La sospecha es una gran virtud, también un gran pecado de nuestra curiosidad insatisfecha… La sospecha, ese sentimiento ambiguo e indeterminado, esa inexplicable sensación de misterio e intuición de lo desconocido, que nos lleva a arriesgarnos sin saber muy bien qué buscamos, si buscamos algo o si sólo nos sentimos imantados y succionados por la estela de las cosas invisibles… Sospechar es dudar de que algo no sea como aparece o esconde otros sentidos más allá de los que manifiesta —como el rostro bajo la máscara. Sospechar es también considerar que lo que se esconde es de sentido contrario a lo que se muestra y hacer conjeturas con ello… —sospechas de mí y por eso me buscas por esos territorios de Google. Qué pérdida de tiempo: buscar-me mientras puedes encontrar-me en mis palabras frente a tus ojos… ¿Acaso te dirán mis otros nombres más que lo que te dice Pau Llanes? ¿Acaso te buscas en Google para encontrarte?
Quiero relacionar nuevamente esta inefable noción de sospecha y curiosidad con los celos… y los celos con las celosías. Los celos: un querer saber y no querer saber… Las celosías: que dejan ver y a la vez velan la mirada… ¿Qué son el arte y la literatura sino una teoría de celosías que ocultan y dejan ver según se esté a un lado u otro de ellas? ¿Qué son el arte y la literatura sino el resultado de una inmensa e insatisfecha curiosidad? ¿Qué son el arte y la literatura sino un sistema de creencias?... El arte, la literatura… larga cadena de respuestas y preguntas curiosas… territorios fértiles para el cultivo de la sospecha y la aventura de la interpretación… ¿Quieres que mis palabras atraviesen tus vacíos e iluminen tu oscuridad?… Deja pues penetrarte de una puñetera vez, que las palabras inseminen tus desiertos (el eco de mis palabras lejanas ocuparán el lugar de tu silencio a voces)…
Una de las principales sospechas de Nietzsche —el gran Maestro de la sospecha— se encara con el lenguaje. Sospecha que el lenguaje no dice exactamente lo que dice; o, dicho de otra manera, piensa que el sentido que se manifiesta convencionalmente en el lenguaje es un sentido menor que interviene como máscara de otra infinidad de sentidos posibles… Esta primera y fundamental sospecha nitzscheana respecto del lenguaje se extiende también a los otros estados de las cosas que hablan y no son lenguaje… En el mundo encontramos muchas cosas que hablan y que sin embargo no son lenguaje convencional; o producen sentidos y significaciones de modo no verbal. Por ejemplo las vísceras de las bestias o el vuelo de los cuervos que la pitonisa y el sacerdote mago interpretan, las series de números o palabras encriptadas que el cabalista ordena, la espuma en la cresta de las olas o el rumor de la arena en la cima de una duna que advierten y orientan al marinero y al tuareg en sus viajes por sus desiertos, o los extraños acontecimientos cósmicos que anuncian el encuentro necesario de dos seres que hasta entonces jugaban ensimismados con el humo de sus cigarrillos o sus posos de café…
Estas sospechas de Nietzsche —la del lenguaje y la de otras cosas que hablan sin ser lenguaje— coinciden en la presunción de que los signos no son nada simples ni benévolos sino algo complejo y escurridizo, encubridores de otras realidades… Hay en las palabras y en los signos algo ambiguo, el olor de lo oculto, que nos disuade de la idea de que sólo existe una única realidad tras el velo transparente de sus palabras y que detrás de ellas aparecerá un único significado indudable y definitivo… Para Nietzsche el signo, por su opacidad y vocación de máscara, adquiere una función nueva, pone en cuestión la creencia de que a cada significante le correspondería un significado más o menos elocuente y preciso. El signo pasa a ser entonces un juego de fuerzas reactivas, fuerzas al servicio de la adaptación complaciente. Estas fuerzas son evidentemente históricas y culturales, no obedecen a un destino, a una predeterminación ni a un accionar trascendente, sino al azar de una lucha desigual… Como en esta lucha estamos comprometidos los sujetos, la interpretación debe interpretarse a sí misma… El que traduce, el que interpreta —el intérprete— es el principio de la interpretación; siempre se interpreta desde alguien, desde algún lugar, desde un tiempo determinado... Es decir: por un lado la interpretación no tiene fin, y por otro se genera y reproduce en un espacio abierto que incluye al propio intérprete (en realidad se trataría de una interpretación “cuántica”)… La muerte de la interpretación consistiría en creer que hay signos originarios y arquetípicos, válidos por sí mismos, sin sujetos que los hayan inventado o sujetos que los relean desde sus múltiples perspectivas. Nosotros somos obviamente quienes sostienen los signos y por supuesto su interpretación… Son los artistas, los que escribimos, quienes sostenemos nuestro pesado mundo de signos poéticos al tiempo que robamos el fuego sagrado para dar calor e iluminar al mundo de los humanos espectadores ávidos de respuestas… Ah, los artistas, los que escriben… siempre ocupados en nuestras tareas heroicas.
Y la verdad… ¿Cómo no sospechar de la verdad?... De esa verdad tal como nos la ha legado el pensamiento tradicional, que concibe lo verdadero como algo universal indefinible y abstracto, que pretende que sólo se puede reconocer como sentimiento o sensación, que exige creencias ciegas o lealtades relativas... Sin embargo las presuntas “verdades” se enuncian y construyen desde realidades objetivas y materiales, es decir desde posiciones de poder... —como algo que en una determinada situación histórica (en un tiempo y espacio concretos) se considera verdadero, “bueno”, legítimo, dogmáticamente… Detrás de cada verdad como imagen dogmática del pensamiento está aquello de lo que hay que sospechar: lo que está oculto e interviene desde la impunidad de las sombras… Hay que sospechar de la ingenua “bondad” de ciertas “verdades” y denunciar el autoritarismo de los discursos de quienes se declaran poseedores de alguna verdad (filosófica, estética, científica, política, religiosa) que aspira a imponerse absolutamente… Yo siempre pongo en sospecha todo aquello que se manifiesta como “políticamente correcto”, por ejemplo… esas estúpidas afirmaciones de borregos y cabestros que no se detienen ni un momento a leer la historia, la ciencia, la biología, a interpretar con la lógica y el sentido común, y se dedican a trasmitir y pontificar estupideces bajo la forma de verdades absolutas (en realidad son fanáticos funcionales, tontos “útiles” de ese fanatismo al que me refería en uno de mis textos); y lo más tragicómico es que lo hacen con buena intención… Si al menos tuvieran suficiente vergüenza intelectual para reconocer sus errores… o, mejor aún, no fueran tan impacientes en escribir lo que todavía no saben leer… En fin… intentan transmitir la verdad, a veces lo hacen incluso de oficio, y no saben siquiera cuáles son algunas de sus propias verdades más relativas… Tal como enseñas, aprendes… (y viceversa)…
Entre las interpretaciones posibles yo suelo elegir aquellas vías que me llevan a espacios más abiertos, que restauran un mayor número y calidad de evocaciones de mi memoria, que estimulan mi deseo de encontrar(me) y reconocer(me)… Por ejemplo: me atraen los artistas y las obras que se expresan por metáforas, por palabras que parecen sin sentido a primera vista y luego, tras la mirada atenta, me regalan todos los sentidos posibles a elegir… incluso algunas veces con humor, con sus bromas y divertidos “juegos de manos”… Me gusta sospechar divertido… Qué voy a hacer de mí, si me gustan tanto tus pechos intactos por mis manos… —sí, mujer, esas que tanto conocen tus ojos insatisfechos y una vez soñaste no hace poco…
Quiero relacionar nuevamente esta inefable noción de sospecha y curiosidad con los celos… y los celos con las celosías. Los celos: un querer saber y no querer saber… Las celosías: que dejan ver y a la vez velan la mirada… ¿Qué son el arte y la literatura sino una teoría de celosías que ocultan y dejan ver según se esté a un lado u otro de ellas? ¿Qué son el arte y la literatura sino el resultado de una inmensa e insatisfecha curiosidad? ¿Qué son el arte y la literatura sino un sistema de creencias?... El arte, la literatura… larga cadena de respuestas y preguntas curiosas… territorios fértiles para el cultivo de la sospecha y la aventura de la interpretación… ¿Quieres que mis palabras atraviesen tus vacíos e iluminen tu oscuridad?… Deja pues penetrarte de una puñetera vez, que las palabras inseminen tus desiertos (el eco de mis palabras lejanas ocuparán el lugar de tu silencio a voces)…
Una de las principales sospechas de Nietzsche —el gran Maestro de la sospecha— se encara con el lenguaje. Sospecha que el lenguaje no dice exactamente lo que dice; o, dicho de otra manera, piensa que el sentido que se manifiesta convencionalmente en el lenguaje es un sentido menor que interviene como máscara de otra infinidad de sentidos posibles… Esta primera y fundamental sospecha nitzscheana respecto del lenguaje se extiende también a los otros estados de las cosas que hablan y no son lenguaje… En el mundo encontramos muchas cosas que hablan y que sin embargo no son lenguaje convencional; o producen sentidos y significaciones de modo no verbal. Por ejemplo las vísceras de las bestias o el vuelo de los cuervos que la pitonisa y el sacerdote mago interpretan, las series de números o palabras encriptadas que el cabalista ordena, la espuma en la cresta de las olas o el rumor de la arena en la cima de una duna que advierten y orientan al marinero y al tuareg en sus viajes por sus desiertos, o los extraños acontecimientos cósmicos que anuncian el encuentro necesario de dos seres que hasta entonces jugaban ensimismados con el humo de sus cigarrillos o sus posos de café…
Estas sospechas de Nietzsche —la del lenguaje y la de otras cosas que hablan sin ser lenguaje— coinciden en la presunción de que los signos no son nada simples ni benévolos sino algo complejo y escurridizo, encubridores de otras realidades… Hay en las palabras y en los signos algo ambiguo, el olor de lo oculto, que nos disuade de la idea de que sólo existe una única realidad tras el velo transparente de sus palabras y que detrás de ellas aparecerá un único significado indudable y definitivo… Para Nietzsche el signo, por su opacidad y vocación de máscara, adquiere una función nueva, pone en cuestión la creencia de que a cada significante le correspondería un significado más o menos elocuente y preciso. El signo pasa a ser entonces un juego de fuerzas reactivas, fuerzas al servicio de la adaptación complaciente. Estas fuerzas son evidentemente históricas y culturales, no obedecen a un destino, a una predeterminación ni a un accionar trascendente, sino al azar de una lucha desigual… Como en esta lucha estamos comprometidos los sujetos, la interpretación debe interpretarse a sí misma… El que traduce, el que interpreta —el intérprete— es el principio de la interpretación; siempre se interpreta desde alguien, desde algún lugar, desde un tiempo determinado... Es decir: por un lado la interpretación no tiene fin, y por otro se genera y reproduce en un espacio abierto que incluye al propio intérprete (en realidad se trataría de una interpretación “cuántica”)… La muerte de la interpretación consistiría en creer que hay signos originarios y arquetípicos, válidos por sí mismos, sin sujetos que los hayan inventado o sujetos que los relean desde sus múltiples perspectivas. Nosotros somos obviamente quienes sostienen los signos y por supuesto su interpretación… Son los artistas, los que escribimos, quienes sostenemos nuestro pesado mundo de signos poéticos al tiempo que robamos el fuego sagrado para dar calor e iluminar al mundo de los humanos espectadores ávidos de respuestas… Ah, los artistas, los que escriben… siempre ocupados en nuestras tareas heroicas.
Y la verdad… ¿Cómo no sospechar de la verdad?... De esa verdad tal como nos la ha legado el pensamiento tradicional, que concibe lo verdadero como algo universal indefinible y abstracto, que pretende que sólo se puede reconocer como sentimiento o sensación, que exige creencias ciegas o lealtades relativas... Sin embargo las presuntas “verdades” se enuncian y construyen desde realidades objetivas y materiales, es decir desde posiciones de poder... —como algo que en una determinada situación histórica (en un tiempo y espacio concretos) se considera verdadero, “bueno”, legítimo, dogmáticamente… Detrás de cada verdad como imagen dogmática del pensamiento está aquello de lo que hay que sospechar: lo que está oculto e interviene desde la impunidad de las sombras… Hay que sospechar de la ingenua “bondad” de ciertas “verdades” y denunciar el autoritarismo de los discursos de quienes se declaran poseedores de alguna verdad (filosófica, estética, científica, política, religiosa) que aspira a imponerse absolutamente… Yo siempre pongo en sospecha todo aquello que se manifiesta como “políticamente correcto”, por ejemplo… esas estúpidas afirmaciones de borregos y cabestros que no se detienen ni un momento a leer la historia, la ciencia, la biología, a interpretar con la lógica y el sentido común, y se dedican a trasmitir y pontificar estupideces bajo la forma de verdades absolutas (en realidad son fanáticos funcionales, tontos “útiles” de ese fanatismo al que me refería en uno de mis textos); y lo más tragicómico es que lo hacen con buena intención… Si al menos tuvieran suficiente vergüenza intelectual para reconocer sus errores… o, mejor aún, no fueran tan impacientes en escribir lo que todavía no saben leer… En fin… intentan transmitir la verdad, a veces lo hacen incluso de oficio, y no saben siquiera cuáles son algunas de sus propias verdades más relativas… Tal como enseñas, aprendes… (y viceversa)…
Entre las interpretaciones posibles yo suelo elegir aquellas vías que me llevan a espacios más abiertos, que restauran un mayor número y calidad de evocaciones de mi memoria, que estimulan mi deseo de encontrar(me) y reconocer(me)… Por ejemplo: me atraen los artistas y las obras que se expresan por metáforas, por palabras que parecen sin sentido a primera vista y luego, tras la mirada atenta, me regalan todos los sentidos posibles a elegir… incluso algunas veces con humor, con sus bromas y divertidos “juegos de manos”… Me gusta sospechar divertido… Qué voy a hacer de mí, si me gustan tanto tus pechos intactos por mis manos… —sí, mujer, esas que tanto conocen tus ojos insatisfechos y una vez soñaste no hace poco…
Foto: "Desde mi atalaya en Essaouira"; diciembre 2006
28 comentarios:
Pau
A mi también ... me gusta sospechar divertida.
Y por supuesto que Nietzsche tenía toda la razón: el lenguaje, casi nunca, dice exactamente lo que dice.
Besos y buena semana
Hola querido.
No puedeo creer que sea la primera persona en visitarte hoy!!!!.
Además, hasta hace un segundo, todo estaba en calma en casa, con lo cuál no he sido agredida con ningun objeto volante no identificado....
¿te buscan en google? ¡no se me había ocurrido!!!.
Hoy has dado caña y me gustó lo que escribiste.
¿nos vemos pronto?. Un beso
Yo también sospecho de lo políticamente correcto pues sospecho que, la mayoría de las veces, oculta una ignorancia supina y una profunda estulticia (cómo me gusta esta palabra...).
Y yo también, como Nietzsche (más humildemente, desde luego): el lenguaje nunca dice lo que dice.
Besos
Sentirse "sospechado", curiosa sensación... Voy a releerte, con un vaso de vino.
La leche Pau!!!
Se me gira trabajillo con tu blog....... cuantas cosas nuevaaaaaaaas!!!!
BESOTES!!!
Para una búsqueda profunda mejor una sospecha algo diluida en lo que al objeto de la misma respecta. Sospechar que algo no encaja, que lo que se pretendía permanente se viene abajo al primer vistazo o análisis, dispara una búsqueda, un proyecto.
Muy buena entrada, Pau. abrazos
Ayyyyyyyyy, Pau... tienes el don de la palabra y no hay nada más seductor que un rosario de palabras bien colocadas una detrás de otra.
Me ha encantado esas metáforas simpáticas, dulces, sonrientes que acogen a los enamorados o a los que están a punto de estarlo.
un besito, guapo
Que post mas bueno querido, además estoy dándole vueltas a un post sobre los celos, que caerá pronto, espero... me has ayudado je je je
Besicos
No siempre es necesario entender las cosas, simplemente con sentirlas ya vale.
Hola Pau
Siempre lo que leo tuyo me ha gustado. y "Leo" mucha sabiduría en ello, pero no sé porqué leo algo de rabia e indignación en este escrito tuyo, me imagino que por eso que dices de que alguien sospecha de vos y te investiga. Digo, no conozco el fundamento pero yo lo leería como interes en ti, y no como que se duda de ti. Eres más lindo con tu corazón afable y receptivo. Eres más lindo diciendo cosas positivas y sacando tu serpiente encantada para mostrarnos tu música. Así te prefiero, pero sabes también que cuando se quiere se quiere al "todo" junto, un beso.
Gracias por visitarme frecuente. Hagamos un lazo de luz entre nosotros.
Lo malo de sospechar. Es que a veces uno encuentra más de lo imaginado.
Que tengas una linda semana.
Un beso
Jo
A mi no me gusta nada sospechar...las cosas, son o no son...y si de quien sospechas no quiere que sepas su verdad, has de vivir con la tuya propia...sin preguntarte nada más.
Me gusta más sospechar de mi misma.
besitos.
Querido Pau!!! La intriga, el misterio y la sospecha son tus raíces vitales. No existirías sin ellas, pues en ti se difumina el halo de lo que todavia no se descubrió, pero sin embargo, yo en ti encuentro las respuestas a mis señales. Ahora más que nunca dejaste de ser sospecha para convertirte en mi respuesta. Gracias por esas palabras llenas de señales para mi. Un gran beso!!! Ojalá algun dia te encuentre con mi vestido de colores!!! Seria un gran honor para mi. ;-)
Creo que las palabras restringen el significado de las cosas, de los conceptos que pretenden definir. Las acotan y las limitan. A veces jugar con el lenguaje, como hace la poesía, romper el ritmo de la frase, estirar y sacar de contexto los significados previsibles de cada palabra... ayuda a liberarnos del poder del lenguaje para acercarnos, paradójicamente, al objeto nombrado.
Un saludo.
Ahora sí, penetrada leo, callo y guardo.
saludos Pau
Leer entre líneas.
"Estilo indirecto", cautivas, activa e interactivamente, no insultas al espectador como sujeto pasivo, lo integras lo guiñas y lo invitas en una sala luminosa, vacía y blanca, como alfombrilla celeste, con olor a nuez moscada, como huésped de jaimas árabes de Templos de Hielo indios, a que pruebe tus pastelillos de canela y pistacho con miel.
El espectador, lector, visitador es inteligente y le gusta que le enfrenten, que le hagan pruebas para demostrarse que puede hallar y entender lo que quiera o pueda ver entre las aguas de las cortinas lo que prefiera libremente.
Ora intelectuales ora más mundanas labores.
Por cierto, yo no sospecho, pues de mi corazón liberado de muestras de desdén y miedo, proveniente de personas inmaduras que no quieren asumir su responsabilidad en la construcción de sí mismasy la ponen en la figura del "otro" que "les salve", al que utilizan como "responsable" de resolver sus conflictos internosy sus enormes carencias anímicas.
Todos somos universos en miniaturay demos aprender a armonizarnos perfectamente y encauzar a lo alto nuestras mejores energías, pero es más cómodo ser espectador, empobrecidos y acomodados a un nivel de consciencia ordinario prácticamente automático (¿quién no se ha levantado una mañana y ha cogido la ruta que suele hacer habitualmente sin darse cuenta?).
Hay que estar despiertos en nosotros mismos, aliviarnos de sospechas y suspicacias creciéndonos y encontrándonos, trabajando sobre la mejora de nuestra responsabilidad social y personal, contribuyendo a despertar nuestra propia personalidad aportadora liberadora y la de otros muchos.
Eso , o algo parecido dijo el "Darwish", conclusión que yo por vicisitudes de la vida, sospechaba ya tiempo atrás.
Desde luego, estoy de acuerdo en que todo se interpreta desde alguien, un alguien ubicado en el espacio y en el tiempo. Por eso la literatura, la buena literatura, admite siempre nuevas lecturas: esa es su principal riqueza. Besotes.
Sospecho, o más bien tengo la certeza, que hay muchas canciones que podrían pasar a la historia por ser las peores del día, del mes, del año... Basta con encender la radio en cualquier emisora de las que nos invaden. Pero, ¿por qué perder el tiempo con eso, con tanta música maravillosa que tenemos para escuchar?
Niño, como lo haces para escribir asi? Me vuelves perezosa..a veces desearia poder experesar ciertas cosas, luego las expresas tu y ..en fin, si ya lo has hecho tu...me vuelvo perezosa..
Un lujo leerte, como siempre..
Tu inquilina gris
Como siempre, hoy al leer tu última entrada, he sentido que escribias para mí, que yo era quien sospechaba y él quien decía cosas sin utilizar palabras...
Seguro que no nos conocemos???
Me encanta!!!
De acuerdo con Nietzsche. Me fascinan los lenguajes y me gusta, siempre que puedo, jugar con ellos e interpretarlos con diferentes instrumentos :-)
salut...!
yo soy una maestra de la sospecha también... y google ayuda a medias, por supuesto, porque la sospecha no tiene fin. yo ahora sospecho que de cada 2 artículos de pau llanes uno termina en "mujer". ;)
Es imposible no sospechar de la verdad.
Es imposible no sospechar de ese concepto que cambia por persona y por tiempo.
La verdad siempre es sospechosa!
A veces quisiera usar google para poder encontrarlo y saber que es de su vida, pero mis resultados arrojan el site donde una vez pregunte si alguien podia ayudarme a encontrarlo... y me dieron la direccion de su empresa... y eso no es suficiente para mi... al menos eso me quedo muy claro... y tu texto me hizo evocar ese pensamiento "bizarro" que tengo en mente!
Oye, pero la sospecha también implica una ternura enorme, de querer saber lo oculto, que es verdad que está en las letras, pero quien sospecha cree que no es suficiente.
...no me pude ir, quede atrapada en tus palabras y eso que tengo mil cosas que hacer.
Me encanta tu estilo, tu firmeza al escribir.
Mas beso
buenas
llevo un rato por aquí, leyendo y recordando, como hago con mis libros,pero sin marcar( aquí no puedo)
qué raro es todo esto, los lazos y los nudos que en un libro no se producen verdad?
hablaré a la nada? lo leerás?jeje
por aqui sin tus largos escritos no es lo mismo. Leo pero no me pierdo.
sigo un rato más por tu casa
besos quizá perdidos
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