto y la estepa de retamas; en un punto de la carretera la arquitectura minúscula del Parador Nacional del Teide… —¡Qué sublime, dios!… qué regalo para quien su nombre secreto es “el hombre que mira a lo lejos”. Antes de bajar al valle de lava y sus desiertos llamo por teléfono y envío mensajes a gente que quiero, que me importan —ay, si supiera tus números, amor, tu nombre por lo menos… siento que vienes pronto, te presiento, te huelo… pero no sabemos todavía de nuestras voces, de sus sabores, sólo podemos leernos aquí de tiempo en tiempo… Qué daría porque me leyeras, me escucharas, con sólo pensarte…

En unos minutos estoy en la base del teleférico y comienzo a descender caminando hacia el desierto a los pies del volcán. Sé interpretar los mapas y los signos de los desiertos —llevo media vida haciéndolo, son como mi jardín doméstico. A unos cientos de metros encuentro un camino, unas instrucciones para caminantes; sigo adelante, dibujo en mi mapa mental las direcciones y sus posibilidades. Avanzo confiado y feliz, sólo llevo conmigo agua, nada de comida, ayunaré antes de llegar a la meta que me he fijado, el Parador. Sigo un camino a veces frecuentado por otros caminantes entre campos de lava roja y negra y dunas de cenizas volcánicas; parece que en primavera desflorará la vegetación típica del territorio: retamas, tamajiste, alhelíes, tenástica, violeta del Teide, hierba pajonera. Hay un hermoso silencio; hablamos de nuestras cosas mi sombra y yo… En un punto determinado, alejado de miradas por sorpresa, en soledad, inicio mi segunda ceremonia: la de los deseos… Traigo conmigo tres copias de los dibujos de Izabella Jagiello; escribo sobre ellos dedicatorias para los deseos de tres personas que de algún modo me lo han expresado, los guardo en una bolsa, acompaño a los dibujos una postal del volcán en donde escribo una nota por si alguien los encuentra antes que sus destinatarios los recojan para sí —lo que significará que sus deseos se han cumplido—, le explico a ese hipotético “encontradizo” de qué se trata, le pido que respete esta ceremonia, le remito a este blog para saber más y saciar su curiosidad… Guardo la bolsa bajo piedras de lava bermeja en una oquedad natural; miro al volcán desde abajo y le ruego interceda al destino nos regale estos deseos y muestre el camino para ir a su encuentro… Así sea; así será…

En un recodo de la senda me siento sobre una roca y leo a Murakami en su cuento El hombre de hielo:Yo no tengo pasado. Yo conozco el pasado de todas las cosas. Conservo el pasado de todas las cosas. Pero “en mí” no hay pasado. No sé dónde he nacido. No conozco el rostro de mis padres. Ni siquiera sé si realmente los he tenido. Ni siquiera sé cuántos años tengo. Ni siquiera sé si, en verdad, tengo edad”. Recuerdo a Castaneda: “Un guerrero no necesita historia personal. Un día descubre que ya no le es necesaria, y la abandona”… Pienso y escribo: “No hay regreso posible a la ignorancia inocente. ¿Nuestra felicidad depende de nuestra sabiduría o de nuestra ignorancia?” Llego al Parador en poco menos de tres horas desde que abandoné el teleférico. Falta más de una hora para que llegue el autobús de vuelta. Me siento algo deshidratado pero no cansado. Bebo y bebo más agua, y un sándwich para reponer fuerzas. El resto del tiempo antes de partir paseo por la zona de los Roques de García —conmovedores fantasmas petrificados— y fascinado extravío la mirada sobre el Llano de Ucanca, un auténtico valle lunar en donde experimento nuevamente el sentimiento de lo sublime ante su vastedad y desnudez… Cuántos sentimientos de lo sublime en mi vida; y qué distintos, aun con el mismo sobrecogimiento ante la inmensidad de la naturaleza y sus caprichos…

Por fin llega el autobús puntual. En un santiamén abandonamos la llanura árida y reingresamos en el bosque de pinos, para luego rozar el mar de nubes casi pegado a la montaña. Antes de las seis ya estoy paseando por Puerto La Cruz husmeando el ambiente y scaneando cafeterías para descansar un poco, hacer tiempo. Aquí el cielo está nublado, hay fuerte brisa, siento frío. Sentado en una terraza oigo las gracias de un par de cubanas de piel canela llamando la atención. “Lo siento, hoy no es nuestro día”, pienso para mis adentros. Pago y me voy rápido hacia la estación de autobuses. A las ocho en punto estoy en mi hotel. No ceno, por supuesto. Me quema la cara… Esta noche no hay ni Murakami, ni Castaneda ni Pablo Llanes que valgan… Bona nit, cara...
Fotos: Serie "El Teide y sus paisajes", "Deseos-dibujos"; Tenerife, marzo 2008

14 comentarios:

Silvia_D dijo...

Por lo que leo has disfrutado de lo lindo, me alegro mucho.
El paisaje es incomparable, has sacado unas hermosas fotos.
Me alegro de que hayas vuelto, brujo.
Besos vecino^^

Daniela dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Soledad Arcos dijo...

Sigo leyendote a estas horas en las que mis ojos dejan de obedecerme y me invade una paz que hace tiempo no sentía, sea q tu espíritu imbuído en estas lineas, equilibra de algun modo este extraño tmpo d odiar q debe acelerar mi vida.
Salud Guerrero que miras a lo lejos, te deseo encuentres tu destino tras esa puerta que acabas de abrir.

Denise dijo...

yo quiero hacer algo así, debe ser absolutamente reedificante :-)Yo deseo que el renacer venga con potencia, Pau!

Luna Carmesi dijo...

Vaya ritual el del papel...

Gwynette dijo...

Me ha gustado mucho tu ceremonial de escribir en un papel los nombres de todos aquellos a los que quieres pedir perdón, y me ha divertido pensar que algún caminante encuentre tus notas y respete tu ceremonia, con la posiblidad de que algún día entre en el blog y se convierta todo esto en una fiesta muy divertida...:-)

Ahora me voy, mañana los capítulos: 3, 4 y 5 !

Destacar la sensació de libertad del caminante que elige donde ir y con quien hablar como el escritor elige esta libertat a la hora de escoger el gènero..

Besitos

Anónimo dijo...

Bien me vendría en estos días de vía crucis tomar un retiro espiritual, caminando por ese paisaje tranquilo que muestran tus fotos, volver renovada, serena y pedirle perdón a todos los que hubiere ofendido.
Un cálido abrazo.

Gwynette dijo...

..quise escribir: libertad -sorry-

sandra dijo...

hermosa fotografía...interesante diario...!

Jennifer dijo...

Parece que hubiese estado en ese momento allí en la cima del Teide, parece que te seguía muy cerca mientras leía tu aventura por esta tierra maravillosa.

Algunas de tus palabras me recordaron algunas que yo escribi hace tiempo en el Avila.

Sigo tu historia, tenias razon me ha encantado.

Addictive Epicurean dijo...

Es paradójico. Qué verdaderas parecen tus palabras desde aquí; qué nítidas las realidades en comparación con esta especie de semiletargo ceniciento. Y sin embargo, el veneno contenido en cada una de tus visiones te encumbra como el gran mentiroso.

"No hay regreso posible a la ignorancia inocente." Gran verdad... como las mañanas de dominga en las que aunque te des media vuelta en la cama, no puedes seguir durmiendo. ¿Cuánto dolor se ahorraría así?

Alabo tu periplo. Lo aplaudo de hecho, entre el queso y el salmón. Y finalmente lo admiro después de pensar que a mi modo debería hacer algo semejante para cerrar un ciclo y empezar otro. La vida arrasa en ocasiones, en tumulto que precipita los acontecimientos, vendaval de coincidencias y casualidades. Alto en el camino y un saludo ceremonial, una libación dionisiaca en su honor.

Marina Culubret Alsina dijo...

No me importaría ser árbol, en realidad, lo que desearía más en este mundo es ser piedra (desde pequeña me enamoré de ellas), sentir el silencio de toda la historia no dicha, cristalizada en un mundo infinito, y permanecer allí dentro...
Me ha venido a la memoria este fragmento de un poema de Indio Juan...

" quiero hundirme en la tierra
y con mis uñas encender los volcanes
para que se conviertan en cenizas
los dogmas y discursos..."

✈єℓιzα™ τσdσs lσs Dεяεcнσs яεsεяvαdσs cσρчяιgнτ dijo...

Haces que uno se adentre en tu historia y me encanta la seleccion que tienes en estas imagenes, pero escribes que haces que uno sienta como si estuviera contigo en tal instante!

Penélope dijo...

No tengo palabras para describir tus post. Extensísimos y con aromas existencialistas demasiado complicados para mi. Por cierto, yo también estuve, al menos, en Tenerife, y me gustó porque hace mucho calor y me encanta la playa.
Besitos.