domingo, febrero 03, 2008

Fotos e historias en la Ciudad Prohibida...


Lentamente cruzo la gran explanada hacia el Pabellón de la Suprema Armonía, sobrecogido como la primera vez que penetré en la Ciudad Prohibida y me conmovió su serena monumentalidad. En esta gélida mañana de noviembre, en el centro mismo del universo, sólo soy un personaje anónimo caminando sobre el pavimento de basalto gris de la plaza de los destinos cruzados, un amable entrometido que avanza levemente como hipnotizado por este escenario de ensueño sorteando gente aparentemente feliz, parejas de novios de sonrisa fácil y narices sonrosadas, turistas ocasionales con ojos asombrados y mocos de alegría, un par de grupos familiares divertidos y ruidosos posando con muecas y aspavientos mientras declaman con insistencia ta-ta-ta-ta-ta para hacerse reír… todos ellos ocupados en sus retratos e instantáneas. Estas fotos las guardarán siempre junto a sus más preciadas posesiones, pienso. Y aun sin querer, ahora invisible para sus miradas, yo también habitaré entre sus recuerdos en el futuro. Con tres pelos de mi barba alguien inventará historias que nunca leeré, aunque me pertenezcan…

Un europeo de barba negra y perfil de marinero marchando en sentido contrario al del universo, extraviado en sus laberintos, ensimismado en sus secretos, a lo peor engañándose una vez más con alguna nueva ilusión recién inaugurada hace un rato mientras desayunaba… Anoche empezó a escribir una carta:
Hace ya un par de días que estoy en Beijing, Eleanor; regresé de Shanghai el viernes. Esperaba tener algún mensaje tuyo en el hotel, o una llamada grabada, aun sin palabras… algo, no sé, una mínima evidencia de que me piensas, me extrañas, incluso maldices por qué coño se me habrá ocurrido volver otra vez a tu vida ahora que ya no duele… —te deseo tan irracionalmente, Eleanor… si sólo supiera que me piensas y nos recuerdas… Sí, ya sé, todavía hay tiempo, te justifico… Por qué voy a martirizarme y sufrir con tu previsible silencio si lo que nos sobraron entonces fueron palabras. Todavía tenemos tres días antes de que vuelva a Europa. Tres días para buscarnos en algún rincón de ese recinto amurallado de púrpura en el que hace años decidimos encontrarnos para siempre —cuando nos extrañemos y sea insoportable, nos dijimos; cuando tus miedos y mis pobres certezas se hayan hecho añicos y todos los increíbles pretextos que inventábamos para salir al paso del desamor estén arruinados y pulverizados por las muelas del tiempo... que el tiempo todo lo arruina y pulveriza, hasta tus miedos y mis certezas insostenibles… ¿recuerdas?... —nos mentimos entonces una vez más, Eleanor… Mañana iré a la Ciudad Prohibida a buscarte; vagamundearé y haré tiempo por esa ciudad de esclavos y amantes mientras te decides a venir o no a mi encuentro. Ojalá mañana no haga mucho frío ni nieve esta noche, no quiero que te dé pereza salir a buscarme con ese tiempo ni se agrisen tus preciosos ojos verdes de jade ni hiele tu dulce sonrisa de seda de Hanghou. Yo qué sé, amor, cómo sonríes ahora; hace tanto tiempo que estamos lejos. ¿Tus labios han inventado nuevas sonrisas? ¿Ensayaste la más dulce de tu colección sólo para mí? A estas horas de la vida no sabes cómo me consuela imaginar tus sonrisas, Eleanor, confiando que alguna brote espontánea de nuestros recuerdos felices —que los hubo, entre tantos reproches por mis largas ausencias y pequeñas-grandes traiciones, mis vehementes quejas a tus celos… Fuimos felices, Eleanor, a nuestra manera, reconócelo… Aunque me hayas odiado, aunque ahora quieras castigarme con tu silenciosa indiferencia, no niegues que echas en falta tanto como yo aquellos momentos en que abrazados nos pertenecíamos por entero y nos abandonábamos al guión imprevisible de nuestras fantasías, esas locuras que inventábamos para hacernos necesarios como el aire… Mañana volveré a la Ciudad Prohibida a reinventarte, Eleanor; ojalá no nieve ni haga tanto frío que prefieras permanecer refugiada en tu tan confortable como inexpugnable fortaleza del orgullo… Hace tiempo que expropiaron mis castillos y mis residencias, que me arruiné por esos mundos de dios, Eleanor… Soy un homeless que sólo quiere habitarte una vez más, esta vez para siempre”… etc., etc., etc…
Foto: Ciudad Prohibida, Beijing; noviembre 1994

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