Recién volví de la isla-ballena-volcán a mi isla mediterránea... Hoy mismo comenzaré a escribir un texto que relate brevemente pero con intensidad mis experiencias estos días, las ceremonias que he llevado a cabo en favor del destino y sus regalos, a seleccionar las imágenes que ilustren todo esto. Pero antes quiero dejaros un texto que he redactado en relación con acontecimientos que se han producido mientras estaba de viaje ensimismado en mis cosas; ensimismado sí, pero no autista ni ajeno al mundo... Tiene que ver con el último asesinato de ETA, con la conmemoración de la masacre de Madrid el 11-M, con las matanzas y asesinatos que se siguen produciendo todos los días en Palestina, en Irak, en Pakistan, en África, los secuestros y "luchas revolucionarias" en Colombia y sus perversas secuelas, las manifestaciones de fanatismo ideológico de todos los regímenes populistas, las matanzas indiscriminadas en cualquier lugar del planeta, las contiendas políticas más o menos democráticas y las estrategias de los políticos y los medios de "in-comunicación" que se sirven del poder y sirven a sus intereses (nacionales, económicos, ideológicos, para el caso es el mismo: el poder, para y por el poder). Recién llegado desde el volcán, ahora quiero escribir sobre el fanatismo, sobre sus señores y sus servidores...
El fanatismo es un estado excesivo de exaltación y defensa de las creencias propias o del grupo social en el que se convive. Para su coherencia, debe ser intolerante e intransigente… El fanatismo es un modo de conducta social paradójica y contradictoria. De una parte está fundamentado en sólidas bases de conciencia colectiva y pertenencia a un grupo social determinado —lo que exige fuertes lazos de complicidad y apoyo mutuo entre los integrantes del grupo; de otra parte, el fanático niega la diversidad social, o la afirma siempre en su favor, tomando siempre posición en contra de cualquier otro grupo que se le oponga o pueda limitar la expresión y difusión de sus presuntos valores diferenciados.
También el fanatismo implica un cierto desorden y algún tipo de disociación en el modo de articular y argumentar los aspectos fundamentales de su ideología. Pese a ser en la mayoría de los casos un simple aglomerado de creencias e hipótesis irracionales, el fanático intenta obsesivamente revestirlas de explicaciones de índole racional, justificaciones de tipo histórico, encadenando con ingenua emotividad y de manera indiscriminada hechos ciertos junto con meras suposiciones, teorías verificadas con vulgares invenciones, argumentos fuertes con retóricos sofismas, y todo ello bajo la apariencia de ser un razonamiento lógico de validez universal e intencionada verosimilitud… El fanatismo, sea cual sea su ideología, es un sentimiento irracional abrumado por falsos argumentos racionales y deformadas razones causales. Todo fanático cree instaurar una nueva razón sobre el detritus y las cenizas del pensamiento crítico racional —al que debe negar, silenciar, para afirmar su identidad.
El fanático confunde cualquier realidad con la que se enfrenta; él mismo es una absoluta paradoja de confusas realidades. Exalta y defiende creencias porque éstas son su única oportunidad de ser y estar en un tiempo real compartido con otros, lo que le anestesia y calma su angustia de soledad. El exceso con el que se defiende y quiere imponer sus ideas es equivalente a la energía que necesitaría para lograr su equilibrio emocional y existencial en soledad; pero es más fácil y menos arriesgado a corto plazo compartir creencias que atesorar miedos e inseguridades: le parece más eficaz defenderse en grupo hasta la muerte, inmolarse en un suicidio colectivo, que derrotarse en la angustia de la duda en solitario.
En origen, el fanatismo es una consecuencia irracional del miedo, un letal mecanismo de defensa para grupos y gentes que se sienten amenazados por lo desconocido o por los peligros de su más inmediata contigüidad. El fanatismo vive y se propaga en un estado de ansiedad semejante al del miedo. El fanático dice protegerse únicamente de las agresiones externas, defender su identidad colectiva ante la presión o el rechazo de los demás diferentes. En un primer estadio de auto convencimiento estos sencillos argumentos le sirven para justificar su emotividad y violencia previsibles. El fanático tiene un exceso de instinto de supervivencia, o lo necesita para apuntalar la fragilidad de la arquitectura de su pensamiento. Luego, en una segunda hipótesis, cuando su ideología ha alcanzado la hegemonía o disfruta de una situación de mayor influencia, el fanático cree reconocer fantasmas y enemigos por todas partes y se expresa con evidente animosidad contra ellos. El fanático siempre necesitará a su propia sombra para reconocerse amenazado, a sus recuerdos para sentir el olor del miedo, y volver a ejercer su violencia de auto defensa, según su particular visión del asunto. Siempre huele a miedo dentro y fuera de un fanático. Es un olor que nadie olvida… El olor del miedo es inolvidable.
El fanatismo debe exaltar sus propias ideas porque son —en su modo de sentir— las únicas que merecen la dignidad de lo natural y el don de lo sobrenatural. Para cualquier fanático es coherente que piense así y actúe de tal manera; sus más afortunadas metáforas siempre tendrán que ver con la naturaleza, con el mundo animal con el que se reconciliará, con el universo, en el que aspira verse reflejado. El fanático cree en lo sobrenatural, en lo divino, o tiene intuiciones sobre lo trascendental de sus ideas o su misión… Por eso sus ideas y su acción no sólo son “las que tienen que ser”, si no que “son las necesarias”... El fanático vive en un permanente estado de necesidad y obediencia debida a lo sobrenatural y a lo trascendente. Su grupo, él mismo, se creen los elegidos para llevar a cabo la misión de salvar su verdad y propagar su mensaje: ¡“ÉL-LA-ELLO” lo quiere!... Un determinismo fatal y repugnante emanado de la suprema “Voluntad Invisible” mueve las serviles almas de sus súbditos involuntarios. Si alguna vez renace el sentimiento de culpa en sus corazones, se ahogará entre sollozos de conmiseración por su destino. Para el fanático, esclavo de ignominia, su servidumbre le libera de toda culpa…
Todo fanatismo cree que su tarea es SAGRADA, por ello es corriente que contamine su ideario básico con adjetivos y eslóganes tan contiguos y grandilocuentes como esta palabra: sacrosanto, sacrificio, sacramento, sacrílego, sacerdocio, sangre… —aunque esta última sea totalmente ajena a su genealogía. El fanático concibe el sacrificio —el suyo, el de sus víctimas— como su más heroico y elevado ideal. La palabra sacrificio está teñida de sangre, de memoria de sangre: es una palabra maldita que todo fanático aspira a bendecir nuevamente. Los fanatismos derraman sangre, beben sangre, lloran sangre… para saberse todavía vivos y verdugos de la vida. Todo fanático cree que lleva su ideal en la sangre. La guerra es la expresión colectiva e institucional extrema de ese fanatismo —sea del tipo que sea y se justifique por cualquier argumento (perverso): étnico, religioso, político-nacional. En la guerra el fanatismo concentra de modo excepcionalmente eficaz toda su maquinaria e inteligencia para destruir…“Todo fanatismo conduce inevitablemente a la violencia física” (Yoko Ono)
Lo institucional es la representación formal y simbólica de lo público. Los presuntos valores, intereses, necesidades y aspiraciones, o agravios, de una colectividad —sean los que sean, vengan de donde vengan, sea cual sea su grado de veracidad o legitimidad— siempre aspiran a ser representados por la figura de una institución en donde pueda ser depositado su imaginario y los signos de su realidad comunitaria. Toda institución representa y es representativa, a su manera, según su memoria y sus tabúes. Toda institución posee un poder de representación... Las instituciones luchan entre ellas por el poder o la mayor influencia en la sociedad en donde actúan. Siempre hay individuos que desean ocupar un lugar preferente en ese espacio de representación y poder, para eso luchan e intrigan: bien sea para conquistarlo por la fuerza u obtenerlo por delegación electiva o para conservarlo indefinidamente. Quien conquista u obtiene el poder no se resigna a perderlo… Los individuos y grupos en el poder creen que sólo ellos saben y pueden representar el conjunto de imágenes de lo público que dicen representar. Tras la lucha por lo posible, sólo queda la lucha por el poder. Quienes están en el poder, quienes representan el poder, saben que tarde o temprano serán desalojados de estos lugares tan ventajosos. Los poderosos aspiran secretamente a permanecer en el lugar que creen que les es propio hasta la muerte. Por eso no es de extrañar que con sus acciones puedan provocar la muerte o la destrucción de los demás, si con sus pequeñas muertes retrasan o escapan a su propia gran muerte, tan mezquina… En el fondo, el poder es un territorio de violencia en donde aseguran su supervivencia e impunidad los fanáticos de la política… Los poderosos son fanáticos funcionales y por necesidad…
Todos los siglos contienen excesos memorables que podemos adjetivar como propios del fanatismo individual, colectivo o institucional. Los fanatismos se reproducen e inventan variaciones que aseguren su supervivencia adoptando las formas más inverosímiles, las apariencias más convencionales, mimetizándose en los pliegues más correctos de las sociedades que aspiran a erosionar —cualquier modo que pueda servirles para esperar sin sobresaltos el momento oportuno y poner en marcha sus estrategias diabólicas. Parecen esperar una señal luminosa en el cielo… Desconfío de cualquier manifestación colectiva que no haya sido precedida de un debate previo, un diálogo de posiciones, un consenso asumido de forma explícita y convenido públicamente. Esto es casi imposible en la práctica para cuantiosos colectivos, sobre todo en momentos excepcionales. Es en esta precariedad de condiciones para el diálogo de las ideas, para el compromiso, en donde el fanatismo institucionalizado encuentra su oportunidad para intervenir y hacer creíbles sus mentiras, sus medias verdades, su demagogia. Provocar y favorecer la reflexión individual o de pequeños grupos, la discusión verbal o escrita, desactiva en buena parte las posibilidades de manipulación de los grupos indiferenciados que todo poder institucional utiliza para respaldar sus intereses y sostener su estrategia de desinformación…
Escribir, hablar en voz alta, debatir con argumentos verificables, contestar los tópicos, sobre todo los “políticamente correctos”, es mi modo de denunciar y revelarme contra el fanatismo del poder, el fanatismo que aspira al poder, o el fanatismo que aspira a subvertir el poder en su propio beneficio… En toda estrategia por el poder los fanáticos encuentran “bien intencionados” de los cuales se sirven para sus objetivos… Aborrezco de las “buenas intenciones” de los tontos útiles tanto como de las perversas intenciones de los fanáticos (bien sean radicales o enrocados en sus instituciones)… La historia del fanatismo está plagada, trufada, de “pobres tontos útiles”, inocentes servidores, y sus señores respetables… A todos ellos les une un mismo sentimiento: el miedo… Yo creo y colaboro en crear una República de gentes libres que no tienen miedo de ser y estar en el mundo conviviendo junto a otros diferentes, distintos a su manera, incluso fanáticos voluntarios u otros que lo son aun sin querer… Mi República no tiene fronteras ni bandera ni himno ni constitución reglada… Mi República se llama… USLAND… Nosotros…
También el fanatismo implica un cierto desorden y algún tipo de disociación en el modo de articular y argumentar los aspectos fundamentales de su ideología. Pese a ser en la mayoría de los casos un simple aglomerado de creencias e hipótesis irracionales, el fanático intenta obsesivamente revestirlas de explicaciones de índole racional, justificaciones de tipo histórico, encadenando con ingenua emotividad y de manera indiscriminada hechos ciertos junto con meras suposiciones, teorías verificadas con vulgares invenciones, argumentos fuertes con retóricos sofismas, y todo ello bajo la apariencia de ser un razonamiento lógico de validez universal e intencionada verosimilitud… El fanatismo, sea cual sea su ideología, es un sentimiento irracional abrumado por falsos argumentos racionales y deformadas razones causales. Todo fanático cree instaurar una nueva razón sobre el detritus y las cenizas del pensamiento crítico racional —al que debe negar, silenciar, para afirmar su identidad.
El fanático confunde cualquier realidad con la que se enfrenta; él mismo es una absoluta paradoja de confusas realidades. Exalta y defiende creencias porque éstas son su única oportunidad de ser y estar en un tiempo real compartido con otros, lo que le anestesia y calma su angustia de soledad. El exceso con el que se defiende y quiere imponer sus ideas es equivalente a la energía que necesitaría para lograr su equilibrio emocional y existencial en soledad; pero es más fácil y menos arriesgado a corto plazo compartir creencias que atesorar miedos e inseguridades: le parece más eficaz defenderse en grupo hasta la muerte, inmolarse en un suicidio colectivo, que derrotarse en la angustia de la duda en solitario.
En origen, el fanatismo es una consecuencia irracional del miedo, un letal mecanismo de defensa para grupos y gentes que se sienten amenazados por lo desconocido o por los peligros de su más inmediata contigüidad. El fanatismo vive y se propaga en un estado de ansiedad semejante al del miedo. El fanático dice protegerse únicamente de las agresiones externas, defender su identidad colectiva ante la presión o el rechazo de los demás diferentes. En un primer estadio de auto convencimiento estos sencillos argumentos le sirven para justificar su emotividad y violencia previsibles. El fanático tiene un exceso de instinto de supervivencia, o lo necesita para apuntalar la fragilidad de la arquitectura de su pensamiento. Luego, en una segunda hipótesis, cuando su ideología ha alcanzado la hegemonía o disfruta de una situación de mayor influencia, el fanático cree reconocer fantasmas y enemigos por todas partes y se expresa con evidente animosidad contra ellos. El fanático siempre necesitará a su propia sombra para reconocerse amenazado, a sus recuerdos para sentir el olor del miedo, y volver a ejercer su violencia de auto defensa, según su particular visión del asunto. Siempre huele a miedo dentro y fuera de un fanático. Es un olor que nadie olvida… El olor del miedo es inolvidable.
El fanatismo debe exaltar sus propias ideas porque son —en su modo de sentir— las únicas que merecen la dignidad de lo natural y el don de lo sobrenatural. Para cualquier fanático es coherente que piense así y actúe de tal manera; sus más afortunadas metáforas siempre tendrán que ver con la naturaleza, con el mundo animal con el que se reconciliará, con el universo, en el que aspira verse reflejado. El fanático cree en lo sobrenatural, en lo divino, o tiene intuiciones sobre lo trascendental de sus ideas o su misión… Por eso sus ideas y su acción no sólo son “las que tienen que ser”, si no que “son las necesarias”... El fanático vive en un permanente estado de necesidad y obediencia debida a lo sobrenatural y a lo trascendente. Su grupo, él mismo, se creen los elegidos para llevar a cabo la misión de salvar su verdad y propagar su mensaje: ¡“ÉL-LA-ELLO” lo quiere!... Un determinismo fatal y repugnante emanado de la suprema “Voluntad Invisible” mueve las serviles almas de sus súbditos involuntarios. Si alguna vez renace el sentimiento de culpa en sus corazones, se ahogará entre sollozos de conmiseración por su destino. Para el fanático, esclavo de ignominia, su servidumbre le libera de toda culpa…
Todo fanatismo cree que su tarea es SAGRADA, por ello es corriente que contamine su ideario básico con adjetivos y eslóganes tan contiguos y grandilocuentes como esta palabra: sacrosanto, sacrificio, sacramento, sacrílego, sacerdocio, sangre… —aunque esta última sea totalmente ajena a su genealogía. El fanático concibe el sacrificio —el suyo, el de sus víctimas— como su más heroico y elevado ideal. La palabra sacrificio está teñida de sangre, de memoria de sangre: es una palabra maldita que todo fanático aspira a bendecir nuevamente. Los fanatismos derraman sangre, beben sangre, lloran sangre… para saberse todavía vivos y verdugos de la vida. Todo fanático cree que lleva su ideal en la sangre. La guerra es la expresión colectiva e institucional extrema de ese fanatismo —sea del tipo que sea y se justifique por cualquier argumento (perverso): étnico, religioso, político-nacional. En la guerra el fanatismo concentra de modo excepcionalmente eficaz toda su maquinaria e inteligencia para destruir…“Todo fanatismo conduce inevitablemente a la violencia física” (Yoko Ono)
Lo institucional es la representación formal y simbólica de lo público. Los presuntos valores, intereses, necesidades y aspiraciones, o agravios, de una colectividad —sean los que sean, vengan de donde vengan, sea cual sea su grado de veracidad o legitimidad— siempre aspiran a ser representados por la figura de una institución en donde pueda ser depositado su imaginario y los signos de su realidad comunitaria. Toda institución representa y es representativa, a su manera, según su memoria y sus tabúes. Toda institución posee un poder de representación... Las instituciones luchan entre ellas por el poder o la mayor influencia en la sociedad en donde actúan. Siempre hay individuos que desean ocupar un lugar preferente en ese espacio de representación y poder, para eso luchan e intrigan: bien sea para conquistarlo por la fuerza u obtenerlo por delegación electiva o para conservarlo indefinidamente. Quien conquista u obtiene el poder no se resigna a perderlo… Los individuos y grupos en el poder creen que sólo ellos saben y pueden representar el conjunto de imágenes de lo público que dicen representar. Tras la lucha por lo posible, sólo queda la lucha por el poder. Quienes están en el poder, quienes representan el poder, saben que tarde o temprano serán desalojados de estos lugares tan ventajosos. Los poderosos aspiran secretamente a permanecer en el lugar que creen que les es propio hasta la muerte. Por eso no es de extrañar que con sus acciones puedan provocar la muerte o la destrucción de los demás, si con sus pequeñas muertes retrasan o escapan a su propia gran muerte, tan mezquina… En el fondo, el poder es un territorio de violencia en donde aseguran su supervivencia e impunidad los fanáticos de la política… Los poderosos son fanáticos funcionales y por necesidad…
Todos los siglos contienen excesos memorables que podemos adjetivar como propios del fanatismo individual, colectivo o institucional. Los fanatismos se reproducen e inventan variaciones que aseguren su supervivencia adoptando las formas más inverosímiles, las apariencias más convencionales, mimetizándose en los pliegues más correctos de las sociedades que aspiran a erosionar —cualquier modo que pueda servirles para esperar sin sobresaltos el momento oportuno y poner en marcha sus estrategias diabólicas. Parecen esperar una señal luminosa en el cielo… Desconfío de cualquier manifestación colectiva que no haya sido precedida de un debate previo, un diálogo de posiciones, un consenso asumido de forma explícita y convenido públicamente. Esto es casi imposible en la práctica para cuantiosos colectivos, sobre todo en momentos excepcionales. Es en esta precariedad de condiciones para el diálogo de las ideas, para el compromiso, en donde el fanatismo institucionalizado encuentra su oportunidad para intervenir y hacer creíbles sus mentiras, sus medias verdades, su demagogia. Provocar y favorecer la reflexión individual o de pequeños grupos, la discusión verbal o escrita, desactiva en buena parte las posibilidades de manipulación de los grupos indiferenciados que todo poder institucional utiliza para respaldar sus intereses y sostener su estrategia de desinformación…
Escribir, hablar en voz alta, debatir con argumentos verificables, contestar los tópicos, sobre todo los “políticamente correctos”, es mi modo de denunciar y revelarme contra el fanatismo del poder, el fanatismo que aspira al poder, o el fanatismo que aspira a subvertir el poder en su propio beneficio… En toda estrategia por el poder los fanáticos encuentran “bien intencionados” de los cuales se sirven para sus objetivos… Aborrezco de las “buenas intenciones” de los tontos útiles tanto como de las perversas intenciones de los fanáticos (bien sean radicales o enrocados en sus instituciones)… La historia del fanatismo está plagada, trufada, de “pobres tontos útiles”, inocentes servidores, y sus señores respetables… A todos ellos les une un mismo sentimiento: el miedo… Yo creo y colaboro en crear una República de gentes libres que no tienen miedo de ser y estar en el mundo conviviendo junto a otros diferentes, distintos a su manera, incluso fanáticos voluntarios u otros que lo son aun sin querer… Mi República no tiene fronteras ni bandera ni himno ni constitución reglada… Mi República se llama… USLAND… Nosotros…
Foto: "Checkpoint Charlie", Berlín; mayo 2004
31 comentarios:
Yo no soy fanática si te digo que corro cuando veo que has actualizado ;)
besicos, me invitas a tu isla?
Bienvenido de nuevo a la Roqueta, Pau.
Coincido con usted: el fanatismo siempre se articula en dinámicas grupales, y combina, paradójicamente, un elevado nivel de altruismo a nivel interno, y una enorme egoísmo y letalidad para con aquellos que quedan en la exterioridad de las dimensiones de lo propio.
Muy buena reflexión, Pau, enhorabuena.
shalom
Puedo firmar palabra por palabra tu inteligente reflexi�n.
Opino que el origen de los diversos (y letales) fanatismos que enumeras est� siempre la creencia, entendida como adhesi�n acr�tica a cualesquiera serie de principios: djdar, dudar siempre (hasta de tu propia "sombra") es el fundamento de la raz�n, y el �nico ejercicio intelectual que nunca sobra.
un abrazo, y bienvenido
Bienvenido.
Con ganas de alejarme un poco de tanta realidad...
Definitivamente siempre he pensado que unas de las manifestaciones de violencia más atroces surgen del fanatismo y de la ceguera subjetiva de los movimientos radicales. Concuerdo contigo y me agrada que también utilices tu espacio para manifestar este tipo de ideas.
Un gustazo verte de nuevo, ya te extrañaba.
Un abrazote de bienvenida¡¡¡
:)
"El fanatico es incorruptible: tanto si mata por una idea o si es asesinado por una; en ambos casos,tirano o martir, es un monstruo" Émile Michel Cioran.
Que gusto que vuelvas, espero que sea para quedarte. Un besito.
Hola Pau
El fanatismo viene por una falta de cultura... y por no tolerar otras opiniones. Yo también denuncio este fenómeno social, gracias a los debates, a compartir mis ideas que pos su puesto si son rebatidas con buenos argumentos podré cambiarlas.
En este mundo no hay reglas fijas, porque nada es rígido ni siquiera las personas cuanto más las ideas...
Un besazo
Inocencia Prohibida
Pau... fabuloso post, totalmente de acuerdo.
Bienvenido a nuestra República, esa que no tiene fronteras, ni banderas, ni himnos.
Detesto a los fanáticos y quisiera colaborar, en crear... esa de gente libre que no tiene miedo.
Acabar con los títeres... "figurine de bois ou de carton acionnée á la main".
Con los charlatanes, con los políticos errantes, que quieren gobernar todo y no pueden ni con su territorio. Esos que dicen que es lícito robar si se tiene hambre y con ello dan luz verde a los atracos. Mejor no sigo porque me parecen aberrantes.
Gracias.;)
Un abrazo fuerte por tu regreso y lo demás te lo diré luego.
Hola, Pau. Bienvenido, volver a leerte es un regalo.
Concuerdo contigo en condenar todo tipo de fanatismo. Desgraciadamente la civilización poco ha podido hacer por erradicarlos. No resulta difícil llenar cabezas "vacías" de información, de cultura y de formación de IDEAS, da igual cuales sean estas.
Un besito
Secundo tu brillante exposición sobre esa gentuza perversa ,fiel producto de la debilidad mental de la que son portadores y ,desgraciadamente,transmisores,espero que en tu República haya vacunas contra ese virus tan letal.
Benvingut.
Pau
Eso que dices lo encierra todo. Pero además, creo, el fanatismo tiene tantas caras, los hay de todas tendencias ¿no? hasta los que se dicen más democráticos.
No sé, pero siempre he pensado que una de las sociedades que practican -hipócritamente, por supuesto- el fanatismo, es la estadounidense. Solo así explica uno las cosas que pasan ahí, por demás contradictorias.
Me asombra y admira tanto la forma como escribes
Un abrazo
Totalmente de acuerdo en tus apreciaciones en cuanto al fanatismo, pero creo que es una utopía erradicarlo, pues forma parte de la idiosincracia del ser humano.
Abrazos♠
Lo que más me fastidia del asunto es que conozco a varias personas que cumplen a raja tabla lo que dices.
Para hacer que intenten pensar en algo que está fuera de su estrecho campo de miras hace falta un mundo. Lo que para cualquier persona "normal" (sea lo que sea eso) es simplemente seguir dos pasos lógicos para ellos es tumbar ideas preconcebidas y talladas en su cerebro.
A veces me recuerdan más a máquinas que a seres humanos. ¿ Cómo se puede llegar a eso ?
"El fanatismo es la pasión exacerbada e irracional hacia algo, sin que el fanático o el grupo de fanáticos toleren su cuestionamiento o estudio del mismo" Wikipedia.
Hasta que los hombres no sepamos hablar y respetar las opiniones de los demás, darnos cuenta de que no poseemos la verdad absoluta, aprender de otros que piensan distinto, hasta entonces, me temo que seguiremos en una lucha absurda de todos contra todos.
Me alegra tu regreso.
Un beso
Me alegro, bienvenido a las letras!
Saludos.
Me alegra el regreso. Bienvenido a las letras!
Saludos
Hola Pau.
Con tanto comentario instruído sobre el fanatismo, a una no le queda nada que decir.
Yo te haré un comentario distinto: me gusta esa foto del museo berlinés chekpoint charlie. Me gusta mucho Berlín, me parece muy moderna y distinta a todo. Su historia de ciudad dividida ha dejado huella en el paisaje urbano (ahora menos perceptible. todo se desconstruye y se construye), pero la primera vez que visité Berlín no hacía mucho que el Muro había sido reducido a la nada.
Este museo muestra el terror de una ciudad partida, de gentes separadas, de falta de libertades , de FANATISMO y de la perspicacia y astucia del ser humano para burlar a los poderes salvajes y opresivos. Recuerdo algunos medios de fuga para saltar el Muro.
¡tengo que volver a Berlín! (pero en verano...siempre fuí en invierno y hace demasíado frío para mí).
Bienvenido y besos
El fanatismo, el fundamentalismo, yo incluiría el nacionalismo. Es una cuestión de ceguera. Y promover la ceguera crea soldados para las guerras presentes y venideras. Es una lástima convertirse en artilugios de una máquina global de matar. La industria armamentística internacional es la gran beneficiaria de esta epidemia del no-ver a los demás y aceptarlos como iguales.
totalmente de acuerdo con lo que has escrito, ya de regreso, bienvenido
besos
lágrimas de mar
que interesante lo que has escrito! solo alcanze a leer dos parrafos, en casa sigo. No solo por lo bueno de lo escrito sino que primera vez leo de ti un tema social y no artista :)
Solo necesitaba dejarte un saludo de bienvenida. Que alegria que estes devuelta. muac muac :)
Ellie
¿puedo empadronarme en esa república?...
los fanatismos nunca traen buenas acciones. El fanático no es dueño de si mismo...y eso, asusta.
besitos
Ps: una alegría volver a leerte Pau.
Me encanta nuestra isla, dónde nadie puede echarnos ni convertirnos a ninguna creencia, ni política que no sean que hemos elegido por nuestra experiencia. USLAND, me gusta ese nombre.
Gracias por la visita Pau
Un beso
Después de 19 comentarios no sé qué puedo decir sobre el tema de tu post que no se haya dicho. Si hay algo que me saca de mis casillas es intentar hablar con paredes humanas... así que imagina lo que pienso de los fanáticos de cualquier tipo.
Envidia me has dado con tu viaje a mi tierra (yo soy de Gran Canaria), con las ganas que tengo yo de oler el mar y pisar mis volcanes.
Besos
Veo que regresas con fuerza :D
El fanatismo da miedo. El fanático es un cobarde (siempre necesita del grupo). Los fanáticos son enfermos mentales.
Y ya.
Una reflexión muy completa e interesante, sobre la que poco puedo aportar. Déjame decirte, sin embargo, que yo detecto una forma de fanatismo más liviana e invisible que la que tú, tan acertamente, has descrito. Porque no siempre el fanatismo se presenta de un modo intenso y contundente (como ocurre en este momento en oriente medio), sino que aparece también bajo capas de razón y moderación: véase, por ejemplo, la reacción tan airada de la jerarquía católica en España ante ciertas medidas gubernamentales. No es que se escandalicen, que al fin y al cabo no puede extrañar a nadie, sino que difunden la idea de que esas medidas "atacan" directamente a la familia, por poner un ejemplo. Y con ello, tratan de generar fobia, rechazo e incluso aborrecimiento, en una parte de la sociedad. Lo peor de todo es que hay fibras muy sensibles en los seres humanos que algunos saben herir muy bien para conseguir respuestas irracionales de rechazo que, incluso, podrían llegar a ser violentas. Mira, si no, cuántas veces se agita en la Comunidad Valenciana, el espantajo de que los catalanes nos lo quieren quitar todo...
En fin, una reflexión la tuya muy oportuna e inteligente. Besos.
"A Dios rogando y con el mazo dando" ;)
Besitos Pau^^
Mi república se llama Heartland y eres bienvenido en ella, ya lo sabes. Celebro tu regreso...
Un saludo!!!
Uf uf...yo de politica paso mil veces...Soy fanatica, pero de un tipo llamado amy james, o lenny kravitz si me apuras. donde has estado? anda, cuentanos no?
que bueno k estes por aki,
Tu inquilina
Me alegro de poder volver a verte por la blogosfera. Creo que soy fanática de tu blog...Espero no actuar violentamente cuando no escribas. ;-P Un besito,Pau!!!
vaya por dios , casi coincidimos estuve en mayo del 2007 en Berlin ...alguna temporalidad distorsionada ...pero casi estuvimos a la vez :)
Lo peor del fanatismo es que se lleva a los hechos, desagraciadamente. porque mirá, si yo pienso algo y me lo guardo es problema mío, pero cuando pretendo convencer a los demás es cuando comienzan los problemas.
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