Ayer tuve una de esas conversaciones de café en donde se habla de todo y te exaltas por nada… Siempre sucede lo mismo: al final parece que has arreglado el mundo en una hora y tres cuartos, luego pagas la cuenta, sales a la calle y te das cuenta que el mundo sigue igual o peor… Qué pérdida de tiempo una vez más… Es que somos unos derrochadores del tiempo a manos llenas…
Mi “sparring” de conversaciones tontas ayer fue una amiga de esas que creen que evolución es igual a progreso y que estamos a las puertas de un mundo feliz que te cagas… Sí… todo nice y wonderfull, mucho happy y qué bien lo vamos a pasar… que estamos en una sociedad progresista que es la leche, que si el futuro es nuestro y el pasado era una p.m… que hay que pedir perdón por los pecados propios y hasta los ajenos —“oye chico, que fuimos muy malos, pero muy malos, eh”—… y que ahora los otros tienen derecho a reclamar lo que les debemos… es justo hacerlo: pagamos, pedimos perdón, y nos hacemos amiguitos para siempre —anda, ya te vale… Dentro de poco el mundo será “La Arcadia feliz”…. y todo gracias, según mi ingenua amiga, a la globalización de la información, el respeto a la multiculturalidad, la alianza de las civilizaciones y no sé cuántas más bobadas del mismo calibre… Es que no me lo creo, yo siempre pongo en cuestión esas aparentes “verdades” de lo “políticamente correcto”, del optimismo del que todo lo ve con lentillas de color rosa… —claro, como siempre, con la paja en el ojo propio y en el resto la viga… A ver si puedo explicarlo con una metáfora, no sé, una alegoría digamos artística, que tenga que ver con el arte, para entender(me) mejor…
La fervorosamente deseada utopía de un mundo mejor —es decir una sociedad más justa e igualitaria, con mejores realidades materiales y mayor calidad de vida generalizadas, ideologías y comportamientos sociales más humanistas y más profundos compromisos con el desarrollo sostenible del planeta, por ejemplo, en el seno de una comunidad sin límites ni fronteras (o que al menos queden desdibujados por efecto de la globalización de la información y la economía)— creo que se corresponde alegóricamente con la desaparición del marco y del pedestal en el arte moderno… Es como si con ese bajar las estatuas al suelo, a la calle, se quisiera significar la abolición de los demás límites convencionales del arte con la vida, con la realidad, con el diseño funcional, etc. En sentido artístico podríamos incluso considerar que se trata de una estrategia inconsciente (y automática) de afirmar que el arte se expande más allá de los límites formales de la imagen o de las dimensiones propias del objeto artístico para impregnar todo el mundo real y social que lo rodea —lo que hasta cierto punto deseamos y a veces parece evidente… Pero del mismo modo podríamos reconocer también que una vez abolidos los límites —ese pedestal al que me refería, ahora como metáfora— muchos de los aspectos “perversos” que caracterizan nuestra sociedad actual se han filtrado también en el territorio de lo que llamamos “artístico”, contaminándolo: por ejemplo la banalización y trivialización de los asuntos “serios” de la vida, el consenso ficticio meramente oportunista en favor de tal o cual artista "estrella", los intereses simulados, la dictadura de la economía y el mercado, la corrupción…
Y no es que no hubiera antes estas “perversiones” del sistema —en la sociedad, en el arte, que las había—, sino que ahora han alcanzado la masa crítica suficiente para que sean factores hegemónicos… Además, antes, hace poco, todavía cabía la posibilidad de que el arte sólo fuera un reflejo (fiel o distorsionado) de la realidad… —ya que eran las nociones de “reflejo”, de mimesis, las que caracterizaban las relaciones estéticas entre el arte y la naturaleza y la sociedad—… Pero ahora, tras la última y definitiva rotura del espejo de las “Grandes Verdades y Totalidades” simbólicas aquel 11-S y sus secuelas y nefastos daños colaterales —en sentido nitzscheano, por supuesto—, hechas ceniza, polvo y humo esa “Realidad” y su imagen reflejada, ya no cabe argumentar en esa dirección… La relación entre la realidad material de nuestro mundo y la realidad representada por el arte ya no puede ser entendida como una relación “reflexiva y especular”, sino una relación piel con piel —tangencial, en su acepción más superficial— o incluso, más brutalmente, una relación descarnada, de penetración mutua, de atravesarse sin piedad ni compasión…
Reconozco que en principio esa idea de “ausencia de límites” me seduce —como a todos, supongo—, me satisface intelectualmente, soluciona la hipótesis de un territorio del arte y un universo de la vida sin límites ni fronteras, ambos derramándose, confundidos, inundando la esfera indeterminada de la vida práctica y lo social… Sin embargo mis prevenciones acerca de todo aquello que parece demasiado obvio, mi crítica a la aparente realidad de las cosas, a los peligros de esa simulación generalizada en el mundo actual, me llevan a buscar otras hipótesis, otras cuestiones, a expresar radicalmente mis dudas… Por ejemplo: la sensación de “ausencia de límites”, su deseo utópico, se contradice con la cruda realidad de las fronteras, los visados, las exclusiones discriminatorias, y el ahondamiento y alejamiento de los diversos abismos nacionales que separan como nunca… A lo mejor hay menos fronteras virtuales, es un decir, pero han aumentado exponencialmente y engordado su grosor las demás fronteras físicas, todas las demás que marcan efectivamente los límites y las diferencias.
Si bien es cierto que el marco o el pedestal casi han desaparecido de la “presentación” del arte, que hemos abolido esos límites formales, me pregunto ¿qué figura alegórico-artística podríamos utilizar para “representar” esta encubierta (y no por ello menos evidente) realidad social de “apartheid” a escala global? Mi respuesta es otro “artefacto”: la vitrina… Claro, cómo no, la vitrina… Un objeto construido, “diseñado” al efecto, tanto para contener, sostener y proteger la obra como para llamar la atención sobre ella y permitirnos un disfrute “suficiente” del objeto artístico, su visión… La vitrina: un marco tridimensional que sirve sobre todo para proteger y conservar la obra de arte, aislándola más físicamente del contexto real y del observador, aunque nos induzca —por su transparencia— a creer que esta separación es meramente ilusoria. La transparencia del vidrio, nuestra confianza (ciega) en las facultades de conocimiento y experiencia de la mirada, consuman el simulacro participando de la situación de simulación generalizada que caracteriza nuestra sociedad más allá de la postmodernidad tardo capitalista… La vitrina es un dispositivo de enmarcación —de límites— mil veces más poderoso que los marcos convencionales “en dos dimensiones”, una realidad objetiva de separación y protección en 3 D en permanente mutación, camaleónica…
Así es, queridos amigos, ya sabéis que cada vez es más común que las obras de arte en los museos y en las exposiciones se presenten protegidas por vitrinas y marcos-caja de cristal o metacrilato... que los mismos museos y otras arquitecturas y espacios de “representación y poder” sean como inmensas vitrinas y cajas de cristal (blindado y templado, por supuesto) guardadas con vigilantes a sueldo y otros dispositivos electrónicos disuasorios… Todo ello formando parte de una red de dispositivos y estrategias íntimamente relacionadas con las exigencias sociales de “conservar” y “proteger”, de seguridad máxima, inspiradas por estados y grupos dominantes nada “progres ni liberales” en realidad, sino absolutamente conservadores y pegados a su poder, trufados de memoria histórica y slógans “políticamente correctos” o cada uno como mejor sabe engañar a su clientela…
La nueva perversa noción de “límite y frontera” en nuestra sociedad actual se materializa con toda su crudeza a través de la eficacia funcional y alegórica de las vitrinas… La necesidad indefinible de seguridad, unida a la conciencia de conservar, proteger, preservar, son sentimientos generalizados en nuestra sociedad; casi diría que son sus sentimientos más fuertes porque tienen que ver esencialmente con el instinto de supervivencia. Y aunque parezca que siempre ha sido así, esta necesidad ha alcanzado ahora su justificación más categórica: se quiere conservar lo que se posee, poco o mucho, porque se posee… se necesita estar seguro incluso de su seguridad (es decir jurídica o estatuaria)… protegerse (en cuanto propietario) y proteger sus posesiones… No hablo sólo de propiedades materiales, sino también del estatuto social, de sus convenciones —cierto tipo de libertades públicas restringidas o ampliadas genericamente—, sus costumbres y otros aspectos de lo que se ha venido a llamar cultura e identidad propias… La sensación de inseguridad alarma, indistintamente, tanto por tener conciencia y satisfacción de poseer como por la conciencia de identidad, es decir de “pertenecer” y sentirse formando parte de una colectividad que ha definido su estatuto de convivencia, el cual hay que asumir para asegurar su supervivencia en el grupo frente al resto “exterior y diferente”. La angustia de nuestras sociedades, su inseguridad, las provocan tanto su miedo a “perder”, a ser despojado, como su precaución ante todo aquello que siente como ajeno —“lo otro”, los “otros”— que pueden erosionar y disgregar la convencional cohesión social que sostiene y cementa su relativa seguridad… es decir su estatuto.
Las fronteras existen por el miedo de los hombres… Hay que mantener una cierta distancia de seguridad, por si acaso… Tratar, sí; negociar otras convivencias, una nueva confianza, ayudas, sí… pero desde la distancia y el desarrollo autónomo de cada una de las identidades en conflicto… Así piensan las sociedades que tienen más miedo de perder que de ganar, en uno u otro sentido —bien sus excedentes materiales, bien sus excedentes de identidad… Ya se ha comenzado a poner freno a las debilidades que generó el “seudo humanismo universalista” nacido de la esperanza del fin de la “guerra fría”, hasta cierto punto producto de un sentimiento de vergonzosa culpabilidad por todas las atrocidades y efectos desastrosos de aquella guerra sorda planetaria. Me refiero a esa tendencia reciente de cuestionar a las minorías étnicas, religiosas, culturales o lingüísticas que viven y se desarrollan enquistadas en nuestras sociedades avanzadas, en la invitación permanente —o presión “convincente”— a integrarse, a negar con mayor énfasis el “statu quo” hasta ahora vigente, basado en el respeto de lo plurinacional y multicultural, es decir en el desarrollo autónomo y diferenciado de distintas comunidades: una, venida de fuera y suburbial, dentro de otra, autóctona, central, hegemónica… No se dice abiertamente, pero también los "progres de salón" empiezan a poner sus peros y a defender su propio status y poder donde lo administran. Hay tanta hipocresía...
La figura retórica —como metáfora, metonimia, sinécdoque— de la vitrina me sirve pues para representar estas múltiples realidades contradictorias: de una parte la necesidad de seguridad, de conservar, de diferenciar y a la vez APARENTAR igualdad… que parezca que compartimos realidades —como trasmite la transparencia del cristal—, y las nociones de totalidad y globalidad virtuales —como lo envolvente y totalizador de la vitrina; y de otra parte esa paradoja de reivindicar identidades y a la vez aislarse y aislarlas con la ficción de lo multicultural, antes, y con la obligación de integrarse, ahora… Ay, esa perversa y seductora invitación, pura coquetería. “TÓCAME… pero sólo con tus ojos”… A mí no me da miedo nadie que sea Otro... a mí lo que me aterra es que un día no me dejen ser Yo...
Mi “sparring” de conversaciones tontas ayer fue una amiga de esas que creen que evolución es igual a progreso y que estamos a las puertas de un mundo feliz que te cagas… Sí… todo nice y wonderfull, mucho happy y qué bien lo vamos a pasar… que estamos en una sociedad progresista que es la leche, que si el futuro es nuestro y el pasado era una p.m… que hay que pedir perdón por los pecados propios y hasta los ajenos —“oye chico, que fuimos muy malos, pero muy malos, eh”—… y que ahora los otros tienen derecho a reclamar lo que les debemos… es justo hacerlo: pagamos, pedimos perdón, y nos hacemos amiguitos para siempre —anda, ya te vale… Dentro de poco el mundo será “La Arcadia feliz”…. y todo gracias, según mi ingenua amiga, a la globalización de la información, el respeto a la multiculturalidad, la alianza de las civilizaciones y no sé cuántas más bobadas del mismo calibre… Es que no me lo creo, yo siempre pongo en cuestión esas aparentes “verdades” de lo “políticamente correcto”, del optimismo del que todo lo ve con lentillas de color rosa… —claro, como siempre, con la paja en el ojo propio y en el resto la viga… A ver si puedo explicarlo con una metáfora, no sé, una alegoría digamos artística, que tenga que ver con el arte, para entender(me) mejor…
La fervorosamente deseada utopía de un mundo mejor —es decir una sociedad más justa e igualitaria, con mejores realidades materiales y mayor calidad de vida generalizadas, ideologías y comportamientos sociales más humanistas y más profundos compromisos con el desarrollo sostenible del planeta, por ejemplo, en el seno de una comunidad sin límites ni fronteras (o que al menos queden desdibujados por efecto de la globalización de la información y la economía)— creo que se corresponde alegóricamente con la desaparición del marco y del pedestal en el arte moderno… Es como si con ese bajar las estatuas al suelo, a la calle, se quisiera significar la abolición de los demás límites convencionales del arte con la vida, con la realidad, con el diseño funcional, etc. En sentido artístico podríamos incluso considerar que se trata de una estrategia inconsciente (y automática) de afirmar que el arte se expande más allá de los límites formales de la imagen o de las dimensiones propias del objeto artístico para impregnar todo el mundo real y social que lo rodea —lo que hasta cierto punto deseamos y a veces parece evidente… Pero del mismo modo podríamos reconocer también que una vez abolidos los límites —ese pedestal al que me refería, ahora como metáfora— muchos de los aspectos “perversos” que caracterizan nuestra sociedad actual se han filtrado también en el territorio de lo que llamamos “artístico”, contaminándolo: por ejemplo la banalización y trivialización de los asuntos “serios” de la vida, el consenso ficticio meramente oportunista en favor de tal o cual artista "estrella", los intereses simulados, la dictadura de la economía y el mercado, la corrupción…
Y no es que no hubiera antes estas “perversiones” del sistema —en la sociedad, en el arte, que las había—, sino que ahora han alcanzado la masa crítica suficiente para que sean factores hegemónicos… Además, antes, hace poco, todavía cabía la posibilidad de que el arte sólo fuera un reflejo (fiel o distorsionado) de la realidad… —ya que eran las nociones de “reflejo”, de mimesis, las que caracterizaban las relaciones estéticas entre el arte y la naturaleza y la sociedad—… Pero ahora, tras la última y definitiva rotura del espejo de las “Grandes Verdades y Totalidades” simbólicas aquel 11-S y sus secuelas y nefastos daños colaterales —en sentido nitzscheano, por supuesto—, hechas ceniza, polvo y humo esa “Realidad” y su imagen reflejada, ya no cabe argumentar en esa dirección… La relación entre la realidad material de nuestro mundo y la realidad representada por el arte ya no puede ser entendida como una relación “reflexiva y especular”, sino una relación piel con piel —tangencial, en su acepción más superficial— o incluso, más brutalmente, una relación descarnada, de penetración mutua, de atravesarse sin piedad ni compasión…
Reconozco que en principio esa idea de “ausencia de límites” me seduce —como a todos, supongo—, me satisface intelectualmente, soluciona la hipótesis de un territorio del arte y un universo de la vida sin límites ni fronteras, ambos derramándose, confundidos, inundando la esfera indeterminada de la vida práctica y lo social… Sin embargo mis prevenciones acerca de todo aquello que parece demasiado obvio, mi crítica a la aparente realidad de las cosas, a los peligros de esa simulación generalizada en el mundo actual, me llevan a buscar otras hipótesis, otras cuestiones, a expresar radicalmente mis dudas… Por ejemplo: la sensación de “ausencia de límites”, su deseo utópico, se contradice con la cruda realidad de las fronteras, los visados, las exclusiones discriminatorias, y el ahondamiento y alejamiento de los diversos abismos nacionales que separan como nunca… A lo mejor hay menos fronteras virtuales, es un decir, pero han aumentado exponencialmente y engordado su grosor las demás fronteras físicas, todas las demás que marcan efectivamente los límites y las diferencias.
Si bien es cierto que el marco o el pedestal casi han desaparecido de la “presentación” del arte, que hemos abolido esos límites formales, me pregunto ¿qué figura alegórico-artística podríamos utilizar para “representar” esta encubierta (y no por ello menos evidente) realidad social de “apartheid” a escala global? Mi respuesta es otro “artefacto”: la vitrina… Claro, cómo no, la vitrina… Un objeto construido, “diseñado” al efecto, tanto para contener, sostener y proteger la obra como para llamar la atención sobre ella y permitirnos un disfrute “suficiente” del objeto artístico, su visión… La vitrina: un marco tridimensional que sirve sobre todo para proteger y conservar la obra de arte, aislándola más físicamente del contexto real y del observador, aunque nos induzca —por su transparencia— a creer que esta separación es meramente ilusoria. La transparencia del vidrio, nuestra confianza (ciega) en las facultades de conocimiento y experiencia de la mirada, consuman el simulacro participando de la situación de simulación generalizada que caracteriza nuestra sociedad más allá de la postmodernidad tardo capitalista… La vitrina es un dispositivo de enmarcación —de límites— mil veces más poderoso que los marcos convencionales “en dos dimensiones”, una realidad objetiva de separación y protección en 3 D en permanente mutación, camaleónica…
Así es, queridos amigos, ya sabéis que cada vez es más común que las obras de arte en los museos y en las exposiciones se presenten protegidas por vitrinas y marcos-caja de cristal o metacrilato... que los mismos museos y otras arquitecturas y espacios de “representación y poder” sean como inmensas vitrinas y cajas de cristal (blindado y templado, por supuesto) guardadas con vigilantes a sueldo y otros dispositivos electrónicos disuasorios… Todo ello formando parte de una red de dispositivos y estrategias íntimamente relacionadas con las exigencias sociales de “conservar” y “proteger”, de seguridad máxima, inspiradas por estados y grupos dominantes nada “progres ni liberales” en realidad, sino absolutamente conservadores y pegados a su poder, trufados de memoria histórica y slógans “políticamente correctos” o cada uno como mejor sabe engañar a su clientela…
La nueva perversa noción de “límite y frontera” en nuestra sociedad actual se materializa con toda su crudeza a través de la eficacia funcional y alegórica de las vitrinas… La necesidad indefinible de seguridad, unida a la conciencia de conservar, proteger, preservar, son sentimientos generalizados en nuestra sociedad; casi diría que son sus sentimientos más fuertes porque tienen que ver esencialmente con el instinto de supervivencia. Y aunque parezca que siempre ha sido así, esta necesidad ha alcanzado ahora su justificación más categórica: se quiere conservar lo que se posee, poco o mucho, porque se posee… se necesita estar seguro incluso de su seguridad (es decir jurídica o estatuaria)… protegerse (en cuanto propietario) y proteger sus posesiones… No hablo sólo de propiedades materiales, sino también del estatuto social, de sus convenciones —cierto tipo de libertades públicas restringidas o ampliadas genericamente—, sus costumbres y otros aspectos de lo que se ha venido a llamar cultura e identidad propias… La sensación de inseguridad alarma, indistintamente, tanto por tener conciencia y satisfacción de poseer como por la conciencia de identidad, es decir de “pertenecer” y sentirse formando parte de una colectividad que ha definido su estatuto de convivencia, el cual hay que asumir para asegurar su supervivencia en el grupo frente al resto “exterior y diferente”. La angustia de nuestras sociedades, su inseguridad, las provocan tanto su miedo a “perder”, a ser despojado, como su precaución ante todo aquello que siente como ajeno —“lo otro”, los “otros”— que pueden erosionar y disgregar la convencional cohesión social que sostiene y cementa su relativa seguridad… es decir su estatuto.
Las fronteras existen por el miedo de los hombres… Hay que mantener una cierta distancia de seguridad, por si acaso… Tratar, sí; negociar otras convivencias, una nueva confianza, ayudas, sí… pero desde la distancia y el desarrollo autónomo de cada una de las identidades en conflicto… Así piensan las sociedades que tienen más miedo de perder que de ganar, en uno u otro sentido —bien sus excedentes materiales, bien sus excedentes de identidad… Ya se ha comenzado a poner freno a las debilidades que generó el “seudo humanismo universalista” nacido de la esperanza del fin de la “guerra fría”, hasta cierto punto producto de un sentimiento de vergonzosa culpabilidad por todas las atrocidades y efectos desastrosos de aquella guerra sorda planetaria. Me refiero a esa tendencia reciente de cuestionar a las minorías étnicas, religiosas, culturales o lingüísticas que viven y se desarrollan enquistadas en nuestras sociedades avanzadas, en la invitación permanente —o presión “convincente”— a integrarse, a negar con mayor énfasis el “statu quo” hasta ahora vigente, basado en el respeto de lo plurinacional y multicultural, es decir en el desarrollo autónomo y diferenciado de distintas comunidades: una, venida de fuera y suburbial, dentro de otra, autóctona, central, hegemónica… No se dice abiertamente, pero también los "progres de salón" empiezan a poner sus peros y a defender su propio status y poder donde lo administran. Hay tanta hipocresía...
La figura retórica —como metáfora, metonimia, sinécdoque— de la vitrina me sirve pues para representar estas múltiples realidades contradictorias: de una parte la necesidad de seguridad, de conservar, de diferenciar y a la vez APARENTAR igualdad… que parezca que compartimos realidades —como trasmite la transparencia del cristal—, y las nociones de totalidad y globalidad virtuales —como lo envolvente y totalizador de la vitrina; y de otra parte esa paradoja de reivindicar identidades y a la vez aislarse y aislarlas con la ficción de lo multicultural, antes, y con la obligación de integrarse, ahora… Ay, esa perversa y seductora invitación, pura coquetería. “TÓCAME… pero sólo con tus ojos”… A mí no me da miedo nadie que sea Otro... a mí lo que me aterra es que un día no me dejen ser Yo...
Foto: Yoko Ono. "Touch Poem #5", 1960
31 comentarios:
la verdad que cada vez parece más utópico de lo un mundo mejor lamentablemente...
saludos!
No hay mayor perdida de tiempo que cuando se pierde conscientemente.
Saludos de Santiago de Chile.
bueno, tns, mas que comentario sera una mirada.
que interesante tu blog. Todo intento de volver a las palabrar lo inefable es de admirar, y tu haces un muy buen intento.
Saludos!....a...alguien...:D
Somos un mírame y no me toques. Dejemos de guardarnos en vitrinas de cristal y acerquémonos de verdad para poder observar la autenticidad de la obra de arte que nos constituye. Un beso sin barreras ni fronteras, Pau. :-)
nada más empezar a leer ya se me clavó la frase, ¡nyac!, en "ya estamos a las puertas de un mundo feliz", pues yo creo que estamos ya de lleno desde hace tiempo en un mundo feliz, pero el de Huxley.
me ha gustado lo que has explicado de la vitrina, transparente, resistente... creo que hay que entrenar al ojo para que tenga otro tipo de mirada.
Aprenden mucho, los que llevan la sartén por el mango, de arte escénico.
a mi también me aterra que no nos dejen ser Nosotros...
besos. :-)
Yo siempre pienso que un mundo feliz es un mundo que no piensa... y si no piensa, no se cuestiona las cosas, y ahí ya lo hemos cagado... si en el libro necesitaban de una droga!
Pero esa anestesia desaparece y cobra facturas largas, así que mejor sufrir y cuestionarse cosas, así al menos el pago el a plazos y no sufrimos tanto...
Y los límites? no se, eso lo tengo que pensar...
Besicos!
Ilusión vs. desilusión
miedo a la sencillez? miedo a las sobras? a disfrutar de un café, a pasear por la acera?
miedo a la perfecta imperfección?
Caro belo,
la vida es así, no pasa nada, siempre es mejorable,
aún y a pesar de todo.
Hola Pau. opino, modestamente, que tu amiga se equivoca al pensar que el mundo mejora. Creo que siempre estuvo mal y no mejora. No sé si empeora, no puedo medirlo , pero las injusticias, el hambre, las guerras, el fanatismo, la incomprensión, la degradación medioambiental, etc, etc.... continúan patentes.
No creo que haya ninguna fórmula para solucionar estos grandes problemas en tanto en cuanto son efecto del egoísmo económico y de la propia idiosincrasia del ser humano... con lo cuál soy negativa.
Tu amiga hace muy bien en SOÑAR y pensar que mejoramos. ¡necesitamos gente positiva, quizás puede ser un arma de lucha!!!. Yo misma soy UTÓPICA (UTOPÍA) .
Me parece muy interesante la comparación con el arte... nos haces pensar.
Un beso y hablamos....
Pau, y qué pasa si acercas demasiado la mirada?. Que te das el golpazo contra la vitrina. Porque aunque no la veas, está.Y el dolor del golpe, también.
Siempre se agradece encontrarse en los demás. Pero cuando además el encuentro está tan bien expresado... esto es lo que llamo yo lujo.
No lo digo por decir: no soy muy dada a los cumplidos fáciles.
Un abrazo
Yo soy de las que prefiere pensar que un mundo mejor es posible, aunque sea el mundo más cercano, el que me rodea, si no pensara así no intentaría hacerlo mejor.
Yo soy más de las tuyas, que de las de tu amiga...no me convence un mundo mejor con adelantos únicamente dirigidos a mejorar a algunos pero no a todos...porque si hablamos de mejoras...
¿porqué no se hace nada por las miles de personas que mueren al día de sed o de hambre? ¿porqué no se hace nada para hacerle la vida más fácil al inmigrante? ¿porqué no se hace nada contra la desertización de las tierras y se aumenta el número de campos de golf???...en fin...que a preguntas así podría escribir un libro...
Besitos.
No veo nada especialmente maravilloso. La opresión y la injusticia siguen generalizadas. La globalización acentúa las diferencias. Sigue el hambre, los asesinatos, el poder inhumano del anónimo capital. Me temo que no es desde arriba. El enfoque empieza dentro, en nuestro interior. Desde muy dentro podemos cambiar. Y a partir de ahí revolucionar el mundo.
Saludos.
Hola, Pau.¡No te desanimes por tener una mala conversacion!Pienso que toda conversacíón es interesante, aunque sea en esos términos modernos de la supuesta mejoria de nuestras vidas, etc. La verdad es que estoy de acuerdo contigo, y creo que al mismo tiempo es preciso generar la ilusión de la utopía alcanzada para no desesperar ante la cruda realidad. Asi como en las dictaduras se presenta un mundo que no existe, bajo la manipulación informativa, también hoy en nuestro mundo hay una especie de velo que cubre lo que día a día estamos acostumbrados a ver: las películas, las formas de convivencia, etc, todo está o parece estar diseñado para evitar el dolor o cuanto menos para poder llevarlo; ahora bien, la superación del dolor conlleva la insensibilidad hacia lo trágico. Por eso tratamos los muertos de los accidentes de tráfico como numeros y nos alegramos de que son menos que el año pasado. Por eso ya no somos sensibles a los nuevos muertos producidos en un ataque terrorista en Bagdad. La campaña del optimismo viene a curar lo que nuestra continua exposición al dolor no puede conseguir.
Saludos.
pensar en términos totales que el mundo mejora es totalmente absurdo, pero tenerle una mirada amable es un remedio, un camino a esa tolerancia que no tenemos, a esos miedos que nos integran "pero de lejitos". creo que es parte de aceptar nuestra condición humana saber que no podemos todo, pero que podemos intentar, que en nuestra mezquindad, en nuestro temor, podemor llegar a amar, a reparar un poquito. no sé si david del comentario anterior dijo lo mismo que yo, pero creo que lo dijo mejor que yo. gracias, pau, tu artículo es muy interesante. la respuesta fatal al fastidio sería pensar que ya no se puede escribir después de auschwitz -o lo que heya venido o venga- y sabemos que debemos seguir haciéndolo, que los krishnas bailan cuando se manifiestan contra la guerra no porque el mundo sea feliz sino porque quieren hacerlo un poco feliz. a mí aunque no siempre "me sale", me resulta un hallazgo para la vida una postura como esa... bueno, ya me extendí... un beso
Proteger - posesiones - identidad.
A veces me parece que lo que se menciona en cuanto a la libertad "virtual" y de comunicación que se vive actualmente es directamente proporcional al grado de protección de las características que mencionas.
Y es que, para lo que unos es el inicio de utopía de un mundo feliz, paora otros pudiese ser parte de una autodestrucción lenta y cadenciosa del sistema cultural y claro, de parte de la identidad personal que con tanto aferro y orgullo se mantiene.
Y también está eso de querer enajenarnos como un sólo ser. Cuando cada sitio embarca problemas y resoluciones tan diversos, que a veces eso de generalizar, empeora las cosas.
Pero aún así, creo que es parte del inicio, de un proceso interesante que tiene tanto de cáncer como de cura.
Abrazos Pau!!
“Si por desgracia se abriera alguna rendija de tiempo en la sólida sustancia de sus distracciones, siempre queda el soma: medio gramo para una de asueto, un gramo para fin de semana, dos gramos para viaje al bello Oriente , tres para una oscura eternidad en la luna”
(Un mundo feliz, de Aldous Huxley)
Las vitrinas esos filtros invisibles, las distancias disfrazadas, el lenguaje distorcionado han hecho que de repente las relaciones se convierten en flores artificiales: muy bonitas, muy duraderas pero irreales.
Por supuesto que estamos muy lejos de un mundo feliz y desde mi perspectiva prefiero una vida con todas las texturas, con todos los colores pero real a una vida de vitrina, fría, rosa y artificial.
Por cierto, han pasado muchos post en este blog desde que me fuí de vacaciones, todo ha sido muy rápido. Tendré que dedicarle un poco más de timepo para ponerme al corriente y leer todo lo que me he perdido.
Ya estoy de regreso después de unas merecidas vacaciones, jejeje y me da mucho gusto volver a estar por aquí.
Besos¡¡¡ :)
Cuando veas una frontera puede percibir miedo, rencor o ambas cosas...
Si ves en el mapa una frontera lineal, recta, antinatura... Estaba la avaricia metida por alli.
Besos.
Sabes? concuerdo contigo en que lo que me atemoriza es que no me dejen ser Yo...
Mira, Pau, tengo ya demasiados años para creer en un mundo hipermegaguay, nadie puede ya convencerme de que lo seremos en un futuro. Solo tengo que abrir la prensa a diario y ver el mapa mundial, el hambre, la guerra, la bolsa, Guantánamo, Irak, Afganistán, Etiopía, ¿pero dónde está ese mundo very happy?
Así que llegada a esa conclusión y haciendo gala de mi condición de persona optimista (pero no ajena a la realidad), intento acomodar mi pequeño mundo (que es el que mejor puedo controlar) a mis necesidades y no imaginar universos florales porque la edad de esos sueños, me pasó.
besitos, Pau
A veces es bueno tener esos encuentros para poder reafirmar nuestra postura y ver como son en realidad las cosas... no crees?
El mejor control social, es cortar la libertad haciendo que el individuo desee la homogeneidad.
Crear miedos: al cambio,a las diferencias, a las minorias, con sutileza, envolviendolo con esa vitrina.
La globalización de la información es una de las mejores bromas de la historia: crear una red de espejos, colocados en los angulos correctos para que el que mire no sepa que está en una carcel.
Me ha encantado lo que piensas y creo que tienes muy claro que siempre serás TÚ aunque no te dejen, qué podrían hacer? quizá una jaula alrededor de tu cabeza con una trampilla que abra paso a "tu rata"?...ummm.. pensandolo mejor... comparto tu terror.
un besazo.
No te ofendas, caro, si te ofendiste.
Mi sinceridad se regala por galones o arrobas, como sacos, a veces demasiado transparentes.
Hola Pau.
Me pareció muy buena y real esa metáfora que hiciste con los formatos de resguardo del arte hasta la arquitectura. Y en un principio lo que pensé es que los límites son necesarios, pero claro pensaba en ciertos límites construidos con otros propósitos, límites naturales, la piel, los fractales, eso que enfoca la “teoría de los límites” y no límites impuestos por los hombres, esos como dices fundados en los miedos. Yo creo en esos límites que me dicen quien eres tú y quien yo, qué un árbol y qué una flor, y qué una sonrisa y que un beso, qué una célula, que un gesto verdadero y qué una mentira. Entonces cómo tú, iría más allá. A la razón de los miedos. La raíz. El interior humano…
Entiendo y comparto tu posición. Debemos replantear la verdadera esencia y razón de ser de los límites, apelando al “origen” ¿Verdad?
APRECIADO PAU,ME GUSTA EL AZUL TUAREG.NO ME GUSTAN LAS VITRINAS, NI LOS LIMITES FISICOS O MENTALES IMPUESTOS.NI LOS ALFILERES QUE ATRAPAN MARIPOSAS.ME GUSTA TU BLOG, AUNQUE ERES DEMASIADO INTENSO PARA MIS NEURONAS.UN ABRAZO,NO COLECTIVO.
Yo, con permiso de todos, me seguiré preguntando (como ya hago desde hace tantísimo tiempo) porque mirar con cristales pesimistas le parece a la gente más inteligente que tener una visión optimista.
Es evidente, no vivimos en un mundo perfecto pero creer que todo va a peor, son ganas de ser pesimista y no pararse a pensar en cómo eran las cosas antes.
En fin, me temo que debo ser una redomada ingenua supertonta pero... así es una :)
Besos
"Se quiere conservar lo que se posee...protegerse en cuanto a propietario"...he ahí la clave de la cuestión. ¡Ese es uno de los problemas principales de nuestra civilización desde los comienzos mismos!...tiene más importancia la cosa de lo que parece. Lo malo es que por un pan , como en "Les Misérables", algunos pueden , siempre ocurrió más de lo mismo, pudrirse en la cárcel y el que tiene amistades, dinero ...etc, sabe Dios qué otras triquiñuelas, se sale de rositas...
Yo también vendré leer tu blog con más calma.
Visítanos cuando desees y si te apetece colaborar más en serio, participativamente, lo veremos entre todos.
Ah!Me alegro de que te guste Matrix y Beaudelaire, entre otros.
Un abrazo.
Como vas a superar tus limites si no los conoces... Me dijeron...
Aunque... Si no hubiera limites... quizas nos faltaria una chispa para encendernos...
No?
Mmmm parece que aquí te había dejado una pregunta...
Beso en los párpados
me ha hecho gracia leer un comentario que hice hace algunos meses...curioso...
para entonces no me fijé demasiado en el touch poem#5 . Ya el sostenido en la quinta nota me fascina (bueno, yo veo sostenido, de toda la vida, vamos). Este poema creo que sabía que a la hora de la verdad lo pondrían en una vitrina, y precisamente por esto me gusta.
El mundo del arte, y ahora también pienso en la música, sí, está agarrado por manos poderosamente invisibles. A veces pienso mucho en el dilema en que se puede encontrar el artista cuando el hecho de mostrar su obra y el mantenerse en los propios principios o ideologías, chocan de forma descarada. A veces se encuentra la solución y es arriesgada. Cuando esto ocurre, el hecho es admirable y lo aplaudo.
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un bes al vent,
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