Franco Monti se ha ido de viaje y no creo que vuelva… No obstante le esperaré el resto de mi vida recordándole, que es lo que se hace en estos casos cuando un amigo se muere, se va para siempre, y nos hunde en la tristeza aun sin querer…
Franco Monti (Milán 1931-Ibiza 2008) fue un personaje y artista excepcional, difícilmente clasificable con parámetros convencionales. De formación científica y clásica y estudios superiores en antropología y etnografía, siempre mantuvo un especial interés por la escultura: al principio como devoto de la escultura moderna (a través de su pasión por el arte antiguo más esencial, cicládico, egipcio, sumerio); luego como especialista e investigador del arte africano; y en las últimas décadas como artista escultor creador de obras dotadas de un extraordinario poder de atracción formal y estético, de gran pureza e indiscutible verdad…
Desde 1954 que hizo su primer viaje a África, y durante treinta años, Franco Monti realizó una fecunda labor como antropólogo especialista en arte africano hasta el punto de ser considerado como uno de los más profundos conocedores de este complejo y plural arte, lo que le supuso el reconocimiento internacional como reputado perito, asesor de grandes colecciones tanto de museos públicos como privados, y la posibilidad de convertirse él mismo en uno de los mayores coleccionistas en arte africano. Esta preferencia de Franco Monti por el arte de África la compatibilizó a partir de 1959 con su dedicación —también intensa— al arte mexicano precolombino, alcanzado así mismo un gran nivel y obteniendo grandes logros como asesor de colecciones internacionales.
Aunque Franco Monti se relacionó con la escultura desde joven y conoció y trató a lo largo de toda su vida a grandes artistas y escultores como Giacometti, Chillida, David Smith, Lucio Fontana, Mario Negri, Marino Marini, Manzú, etc., su última dedicación a la creación escultórica se hizo exclusiva desde los años 80’. En esta elección sin duda tuvo mucho que ver su alejamiento de África (al ver casi perdido aquel mundo que conoció y vivió como pocos, me confesó) y su definitivo afincamiento en Ibiza a partir de entonces. Ibiza ha sido el hogar fijo del nómada Monti desde los años 80’, un lugar todavía especial para él, alejado del bullicio y las legiones de jóvenes turistas; un lugar en donde nuestro querido y admirado artista valoraba “su clima, su luz límpida, casi de alta montaña, el silencio y el mar siempre en los ojos que propician una atmósfera congenial” a su trabajo… Franco ha cerrado los ojos en Ibiza exhausto de mirar el mar y sus avatares tanto tiempo como le regaló la vida, a veces tacaña y despiadada con las almas grandes… —te recuerdo como si me miraras de frente esta mañana: cuánta bondad en tus ojos, qué rostro tan angelical de pugilista y aventurero, Dios…
Franco fue pues un artista excepcional, tanto como lo fue como hombre… Creo que uno de los aspectos fundamentales de las esculturas de Franco Monti deriva del material que había elegido para trabajar y experimentar: el hormigón coloreado con pigmentos, del cual era un consumado maestro. Al respecto Franco nos describía con todo detalle, sincero hasta hartarse, el proceso completo de sus creaciones, los métodos y técnicas con los que trabajaba este material todavía no suficientemente valorado ni reconocida su nobleza:
“Tras soñar una escultura, llega la racionalización, los dibujos. Con lápiz señalo cuatro puntos en el espacio que tiene que estar comprendida la obra. Dibujo una forma que se aproxima a la final, porque he de hacer un encofrado y rellenarlo de hormigón. Una vez seco, quitaré el encofrado y empezaré a esculpir. El encofrado me da una aproximación de la forma, pero no es la forma definitiva. Utilizo piedra pequeña, grava, de diferentes medidas, según quiero una superficie más o menos tosca.. Y lo fraguo con cemento y arena o polvillo de piedra… El hormigón después de trabajado endurece constantemente y puede alcanzar el punto máximo de dureza treinta años después. Utilizo cemento blanco de fuerte presa. Coloreo de manera muy estudiada, con un porcentaje de pigmentos muy calculado. No supero este porcentaje, si no hay una saturación que puede dar una reacción contraria. Se mezcla con la grava y con el mortero. Se trabaja a mano, con la azada, para distribuir bien el color… El molde tiene que estar preparado minuciosamente para aguantar el gran peso y el empuje hacia el exterior del hormigón. Es un trabajo que requiere un gran cuidado, el mínimo olvido se paga, que el molde se me ha abierto o reventado algunas veces. Pongo pesos adecuados que bloquean al suelo el encofrado. Cuando se llena, hay que hacerlo rápidamente. Empiezo con una tonalidad, luego otra, que no se mezclen demasiado pronto ni demasiado tarde: Éste es el lado artesanal, el noventa por ciento del arte al final es artesanía. Hay que saber hacer bien las cosas.”
Si tuviéramos que catalogar las referencias fundamentales de Monti y su escultura, además de las antiguas culturas (cicládica, egipcia, sumeria) y el arte y el espíritu esenciales africano y precolombino a los que antes me he referido, habría que señalar objetivamente a Brancusi, Melotti, David Smith, Richard Serra, Fritz Wotruba, Oteiza, Chillida… todos ellos también artistas esenciales, creadores de formas puras, germinales, idealizadas. J. F. Yvars, gran conocedor de la obra de Franco Monti y autor de una espléndida e insuperable biografía sobre nuestro artista, apunta con acierto que “los objetos de arte de Franco Monti asumen la contradictoria entidad de su origen singular: son formas de la materia, pero así mismo presencias reales en el espacio. Pero además, son también figuras fuertes”… El profesor y crítico valenciano nos argumenta al respecto señalándonos que “en la escultura arcaica —sumeria, egipcia, prehelénica, cercano oriental y en menor medida asiática— la materia es forma y la forma se convierte en la materia misma, configurando un todo significativo, un idéntico ser sensible. La experiencia africana ha propiciado en Monti el descubrimiento esencial que convierte esa materia-forma en presencia real, en un derivado de significaciones jamás diáfano, en progresiva condensación”…
Franco Monti creó naturalezas escultóricas como la naturaleza ha creado a través del tiempo formas que adjetivamos como escultóricas. El tiempo de un hombre, de un artista, es distinto que el de la naturaleza… La inteligencia del artista, su voluntad de arte, su sensibilidad, han obtenido el milagro de que una obra de arte sea creada apenas en unos días, en unas semanas… cuando la naturaleza y sus elementos han necesitado millones de años. El tiempo no es el gran escultor, al menos no lo es para un artista, por supuesto no lo fue para Franco Monti. Lo esencial es intemporal, eterno… Ay, la eternidad, ese sentimiento en un instante único suspendido inmóvil sobre el abismo del tiempo que fluye irrefrenable…
Nos quedamos huérfanos de Franco, enmudecieron sus palabras francas. Aquella sonrisa que contagiaba nuestros labios aun sin querer desgraciadamente ya sólo es un recuerdo —hermoso, recuerdo al fin al cabo… ¿Con quién, que sea cómplice y maestro, conversaré yo ahora acerca de la eternidad? Sí, ya sé, Franco… nos dejaste tus creaturas para que te representen mientras estás de viaje explorando el universo indeterminado que soñaste recorrer sin prisa una vez acabaras la tarea de vivir demasiado. Te damos las gracias, Franco, por tu conmovedora generosidad… y por tu sabiduría. No te preocupes, Franco, tranquilo, hombre; seguiremos esperando a la sombra de tus esculturas —las de hormigón y las africanas, todas tuyas—, asombrados, aprendiendo de ellas en tu ausencia de la eternidad y sus misterios, sosegando la impaciencia, forjando la voluntad con el martillo de la realidad de nuestros días solitarios, tan pesado como certero. Cuánto aprendí de ti y tú sin saberlo… Vuelve invisible a África, tu Penélope… Seguro que allí comenzaste a desvelar algunos de los secretos de la eternidad en tus noches solitarias a la intemperie, abovedado por un cielo infectado de luciérnagas gigantes, acunado por el escándalo del silencio… Hay noches tan solas que hasta uno se pone a hablar con las piedras para hacerse compañía. A veces las piedras —y las estrellas— te cuentan sus secretos, los de la naturaleza, los del universo… Y es que las piedras no piensan, pero existen; y cuentan, locuaces, sus secretos a quien las quiere escuchar… Dicen que saber escuchar, entender esto, es amar la naturaleza, penetrarla con amor… Es posible que sea así. Ama y haz (crea) lo que quieras allí donde estés… Hoy te eché en falta un día más, Franco del alma, amigo, maestro…
Franco Monti (Milán 1931-Ibiza 2008) fue un personaje y artista excepcional, difícilmente clasificable con parámetros convencionales. De formación científica y clásica y estudios superiores en antropología y etnografía, siempre mantuvo un especial interés por la escultura: al principio como devoto de la escultura moderna (a través de su pasión por el arte antiguo más esencial, cicládico, egipcio, sumerio); luego como especialista e investigador del arte africano; y en las últimas décadas como artista escultor creador de obras dotadas de un extraordinario poder de atracción formal y estético, de gran pureza e indiscutible verdad…
Desde 1954 que hizo su primer viaje a África, y durante treinta años, Franco Monti realizó una fecunda labor como antropólogo especialista en arte africano hasta el punto de ser considerado como uno de los más profundos conocedores de este complejo y plural arte, lo que le supuso el reconocimiento internacional como reputado perito, asesor de grandes colecciones tanto de museos públicos como privados, y la posibilidad de convertirse él mismo en uno de los mayores coleccionistas en arte africano. Esta preferencia de Franco Monti por el arte de África la compatibilizó a partir de 1959 con su dedicación —también intensa— al arte mexicano precolombino, alcanzado así mismo un gran nivel y obteniendo grandes logros como asesor de colecciones internacionales.
Aunque Franco Monti se relacionó con la escultura desde joven y conoció y trató a lo largo de toda su vida a grandes artistas y escultores como Giacometti, Chillida, David Smith, Lucio Fontana, Mario Negri, Marino Marini, Manzú, etc., su última dedicación a la creación escultórica se hizo exclusiva desde los años 80’. En esta elección sin duda tuvo mucho que ver su alejamiento de África (al ver casi perdido aquel mundo que conoció y vivió como pocos, me confesó) y su definitivo afincamiento en Ibiza a partir de entonces. Ibiza ha sido el hogar fijo del nómada Monti desde los años 80’, un lugar todavía especial para él, alejado del bullicio y las legiones de jóvenes turistas; un lugar en donde nuestro querido y admirado artista valoraba “su clima, su luz límpida, casi de alta montaña, el silencio y el mar siempre en los ojos que propician una atmósfera congenial” a su trabajo… Franco ha cerrado los ojos en Ibiza exhausto de mirar el mar y sus avatares tanto tiempo como le regaló la vida, a veces tacaña y despiadada con las almas grandes… —te recuerdo como si me miraras de frente esta mañana: cuánta bondad en tus ojos, qué rostro tan angelical de pugilista y aventurero, Dios…
Franco fue pues un artista excepcional, tanto como lo fue como hombre… Creo que uno de los aspectos fundamentales de las esculturas de Franco Monti deriva del material que había elegido para trabajar y experimentar: el hormigón coloreado con pigmentos, del cual era un consumado maestro. Al respecto Franco nos describía con todo detalle, sincero hasta hartarse, el proceso completo de sus creaciones, los métodos y técnicas con los que trabajaba este material todavía no suficientemente valorado ni reconocida su nobleza:
“Tras soñar una escultura, llega la racionalización, los dibujos. Con lápiz señalo cuatro puntos en el espacio que tiene que estar comprendida la obra. Dibujo una forma que se aproxima a la final, porque he de hacer un encofrado y rellenarlo de hormigón. Una vez seco, quitaré el encofrado y empezaré a esculpir. El encofrado me da una aproximación de la forma, pero no es la forma definitiva. Utilizo piedra pequeña, grava, de diferentes medidas, según quiero una superficie más o menos tosca.. Y lo fraguo con cemento y arena o polvillo de piedra… El hormigón después de trabajado endurece constantemente y puede alcanzar el punto máximo de dureza treinta años después. Utilizo cemento blanco de fuerte presa. Coloreo de manera muy estudiada, con un porcentaje de pigmentos muy calculado. No supero este porcentaje, si no hay una saturación que puede dar una reacción contraria. Se mezcla con la grava y con el mortero. Se trabaja a mano, con la azada, para distribuir bien el color… El molde tiene que estar preparado minuciosamente para aguantar el gran peso y el empuje hacia el exterior del hormigón. Es un trabajo que requiere un gran cuidado, el mínimo olvido se paga, que el molde se me ha abierto o reventado algunas veces. Pongo pesos adecuados que bloquean al suelo el encofrado. Cuando se llena, hay que hacerlo rápidamente. Empiezo con una tonalidad, luego otra, que no se mezclen demasiado pronto ni demasiado tarde: Éste es el lado artesanal, el noventa por ciento del arte al final es artesanía. Hay que saber hacer bien las cosas.”
Si tuviéramos que catalogar las referencias fundamentales de Monti y su escultura, además de las antiguas culturas (cicládica, egipcia, sumeria) y el arte y el espíritu esenciales africano y precolombino a los que antes me he referido, habría que señalar objetivamente a Brancusi, Melotti, David Smith, Richard Serra, Fritz Wotruba, Oteiza, Chillida… todos ellos también artistas esenciales, creadores de formas puras, germinales, idealizadas. J. F. Yvars, gran conocedor de la obra de Franco Monti y autor de una espléndida e insuperable biografía sobre nuestro artista, apunta con acierto que “los objetos de arte de Franco Monti asumen la contradictoria entidad de su origen singular: son formas de la materia, pero así mismo presencias reales en el espacio. Pero además, son también figuras fuertes”… El profesor y crítico valenciano nos argumenta al respecto señalándonos que “en la escultura arcaica —sumeria, egipcia, prehelénica, cercano oriental y en menor medida asiática— la materia es forma y la forma se convierte en la materia misma, configurando un todo significativo, un idéntico ser sensible. La experiencia africana ha propiciado en Monti el descubrimiento esencial que convierte esa materia-forma en presencia real, en un derivado de significaciones jamás diáfano, en progresiva condensación”…
Franco Monti creó naturalezas escultóricas como la naturaleza ha creado a través del tiempo formas que adjetivamos como escultóricas. El tiempo de un hombre, de un artista, es distinto que el de la naturaleza… La inteligencia del artista, su voluntad de arte, su sensibilidad, han obtenido el milagro de que una obra de arte sea creada apenas en unos días, en unas semanas… cuando la naturaleza y sus elementos han necesitado millones de años. El tiempo no es el gran escultor, al menos no lo es para un artista, por supuesto no lo fue para Franco Monti. Lo esencial es intemporal, eterno… Ay, la eternidad, ese sentimiento en un instante único suspendido inmóvil sobre el abismo del tiempo que fluye irrefrenable…
Nos quedamos huérfanos de Franco, enmudecieron sus palabras francas. Aquella sonrisa que contagiaba nuestros labios aun sin querer desgraciadamente ya sólo es un recuerdo —hermoso, recuerdo al fin al cabo… ¿Con quién, que sea cómplice y maestro, conversaré yo ahora acerca de la eternidad? Sí, ya sé, Franco… nos dejaste tus creaturas para que te representen mientras estás de viaje explorando el universo indeterminado que soñaste recorrer sin prisa una vez acabaras la tarea de vivir demasiado. Te damos las gracias, Franco, por tu conmovedora generosidad… y por tu sabiduría. No te preocupes, Franco, tranquilo, hombre; seguiremos esperando a la sombra de tus esculturas —las de hormigón y las africanas, todas tuyas—, asombrados, aprendiendo de ellas en tu ausencia de la eternidad y sus misterios, sosegando la impaciencia, forjando la voluntad con el martillo de la realidad de nuestros días solitarios, tan pesado como certero. Cuánto aprendí de ti y tú sin saberlo… Vuelve invisible a África, tu Penélope… Seguro que allí comenzaste a desvelar algunos de los secretos de la eternidad en tus noches solitarias a la intemperie, abovedado por un cielo infectado de luciérnagas gigantes, acunado por el escándalo del silencio… Hay noches tan solas que hasta uno se pone a hablar con las piedras para hacerse compañía. A veces las piedras —y las estrellas— te cuentan sus secretos, los de la naturaleza, los del universo… Y es que las piedras no piensan, pero existen; y cuentan, locuaces, sus secretos a quien las quiere escuchar… Dicen que saber escuchar, entender esto, es amar la naturaleza, penetrarla con amor… Es posible que sea así. Ama y haz (crea) lo que quieras allí donde estés… Hoy te eché en falta un día más, Franco del alma, amigo, maestro…
Fotos de Franco Monti y sus esculturas en su territorio en Ibiza. Máscara africana de muerto...
2 comentarios:
"hay noches tan solas que hasta hablas con las piedras"... que frase...Me gustó
Se le ve linda la expresión en el rostro a ese escultor.
Si no me ves también vengo,
y si me ves, espero así sea
Beso
SI OS GUSTAN LAS ESCULTURAS DE FRANCO MONTI AHORA TENEIS OCASIÓN DE APRECIARLAS EN ÀMBIT GALERIA D'ART, situada en la calle ATENES, 18 de BARCELONA.
La EXPOSICIÓN SE PODRÁ VER DURANTE TODO EL MES DE MARZO DE 2009.
OS ESPERAMOS!
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